una perra con una obsesión
[Carolyn Starks] Zoe, una perra con una sorprendente obsesión.
¿Qué exactamente hizo creer a esa pequeña y vieja terrier que ella podía arrastrar una bola de 3,6 quilos de peso en una bolera? Todo el mundo sabe que los perros no pueden jugar a los bolos.
Bueno, quizás no, pero una noche hace tres años, Zoe hundió sus caninos en los hoyos de un bolo rosado en el King-Pin Lanes y se echó a trotar torpemente. Hizo una vuelta en U en el vestuario y dejó caer el bolo junto a la barra, donde desconcertados parroquianos colocaban sus tragos.
Enfadada y cansada de todas esas bolas rodantes que la incitaban, aparentemente Zoe quiso jugar a traer el palo.
"Me quedé impresionado", dice Jeff Nielsen, dueño del terrier Jack Russell, de siete años, y de la bolera Fox River Grove en el número 418 de la Avenida Lincoln. "Sus patas traseras apenas tocaban el suelo".
La perra de colores marrón y blanco con cara de bandida, se ha convertido en una celebridad local gracias a sus payasadas. No juega a los bolos -quizás todavía no descubre de qué se trata-, pero tiene su propia bola de color rojo cereza que los clientes empujan hacia ella como si fuera un juguete de goma.
Nielsen, 39, ex ingeniero y ejecutivo de contabilidad, compró al cachorro cuando tenía seis años. Eran prácticamente inseparables, y todavía más cuando Nielsen dejó su trabajo en 2002 y compró la bolera. Comparte el apartamento de arriba, con el perro.
De cachorra, demostró rápidamente su talento por abrir cremalleras, lo que explica su nombre y pudo haber sido una premonición de lo que vendría luego. Nielsen quería un nombre que empezara con Z.
Una vez que Zoe se convirtió en una visitante regular de las pistas, mostró una obsesión por los bolos. Y no olvidemos que, con sus 8,5 quilos, estaba acarreando bolos que pesaban fácilmente más de la mitad que ella.
Finalmente Nielsen le dio uno para ella sola, y luego otro y otro. Desgastó los hoyos para los dedos, arañándolos y chupándolos con dedicación
Su cuarto bolo ya lo tiene desgastado. Igual están los dientes de Zoe, que están torcidos de tanto acarrear bolos.
Criados originalmente para cazar zorros en la Inglaterra del siglo 19, los terriers Jack Russell necesitan una misión.
"Son perros que tienen que tener una ocupación, y harán una basándose en lo que ven en su entorno, y eso es obviamente lo que ese perro ha estado haciendo", dice Terri Batzer, director administrativo del Jack Russell Terrier Club de Estados Unidos.
Con la posible excepción de la fama de la mascota, en King-Pin Lanes las cosas no han cambiado demasiado desde que abriera en 1925.
El lugar es un versión de ‘Cheers' de una bolera con una barra informal y parroquianos que ahora adoran al perro.
Las ocho pistas de madera noble fueron instaladas en 1955, y Nielsen dijo que la máquina recolocadora automática fue uno de los primeros del país. Puntajes de décadas atrás adornan las paredes. Los jugadores apuntan sus spares y strikes con papel y lápiz.
"Es la estrella", dice una admirativa Pamela Lee, que estaba a la barra un fin de semana reciente, con Zoe sentada en su regazo. "Yo soy alérgica a ella, y todavía la toco".
Si eso no es amor, consideremos a Luke Barnett. Llamada mientras estaba en un lugar acogedor de la barra, llevó obedientemente a Zoe afuera, con temperaturas bajo cero, para una pausa de orina.
"Todos la cuidamos", dice Barnett, desenganchando la correa de un gancho junto a la puerta principal.
Cuando no está ocupado atendiendo la barra, Nielsen jugaba un inusual juego de ir a buscar el palo con Zoe. Él lanza el bolo y ella corre tras él, gruñendo y rugiendo. Lo coge fácilmente, lo arrastra durante tres metros y lo deja caer con un ruido sordo en la alfombra.
Zoe ha corrido cazando bolos, cogiendo toallas y saltando sobre el regazo de desprevenidos. También le gusta pasar el tiempo en el bar.
Cuando la liga está en camino y los bolos se vuelven serios, la interferencia del perro no es siempre bien acogida. Si persigue un bolo por la pista en el momento inoportuno, tiene que pagar las consecuencias: relegación al apartamento de arriba.
Un sábado tarde hace poco, las cosas marchaban bien. Zoe estaba pesada, pero no parecía importarle a nadie.
"¡Hey!", gritó el jugador David Pascoe cuando ella se subió a la pista para perseguir su bolo.
Zoe paró.
"¡Ven acá!", advirtió Pascoe.
La perra se volvió y regresó trotando. Moviendo la cola. Con la cabeza en alto.
El chiste es que ella debería usa unos zapatos para jugar a los bolos, de suela blanda, como todo el mundo.
Lo que no es un chistes es que ella una vez arañó un bolo de 150 dólares que había dejado un jugador en su bolsa cuando fue a los servicios.
"Le tomó segundos para arañarla completamente", dijo Nielsen. "Él no se enfadó. Yo le dije que se la pagaría".
Nielsen dice que los trucos de Zoe son sorprendentes si se considera que un coche que la arroló casi la mató cuando ella tenía ocho meses. Quedó con huesos quebrados -la pelvis y una rodilla destrozadas. El veterinario le dijo que era probable que su perro no volviera a caminar. No dijo nada sobre perseguir bolos ni sobre desarrollar mandíbulas de acero.
"Me dijeron que mi perro no volvería a ser normal", dijo Nielsen, riendo. "En lugar de eso, tengo un super perro".
Bueno, quizás no, pero una noche hace tres años, Zoe hundió sus caninos en los hoyos de un bolo rosado en el King-Pin Lanes y se echó a trotar torpemente. Hizo una vuelta en U en el vestuario y dejó caer el bolo junto a la barra, donde desconcertados parroquianos colocaban sus tragos.
Enfadada y cansada de todas esas bolas rodantes que la incitaban, aparentemente Zoe quiso jugar a traer el palo.
"Me quedé impresionado", dice Jeff Nielsen, dueño del terrier Jack Russell, de siete años, y de la bolera Fox River Grove en el número 418 de la Avenida Lincoln. "Sus patas traseras apenas tocaban el suelo".
La perra de colores marrón y blanco con cara de bandida, se ha convertido en una celebridad local gracias a sus payasadas. No juega a los bolos -quizás todavía no descubre de qué se trata-, pero tiene su propia bola de color rojo cereza que los clientes empujan hacia ella como si fuera un juguete de goma.
Nielsen, 39, ex ingeniero y ejecutivo de contabilidad, compró al cachorro cuando tenía seis años. Eran prácticamente inseparables, y todavía más cuando Nielsen dejó su trabajo en 2002 y compró la bolera. Comparte el apartamento de arriba, con el perro.
De cachorra, demostró rápidamente su talento por abrir cremalleras, lo que explica su nombre y pudo haber sido una premonición de lo que vendría luego. Nielsen quería un nombre que empezara con Z.
Una vez que Zoe se convirtió en una visitante regular de las pistas, mostró una obsesión por los bolos. Y no olvidemos que, con sus 8,5 quilos, estaba acarreando bolos que pesaban fácilmente más de la mitad que ella.
Finalmente Nielsen le dio uno para ella sola, y luego otro y otro. Desgastó los hoyos para los dedos, arañándolos y chupándolos con dedicación
Su cuarto bolo ya lo tiene desgastado. Igual están los dientes de Zoe, que están torcidos de tanto acarrear bolos.
Criados originalmente para cazar zorros en la Inglaterra del siglo 19, los terriers Jack Russell necesitan una misión.
"Son perros que tienen que tener una ocupación, y harán una basándose en lo que ven en su entorno, y eso es obviamente lo que ese perro ha estado haciendo", dice Terri Batzer, director administrativo del Jack Russell Terrier Club de Estados Unidos.
Con la posible excepción de la fama de la mascota, en King-Pin Lanes las cosas no han cambiado demasiado desde que abriera en 1925.
El lugar es un versión de ‘Cheers' de una bolera con una barra informal y parroquianos que ahora adoran al perro.
Las ocho pistas de madera noble fueron instaladas en 1955, y Nielsen dijo que la máquina recolocadora automática fue uno de los primeros del país. Puntajes de décadas atrás adornan las paredes. Los jugadores apuntan sus spares y strikes con papel y lápiz.
"Es la estrella", dice una admirativa Pamela Lee, que estaba a la barra un fin de semana reciente, con Zoe sentada en su regazo. "Yo soy alérgica a ella, y todavía la toco".
Si eso no es amor, consideremos a Luke Barnett. Llamada mientras estaba en un lugar acogedor de la barra, llevó obedientemente a Zoe afuera, con temperaturas bajo cero, para una pausa de orina.
"Todos la cuidamos", dice Barnett, desenganchando la correa de un gancho junto a la puerta principal.
Cuando no está ocupado atendiendo la barra, Nielsen jugaba un inusual juego de ir a buscar el palo con Zoe. Él lanza el bolo y ella corre tras él, gruñendo y rugiendo. Lo coge fácilmente, lo arrastra durante tres metros y lo deja caer con un ruido sordo en la alfombra.
Zoe ha corrido cazando bolos, cogiendo toallas y saltando sobre el regazo de desprevenidos. También le gusta pasar el tiempo en el bar.
Cuando la liga está en camino y los bolos se vuelven serios, la interferencia del perro no es siempre bien acogida. Si persigue un bolo por la pista en el momento inoportuno, tiene que pagar las consecuencias: relegación al apartamento de arriba.
Un sábado tarde hace poco, las cosas marchaban bien. Zoe estaba pesada, pero no parecía importarle a nadie.
"¡Hey!", gritó el jugador David Pascoe cuando ella se subió a la pista para perseguir su bolo.
Zoe paró.
"¡Ven acá!", advirtió Pascoe.
La perra se volvió y regresó trotando. Moviendo la cola. Con la cabeza en alto.
El chiste es que ella debería usa unos zapatos para jugar a los bolos, de suela blanda, como todo el mundo.
Lo que no es un chistes es que ella una vez arañó un bolo de 150 dólares que había dejado un jugador en su bolsa cuando fue a los servicios.
"Le tomó segundos para arañarla completamente", dijo Nielsen. "Él no se enfadó. Yo le dije que se la pagaría".
Nielsen dice que los trucos de Zoe son sorprendentes si se considera que un coche que la arroló casi la mató cuando ella tenía ocho meses. Quedó con huesos quebrados -la pelvis y una rodilla destrozadas. El veterinario le dijo que era probable que su perro no volviera a caminar. No dijo nada sobre perseguir bolos ni sobre desarrollar mandíbulas de acero.
"Me dijeron que mi perro no volvería a ser normal", dijo Nielsen, riendo. "En lugar de eso, tengo un super perro".
cstarks@tribune.com
12 de febrero de 2007
©chicago tribune
©traducción mQh
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