edad de la impunidad
Estados Unidos pierde autoridad moral para exigir razonabilidad y moderación.
Los líderes de Sudán enviaron la semana pasada una carta advirtiendo a gobiernos que no entreguen tropas para los cascos azules de Naciones Unidas en Darfur. Obviamente, en Khartoum se creen gallitos. ¿Pero por qué no? El Consejo de Seguridad -o más al punto, las grandes potencias que controlan el Consejo de Seguridad- dejaron claro que no enviarán tropas para detener el genocidio a menos que Sudán lo apruebe primero.
Luego está el caso de Irán, que todavía está, desafiantemente, enriqueciendo uranio. Y los norcoreanos, que dejaron pasmado al resto del mundo cuando hicieron estallar esta semana lo que dijeron que era un arma nuclear.
Bienvenidos a la nueva era de impunidad.
No se suponía que iba a ser así. Se suponía que la guerra de Iraq y la guerra del tipo ‘con nosotros o contra nosotros' contra el terrorismo de Bush asustaría tanto a los tipos malos que no se atreverían a contrariar a Estados Unidos. Pero ha ocurrido lo contrario. El presidente Bush ha despilfarrado tanto la autoridad moral de Estados Unidos -para no mencionar nuestros recursos militares- que los esfuerzos para inducir o imponer una conducta correcta de adversarios (y aliados) suenan huecos.
Hay un montón de culpables en cuanto al envalentonamiento de estados parias. Los chinos han estado protegiendo a Sudán y Corea del Norte. Los rusos han estado protegiendo a Irán. Si no fuera por Iraq y otros problemas de Bush, habría modos de eludir esos obstáculos. Cuando los rusos bloquearon la intervención de Naciones Unidas en Kosovo, el presidente Clinton logró que la OTAN pusiera fin a las matanzas.
Bush parece estar profundamente preocupado por Darfur. Pero Estados Unidos se ha estirado tanto en Iraq que nadie en la Casa Blanca ha mencionado la posibilidad de enviar a la OTAN para parar la limpieza étnica que ya ha causado más de 200 mil muertos y desplazado a más de dos millones de personas.
Cerrar nuestros ojos los próximos dos años no es la respuesta. Washington necesita reafirmar su autoridad, no importa lo abollada que esté, en todos esos frentes.
Sospechamos que las revisiones de carga y la reducción del comercio militar y de lujo no serán suficientes para hacer que Corea del Norte retroceda. Pero habiendo empezado con eso, Bush debe decir a China y Rusia que toda relación futura será juzgada por sus esfuerzos para presionar a Corea del Norte.
Pekín y Moscú encontrarán más difícil decir no si Bush hace una promesa clara -sin dedos cruzados en la espalda- de que no tratará de derrocar al gobierno norcoreano si abandona sus armas nucleares. Bush debe hacer el mismo y poco ambiguo ofrecimiento a Irán. En cuanto a Darfur, Khartoum se puede sentir menos chula si Bush anunciara que tomará la iniciativa en cuanto a pedir tropas para los cascos azules, mientras pide a la OTAN que empiece a elaborar planes para una posible intervención en caso de que Naciones Unidas decida no hacer nada.
Ayer en su rueda de prensa, Bush dijo que los abusos en Abu Ghraib "nos daña internacionalmente". Agregó rápidamente que el mundo ha logrado que los perpetradores rindan cuenta.
Tememos que se necesitará más que el juicio de unos pocos gendarmes de bajo nivel para reparar los daños, sea en Abu Ghraib, Guantánamo, las cárceles secretas o todo el desastre de la guerra de Iraq. Tampoco debe haber impunidad en casa.
Luego está el caso de Irán, que todavía está, desafiantemente, enriqueciendo uranio. Y los norcoreanos, que dejaron pasmado al resto del mundo cuando hicieron estallar esta semana lo que dijeron que era un arma nuclear.
Bienvenidos a la nueva era de impunidad.
No se suponía que iba a ser así. Se suponía que la guerra de Iraq y la guerra del tipo ‘con nosotros o contra nosotros' contra el terrorismo de Bush asustaría tanto a los tipos malos que no se atreverían a contrariar a Estados Unidos. Pero ha ocurrido lo contrario. El presidente Bush ha despilfarrado tanto la autoridad moral de Estados Unidos -para no mencionar nuestros recursos militares- que los esfuerzos para inducir o imponer una conducta correcta de adversarios (y aliados) suenan huecos.
Hay un montón de culpables en cuanto al envalentonamiento de estados parias. Los chinos han estado protegiendo a Sudán y Corea del Norte. Los rusos han estado protegiendo a Irán. Si no fuera por Iraq y otros problemas de Bush, habría modos de eludir esos obstáculos. Cuando los rusos bloquearon la intervención de Naciones Unidas en Kosovo, el presidente Clinton logró que la OTAN pusiera fin a las matanzas.
Bush parece estar profundamente preocupado por Darfur. Pero Estados Unidos se ha estirado tanto en Iraq que nadie en la Casa Blanca ha mencionado la posibilidad de enviar a la OTAN para parar la limpieza étnica que ya ha causado más de 200 mil muertos y desplazado a más de dos millones de personas.
Cerrar nuestros ojos los próximos dos años no es la respuesta. Washington necesita reafirmar su autoridad, no importa lo abollada que esté, en todos esos frentes.
Sospechamos que las revisiones de carga y la reducción del comercio militar y de lujo no serán suficientes para hacer que Corea del Norte retroceda. Pero habiendo empezado con eso, Bush debe decir a China y Rusia que toda relación futura será juzgada por sus esfuerzos para presionar a Corea del Norte.
Pekín y Moscú encontrarán más difícil decir no si Bush hace una promesa clara -sin dedos cruzados en la espalda- de que no tratará de derrocar al gobierno norcoreano si abandona sus armas nucleares. Bush debe hacer el mismo y poco ambiguo ofrecimiento a Irán. En cuanto a Darfur, Khartoum se puede sentir menos chula si Bush anunciara que tomará la iniciativa en cuanto a pedir tropas para los cascos azules, mientras pide a la OTAN que empiece a elaborar planes para una posible intervención en caso de que Naciones Unidas decida no hacer nada.
Ayer en su rueda de prensa, Bush dijo que los abusos en Abu Ghraib "nos daña internacionalmente". Agregó rápidamente que el mundo ha logrado que los perpetradores rindan cuenta.
Tememos que se necesitará más que el juicio de unos pocos gendarmes de bajo nivel para reparar los daños, sea en Abu Ghraib, Guantánamo, las cárceles secretas o todo el desastre de la guerra de Iraq. Tampoco debe haber impunidad en casa.
12 de octubre de 2006
©new york times
©traducción mQh
0 comentarios