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las nanas peruanas


[Daniel Salgado] La vida de las empleadas domésticas que vienen del otro lado de la frontera.
Arica, Chile. Son las 11 de la mañana y tres jóvenes peruanas esperan sentadas en la vereda frente al terminal internacional que un vehículo con patente chilena se detenga y las lleve a trabajar "en lo que sea", según dicen.
Mientras conversan, comparten una bebida y más allá media docena de varones -peruanos- juega cartas apoyándose sobre un basurero municipal. Estamos en otoño pero hace bastante calor.
Maritza, la más joven, tiene 22 años y un hijo de ocho que lleva cuatro días al cuidado de su abuela. Nació en Arequipa y la primera vez que estuvo en Arica, consiguió trabajo picando cebollas y papas en un hotel. Dice que le quedaron debiendo 20 mil pesos aduciendo que no tenía derechos debido a su nacionalidad. Y tampoco le daban almuerzo.

Sólo de Nana
Las ‘nanas peruanas', mujeres del vecino país que encuentran empleo en Chile en el rubro del servicio doméstico, constituyen según estudios un nuevo fenómeno demográfico en Chile. Ellas pertenecen ya sin duda a nuestro imaginario colectivo, formando parte de nuestra cultura.
Todo comenzó a mediados de los años 90 -aunque nuestra ciudad en particular ha tenido siempre un flujo importante de inmigrantes de esa nacionalidad-, cuando la crisis económica que atravesaba Perú produjo un intenso flujo migratorio de personas hacia Chile, las que llegaron con la ilusión de un mejor vivir. Se vinieron solas, con lo puesto y dejando a sus familias -en la gran mayoría de los casos hijos muy pequeños- con la promesa también de volver lo antes posible a su hogar y enviar la mayor parte del dinero a sus parientes y vivir con lo justo y necesario en Chile. O menos que eso.
Según fuentes de Extranjería, por estos días la población inmigrante peruana en Chile bordearía las 60 mil personas, aunque contando los ilegales esa cifra podría llegar fácilmente a los 100 mil.
Probablemente más de la mitad de ellos son de sexo femenino, las que en su gran mayoría -y a pesar de haber terminado la enseñanza media o incluso tener estudios universitarios o técnicos- no consiguen otra ocupación que la de ‘nana'.

"¿Sabe Sacar Porotos?"
"Los lunes y martes llegan como a las 5 de la madrugada. Son cientos y vienen camiones y autos particulares para llevárselos a trabajar. Se los llevan al valle generalmente a trabajar en las cosechas o a casas particulares", relata el dueño de uno de los quioscos del terminal.
Mientras prosigue la conversación, una mujer boliviana se acerca al grupo preguntando: "¿Quién sabe sacar porotos?". No hay respuestas, la conversación no es fluida, no se llega a acuerdos, no se miran a los ojos. La mujer se va. "Los bolivianos son peores que los chilenos, tratan peor", explica Maritza ante el poco interés que mostraron al ofrecimiento de la boliviana. Minutos antes todos saltaron cuando un camión tres cuartos con patente chilena se detuvo frente a ellos. Se llevó a dos. Pero hombres.
"Yo me vine por curiosidad", irrumpe Silvia, 33 años, amiga desde esa mañana de Maritza. "Nosotras innovamos, un día podemos trabajar en la carga, en vender, no importa si el trabajo es para hombres", agrega diciendo que en su país también existe la posibilidad de ganar un buen dinero, pero hay menos puestos de trabajo.
Maritza sabe lavar, planchar y cocinar. Es fanática del ceviche. Silvia, a cuyo marido no le gusta Chile porque encuentra la comida desabrida, irrumpe nuevamente diciendo que sus habilidades van por el lado de cuidar ancianos y niños. Y para eso cree que debería recibir 7 mil pesos diarios. Mínimo.
Van a ser las dos de la tarde y aún siguen esperando.
"En Arica hay partes donde una no puede andar sola, hay gente extraña. El otro día a un amigo le quitaron una bebida que se estaba tomando, y uno tiene que aguantar. Como está en otro país...", cuenta Maritza, que es la que tiene más historias y opiniones.

Acosos
Entre ellas, que las agencias de empleo peruanas que traen trabajadoras a Chile "son puras mentiras": "Una amiga vino para acá a través de una agencia a trabajar de nana a una casa por allá en Tucapel. Una noche se levantó a remojar el chuño y el patrón llegó desnudo y la agarró por atrás. Ella se fue corriendo y el tipo le dijo que tenía que acostarse con él sino no le iba a dar el empleo. Mi amiga se encerró y a la mañana siguiente de nuevo apareció él y le dijo lo mismo, le pegó, alcanzó a estar dos semanas y se fue. No le pagaron nada. Era bien bonita ella, blanquita", cuenta.
- No es por defender a la agencia, pero ¿cómo iban a saber ellos que iba a pasar eso?
- No, es que a otra amiga una vez le dijeron que era para trabajar de nana y la llevaron a un ‘night club'.
- ¿Y qué hizo tu amiga?
- Un negro le dijo que se acostara con él y ella se arrancó. Era blanquita también, había estudiado secretariado en Lima.
- ¿Te ha pasado algo así a ti?
- A mí no, pero me han contado como le digo. Nosotras no nos regalamos, he escuchado a muchos que dicen que las cholas nos regalamos y no es verdad, a nosotras nos engañan las agencias.

Realeza Inca
Bastante particular es el caso de Ursula Condori Huayna, oriunda de la provincia de Castilla en Arequipa, orgullosa de sus apellidos provenientes de la realeza inca.
Cuando tenía 22 años y era estudiante de tercer año de química farmacéutica en Tacna, conversando con un amigo ella le dijo que necesitaba dinero y él le aconsejó venir a buscar trabajo a Arica.
"Mi idea era trabajar para pagar mis estudios pero me fui quedando y aquí estoy. Nunca terminé, pero pienso cuando mi hija sea más independiente entrar de nuevo a estudiar química, que es lo que me gusta", relata Ursula.
Proviene de una familia bastante conservadora y tradicional, su padre es un medianamente acaudalado ganadero que abastece la ‘Leche Gloria' (materia prima para hacer suspiro limeño y ají de gallina) y que además de Ursula tuvo nada menos que once hijos más. Ella es la séptima y sus hermanos son todos ingenieros, diseñadores, psicólogos. Todos católicos y conservadores. "Yo creo que me desheredaron", bromea. De vez en cuando tiene contacto con ellos y piensa viajar a Arequipa en octubre a celebrar su cumpleaños en familia.

Horas Extras
"Me gusta trabajar aquí", dice Ursula aunque sí tuvo más de un episodio desagradable del que salió airosa gracias a su capacidad de contestar y no quedarse callada, según como ella misma se describe.
- ¿Qué pasó aquella vez?
- En una de las primeras casas donde trabajé, ellos tenían invitados y querían que me quedara atendiendo hasta la medianoche, pero yo les dije que si querían horas extras me tenían que pagar. Estaba de puertas adentro y me quería ir a dormir.
- ¿Y te pagaron horas extras?
- ...no, que como estaba de ilegal no podía alegar, me dijeron. Lo otro es que una vez me habían ofrecido 90 mil pesos y después me dijeron que eran 70. Estuve una semana y no me la pagaron, yo no quise.
- ¿Alguna otra experiencia desagradable? Una colega tuya me contó que hasta la habían acosado...
- El que me acose sale perdiendo. Una vez tuve un problema con el hijo de la señora de la casa. ¿Se acuerda esa vez que creció el río y se cayó el puente Chacalluta?
- En febrero del 2001, lo recuerdo muy bien.
- Claro. Yo estaba en Tacna y no pude volver a Arica como en una semana.
- ¿Y su hijo se enojó?
- La señora se había ido a Europa, al final me vine y llegué caminando de Chacalluta al terminal. Cuando estaba en la casa el hijo, que tenía 34 años, me dijo: "Tú haces lo que quieres cuando mi mamá no está...".
- Mamón...
- ... yo le había explicado que no podía regresar porque estaba cortado el camino, pero no me creyó, entonces le dije que yo no recibía órdenes de él, que esa no era su casa, que era la de su mamá y se enojó, me quería pegar.
- ¿Qué hiciste?
- Fui corriendo a la cocina, agarré una cuchara de palo y le dije "a ver, pégame". No me habló en un mes. No quería comer nada que yo cocinara, pero eso no era problema mío.

Se Casó con un Chileno
"No me casé solamente para tener la residencia en Chile", advierte nuestra entrevistada antes que uno siquiera pensara en cuestionar las razones de su matrimonio con su marido que trabaja en contabilidad y está pronto a lanzarse en un negocio propio de otro rubro, y con el cual tiene una hija de cuatro años.
Antes de eso estuvo 10 años ilegal y una vez incluso le anularon el pasaporte. "Tenía que ir cada siete días a Tacna. Llegaba al terminal y media vuelta, es que allá no tenía donde quedarme".
- ¿Te gustaba estar en Chile?
- Sí, siempre me gustó.
- ¿Qué es lo que más te gusta?
- Me gusta eso que respeten a los carabineros, allá a la policía la pasan a llevar, también el tránsito. Me gusta que haya orden, será porque a mi me criaron como si estuviera en un regimiento.
- Muchas de tus compatriotas reclaman por la comida de acá...
- A mí nunca me gustó mucho cocinar, el ceviche no me gusta.

"Nunca Fui al Parque Rosedal"
Úrsula afirma no tener muchas amigas y que antes acostumbraba a salir sola y esperar que un galán la sacara a bailar en la disco.
- ¿Ibas al Parque Rosedal?
- No, nunca. Me decían que había que ir armada, que era peligrosa. Iba a la Adobe.
- ¿En qué más te divertías?
- No veo mucha tele, me gusta mucho leer, con la lectura una se va a otro mundo. Me gusta Ciro Alegría, un libro que se llama ‘El mundo es ancho y ajeno' y, de Vargas Llosa, mi favorito es ‘La tía Julia y el escribidor'.
- Onda erótica, ¿ah? ¿echas de menos Perú?
- Mmmh, lo que más echo de menos es comer salchipapas, allá las salchichas son distintas, con su salsa. También un pollo asado a las brasas, pero un pollo que se mate en la mañana para comérselo en la noche.

"A Mis Papás No Les Gusta Que Venga"
Son las 7 de la tarde y Mariela, 20 años, de Puno, está sentada en la plaza frente al terminal internacional. Ha estado todo el día esperando a alguien que le ofrezca trabajar. Conversa con una amiga que a la entrevista no dice nada. Viste una parka, hace bastante frío.
"Además de nana, he trabajado en las chacras de Azapa en junio del año pasado. Quiero estudiar algo simple, secretariado y me falta plata", comenta. Con los choclos ganaba 3 mil 500 pesos al día.
Como muchas lo han dicho, Mariela pretende estar dos o tres meses en Arica para después volver a su país. Su padre, que posee alpacas en la frontera perú-boliviana, le dijo que no se preocupara pues él correría con los gastos, cosa que ella no quiere.
Llegó hace tres días a la ciudad y hasta el momento no ha encontrado trabajo. Aloja en una hostal donde le cobran 400 pesos por dormir en un colchón que a veces debe compartir con dos o tres mujeres más. "A mis papás no les gusta que venga, pero yo quiero ser alguien en la vida", dice cubriéndose las piernas.
- ¿Hasta cuándo esperarás para encontrar trabajo?
- Hasta mañana, si no, nos vamos. Yo creo que me deberían pagar unos 5 mil pesos, si no, no conviene. Gastamos 400 en alojar, 600 en el almuerzo, 600 en la cena, más los pasajes, son como 3 mil pesos. A veces no comemos para ahorrar, hay que elegir.
- ¿Desde qué hora estás?
- Desde las 5 de la mañana, a las 9 nos vamos a dormir.
- ¿Se duermen altiro?
- No, en la pieza conversamos, nos contamos nuestras vidas. Hay historias tristes, las que dejan a sus hijos, no comen. A veces lloran toda la noche.

22 de abril de 2007
©estrella de arica
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