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matar y morir en iraq


[Souad Mekhennet y Michael Moss] El paraíso de los yihadistas.
Zarqa, Jordania. Abu Ibrahim considera afortunados a sus amigos muertos. Cuatro de ellos murieron en Iraq en 2005. Este año murieron tres más, uno con un cinturón de explosivos y otro conduciendo un camión cargado de bombas, de acuerdo a familiares y líderes comunitarios.
Abu Ibrahim, un larguirucho de 24 años, estaba en la misma misión cuando salió de esta deprimente ciudad al norte de Amán para marcharse a Iraq en octubre pasado. Pero sólo llegó hasta la frontera, donde fue arrestado, y ahora está de vuelta en casa en un mundo que pensó que había dejado para siempre -esperando, dijo, otra oportunidad para lanzarse al martirio.
"Estoy contento por ellos, pero lloré por mí mismo porque todavía no puedo hacerlo", dijo Abu Ibrahim, que usa este nombre como su nombre de guerra. "Quiero difundir las raíces de Dios en esta tierra y liberar al país de los invasores. No me gusta este mundo. Me interesa la lucha".
Zarqa se ha hecho conocida como cuna de la militancia musulmana desde el inicio de la guerra en Iraq. Es el hogar de Abu Musab al-Zarqawi, el cabecilla del grupo rebelde al Qaeda en Mesopotamia, que murió el verano pasado. Hoy es un semillero de candidatos a yihadistas como Abu Ibrahim y cinco de sus amigos que partieron este otoño pasado casi al mismo tiempo, todos en dirección a Iraq.
Entrevistas con Abu Ibrahim y familiares de los otros hombres muestran que antes de ser reclutados individualmente por organizaciones como la de Zarqawi, ellos se radicalizaron gradualmente entre ellos, bajo el liderazgo del más estridente. Los ulemas locales les orientaron hacia Iraq, citando versos del Corán para justificar el asesinato de civiles. Los hombres miraron videos con escenas de musulmanes torturados y asesinados, que son bajados de páginas en la red.
"El jeque era un héroe", dijo Abu Ibrahim sobre Zarqawi. Pero, agregó: "Yo decidí ir cuando lo hicieran mis amigos". Para el paso final, hacerse con un número de teléfono de un contrabandista y una dirección de una casa de seguridad en Iraq, los hombres recurrieron a operadores que actúan más como agentes de viaje que como líderes militantes.
"La mayoría de la gente joven aquí en Zarqa es muy religiosa", dijo un líder comunitario musulmán. "Y cuando ven las noticias y lo que está pasando en los países musulmanes, se sienten con el deber de marcharse a la guerra santa. Hoy, no tienes que decirle a los jóvenes que vayan a la guerra santa. Ellos mismos anhelan morir como mártires".
La rabia se puede palpar en las calles de Zarqa. "¿Es norteamericano? Secuestrémoslo y matémoslo", dijo un activista musulmán durante una entrevista antes de que el anfitrión de la reunión lo disuadiera.
Las historias de los hombres de Zarqa ayuda a explicar el suministro aparentemente infinito de terroristas suicidas en Iraq, la mayoría de los cuales, se cree, son extranjeros.
Los atentados suicidas en Iraq han llegado a un promedio de 42 al mes, dijeron oficiales norteamericanos.
[En abril, un par de terroristas suicidas mataron a nueve soldados norteamericanos, otro terrorista se hizo volar él mismo en la Zona Verde, matando a un parlamentario, y otros mataron a más de 290 civiles].

Creciente Rabia con los Chiíes
La rabia entre los militantes de Zarqa, una ciudad predominantemente sunní, se dirige ahora tanto contra los chiíes como contra los norteamericanos, reflejando la escalada de hostilidades entre las dos ramas del islam desde que los chiíes asumieran predominancia en el nuevo gobierno iraquí. "Tienen tradiciones reñidas con el islam y odian a los sunníes", dijo Ahmad Khalil Abdelaziz Salah, un ulema cuya mezquita en Zarqa es frecuentada por algunos de los terroristas de Zarqa.
Interrogado sobre sus objetivos, Abu Ibrahim dijo: "Primero, los chiíes. Segundo, los norteamericanos. Tercero, cualquier lugar en el mundo donde el islam se encuentre amenazado".
Entre un pequeño círculos de jóvenes islamitas y familiares aquí, el destino de los seis jóvenes es conocido. Se dice que tres de ellos murieron: dos como terroristas suicidas y el otro aparentemente en un tiroteo. Uno está detenido en Iraq y los otros dos, incluyendo a Abu Ibrahim, fueron devueltos.
Abu Ibrahim, que habló a condición de que no se mencionase su nombre ni otros detalles personales, contó su historia en entrevistas de más de cinco horas. Para apoyar su versión, accedió a mostrar a los periodistas su pasaporte, el que confirmaba que había entrado a Siria el otoño pasado. Familiares de otro de los jóvenes leyeron pasajes de una carta que había escrito despidiéndose e indicando que se marchaba a Iraq. La familia de un tercer hombre, que fue capturado y detenido por tropas norteamericanas, proporcionó una copia de sus documentos de detención del Comité Internacional de la Cruz Roja.
Los seis dejaron Zarqa en el otoño pasado, aparentemente todos con el mismo objetivo, pero motivados por sus propias circunstancias individuales.
El más joven, Amer Jaradad, de 19, se marchó sin decir a su familia dónde iba. Pero ellos no se sorprendieron.
Uno de sus seis hermanos, Jihad -llamado en homenaje a la obligación islámica de defender la religión-, ya había muerto peleando en Faluya en 2005, dijo su padres, Kasem Mufla Jaradad.
"Amer estaba muy cerca de Jihad, y cuando Jihad se convirtió en mártir, Amer estaba en su último año en la escuela. Empezó a matar el tiempo leyendo libros musulmanes", dijo Jaradad.
Ese mismo año de 2005, Amer llamó para decir que él también se había marchado a Iraq, dijo Jaradad. Jaradad envió a dos de sus hijos mayores a Bagdad y ellos volvieron a casa con Amer. "Como padre, estaba pensando que ya habíamos perdido un hijo y eso era suficiente", dijo Jaradad. "Pero podía ver lo que estaba pensando Amer. ‘Esta vida ya no vale y voy a seguir el camino de mi hermano'".
"Una vez traté de alejarlo de esas cosas", dijo su padre. "Le dije: ‘Te vamos a buscar una esposa', y él me dijo: ‘No, eso no es importante para mí. Para mí, lo que importa es la yihad'".
Amer volvió a marcharse a Iraq el 19 de octubre del año pasado, casi al final del Ramadán, cuando los controles de seguridad en las fronteras son más flojos. Y una vez más, telefoneó a casa tres semanas después diciendo que lo había logrado. Eso fue lo último que oyeron de Amer hasta que uno de sus hermanos recibió una llamada en su celular el 19 de enero -el número de teléfono que Amer había llevado consigo-, en la que le dijeron que Amer se había hecho volar en el camión con explosivos que conducía.
Los boletines de prensa mencionan un camión bomba en Kirkuk el día que se dice que murió, pero su padre y hermanos dicen que no están seguros de que Amer haya sido el terrorista.

Elogio de los Terroristas Suicidas
En su atestado funeral en Zarqa, uno de sus hermanos elogió a Amer y los otros terroristas suicidas. "Son los mejores jóvenes y excelentes personas", dijo. "Tenía éxito en la vida, pero decidió luchar contra los norteamericanos en Iraq".
La madre de otro de los jóvenes, un estudiante de ingeniería de 20 años, todavía cree que su hijo se marchó a Iraq a buscar trabajo. Hace poco en la casa familiar, se arrodilló, llorando y aferrándose a su libro de física.
Salió del apartamento de dos habitaciones de su familia, diciéndole a su madre que se reuniría con amigos para tomar el desayuno. Lo próximo que supo la familia fue la notificación de la Cruz Roja de que había sido detenido por soldados norteamericanos en Iraq, según contó una de sus hermanas, que pidió que su hermano no fuera identificado por temor a poner en peligro su educación una vez que recuperara su libertad.
Su familia es extensa y pobre, con diecisiete niños. Ir a la universidad le ofreció una mirada de las oportunidades que podría tener, pero no logró conseguir una beca para estudiar medicina en Inglaterra, dijo su hermana.
"La gente rica va a la universidad", dijo. "Él quería llegar a ser alguien y no pudo".
Al mismo tiempo, adoptó una estricta observancia del islam. "Me di cuenta del cambio hace dos años", dijo su hermana. "Dejó de oír música. Se aisló de nosotros. En las reuniones de la familia se sentaba aparte, pensativo".
A diferencia de su madre, su hermana admite que probablemente se marchó a Iraq a pelear. En marzo de 2007, cuando otro de sus seis amigos, un empleado de una lavandería de 19 años llamado Abdullah Fasfous, murió en Iraq, su hermana le mostró su fotografía a su madre.
"Oh, este pobre chico", dijo su madre. "También a él le dijeron que le conseguirían un trabajo".
Salah, el ulema, dijo que el joven rezaba en su mezquita y orientaba a los más jóvenes en el Corán. Salah dijo que si hubiera conocido sus planes, habría tratado de disuadirlo de marcharse a Iraq.
"De momento es muy difícil", dijo Salah. "Si llevas a cabo una operación suicida, no puedes distinguir a musulmanes de no musulmanes y quizás mates a musulmanes".
Pero él ciertamente no es una voz moderada. Salah no considera musulmanes a los chiíes. Recientemente se unió a un llamado a tomar represalias contra ellos, el que causó fervor mucho más allá de Zarqa después de que verdugos chiíes fueran filmados celebrando cuando colgaban en la horca a Saddam Hussein en diciembre.
En su casa muestra a los visitantes un video lanzado recientemente, titulado ‘La verdadera historia y objetivos de los chiíes'. El video presenta a los chiíes mofándose de los tres primeros califas, o líderes del mundo islámico en la antigüedad, y diciendo que la esposa más joven del profeta Mahoma, Aisha, había sido una prostituta.
"Ves, es que odian a nuestros califas y odian a los sunníes", dijo Salah.
Cuando el video mostró escenas de sunníes torturados y asesinados por una milicia chií en Iraq, agregó: "Antes no veíamos a los chiíes de esta manera, pero ahora en Iraq mostraron su verdadera cara".
Hace apenas unos años, Abu Ibrahim apenas se mostraba interesado en la pasión religiosa de gente como Salah.
Abu Ibrahim, el mayor de los seis amigos que se marcharon a Iraq en el otoño pasado, dijo que sus días en Zarqa los pasaba jugando al billar, escuchando música popular y seduciendo a chicas. Quería jugar al fútbol profesional.
"Sólo me interesaba divertirme, pero no estaba viviendo", dijo Abu Ibrahi. "Echaba de menos algo. No sabía lo que era, pero sentía su ausencia".
"Me preguntaron: ‘¿Por qué no rezas? ¿Por qué no vives según las reglas de Dios?'"
Zarqa estaba viviendo un giro hacia el islam conservador. Una de los nuevas adherentes, que lleva un niqab, que cubre su cara, estaba sentada hace poco en el cuarto de oración de las mujeres en la mezquita, y dijo: "La religión es algo que recibimos de nuestros padres. Pero después de que empezara la guerra, decidimos mostrar al mundo que somos musulmanes. Empecé a llevar el pañuelo para mostrar al mundo que yo soy musulmana".

Renunciar por Dios a la Vida
Algunos de los jóvenes de Zarqa empezaron a mostrar su compromiso con el islam marchándose a pelear en Iraq, y sus funerales en casa parecieron causar un profundo impacto entre los jóvenes.
"Han muerto cuatro de mis amigos', dijo Abu Ibrahim. "Sus muertes me alegraron, porque se fueron al paraíso, pero yo me enfadé conmigo mismo".
Abu Ibrahim dijo que fue franco con sus padres. "Empecé a decirles que Dios quiere que ofrezcamos nuestras vidas por la yihad. No les gustó. Me dijeron: ‘Eres demasiado joven. Espera'. Ya sabes como son los padres. No querían oírme hablar de esas cosas".
Salió de casa en octubre con sólo un bolso con ropa. La tarifa en un taxi colectivo hasta la frontera siria cuesta once dólares. Los guardias fronterizos jordanos y sirios no hicieron demasiadas preguntas, dijo.
Durmió en un hotel en Damasco, y luego se subió a un autobús para hacer un viaje de seis horas hacia la zona fronteriza de Iraq. Llevaba el nombre de un contrabandista que ayudaba a cruzar a los viajeros por unos ciento cincuenta dólares cada uno. Pero la policía lo bajó del bus, lo interrogaron y detuvieron antes de que pudiera ponerse en contacto con el coyote. Dijo que había memorizado la dirección y dio a la policía una dirección falsa. Pero después de cuatro días en un calabozo sirio -celdas diminutas sin calefacción ni luz-, confesó.
"Más tarde, me llevaron a una celda con otros prisioneros y la mayoría de ellos eran poco religiosos, así que nosotros, los religiosos, nos apartábamos en un rincón a rezar y hablar sobre el Corán".
Después de tres semanas, dijo, los sirios lo entregaron a las autoridades jordanas, que lo retuvieron durante varios días. "Eso me hizo más fuerte", dijo sobre su experiencia en la cárcel. "Pero la mayor parte del tiempo la pasé muy enfadado porque no había logrado llegar y rogué a Dios que me permitiera hacer lo que quería".
De regreso en Zarqa, dijo que sus padres le dijeron: "Basta ya, Abu Ibrahi. Ya lo intentaste y Dios no quiere que te marches. Sienta cabeza y cásate".
"Es difícil dejar a nuestras familias", dijo Abu Ibrahim. "Pero es nuestro deber, y si no defendemos nuestra religión, ¿quién lo hará por nosotros? ¿Los viejos, los niños?"
Ahora pasa sus días en Zarqa trabajando con sus hermanos. Pasa las tardes conversando con amigos que comparten sus convicciones. Visitan lugares islámicos en la red, discuten las noticias de Afganistán, Somalia e Iraq.
"Todavía tengo ese objetivo, de cumplir con los mandamientos de Dios", dijo. "La próxima vez no quiero cometer los mismos errores y espero que Dios que indique el camino".

5 de mayo de 2007
©new york times
©traducción mQh
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