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iraq, la parte dura


El gobierno norteamericano debe vincular la presencia militar al logro por el gobierno iraquí de tres objetivos: desarmar a las milicias, repartir las ganancias del petróleo y terminar con la discriminación de los sunníes.
El presidente Bush perdió hace mucho tiempo el contacto con la realidad iraquí. También lo perdió con la angustia y la incredulidad que provocan su mala conducción de la guerra. Así que saludamos el intento largo tiempo esperado del Congreso de infundir algo de sentido común en Bush con una resolución que se opone a su decisión de enviar otras veinte mil tropas de combate para luchar esta desastrosa guerra sin un plan para ponerle fin.
Sin embargo, la votación de ayer, en la que 17 republicanos se unieron a los demócratas para producir un margen de 246 a 182, fue la parte más fácil. No se necesita gran coraje o creatividad para que un político exprese su permanente apoyo a las tropas y se oponga a una escalada militar enormemente impopular y poco promisoria. Incluso si el Senado logra superar su cojera metodológica y aprueba una resolución similar, la guerra y la mala conducción continuarán.
Los próximos pasos necesarios exigirán pensar mejor e imponer opciones más duras. El Congreso necesita hacer lo que Bush se niega a hacer: vincular el financiamiento de la guerra al desempeño del gobierno chií de Iraq, que no está haciendo ningún esfuerzo para rescatar a su país de la guerra civil.
El Congreso debe imponer parámetros claros y horarios rigurosos, insistiendo en que el gobierno iraquí ponga fin a sus subterfugios y empiece a desarmar a las milicias sectarias, adopte una fórmula para compartir las ganancias del petróleo y termine con la discriminación laboral de los árabes sunníes. El Congreso debe estar preparado para suspender la ayuda económica si los iraquíes se niegan a implementar esos pasos necesarios.
Tememos que las ingeniosas maniobras, como la propuesta por el representante John Murtha, según se dice con el respaldo de la presidente de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, de disfrazar una reducción del nivel de tropas como una medida de ‘apoyo a las tropas', no ayudarán a contener la guerra ni a la seguridad de las tropas estadounidenses. Murtha debe vincular el financiamiento de la guerra este año, a la adopción por el Pentágono de nuevas reglas de intervención, incluyendo períodos más largos de descanso para las tropas que vuelven del campo de batalla, adiestramiento más especializado y mejores equipos de defensa. Eso posibilitaría que los representantes votaran con seguridad política para financiar la guerra, al mismo tiempo que obligan al Pentágono a reducir gradualmente el número de tropas en servicio activo disponibles para servir en Iraq.
Aquí hemos defendido muchas reformas similares, pero no como una manera de reducir subrepticiamente los niveles de tropas en Iraq. El objetivo primordial del Congreso ha de ser encontrar el modo más responsable posible de sacar a las tropas norteamericanas de una guerra que se está convirtiendo cada vez más en una guerra imposible de ganar, al mismo tiempo que trata de contener el sufrimiento, minimizando los daños a los intereses norteamericanos en la región.
En lugar de reducciones camufladas del nivel de tropas, el Congreso debe abordar directamente el problema y hacer lo que el gobierno no quiere hacer. Debe imponer requisitos y fechas de cierre severas al gobierno iraquí, y vincular el futuro de todas las tropas americanas en Iraq al logro oportuno de esos objetivos.

17 de febrero de 2007
©new york times
©traducción mQh
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