una terrorista suicida
[Stephen Holden] Aprendiendo a sentir empatía con los terroristas suicidas.
Estudiar el agitado estado emocional en la cara de Luisa Williams, la intensa estrella de ojos negros de ‘Day Night Day Night', es recordar la famosa fanfarronada de Norma Desmond: "Entonces teníamos caras".
Durante la mayor parte de sus 94 minutos, este apasionante y minimalista retrato de una terrorista suicida no identificada de 19 años que quiere hacer volar Times Square, se cierne sobre la cara de Williams. Determinación, rabia, incertidumbre, bravuconadas, modestia y pánico son algunos de los sentimientos que pasan por sus rasgos ligeramente salvajes.
La estrella a la que más se parece es Sandra Bernhard, pero en una versión más delicada, menos el aura de torcida maldad y reprimida histeria de Bernhard. Étnicamente indistinta, podría provenir de Oriente Medio, Rusia, el Mediterráneo o América Latina. Cualquiera sean sus ancestros (Williams es una nativa de Nueva York que hace su debut en la pantalla), tiene una cara que nunca olvidarás.
Cuánto de ‘Day Night Day Night' preferirás recordar, sin embargo, es otro asunto. Depende de tu tolerancia de los montajes rebuscados. La película, escrita y dirigida por Julia Loktev, puede ser seria, y ciertamente tiene aplomo. Pero es también exasperantemente, a posta, evasiva. Quiere introducirte en el modo de pensar de una terrorista y jugar al gato y al ratón con tus esperanzas y expectativas. Por momentos, evoca ‘Elefante', de Gus Van Sant, pero vista desde la única perspectiva de los agresores en esa película sobre una matanza como la de Columbine.
Debido que no se presentan detalles ni motivos, ‘Day Not Day Night' es declaradamente apolítica. Pero la deliberada retención de un programa político en una película sobre una terrorista suicida tiene inevitables implicaciones políticas. Mientras más te identificas con el personaje de Williams, más profundamente te implicas en su decisión. Y temprano en la película, esta te hace saber que ella tiene serias dudas. Más de una vez, y en voz alta, este pequeña y malencarada Juana de Arco se pregunta si acaso está haciendo lo que está haciendo por las razones correctas.
El personaje de Williams y la mayoría de la gente en la organización que la está preparando para su misión, habla un perfecto inglés del nordeste de Estados Unidos. La mayoría son hombres anónimos que llevan máscaras negras mientras la instruyen en un miserable cuarto de hotel en Nueva Jersey. Se realiza una limpieza ritual. Se prueban y descartan trajes. Se memoriza una identidad falsa. Finalmente la llevan, con los ojos vendados, desde el hotel hasta una ubicación secreta, donde le amarran una mochila amarilla llena de explosivos a sus espaldas, y se la instruye sobre cómo activar la bomba.
La película se divide en dos partes: preparación y acción. La primera parte, visualmente sin gracia, ambientada en el cuarto de hotel, avanza ominosamente, como un metrónomo acelerado. Las emociones se ahogan a medida que las preparaciones avanzan con una lúgubre deliberación. Una vez que deja a sus colaboradores y entra a Manhattan al Terminal de Buses de la Autoridad Portuaria, se introduce el caos de la ciudad, y es empujada de igual modo que la cámara de mano que la sigue por la calle 42 hasta la Seventh Avenue.
Los colores se intensifican, la cinta sonora es brusca y nerviosa, y estudias las caras de los transeúntes que llenan las calles. La sensación de claustrofobia de la ciudad que se cierra sobre ella es insoportable, como tu aterrada conciencia de que esta gente inocente no tiene ni idea de que están en inminente peligro.
Cuando decide usar un teléfono de pago y se ve obligada a mendigar monedas, compartes su apabullante sensación de estar perdida en la multitud. El momento más dramático, aparte de su misión, es una escena en la que un joven caliente (Richard Morant) trata de seducirla y llega a levantarse la camisa para mostrarle su cuerpo bronceado. Ella trata de ignorarlo, pero él es tan persistente y muestra tal hostilidad, que piensas en él como en una posible amenaza.
Esta escena, en la que ella se ve vulnerable, y, un momento más tarde, cuando ella hace una llamada de cobro revertido a otro país, para hablar con sus padres, suena como una típica y preocupada mamá o papá de clase media, son astutos toques de humanidad, que te engañan lo suficiente como para que te preocupes por ella.
‘Day Night Day Night', como ‘Paraíso ahora' [Paradise Now], la película de 2005 sobre el reclutamiento y adiestramiento de dos terroristas palestinos, te provoca hasta el último segundo. Sus tensiones son manipuladas con tanta destreza que te llegas a dar cuenta de tu identificación con ella, y adquieres conciencia del grado en que quieres que tenga éxito en su misión.
¿No es eso lo hacen la mayoría de las películas? A menos que se desvíen de lo habitual y hagan que desprecies a los protagonistas, tú tiendes a anhelar que tengan éxito, sin importar ni su demencia ni su conducta psicópata. Esa puede ser la lección moral de ‘Day Night Day Night'. Te atrae lo suficiente como para hacerte sentir extrañamente culpable.
Durante la mayor parte de sus 94 minutos, este apasionante y minimalista retrato de una terrorista suicida no identificada de 19 años que quiere hacer volar Times Square, se cierne sobre la cara de Williams. Determinación, rabia, incertidumbre, bravuconadas, modestia y pánico son algunos de los sentimientos que pasan por sus rasgos ligeramente salvajes.
La estrella a la que más se parece es Sandra Bernhard, pero en una versión más delicada, menos el aura de torcida maldad y reprimida histeria de Bernhard. Étnicamente indistinta, podría provenir de Oriente Medio, Rusia, el Mediterráneo o América Latina. Cualquiera sean sus ancestros (Williams es una nativa de Nueva York que hace su debut en la pantalla), tiene una cara que nunca olvidarás.
Cuánto de ‘Day Night Day Night' preferirás recordar, sin embargo, es otro asunto. Depende de tu tolerancia de los montajes rebuscados. La película, escrita y dirigida por Julia Loktev, puede ser seria, y ciertamente tiene aplomo. Pero es también exasperantemente, a posta, evasiva. Quiere introducirte en el modo de pensar de una terrorista y jugar al gato y al ratón con tus esperanzas y expectativas. Por momentos, evoca ‘Elefante', de Gus Van Sant, pero vista desde la única perspectiva de los agresores en esa película sobre una matanza como la de Columbine.
Debido que no se presentan detalles ni motivos, ‘Day Not Day Night' es declaradamente apolítica. Pero la deliberada retención de un programa político en una película sobre una terrorista suicida tiene inevitables implicaciones políticas. Mientras más te identificas con el personaje de Williams, más profundamente te implicas en su decisión. Y temprano en la película, esta te hace saber que ella tiene serias dudas. Más de una vez, y en voz alta, este pequeña y malencarada Juana de Arco se pregunta si acaso está haciendo lo que está haciendo por las razones correctas.
El personaje de Williams y la mayoría de la gente en la organización que la está preparando para su misión, habla un perfecto inglés del nordeste de Estados Unidos. La mayoría son hombres anónimos que llevan máscaras negras mientras la instruyen en un miserable cuarto de hotel en Nueva Jersey. Se realiza una limpieza ritual. Se prueban y descartan trajes. Se memoriza una identidad falsa. Finalmente la llevan, con los ojos vendados, desde el hotel hasta una ubicación secreta, donde le amarran una mochila amarilla llena de explosivos a sus espaldas, y se la instruye sobre cómo activar la bomba.
La película se divide en dos partes: preparación y acción. La primera parte, visualmente sin gracia, ambientada en el cuarto de hotel, avanza ominosamente, como un metrónomo acelerado. Las emociones se ahogan a medida que las preparaciones avanzan con una lúgubre deliberación. Una vez que deja a sus colaboradores y entra a Manhattan al Terminal de Buses de la Autoridad Portuaria, se introduce el caos de la ciudad, y es empujada de igual modo que la cámara de mano que la sigue por la calle 42 hasta la Seventh Avenue.
Los colores se intensifican, la cinta sonora es brusca y nerviosa, y estudias las caras de los transeúntes que llenan las calles. La sensación de claustrofobia de la ciudad que se cierra sobre ella es insoportable, como tu aterrada conciencia de que esta gente inocente no tiene ni idea de que están en inminente peligro.
Cuando decide usar un teléfono de pago y se ve obligada a mendigar monedas, compartes su apabullante sensación de estar perdida en la multitud. El momento más dramático, aparte de su misión, es una escena en la que un joven caliente (Richard Morant) trata de seducirla y llega a levantarse la camisa para mostrarle su cuerpo bronceado. Ella trata de ignorarlo, pero él es tan persistente y muestra tal hostilidad, que piensas en él como en una posible amenaza.
Esta escena, en la que ella se ve vulnerable, y, un momento más tarde, cuando ella hace una llamada de cobro revertido a otro país, para hablar con sus padres, suena como una típica y preocupada mamá o papá de clase media, son astutos toques de humanidad, que te engañan lo suficiente como para que te preocupes por ella.
‘Day Night Day Night', como ‘Paraíso ahora' [Paradise Now], la película de 2005 sobre el reclutamiento y adiestramiento de dos terroristas palestinos, te provoca hasta el último segundo. Sus tensiones son manipuladas con tanta destreza que te llegas a dar cuenta de tu identificación con ella, y adquieres conciencia del grado en que quieres que tenga éxito en su misión.
¿No es eso lo hacen la mayoría de las películas? A menos que se desvíen de lo habitual y hagan que desprecies a los protagonistas, tú tiendes a anhelar que tengan éxito, sin importar ni su demencia ni su conducta psicópata. Esa puede ser la lección moral de ‘Day Night Day Night'. Te atrae lo suficiente como para hacerte sentir extrañamente culpable.
15 de mayo de 2007
9 de mayo de 2007
©new york times
©traducción mQh
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