antrax, caso archivado
[Richard B. Schmitt y Josh Meyer] Muchos temen que el caso del carbunclo ha sido archivado.
Washinton, Estados Unidos. La investigación de los mortíferos ataques de 2001 no avanza, pero la agencia pide paciencia. Cinco años después de que una serie de mortíferas cartas con carbunclo sacudieran al país, el FBI no ha ofrecido ninguna indicación de que esté próximo a resolver uno de los primeros incidentes de bioterrorismo en suelo norteamericano, llevando a algunos críticos a especular que la pesquisa se ha estancado y a cuestionar la capacidad de los agenes federales para hacer frente a futuros ataques.
Miembros del congreso y blancos de los ataques -que entre el 5 de octubre y el 21 de noviembre de 2001 causaron la muerte de cinco personas, enfermaron a 17 y pusieron en peligro a miles más- están expresando crecientes sospechas de que la investigación federal dirigida por el FBI, con el nombre en clave de Amerithrax, ha sido mal manejada.
Agentes del FBI han dejado de llamar a sus ruedas de prensa con víctimas y diputados para informarles sobre el curso de la investigación. El destacamento federal que dirige la investigación ha sido reducido a la mitad. Y ahora tiene su tercer jefe.
Las credenciales del último jefe son decidoras: Ha trabajado en complejos casos criminales internacionales que han sido archivados.
La reticencia del FBI está en agudo contraste con las atrevidas predicciones que hizo la agencia sobre la investigación en los primeros días.
"Sus anuncios públicos sobre los niveles de confianza obviamente estuvieron todo el tiempo completamente equivocados", dice Tom Daschle, el antiguo senador demócrata de Dakota del Sur, cuya oficina en el Capitolio fue uno de los blancos de los ataques. "Ha sido de algún modo la versión doméstica de Iraq. Hicieron un montón de afirmaciones que resultaron ser erróneas".
Daschle, ahora asociado al Center for American Progress, dijo que hace más o menos un mes pidió al FBI una actualización, pero que fue ignorado.
"Claramente, toda esta investigación ha sido archivada", dijo. "Y como ha sido archivada, están mucho más aprehensivos en cuanto a reconocer que no tienen ni evidencias ni buenas pistas".
El importante senador republicano Charles E. Grassley, de Iowa, también se quejó en una carta el mes pasado al fiscal general Alberto R. Gonzales, sobre la falta de nuevas informaciones sobre la investigación. Grassley está amenazando con citar a agentes del FBI a declarar ante el congreso o a retrasar nominaciones del ministerio de Justicia si la agencia no divulga pronto más informaciones.
El FBI dice que su investigación sigue estando activa. Ha dicho a diputados que no puede proporcionar más informaciones sobre el caso por temor a que se filtre información sensible a la prensa.
"Tenemos un número importante de agentes que continúan trabajando en el caso, y yo creo que será solucionado y que las personas o persona responsables serán llevadas a justicia", dijo en una entrevista en septiembre el director del FBI, Robert S. Mueller III. "Algunos casos toman más tiempo que otros".
El misterio todavía no resuelto vuelve a destacar entre una creciente preocupación sobre los esfuerzos federales para detectar y prevenir ataques bioterroristas todavía más catastróficos. El gobierno ha destinado unos 18 billones de dólares a la investigación para la bio-defensa en los últimos cinco años, aunque está lejos de estar claro qué ha recibido el país a cambio de su dinero.
Esta semana, mencionando el quinto aniversario de los ataques con carbunclo, un grupo bipartidista de senadores pidió a la Contraloría del gobierno que realice una evaluación amplia del programa de defensa biológica.
Investigación
Los atentados con carbunclo gatillaron una de las cacerías humanas más costosas de la historia, que empezó una semana después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando cartas conteniendo carbunclo empezaron a circular por el correo, dirigidas contra blancos como periodistas y las oficinas en el Capitolio de Daschle y el senador Patrick J. Leahy (demócrata de Vermont).
El FBI dijo que había realizado 9.100 entrevistas y procesado 6.000 citaciones. Contrató a psicólogos, analistas de caligrafía y analistas forenses. Ha gastado millones en estudios científicos para determinar informaciones tales como la variedad de la bacteria y el agua utilizada para preparar las fatales esporas. Y ha localizado una avalancha de ‘falsas' cartas con carbunclo; una de estas cartas fue recibida la semana pasada por el Times.
Gran parte del interés público inicial se concentró en el médico y virólogo Stephen J. Hatfill, que trabajó durante dos años en un laboratorio del ejército en Maryland, donde se estudió la variedad de carbunclo utilizada en los atentados.
Agentes del FBI allanaron su casa, tomaron muestras de su sangre y lo pusieron bajo vigilancia permanente. El fiscal general de entonces, John Ashcroft, lo declaró públicamente una "persona de interés".
Pero Hatfill no fue acusado nunca y dice que no es responsable de las cartas. Ahora está luchando contra el ministerio del Justicia y el FBI en una demanda en la que dice que han destruido su reputación.
Sus abogados han tomado las declaraciones bajo juramento de más de 30 periodistas e investigadores en un intento de demostrar que el FBI filtró ilegalmente informaciones sobre él. A través de su abogado, Hatfill se negó a hacer comentarios.
Las acusaciones públicas contra Hatfill fueron uno de los errores que según los expertos perjudicaron la pesquisa.
"¿En cuántas investigaciones se involucra el fiscal general personalmente y empieza a hablar sobre personas de interés? No debe volver a ocurrir", dijo Stephen Freccero, un ex fiscal federal. "Ese fue un terrible error. Fue atroz. Se violaron todas las reglas básicas de una investigación encubierta".
Freccero, que procesó al terrorista Theodore Kaczynski [el Unabomber], dijo que concentrar la investigación del antrax en Washington había politizado el caso, dificultando que los investigadores pudieran seguir pistas de manera autónoma.
El caso ha sido retrasado por las cambiantes conclusiones del buró sobre la calidad del antrax usado. Los investigadores creían originalmente que el polvo era altamente refinado y sólo podía haber sido producido por expertos en posesión de tecnología de primera. Pero finalmente el FBI abandonó esa idea.
En una entrevista reciente, Mueller dijo: "Hemos estado abiertos a todo tipo de teorías desde el principio, y la investigación continúa". Pero algunos observadores dijeron que presuposiciones incorrectas sobre el antrax puede haber llevado al FBI a adoptar un enfoque indebido sobre potenciales sospechosos. De acuerdo a un funcionario policial federal, en los últimos años no ha emergido ningún sospechoso nítido.
"Lo que pensaban era que tenía que ser un científico de alguno de esos... laboratorios", dijo el ex agente, que habló a condición de preservar el anonimato, porque todavía trabaja para el gobierno federal y la investigación sigue en curso. "Ahora, de repente, hay sospechosos que pueden ser amateurs o... químicos, y creen que ellos pudieron haber hecho el carbunclo y ser responsables de los atentados".
Algunos han criticado a la agencia por no mostrarse receptiva a fuentes externas. El doctor Ken Alibek, un pionero de las armas biológicas de la antigua Unión Soviética, dijo que había escrito a Mueller ofreciéndose como voluntario. "Le dije: ‘Por favor, considere que soy un experto y que me gustaría ayudar a resolver este caso'", dijo. Alibek dijo que recibió una carta de agradecimiento, "pero, no, gracias", de un importante ayudante de Mueller. El buró, le dijeron, ya tenía "un enorme grupo de gente trabajando sobre ese problema".
Cambios en la Dirección
El nuevo jefe del grupo, Edward Montooth, es el tercero en dirigir la investigación. A través de un portavoz del FBI, se negó a hacer comentarios.
Gente que ha trabajado con Montooth dice que se había especializado en casos de estadounidenses asesinados en el extranjero, y trató de resolver crímenes en lugares como Ruanda e Indonesia. Fue miembro de un equipo del FBI que investigó las fosas comunes en Kosovo y también ayudó a investigar los crímenes de guerra en los Balcanes.
"Este tipo de casos se archivan rápidamente", dijo un funcionario policial que conoce a Montooth. "Un montón de casos de terrorismo en el extranjero pueden tomar diez o quince años antes de que se llegue a la fase en que se pueda detener a los acusados".
Montooth remplaza a Richard Lambert, que encabezó la investigación desde agosto de 2002 hasta septiembre de 2006. Lambert dijo que decidió marcharse y que lo que ocurría era algo natural en una carrera funcionaria. Ahora dirige el despacho del FBI en Knoxville, Tennessee.
Lambert dijo que tenía "confianza" de que el caso sería resuelto.
Ahora que la pesquisa entra en su sexto año, el FBI está pidiendo paciencia y observa que investigaciones complejas pueden tomar años. Ha comparado el casdo al del terrorista Unabomber, cuya solución tomó diecisiete años, hasta que el terrorista renovara su campaña de terror y un familiar lo entregara.
En la sección sobre antrax en su página web, el FBI promete que sus agentes "continúan siguiendo activamente todas las pistas".
Miembros del congreso y blancos de los ataques -que entre el 5 de octubre y el 21 de noviembre de 2001 causaron la muerte de cinco personas, enfermaron a 17 y pusieron en peligro a miles más- están expresando crecientes sospechas de que la investigación federal dirigida por el FBI, con el nombre en clave de Amerithrax, ha sido mal manejada.
Agentes del FBI han dejado de llamar a sus ruedas de prensa con víctimas y diputados para informarles sobre el curso de la investigación. El destacamento federal que dirige la investigación ha sido reducido a la mitad. Y ahora tiene su tercer jefe.
Las credenciales del último jefe son decidoras: Ha trabajado en complejos casos criminales internacionales que han sido archivados.
La reticencia del FBI está en agudo contraste con las atrevidas predicciones que hizo la agencia sobre la investigación en los primeros días.
"Sus anuncios públicos sobre los niveles de confianza obviamente estuvieron todo el tiempo completamente equivocados", dice Tom Daschle, el antiguo senador demócrata de Dakota del Sur, cuya oficina en el Capitolio fue uno de los blancos de los ataques. "Ha sido de algún modo la versión doméstica de Iraq. Hicieron un montón de afirmaciones que resultaron ser erróneas".
Daschle, ahora asociado al Center for American Progress, dijo que hace más o menos un mes pidió al FBI una actualización, pero que fue ignorado.
"Claramente, toda esta investigación ha sido archivada", dijo. "Y como ha sido archivada, están mucho más aprehensivos en cuanto a reconocer que no tienen ni evidencias ni buenas pistas".
El importante senador republicano Charles E. Grassley, de Iowa, también se quejó en una carta el mes pasado al fiscal general Alberto R. Gonzales, sobre la falta de nuevas informaciones sobre la investigación. Grassley está amenazando con citar a agentes del FBI a declarar ante el congreso o a retrasar nominaciones del ministerio de Justicia si la agencia no divulga pronto más informaciones.
El FBI dice que su investigación sigue estando activa. Ha dicho a diputados que no puede proporcionar más informaciones sobre el caso por temor a que se filtre información sensible a la prensa.
"Tenemos un número importante de agentes que continúan trabajando en el caso, y yo creo que será solucionado y que las personas o persona responsables serán llevadas a justicia", dijo en una entrevista en septiembre el director del FBI, Robert S. Mueller III. "Algunos casos toman más tiempo que otros".
El misterio todavía no resuelto vuelve a destacar entre una creciente preocupación sobre los esfuerzos federales para detectar y prevenir ataques bioterroristas todavía más catastróficos. El gobierno ha destinado unos 18 billones de dólares a la investigación para la bio-defensa en los últimos cinco años, aunque está lejos de estar claro qué ha recibido el país a cambio de su dinero.
Esta semana, mencionando el quinto aniversario de los ataques con carbunclo, un grupo bipartidista de senadores pidió a la Contraloría del gobierno que realice una evaluación amplia del programa de defensa biológica.
Investigación
Los atentados con carbunclo gatillaron una de las cacerías humanas más costosas de la historia, que empezó una semana después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando cartas conteniendo carbunclo empezaron a circular por el correo, dirigidas contra blancos como periodistas y las oficinas en el Capitolio de Daschle y el senador Patrick J. Leahy (demócrata de Vermont).
El FBI dijo que había realizado 9.100 entrevistas y procesado 6.000 citaciones. Contrató a psicólogos, analistas de caligrafía y analistas forenses. Ha gastado millones en estudios científicos para determinar informaciones tales como la variedad de la bacteria y el agua utilizada para preparar las fatales esporas. Y ha localizado una avalancha de ‘falsas' cartas con carbunclo; una de estas cartas fue recibida la semana pasada por el Times.
Gran parte del interés público inicial se concentró en el médico y virólogo Stephen J. Hatfill, que trabajó durante dos años en un laboratorio del ejército en Maryland, donde se estudió la variedad de carbunclo utilizada en los atentados.
Agentes del FBI allanaron su casa, tomaron muestras de su sangre y lo pusieron bajo vigilancia permanente. El fiscal general de entonces, John Ashcroft, lo declaró públicamente una "persona de interés".
Pero Hatfill no fue acusado nunca y dice que no es responsable de las cartas. Ahora está luchando contra el ministerio del Justicia y el FBI en una demanda en la que dice que han destruido su reputación.
Sus abogados han tomado las declaraciones bajo juramento de más de 30 periodistas e investigadores en un intento de demostrar que el FBI filtró ilegalmente informaciones sobre él. A través de su abogado, Hatfill se negó a hacer comentarios.
Las acusaciones públicas contra Hatfill fueron uno de los errores que según los expertos perjudicaron la pesquisa.
"¿En cuántas investigaciones se involucra el fiscal general personalmente y empieza a hablar sobre personas de interés? No debe volver a ocurrir", dijo Stephen Freccero, un ex fiscal federal. "Ese fue un terrible error. Fue atroz. Se violaron todas las reglas básicas de una investigación encubierta".
Freccero, que procesó al terrorista Theodore Kaczynski [el Unabomber], dijo que concentrar la investigación del antrax en Washington había politizado el caso, dificultando que los investigadores pudieran seguir pistas de manera autónoma.
El caso ha sido retrasado por las cambiantes conclusiones del buró sobre la calidad del antrax usado. Los investigadores creían originalmente que el polvo era altamente refinado y sólo podía haber sido producido por expertos en posesión de tecnología de primera. Pero finalmente el FBI abandonó esa idea.
En una entrevista reciente, Mueller dijo: "Hemos estado abiertos a todo tipo de teorías desde el principio, y la investigación continúa". Pero algunos observadores dijeron que presuposiciones incorrectas sobre el antrax puede haber llevado al FBI a adoptar un enfoque indebido sobre potenciales sospechosos. De acuerdo a un funcionario policial federal, en los últimos años no ha emergido ningún sospechoso nítido.
"Lo que pensaban era que tenía que ser un científico de alguno de esos... laboratorios", dijo el ex agente, que habló a condición de preservar el anonimato, porque todavía trabaja para el gobierno federal y la investigación sigue en curso. "Ahora, de repente, hay sospechosos que pueden ser amateurs o... químicos, y creen que ellos pudieron haber hecho el carbunclo y ser responsables de los atentados".
Algunos han criticado a la agencia por no mostrarse receptiva a fuentes externas. El doctor Ken Alibek, un pionero de las armas biológicas de la antigua Unión Soviética, dijo que había escrito a Mueller ofreciéndose como voluntario. "Le dije: ‘Por favor, considere que soy un experto y que me gustaría ayudar a resolver este caso'", dijo. Alibek dijo que recibió una carta de agradecimiento, "pero, no, gracias", de un importante ayudante de Mueller. El buró, le dijeron, ya tenía "un enorme grupo de gente trabajando sobre ese problema".
Cambios en la Dirección
El nuevo jefe del grupo, Edward Montooth, es el tercero en dirigir la investigación. A través de un portavoz del FBI, se negó a hacer comentarios.
Gente que ha trabajado con Montooth dice que se había especializado en casos de estadounidenses asesinados en el extranjero, y trató de resolver crímenes en lugares como Ruanda e Indonesia. Fue miembro de un equipo del FBI que investigó las fosas comunes en Kosovo y también ayudó a investigar los crímenes de guerra en los Balcanes.
"Este tipo de casos se archivan rápidamente", dijo un funcionario policial que conoce a Montooth. "Un montón de casos de terrorismo en el extranjero pueden tomar diez o quince años antes de que se llegue a la fase en que se pueda detener a los acusados".
Montooth remplaza a Richard Lambert, que encabezó la investigación desde agosto de 2002 hasta septiembre de 2006. Lambert dijo que decidió marcharse y que lo que ocurría era algo natural en una carrera funcionaria. Ahora dirige el despacho del FBI en Knoxville, Tennessee.
Lambert dijo que tenía "confianza" de que el caso sería resuelto.
Ahora que la pesquisa entra en su sexto año, el FBI está pidiendo paciencia y observa que investigaciones complejas pueden tomar años. Ha comparado el casdo al del terrorista Unabomber, cuya solución tomó diecisiete años, hasta que el terrorista renovara su campaña de terror y un familiar lo entregara.
En la sección sobre antrax en su página web, el FBI promete que sus agentes "continúan siguiendo activamente todas las pistas".
rick.schmitt@latimes.com
josh.meyer@latimes.com
3 de noviembre de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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