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el último vals de slobodan milosevic


[Ruth Wedgwood] La reciente resolución de la Corte Internacional de Justicia es de hecho una absolución de Slobodan Milosevic. Una infamia.
Incluso desde la tumba, Slobodan Milosevic enturbia las relaciones internacionales. Cuando estaba vivo, su violencia en los Balcanes significó que la OTAN debió intervenir dos veces. Se pavoneó en el escenario de las negociaciones de paz de Dayton. E incluso después de que fuera enviado a un tribunal de Naciones Unidas acusado de genocidio, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, Milosevic trató de convertir su defensa en diatribas políticas que eran transmitidas en la noche por la televisión serbia. El juicio se arrastró durante cuatro años, y tanto el juez presidente como Milosevic murieron antes de que se pudiera dictar un veredicto final.
Ahora el vals del esqueleto ha vuelto una vez más a la pista de baile. Esta ronda nos ofrece la resolución del Tribunal Internacional de Justicia, en una demanda civil que no se entabló pensando que los resultados serían tan magros.
En 1993, Bosnia demandó a Serbia ante el Tribunal Internacional de Justicia, conocido también como el Tribunal Mundial o Corte Mundial, por planificar, instigar y cometer genocidio en la guerra de Bosnia. Bosnia alegó que los ataques de francotiradores y el bombardeo de enclaves civiles, la tortura y asesinato de prisioneros y, finalmente, la masacre de más de siete mil hombres y niños de Srebrenica por milicias serbias, constituían genocidio.
El mes pasado, el tribunal desechó casi todas las acusaciones de Bosnia. Los jueces reunidos en el palacio de la paz Andrew Carnegie en La Haya sostuvieron que la campaña de violencia y limpieza étnica de los serbios contra los musulmanes bosnios no constituían genocidio. El único caso demandable de genocidio, dijo el tribunal, era la ejecución masiva de prisioneros en Srebrenica en 1995 y que incluso allá Serbia no estaba realmente implicada en la comisión de los crímenes.
Es un resultado extraordinario. Es verdad que Srebrenica despertó a Occidente de su estupor y llevó a la OTAN a emprender acciones militares. Pero el conflicto étnico se extendía ya por tres años, con innumerable actos de violencia nacionalista que tenían como fin expulsar a los musulmanes del norte, sur y este de Bosnia. Sin embargo, la Corte Internacional de Justicia no se atreve a reconocerlo y no explica por qué la masacre de civiles en la ciudad ribereña de Brcko en 1992, o la tortura y ejecución de civiles musulmanes en Foca, eran jurídicamente diferentes de las masacres de Srebrenica.
El tribunal sí culpa a Belgrado por no tomar las medidas necesarias para "impedir' el genocidio de Srebrenica. Por esto, dice el tribunal, no se deben compensaciones. Pero esa falta pasiva no da cuenta del abultado programa de Belgrado para financiar, equipar y apoyar a las milicias criminales, como los Tigres de Arkan o los Lobos Grises, así como las fuerzas que se especializaban en la destrucción de los pueblos musulmanes.
La resolución del tribunal tiene amplias implicaciones. Es un absolución póstuma del genocidio cometido por Milosevic en Bosnia. Aunque él intentaba dividir el país en dos, en un programa ideada con el presidente croata, Franjo Tudjman, y fue el autor de la estrategia de violentas limpiezas étnicas, la corte concluyó que esto no se puede definir como una campaña para destruir al grupo étnico de los musulmanes de Bosnia, todos o en parte, porque él estaba simplemente empujándolos hacia otra parte. Como seguramente lo sabe un estudiante de derecho, tomará años entender cómo es posible que estos crímenes no constituyan genocidio.
Todavía peor, al decir que sólo la masacre de Srebrenica fue genocidio, el Tribunal Internacional de Justicia limita las acusaciones que se pueden formular efectivamente contra los líderes serbo-bosnios Radovan Karadzic y Ratko Mladic, si Belgrado permitiese finalmente su detención.
Es difícil entender por qué la corte no consideró estas graves consecuencias. Pero en su veredicto hay dos errores técnicos y trampas políticas.
Primero, la Corte Mundial rechazó la norma de responsabilidad indirecta utilizada en el tribunal penal de Naciones Unidas para la antigua Yugoslavia. Al aplicar las Convenciones de Ginebra a la guerra en Bosnia, el tribunal internacional concluyó tempranamente que el apoyo de Belgrado era suficiente para convertir partes importantes del conflicto en una guerra internacional.
Pero la Corte Internacional de Justicia reprende al tribunal penal de Naciones Unidas por presentar una opinión sobre un tema de derecho internacional ‘general', como la responsabilidad del estado, y, pese a más de diez años de implementación estable de las leyes internacionales, rechaza la conclusión del tribunal penal. Esta rivalidad entre hermanos entre tribunales internacionales ha sido llamado gentilmente ‘fragmentación'. No augura nada bueno para una jurisprudencia coherente.
La Corte Mundial también insiste en que a menos que Belgrado diera "órdenes directas" para operaciones específicas o que los serbo-bosnios fueran "completamente dependientes" de Belgrado, no hay ninguna responsabilidad en absoluto. Esto sorprenderá a los estudiosos del derecho de daños normal, que están acostumbrados a suponer que la responsabilidad en un delito puede ser compartida.
Aunque la corte dice que actúa sobre la base de una decisión de 1986 en un caso que opuso a Naciones Unidas contra Nicaragua, desde entonces la ley ha avanzado. En realidad, la displicente norma del tribunal se contradice con la Resolución 1373 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aprobada tras el 11 de septiembre de 2001, que dice que ningún estado tiene derecho a proporcionar datos de inteligencia, ni logística ni financiamiento a actividades terroristas.
Segundo, la Corte Internacional de Justicia aplica las demandas de prueba criminal en un caso civil. Los jueces insisten en que incluso en casos de responsabilidad civil, las pruebas contra Belgrado han de ser "completamente concluyentes" e "incontrovertibles", con un grado de certidumbre "más allá de toda duda". Esta norma es bien conocida cuando se puede cerrar la puerta de un calabozo, pero excede las demandas de responsabilidad civil. Y al tratar de complacer esta norma, el tribunal rehúsa sacar las inferencias adversas contra Belgrado, incluso aunque los documentos que este entregó al tribunal estaban fuertemente intervenidos.
Tercero, la Corte Internacional de Justicia tiene un pequeño problema de jurisdicción. Después de la intervención militar de la OTAN en el Kosovo, Serbia se dirigió al fiscal de crímenes de guerra de Naciones Unidas para quejarse sobre los métodos bélicos de la OTAN. El fiscal concluyó que no existían bases para una investigación criminal de la OTAN. Serbia entonces demandó a varios países de la OTAN ante la Corte Internacional de Justicia. Estas demandas fueron desechadas sobre la base de que Yugoslavia ya no era miembro de Naciones Unidas y por tanto no tenía derecho a acceder al tribunal como demandante.
Pero las razones tienen doble filo, alegó Belgrado, y la descalificación como demandante también podría proteger a Serbia como demandada en la acción civil de Bosnia. Dudas persistentes sobre la jurisdicción han reducido la voluntad del tribunal para producir fallos más rigurosos de responsabilidad en el caso del genocidio en Bosnia.
Cierto, la Corte Internacional de Justicia ha sostenido que la Convención sobre el Genocidio exige que Serbia entregue a acusados como Karadzic y el general Mladic, que son buscados por el tribunal de crímenes de guerra de Naciones Unidas. Pero este es un fallo redundante, pues la autoridad legal del Consejo de Seguridad ya exigía esas entregas. No es un substituto de claridad sobre el papel de Serbia.
Es positivo que Serbia pueda integrarse pronto a Europa. Pero que trate de ocultar lo que ocurrió en el pasado no facilita esa integración.

Ruth Wedgwood es profesora de derecho internacional en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad John Hopkins.

12 de marzo de 2007
©new york times
©traducción mQh
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