todavía pena asesino ejecutado
[Andrew Blankstein] Un detective arroja luces sobre un asesino largo tiempo muerto en tragedias de Los Angeles.
El 6 de marzo de 1970, Mack Ray Edwards entró a la comisaría del departamento de policía de Los Angeles en Foothill, y dijo que quería limpiar su conciencia.
El operador de maquinaria pesada de 51 años contó calmamente a un detective que había violado y asesinado a seis niños en el curso de dos décadas en todo el condado de Los Angeles.
Edwards fue arrestado, se declaró culpable de tres asesinatos y fue condenado a muerte. Antes de que fuera enviado a San Quentin, hizo una confesión incluso más asombrosa: En realidad había matado a dieciocho niños. Los detectives empezaron a investigar la confesión, pero en 1972, antes de que pudieran obtener más información, Edwards se ahorcó con un cordón de televisión en su celda en el corredor de la muerte.
Treinta y cinco años más tarde, los detectives han vuelto a investigar el caso de Edwards, reabriendo cuatro casos de niños desaparecidos hace casi cincuenta años que creen que están vinculados a él.
En los últimos seis meses la policía ha descubierto una carta de Edwards escribió confesando aparentemente el asesinato de un niño de Redondo Beach y han utilizado un radar de subsuelo para buscar cuerpos posiblemente enterrados en su antigua casa en Sylmar. Planean utilizar perros detectores de cadáveres en un tramo de ochocientos metros en una autopista de Thousand Oaks para buscar los restos de otra posible víctima.
El caso ha sumido a los detectives del Departamento de Policía de Los Angeles LAPD, la policía de Pasadena y Torrance, el departamento de Justicia del estado y el Departamento del Sheriff del condado de Los Angeles, en los amarillentos expedientes de casos de otra época. Están tratando de trazar los movimientos de un asesino en serie que murió hace más de treinta años, reabriendo las viejas heridas de familias que perdieron a seres queridos.
La policía dice que su interés fue provocado por las indagaciones del escritor de Pasadena, Weston DeWalt, que estuvo investigando la desaparición en 1957 en Arroyo Seco, de Tommy Bowman, un niño de ocho años.
Cuando revisaba diarios viejos, una fotografía llamó la atención de DeWalt. La imagen en blanco y negro, probablemente de 1970, mostraba a Edwards cuando lo llevaban esposado al tribunal.
"Miré la foto y pensé: Su cara me parece familiar, pero ¿por qué?", dijo DeWalt. "La estudié durante unos cinco minutos y me sorprendió el parecido con un dibujo que había visto en un expediente del Departamento de Policía de Pasadena".
Ese dibujo era el de un hombre que había sido visto siguiendo a Tommy antes de que el niño de cabello rubio rojizo de Redondo Beach desapareciera en un sendero de Arroyo Seco.
DeWalt, coautor de un exitoso libro sobre la tragedia de unos alpinistas en el Monte Everest, topó con la desaparición de Bowman mientras investigaba rutas de excursionistas en Arroyo Seco. Quedó fascinado con el caso y finalmente se reunió con el padre del niño y los detectives, que le dieron acceso a antiguos expedientes policiales.
"Su trabajo nos permitió volver en el tiempo y abrir un montón de nuevas ventanas", dijo el detective Vivian Flores de la unidad de casos archivados del Departamento de Policía de Los Angeles. "Hay un montón de familias que no saben qué pasó con sus hijos".
Con la ayuda de DeWalt, los detectives tuvieron las primeras evidencias sólidas que conectaban a Edwards directamente con la desaparición del niño Bowman.
Después de una entrevista con la viuda de Edwards y otros parientes en 2006, un miembro de la familia mostró a DeWalt una carta de Edwards a su esposa, Mary, escrita cuando estaba en el corredor de la muerte.
"Tenía pensado agregar uno más a la primera declaración" ante el LAPD, "y era sobre el niño Tommy Bowman que desapareció en Pasadena", escribió. "Pero pensé que lo podría estropear, así que lo dejé fuera".
El otoño pasado, el LAPD obtuvo una orden de allanamiento y confiscó la carta, así como fotos y otros artículos en casa de su viuda.
Ese golpe reavivó dolorosos recuerdos -pero también ofreció nuevas esperanzas- para el padre del niño, Eldon Bowman, ahora en sus ochenta.
Bowman recordó el viernes cómo la familia de Redondo Beach se trasladó a Pasadena para hacer un paseo y cenar allá ese día de marzo de 1957. Después de la desaparición de Tommy, el padre se negó a volver a casa y lo buscó en el cañón y en las laderas.
"Fuimos para cenar allá y nos quedamos tres semanas, buscando día y noche", recordó Bowman el viernes, agregando que incluso hoy "Tommy está siempre en mi mente".
Durante los años que siguieron, Bowman, padre de otros dos hijos, dijo que estudiaba las caras de los niños de la edad de Tommy con la esperanza de reconocer a su hijo.
Pero los detectives dicen que están lejos de resolver el caso de Tommy, aunque están empezando a aclarar tres otros casos:
- Bruce Kremen, que desapareció en julio de 1960 de un campamento de la YMCA en el Bosque Nacional de Angeles, y no fue encontrado nunca.
- Dos niñas de once años de Torrance, Karen Lynn Tompkins y Dorothy Gale Brown, que desaparecieron con un año de distancia. Tompkins desapareció para siempre, pero el cuerpo estrangulado de Brown fue encontrado por buzos recreativos el 4 de julio de 1962, frente a Marina del Rey.
Los detectives creen que los tres casos pueden estar conectados a Edwards debido a que los niños se ajustan a la descripción de las víctimas que confesó haber matado.
La hermana de Tompkins, Lori Buck, de 45 años, de Enid, Oklahoma, tenía sólo cuatro meses cuando desapareció su hermana cuando iba de casa a la escuela. Pero la desaparición sacudió a la familia.
"Yo fui protegida y no se me permitía hacer nada, especialmente cuando cumplí los once años", dijo Buck el viernes. "Mi mamá cree que Karen murió. Mi papá, que murió de cáncer, siempre esperó encontrarla".
Los detectives han tenido dificultades para reconstruir los movimientos de Edwards, un obrero de la construcción que trabajaba para Caltrans y otras agencias durante el auge de las autopistas entre los años cincuenta y sesenta.
Profundizando la investigación de DeWalt, la policía reconstruyó los pasos de Edwards al menos hasta diez casas en los alrededores de Los Angeles, la South Bay y los valles de San Gabriel y San Fernando.
Pese al nuevo ímpetu, los detectives dicen que tienen obstáculos. Los expedientes que se mantenían sobre niños desaparecidos durante esa época fueron destruidos después del dieciocho cumpleaños de los niños, lo que quiere decir que los detectives tuvieron que recabar información desde la nada en la mayoría de los casos.
De los seis asesinatos que confesó Edwards, el primero lo cometió en 1953: Stella Darlene Nolan tenía ocho años cuando fue secuestrada de un puesto de bebidas en Norwalk, donde trabajaba su madre. Días después de la confesión de Edwards, la policía encontró los restos de la niña en un contrafuerte de una autopista en Downey.
Tres años después mató a su cuñada de once años, y una amiguita de trece.
Edwards dijo a la policía que dejó de matar hasta fines de los años sesenta, cuando se mudó a Sylmar con su esposa, hijo e hija.
Hace poco los detectives desplegaron perros detectores de cadáveres y un radar de subsuelo en su antigua casa de la Ralston Avenue con la esperanza de encontrar posibles víctimas.
En diciembre de 1968 entró furtivamente en una casa de Sylmar con la intención de secuestrar a una niña de trece años, pero en lugar de eso terminó disparando contra su hermano de dieciséis, Gary Roche, según la confesión de Edwards.
También ese mes, Roger Dale Madison, de dieciséis años, amigo y compañero de curso del hijo de Edwards, desapareció de Sylmar. Edwards contó a la policía que había apuñalado repetidas veces a Madison cuando estaban en un naranjal antes de enterrarlo debajo de la autopista 23 en Thousand Oaks, que estaba entonces en construcción.
Edwards estaba trabajando en el proyecto y dijo que utilizó una excavadora para enterrar al joven. La policía planea revisar el sitio pronto con perros y un radar.
También confesó el asesinato de Donald Allen Todd, otro niño del barrio que fue encontrado muerto a balazos después de haber sido violado, en mayo de 1969.
Edwards contó a la policía que decidió entrar a la comisaría de Foothill y confesar después de cometer un error.
El 6 de marzo de 1970, Edwards y un cómplice de quince años secuestraron a tres hermanas, de entre doce y catorce años, de sus casas en Sylmar. Edwards obligó a las niñas a escribir una nota a sus padres diciéndoles que estaban escapando de casa antes de trasladarlas a una remota zona cerca de Newhall.
Las niñas eran antiguas vecinas de Edwards y lo reconocieron. Dos de ellas escaparon y la tercera fue rescatada; ninguna fue abusada. Temiendo que sería identificado, decidió contar su historia a la policía.
Más de tres décadas después, los detectives están tratando de rellenar las enormes lagunas para ofrecer alguna forma de conclusión a las familias que han pasado décadas preguntándose qué ocurrió con sus hijos.
"Dependemos de refrescar los recuerdos de la gente", dijo Flores. "Edwards dijo que él había dejado de matar. No le creímos. La pregunta es cuántas más víctimas hay y quién sabe algo sobre esos casos".
El operador de maquinaria pesada de 51 años contó calmamente a un detective que había violado y asesinado a seis niños en el curso de dos décadas en todo el condado de Los Angeles.
Edwards fue arrestado, se declaró culpable de tres asesinatos y fue condenado a muerte. Antes de que fuera enviado a San Quentin, hizo una confesión incluso más asombrosa: En realidad había matado a dieciocho niños. Los detectives empezaron a investigar la confesión, pero en 1972, antes de que pudieran obtener más información, Edwards se ahorcó con un cordón de televisión en su celda en el corredor de la muerte.
Treinta y cinco años más tarde, los detectives han vuelto a investigar el caso de Edwards, reabriendo cuatro casos de niños desaparecidos hace casi cincuenta años que creen que están vinculados a él.
En los últimos seis meses la policía ha descubierto una carta de Edwards escribió confesando aparentemente el asesinato de un niño de Redondo Beach y han utilizado un radar de subsuelo para buscar cuerpos posiblemente enterrados en su antigua casa en Sylmar. Planean utilizar perros detectores de cadáveres en un tramo de ochocientos metros en una autopista de Thousand Oaks para buscar los restos de otra posible víctima.
El caso ha sumido a los detectives del Departamento de Policía de Los Angeles LAPD, la policía de Pasadena y Torrance, el departamento de Justicia del estado y el Departamento del Sheriff del condado de Los Angeles, en los amarillentos expedientes de casos de otra época. Están tratando de trazar los movimientos de un asesino en serie que murió hace más de treinta años, reabriendo las viejas heridas de familias que perdieron a seres queridos.
La policía dice que su interés fue provocado por las indagaciones del escritor de Pasadena, Weston DeWalt, que estuvo investigando la desaparición en 1957 en Arroyo Seco, de Tommy Bowman, un niño de ocho años.
Cuando revisaba diarios viejos, una fotografía llamó la atención de DeWalt. La imagen en blanco y negro, probablemente de 1970, mostraba a Edwards cuando lo llevaban esposado al tribunal.
"Miré la foto y pensé: Su cara me parece familiar, pero ¿por qué?", dijo DeWalt. "La estudié durante unos cinco minutos y me sorprendió el parecido con un dibujo que había visto en un expediente del Departamento de Policía de Pasadena".
Ese dibujo era el de un hombre que había sido visto siguiendo a Tommy antes de que el niño de cabello rubio rojizo de Redondo Beach desapareciera en un sendero de Arroyo Seco.
DeWalt, coautor de un exitoso libro sobre la tragedia de unos alpinistas en el Monte Everest, topó con la desaparición de Bowman mientras investigaba rutas de excursionistas en Arroyo Seco. Quedó fascinado con el caso y finalmente se reunió con el padre del niño y los detectives, que le dieron acceso a antiguos expedientes policiales.
"Su trabajo nos permitió volver en el tiempo y abrir un montón de nuevas ventanas", dijo el detective Vivian Flores de la unidad de casos archivados del Departamento de Policía de Los Angeles. "Hay un montón de familias que no saben qué pasó con sus hijos".
Con la ayuda de DeWalt, los detectives tuvieron las primeras evidencias sólidas que conectaban a Edwards directamente con la desaparición del niño Bowman.
Después de una entrevista con la viuda de Edwards y otros parientes en 2006, un miembro de la familia mostró a DeWalt una carta de Edwards a su esposa, Mary, escrita cuando estaba en el corredor de la muerte.
"Tenía pensado agregar uno más a la primera declaración" ante el LAPD, "y era sobre el niño Tommy Bowman que desapareció en Pasadena", escribió. "Pero pensé que lo podría estropear, así que lo dejé fuera".
El otoño pasado, el LAPD obtuvo una orden de allanamiento y confiscó la carta, así como fotos y otros artículos en casa de su viuda.
Ese golpe reavivó dolorosos recuerdos -pero también ofreció nuevas esperanzas- para el padre del niño, Eldon Bowman, ahora en sus ochenta.
Bowman recordó el viernes cómo la familia de Redondo Beach se trasladó a Pasadena para hacer un paseo y cenar allá ese día de marzo de 1957. Después de la desaparición de Tommy, el padre se negó a volver a casa y lo buscó en el cañón y en las laderas.
"Fuimos para cenar allá y nos quedamos tres semanas, buscando día y noche", recordó Bowman el viernes, agregando que incluso hoy "Tommy está siempre en mi mente".
Durante los años que siguieron, Bowman, padre de otros dos hijos, dijo que estudiaba las caras de los niños de la edad de Tommy con la esperanza de reconocer a su hijo.
Pero los detectives dicen que están lejos de resolver el caso de Tommy, aunque están empezando a aclarar tres otros casos:
- Bruce Kremen, que desapareció en julio de 1960 de un campamento de la YMCA en el Bosque Nacional de Angeles, y no fue encontrado nunca.
- Dos niñas de once años de Torrance, Karen Lynn Tompkins y Dorothy Gale Brown, que desaparecieron con un año de distancia. Tompkins desapareció para siempre, pero el cuerpo estrangulado de Brown fue encontrado por buzos recreativos el 4 de julio de 1962, frente a Marina del Rey.
Los detectives creen que los tres casos pueden estar conectados a Edwards debido a que los niños se ajustan a la descripción de las víctimas que confesó haber matado.
La hermana de Tompkins, Lori Buck, de 45 años, de Enid, Oklahoma, tenía sólo cuatro meses cuando desapareció su hermana cuando iba de casa a la escuela. Pero la desaparición sacudió a la familia.
"Yo fui protegida y no se me permitía hacer nada, especialmente cuando cumplí los once años", dijo Buck el viernes. "Mi mamá cree que Karen murió. Mi papá, que murió de cáncer, siempre esperó encontrarla".
Los detectives han tenido dificultades para reconstruir los movimientos de Edwards, un obrero de la construcción que trabajaba para Caltrans y otras agencias durante el auge de las autopistas entre los años cincuenta y sesenta.
Profundizando la investigación de DeWalt, la policía reconstruyó los pasos de Edwards al menos hasta diez casas en los alrededores de Los Angeles, la South Bay y los valles de San Gabriel y San Fernando.
Pese al nuevo ímpetu, los detectives dicen que tienen obstáculos. Los expedientes que se mantenían sobre niños desaparecidos durante esa época fueron destruidos después del dieciocho cumpleaños de los niños, lo que quiere decir que los detectives tuvieron que recabar información desde la nada en la mayoría de los casos.
De los seis asesinatos que confesó Edwards, el primero lo cometió en 1953: Stella Darlene Nolan tenía ocho años cuando fue secuestrada de un puesto de bebidas en Norwalk, donde trabajaba su madre. Días después de la confesión de Edwards, la policía encontró los restos de la niña en un contrafuerte de una autopista en Downey.
Tres años después mató a su cuñada de once años, y una amiguita de trece.
Edwards dijo a la policía que dejó de matar hasta fines de los años sesenta, cuando se mudó a Sylmar con su esposa, hijo e hija.
Hace poco los detectives desplegaron perros detectores de cadáveres y un radar de subsuelo en su antigua casa de la Ralston Avenue con la esperanza de encontrar posibles víctimas.
En diciembre de 1968 entró furtivamente en una casa de Sylmar con la intención de secuestrar a una niña de trece años, pero en lugar de eso terminó disparando contra su hermano de dieciséis, Gary Roche, según la confesión de Edwards.
También ese mes, Roger Dale Madison, de dieciséis años, amigo y compañero de curso del hijo de Edwards, desapareció de Sylmar. Edwards contó a la policía que había apuñalado repetidas veces a Madison cuando estaban en un naranjal antes de enterrarlo debajo de la autopista 23 en Thousand Oaks, que estaba entonces en construcción.
Edwards estaba trabajando en el proyecto y dijo que utilizó una excavadora para enterrar al joven. La policía planea revisar el sitio pronto con perros y un radar.
También confesó el asesinato de Donald Allen Todd, otro niño del barrio que fue encontrado muerto a balazos después de haber sido violado, en mayo de 1969.
Edwards contó a la policía que decidió entrar a la comisaría de Foothill y confesar después de cometer un error.
El 6 de marzo de 1970, Edwards y un cómplice de quince años secuestraron a tres hermanas, de entre doce y catorce años, de sus casas en Sylmar. Edwards obligó a las niñas a escribir una nota a sus padres diciéndoles que estaban escapando de casa antes de trasladarlas a una remota zona cerca de Newhall.
Las niñas eran antiguas vecinas de Edwards y lo reconocieron. Dos de ellas escaparon y la tercera fue rescatada; ninguna fue abusada. Temiendo que sería identificado, decidió contar su historia a la policía.
Más de tres décadas después, los detectives están tratando de rellenar las enormes lagunas para ofrecer alguna forma de conclusión a las familias que han pasado décadas preguntándose qué ocurrió con sus hijos.
"Dependemos de refrescar los recuerdos de la gente", dijo Flores. "Edwards dijo que él había dejado de matar. No le creímos. La pregunta es cuántas más víctimas hay y quién sabe algo sobre esos casos".
andrew.blankstein@latimes.com
22 de marzo de 2007
17 de marzo de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
2 comentarios
dario rafael curiel -
dario rafael curiel -