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las cantinas de arauco


El submundo de las cantinas en Arauco. Enraizadas en el alma nacional, íconos de la denominada cultura guachaca, las cantinas en Chile son toda una leyenda.
No hay pueblo o ciudad donde no se tejan historias en torno a este tipo de locales. Arauco no es la excepción, y basta recorrer sus céntricas calles para toparse con algún establecimiento de éstos, que a pesar del paso de los años, siguen funcionando como en el pasado: un mesón, mesas y sillas y un reducido stock de vinos y licores.
Estos negocios forman parte del folclor nacional y en muchas pequeñas localidades son el punto de encuentro de campesinos y lugareños. Son verdaderos submundos que contrastan con el avance y la modernidad que presentan otros establecimientos comerciales.

Patentes
En la comuna existen un total de 180 patentes de alcoholes, de ellas sólo unas cuantas clasifican dentro de lo que conocemos como cantina, bar, pub o taberna.

Exclusivo
Por si no lo sabía, todas estas denominaciones son sinónimos y las une el hecho de que todo lo que se vende al interior de estos locales es exclusivamente para el consumo interno del cliente y no para ser llevado.
Aunque cabe precisar que no todos estos establecimientos son iguales. Un pub hoy en día se asemeja más a un restaurante -más pequeño obviamente- que a un boliche para ir a servirse algún licor o bebida.
Tal vez lo que en otras latitudes se conoce como bar o taberna se asemeja más al concepto que nosotros manejamos de cantina.
Una pieza por lo general lúgubre donde la decoración pasa a un segundo plano y lo que interesa es que los vasos se mantengan limpios y ordenados, listos para ser llenados con vino, chicha o pipeño cuando el cliente así lo solicite.

Experiencias
Por más de 50 años, la cantina Las Piedras ubicada en calle San Martín entre Esmeralda y Covadonga, ha sido para muchos araucanos el refugio donde ir a descargar las penas. Iniciada por Francisco Palma padre, hoy ya fallecido, su hijo del mismo nombre prosigue con la tradición de mantener abierto el local. "Por lo general, los clientes acá se toman una caña de blanco que vale 200 pesos o una de tinto que vale 300", nos contó el heredero del negocio.
Este hombre recuerda que antiguamente las cantinas sólo vendían vino almacenado en pipas, hasta que apareció una ley que suprimió esta forma de expendio y los envases vinieron a reemplazar estos tambores gigantes de madera.

Más Historias
José Santibáñez es otro araucano que ha atendido, prácticamente, toda su vida uno de estos establecimientos.
Lo más simpático que nos contó y mostró, fue un juego de jarras de porcelana, que todavía conserva para atender a sus clientes y darles la medida exacta del licor que desean beber.
"Existe el litro, el medio y el cuarto, más este embudo que sirve para vaciar el vino desde la garrafa misma", explicó.
Las cantinas son verdaderamente un mundo aparte, donde confluyen personajes pintorescos de la realidad local y seguirán así por mucho tiempo más.

1 de julio de 2007
©renacer de arauco
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