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[Walt Bogdanich y Jake Hooker] La huella de las medicinas envenenadas, de China a Panamá.
Primero dejan de funcionar los riñones. Luego empieza a fallar el sistema nervioso central. Se extiende la parálisis, dificultando la respiración, que se torna a menudo imposible sin asistencia. Al final, la mayoría de las víctimas mueren.
Muchas de ellas son niños, envenenados por las manos de sus desprevenidos padres.
El almibarado veneno, glicol dietileno, es una parte indispensable del mundo moderno, un solvente industrial y principal ingrediente de algunos anticongelantes.
Es también mortal. Y las muertes, si no intencionales, tampoco son accidentales.
Con los años, el veneno se ha incorporado en toda una gama de medicinas -jarabe para la tos, medicamento contra la fiebre, fármacos inyectables-, un resultado de los falsificadores que obtienen beneficios substituyendo el inocuo jarabe más caro, usualmente glicerina, encontrada habitualmente en fármacos, alimentos, pasta dental y otros productos, por el dulce solvente.
El jarabe tóxico ha figurado, en las últimas dos décadas, en al menos ocho intoxicaciones masivas en todo el mundo. En muchos casos, no se ha podido determinar nunca el origen exacto del veneno. Pero documentos y entrevistas muestran que en tres de los últimos cuatro casos, fue fabricado en China, una importante fuente de medicinas falsificadas.
Panamá es la víctima más reciente. El año pasado, funcionarios de gobierno allá mezclaron sin darse cuenta glicol dietileno en 260 botellas de medicina antigripal con devastadoras consecuencias. Las familias han informado sobre 365 muertes atribuibles al veneno, de las cuales se han confirmado cien hasta el momento. Con el inicio de la temporada de lluvias, los investigadores han empezado a exhumar a tantas víctimas potenciales como posible antes de que los cuerpos se descompongan todavía más.
El número de muertes en Panamá conduce directamente a compañías chinas que hacen y exportan el veneno como glicerina 99.5 por ciento pura.
Cuarenta y seis barriles del tóxico jarabe llegaron a través de una red de distribución del veneno que se extiende por todo el mundo. Mediante documentos de embarque y entrevistas con funcionarios de gobierno, el New York Times identificó esta red desde el puerto de Colón, en Panamá, hasta compañías comerciales en Barcelona, España, y Pekín, a su origen cerca del delta del Yangtze en un lugar que los vecinos llaman "la comarca química".
La glicerina falsificada pasó a través de tres compañías comerciales en tres continentes, sin que ninguna de ellas analizara el jarabe para confirmar el contenido indicado en la etiqueta. Entretanto, un certificado que declara falsamente la pureza de la mercadería fue alterado repetidas veces, borrando el nombre del fabricante y propietario anterior. Como resultado, los comerciantes compraron el jarabe sin saber de dónde provenía, ni quién lo hizo. Con esta información, los comerciantes podrían haber descubierto -como lo hizo el Times- que el fabricante no contaba con licencia para producir ingredientes farmacéuticos.
Un examen de dos casos de intoxicación el año pasado -en Panamá y antes en China- muestra que las normas de seguridad chinas se han quedado detrás de su creciente papel como abastecedor barato del mundo. También demuestra cómo una cadena de comerciantes pobremente controlados permite en varios países que la medicina contaminada se introduzca en el mercado global.
La semana pasada, la Administración de Fármacos y Alimentos de Estados Unidos [AFA] advirtió a fabricantes y abastecedores en Estados Unidos que "vigilaran especialmente" la presencia de glicol dietileno. La advertencia no menciona específicamente a China, y dice que "no tiene razones para creer" que la glicerina este contaminada en este país. Incluso así, la agencia pide que todos los cargamentos de glicerina sean controlados para descubrir la presencia de glicol dietileno, y dijo que estaba "explorando cómo se pudieron contaminar los cargamentos de glicerina".
China ya ha sido acusada por las autoridades norteamericanas de exportar gluten de trigo contaminado con un químico industrial, la melamina, que terminó en el alimento para mascotas y en pienso animal. La AFA prohibió recientemente las importaciones de gluten de trigo hecho en China, después de que fuera vinculada con la muerte de mascotas en Estados Unidos.
Más allá de Panamá y China, el jarabe tóxico ha causado masivas intoxicaciones en Haití, Bangladesh, Argentina, Nigeria y dos veces en India.
En Bangladesh en 1992 los investigadores encontraron el veneno en siete marcas de fármacos contra la fiebre, pero sólo después de la muerte de numerosos niños. Un laboratorio de Massachusetts detectó la contaminación después de que el doctor Michael L. Bennish, un pediatra que trabaja en países en desarrollo, sacara del país, escondidas en una maleta, muestras del jarabe contaminado. Bennish, que investigó la epidemia en Bangladesh y contribuyó a un artículo en 1995 sobre ella para el BMJ, conocido antes como el British Medical Journal, dijo que dada la cantidad de fármacos distribuidos, las muertes "deben llegar a miles o decenas de miles".
"Se ha informado de manera muy deficiente sobre este asunto", dijo Bennish sobre la intoxicación con glicol dietileno. Los doctores pueden ignorar la medicina tóxica, especialmente en países pobres con recursos limitados y poblaciones generalmente poco sanas, dijo, agregando que "la mayoría de la gente que muere no lo hace en una instalación médica".
Los fabricantes de glicerina falsificada, que a primera vista se parece y actúa como la glicerina de verdad, pero cuesta considerablemente menos, son rara vez identificados, mucho menos procesados, dadas las dificultades de trazar los embarques al otro lado de las fronteras. "Este es realmente un problema global, y debe ser abordado de manera global", dijo el doctor Henk Bekedam, un alto representante de la Organización Mundial de la Salud en Pekín.
Hace setenta años, un fármaco contaminado con glicol dietileno mató a más de cien personas en Estados Unidos, lo que condujo a la introducción de severísimas normas para las medicinas de esa época y a la creación de la moderna Administración de Fármacos y Alimentos.
La AFA ha tratado de ayudar en casos de contaminación en todo el mundo, pero no es demasiado lo que puede hacer.
Cuando hace diez años murieron en Haití 88 niños, investigadores de la AFA trazaron el veneno hasta la ciudad manchuriana de Dalian, pero sus intentos de visitar al fabricante sospechoso fueron repetidas veces obstaculizados por los funcionarios chinos, de acuerdo a documentos internos del Departamento de Estado. Se les otorgó un permiso más de un año más tarde, pero para entonces la planta se había mudado y sus archivos, destruidos.
"Los funcionarios chinos que contactamos sobre este asunto se mostraron todos reluctantes a involucrarse", escribió en un cable confidencial la embajada norteamericana en Pekín. "No podemos mostrarnos optimistas sobre nuestras posibilidades de éxito en la detección de otros embarques posibles de glicerina".
De hecho, el Times encontró documentos que muestran que la misma compañía china implicada en las intoxicaciones en Haití también embarcó unas cincuenta toneladas de glicerina falsificada a Estados Unidos en 1995. Parte de esta fue revendida posteriormente a otro cliente estadounidense, la Avatar Corporation, antes de que se descubriera el engaño.
"Gracias a Dios que la detectamos a tiempo", dijo Phil Ternes, director de Avatar, una abastecedor del área de Chicago de productos farmacéuticos a granel y de artículos no medicinales. La AFA dijo que no sabía nada del cargamento.
En China, el gobierno ha jurado depurar su industria farmacéutica, en parte debido a las críticas por los fármacos adulterados que inundan los mercados mundiales. En diciembre, dos importantes inspectores de fármacos fueron arrestados por haber aceptado sobornos para aprobar medicinas. Además, el año pasado se descubrieron 440 operaciones de falsificación, según la Organización Mundial de la Salud.
Pero cuando los funcionarios chinos investigaron el papel de las compañías chinas en las muertes de Panamá, dijeron que no se había violado ninguna ley, de acuerdo a un funcionario de la agencia de control de fármacos del país. Las normas chinas son "un agujero negro", dijo un comerciante que ha hecho negocios a través de CNSC Fortune Way, el corredor de Pekín que los investigadores dicen que fue un conducto crucial para la intoxicación en Panamá.
En este contexto, Wang Guiping, un sastre que estudió hasta el noveno y leyó un libro de química, encontró fácil entrar como intermediario en el negocio del abastecimiento de productos farmacéuticos. Descubrió pronto lo que habían descubierto otros antes que él: que la falsificación era una manera sencilla de aumentar las ganancias.
Y entonces empezó a morir gente en China.

Renwick McLean y Brent McDonald contribuyeron a este reportaje.

29 de mayo de 2007
6 de mayo de 2007
©new york times
©traducción mQh
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