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billetes alevosamente falsos 4


[Stephen Mihm] Una calidad excelente caracteriza la industria de la falsificación norcoreana, en ocasiones superando la calidad del producto original.
A principios de año visité a David Asher, ex asesor para asuntos del Este asiático y del Pacífico en el departamento de estado y un declarado crítico del régimen norcoreano. A fines de 2001, me explicó, el subsecretario de estado, James Kelly, le pidió que estudiara por qué el régimen norcoreano no se había derrumbado, dado que la economía del país se había deteriorado mucho más que en la década anterior, con una producción industrial reducida en casi un setenta y cinco por ciento. Países antiguamente comunistas habían terminado sus subsidios, Kim Il Sung había muerto, el país había sido golpeado por inundaciones y la hambruna y el sistema de distribución de alimentos había colapsado. (Los lemas del partido dejaban ver más que un indicio de desesperación: "Comamos Dos Veces Al Día", era una de las optimistas exhortaciones). Sin embargo, Kim Jong Il, desafiando todas las expectativas, se las arregló para aferrarse al poder.
"Era intrigante que estuviera ocurriendo esto, dado el enorme déficit comercial, incluso tomando en cuenta la ayuda que estaba llegando al país", dice Asher. "Había algo que no ajustaba. No se explicaba cómo podía Kim salir a pasear mercedes-benzes nuevos ni que regalara rolexes en las fiestas y que comprara coñac en cantidades impresionantes".
Mientras Asher y sus colegas empezaban a reunir informaciones de inteligencia, comenzó a surgir a superficie toda una gama de actividades ilegales -todo desde el contrabando de marfil hasta la producción de metanfetaminas de alto grado. Y la falsificación de billetes estaba en el centro. "Mientras más sabíamos sobre esta falsificación de dólares, más escandalosa nos parecía", me dijo Asher. Estas actividades proporcionaban lo que Asher llama "un marco alternativo de existencia" y "la economía de palacio de Kim Jong Il".
En la primavera de 2003, el departamento de estado fundó la Iniciativa de Actividades Ilícitas, un proyecto de varias dependencias para investigar y contrarrestar las actividades criminales de Corea del Norte, y nombró a Ahser como coordinador. El departamento empezó a recoger sistemáticamente toda una variedad de evidencias forenses y otras recabadas por sus propios investigadores, el Servicio Secreto y elementos de la comunidad de inteligencia que vinculaban a Corea del Norte con los superbilletes. (Asher se negó a hacer comentarios sobre la naturaleza de esas evidencias, la mayoría de las cuales siguen estando clasificadas).
Además, el departamento reunió evidencias circunstanciales sobre las operaciones de falsificación de Corea del Norte , que se habían estado acumulando durante más de una década. En 1994, por ejemplo, las autoridades de Hong Kong y Macao capturaron a cinco diplomáticos norcoreanos y miembros de la misión comercial con 430 mil dólares en billetes que resultaron ser falsos, de la especie del superbillete. Otros diplomáticos norcoreanos, incluyendo a un ayudante cercano a Kim Jong Il, asignado a la Oficina 39, fueron capturados por blanquear superbilletes por un valor de millones de dólares en el curso de varios años, provocando una agudización del control de las misiones diplomáticas y comerciales norcoreanas.
Frustrado, el régimen parece haber cambiado de táctica, organizando nuevas redes de distribución y venta al por mayor de billetes falsos a terceras partes que las canalizarían hacia organizaciones criminales. A fines de los años noventa, por ejemplo, detectives británicos empezaron a vigilar a Sean Garland, líder del Ejército Republicano Irlandés ERI oficial, un grupo disidente marxista del ERI. De acuerdo a una acusación federal en Washington, Garland empezó a trabajar a principios de la década con agentes norcoreanos, comprando superbilletes a precios de mayorista antes de distribuirlos a través de complejas redes criminales con avanzadas en Belarús y Rusia, así como en Irlanda. (Garland, en Irlanda, niega las acusaciones y está actualmente luchando contra su extradición a Estados Unidos).
También empezaron a llegar al departamento de estado detalles sobre la fabricación de los billetes falsos, sobre la base de informes de desertores. De acuerdo a informes similares reunidos por Sheeena Chestnut y el especialista norcoreano en Seúl con quien hablé, el régimen obtuvo prensas intaglio hechas en Suiza y las instaló en un edificio llamado Imprenta 62, parte del complejo nacional de acuñación de moneda en Pyongsong, una ciudad en las afueras de Pyongyang, donde un equipo especializado de trabajadores fabrica los superbilletes.
En 1996, irritado por la alta calidad de las imitaciones de su divisa que circulaban en todo el planeta, el gobierno de Estados Unidos rediseñó la moneda por primera vez desde 1928. Los anticuados diseños simétricos fueron reemplazados por los billetes de cabeza grande. Casi todo en el nuevo diseño estaba destinado a frustrar a potenciales falsificadores, incluyendo una hebra de seguridad incrustada en el papel, un sello de agua que muestra el retrato en sombras del personaje en el billete y una nueva ‘microimpresión', diminutas letras que son difíciles de imitar. El agregado más significativo fue el uso de tinta ópticamente variable, mejor conocida como OVI. Mirad los billetes que circulan hoy: los de diez, veinte, cincuenta y cien llevan este disuasivo de la falsificación en el número de denominación en la esquina inferior derecha. Girad el billete hacia un lado, y se verá de un verde bronceado; si lo inclináis hacia el otro lado, se vuelve a ver como antes. La OVI es muy cara, y cuesta mucho más que la tinta tradicional de los billetes.
Una compañía suiza llamada SICPA es la principal productora de OVI y en 1996 Estados Unidos compró los derechos exclusivos de la tinta que varía de color de negro a verde. Lo hicieron luego otros países, que compraron tintas con diferentes variaciones de color para sus propias divisas. Uno de los países que lo hizo, interesantemente, fue Corea del Norte, cuya divisa, el won, es ignorada por los falsificadores. Corea del Norte compró a SICPA una tinta OVI que pasa del verde al magenta. Para el objetivo de falsificar la divisa americana, era la opción más inteligente: el magenta es el color más cercano en el espectro, al negro. "La tinta verde-a-magenta puede ser manipulada para parecerse a la tinta verde-a-negro", me dijo Daniel Glaser, del ministerio de Hacienda. "Ellos compraron esta tinta el mismo año que nosotros". De acuerdo a Glaser, los norcoreanos se las arreglaron para manipular con la nueva tinta, obteniendo con la OVI una aproximación a los billetes.
Aunque todavía hay desacuerdos sobre el tiempo, las primeras falsificaciones del superbillete con la cabeza grande habrían llegado al mercado ya en 1998. Como la primera generación de superbilletes, las imitaciones con la cabeza grande muestran una atención al detalle cada vez mayor. "A mí ciertamente me engañarían", dijo Glaser, que señala que los ‘defectos' del superbillete son claramente mejoramientos. Recordó haber examinado con lupa el reverso de un superbillete de cien dólares y sentir que las manillas del reloj de la torre del Salón de la Independencia eran más nítidas en la falsificación que en el billete genuino.
Según dicen todos, la excelente calidad es una característica del contrabando norcoreano: producen una metanfetamina de extraordinaria pureza; el Viagra de contrabando, se dice, supera al producto original en cuanto a su potencial; los superbilletes. Es una línea de producción impresionante para un régimen que apenas si puede alimentar a su gente. Cuando traté este tema con Asher, suspiró: "Siempre digo que si Corea del Norte produjera solamente productos convencionales para la exportación de la calidad y precisión con que producen divisas norteamericanas falsas, ellos serían una potencia como Corea del Sur, y no un caso industrial perdido".

23 de julio de 2006
©new york times
©traducción mQh
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