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resistencia de pueblo chico


[N.C. Aizenman] Resistencia de pueblo chico ayudó a sellar la derrota de la ley de inmigración.
Gainesvilles, Georgia, Estados Unidos. El otro día en la mañana, Stephanie Usrey se acercó a grandes pasos a su Wal-Mart local con la dura mirada de un boxeador al subir al ring.
Una de esas mujeres se queda en casa, madre de dos hijos, a Usrey le da pavor hacer las compras en esta sucursal en particular desde que un viernes tarde hace cinco años, cuando dijo que se había dado cuenta repentinamente de que era la única cliente que no era latina.
"Esa fue la primera vez que miré a mi alrededor y dije: ‘Man, no sabía que había tantos mexicanos aquí'", recordó Usrey, 39. "Y ellos no parecen sentirse incómodos cuando están a seis pulgadas de tu cara y hablando entre ellos en su idioma. Me sentí invadida... Tuve el sentimiento de que estaba en minoría y que si no controlamos esto, pronto Estados Unidos será superado en números".
Ese sentimiento de alarma, que se repite en las comunidades en todo el país, ayudó a sellar el jueves la derrota en el Senado del proyecto de inmigración. Estimulada por anfitriones de programas radiales y páginas en la red, Usrey y decenas de miles de activistas primerizos bombardearon a sus senadores con llamadas por teléfono y e-mails denunciando el proyecto de ley como una inaceptable amnistía para los alrededor de doce millones de inmigrantes ilegales en el país.
En ningún lugar fueron los opositores al proyecto más influyentes que aquí en Georgia, cuyos dos senadores republicanos, Johnny Isakson y Saxby Chambliss, contribuyeron originalmente a redactar la ley. Dos días después de su presentación en mayo, Chambliss fue abucheado en la convención republicana de su estado. El despacho de Isakson recibió más de 21 mil llamadas de opositores al proyecto, y apenas seis mil de partidarios de la legislación.
El jueves, los dos senadores de Georgia votaron contra el proyecto de ley que antes apoyaban.
Los analistas dicen que esta inusitada pasión sobre la inmigración es en gran parte la consecuencia de una fuerte modificación de los patrones de asentamiento desde mediados de los años noventa -cuando la economía en expansión provocó un aumento de la inmigración para evitar los estados de acceso tradicionales, como California, Nueva York y Texas, a favor de las zonas suburbanas y rurales al sur y en el medio oeste. En una década, la población de 25 estados nacida en el extranjero se duplicó. En otros seis estados que no tenía casi experiencias previas con la inmigración latina, incluyendo a Georgia, la población latina se triplicó.
"Creo que es esta nueva tendencia de la inmigración la que realmente está empujando esta política", dijo William H. Frey, demógrafo de la Brookings Institution. "Antes, a la gente de fuera de los siete estados puente la inmigración les daba lo mismo. Ahora, de repente, toda esta gente del oeste meridional de Estados Unidos está viendo a los inmigrantes en sus vecindarios".
Gainesville, un área a orillas de un lago en las laderas de las Montañas Blue Ridge, es un sólido territorio de Bush. Incluso ahora muchos vecinos hablan del apoyo del presidente al proyecto del Senado del modo en que uno habla de un hijo querido que ha perdido temporalmente el rumbo, pero que estás seguro que recuperará la cordura.
Este todavía es un lugar donde los hombres llevan a sus hijos a cazar venados y las mamás se hablan en los supermercados en sus alegres acentos sureños. Y aunque las autopistas que salen de la ciudad pueden haber sido colonizadas por la usual expansión de tiendas Home Depot, PetSmart y OfficeMax, el centro de Gainesville conserva su aire de pueblo pequeño y apacible. Mansiones blancas con columnas bordean las grandes avenidas. Las boutiques de ropas y los cafés circundan una plaza central adornada con un monumento dedicado a "Nuestros Soldados Confederados".
A unos metros, tan prominente como un anuncio, se yergue la estatua de un gallo: un testamento al orgullo local en las plantas procesadoras de pollos que han dado su identidad a la región como la ‘capital de aves de corral del mundo' desde los años cincuenta.
Pero esas plantas avícolas son demostrablemente las responsables de la ola inmigratoria que está transformando a Gainsville. Durante años las plantas, que incluyen a Mar-Jac, Pilgrim's Pride y Tysons, entre muchas otras, emplearon en su mayor parte a afro-americanos para hacer el trabajo pesado. Después, a principio de los años ochenta, el crecimiento de otras industrias abrió trabajos menos onerosos.
Las plantas de aves respondieron a la escasez resultante de mano de obra acogiendo a trabajadores de México. Hoy, en el condado de Hall, del que Gainesville es la sede, los latinos constituyen el 25 por ciento de la población, incluyendo inmigrantes legales e ilegales.
Max Crawford, 54, gerente de producción, calcula que el noventa por ciento de los trabajadores que supervisa son inmigrantes latinos. Crawford, que pidió que el nombre de su compañía no fuera mencionado porque no está autorizado a hablar por ella, dijo que admira a los esforzados trabajadores latinos. Pero también dijo que lo desconciertan muchas de sus costumbres, como la tendencia a arrojar el papel higiénico en la papelera antes que en el inodoro -una práctica común en zonas de América Latina donde las cisternas no fluyen con suficiente fuerza como para llevarse el papel.
"Quiero decir, tenemos que mostrarles con un video lo que se supone que debes hacer con el papel higiénico", dijo.
El amigo de Crawford, Larry Davies, 54, sacudió su cabeza, asombrado.
Los dos estaban sentados a una de las mesas de madera en el Longstreet Cafe, con los restos del almuerzo de pollo frito en sus platos. En una de las paredes beige detrás de ellos colgaba un televisor sintonizado con el canal de noticias Fox. En otra pared colgaban fotos en blanco y negro de los sitios históricos del pueblo destruidos por un tornado en 1936: una iglesia blanca, el viejo ayuntamiento.
El atiborrado restaurante parecía una reliquia. Es uno de los pocos lugares de reunión que hay en Gainesville donde casi todas las caras son blancas.
Si conduces por la zona industrial al sur del pueblo, creerías que estás en México. Letreros de color pastel indican la lavandería Tres Amigos, la tienda de abarrotes Flor de Jalisco, la heladería Mejor de Michoacán, el salón de bailes Casa Blanca y la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
La presencia de los inmigrantes es también notoria en las escuelas de la zona. En algunas, el 75 por ciento del alumnado es latino.
Quizás lo más alarmante para Crawford, sin embargo, es el aumento de las pandillas latinas -no tantas como para causar un aumento en las estadísticas de la delincuencia, pero lo suficiente como para mantener a la policía ocupada borrando pintadas de los bandejones y las barreras de sonido en algunas autopistas.
Crawford y Davies han sido amigos desde sus días en la Escuela Secundaria de Gainesville, y hubo una época en que cavilaban que sus hijos probablemente también estudiarían ahí.
"Pero no como está ahora", dijo Crawford, cuya hija más joven acaba de terminar su último año en la secundaria de una escuela en otro condado fuera de Gainesville.
El dueño del restaurante, Tim Bunch, 50, se acercó e hizo un gesto amistoso. Como varios de sus clientes, Bunch está menos preocupado con la llegada de inmigrantes ilegales a Gainvesvilla que con la reacción de algunos lugareños.
"La mayoría de los mexicanos ni siquiera quieren venir aquí. Simplemente necesitan comer", dijo más tarde. "Creo que todos somos hijos de Dios, hechos a su imagen... Y espero que la gente no llegue al punto en que se endurezcan sobre el destino de otros seres humanos".
Sin embargo, el tema dominante de conversación en las mesas era el de un pueblo que está siendo inexorablemente estropeado por la inmigración ilegal.
Martha Hemphill, 67, administradora de hospital jubilada, dijo que le daba miedo ir al centro comercial después de las ocho de la tarde.
Charles Slay, 73, contó que en una visita reciente a emergencias del principal centro médico de la ciudad, lo enfureció encontrarla llena de mexicanos, que supone que estaban ahí con casos que no eran urgentes porque no tenían seguro médico.
"Tendrías que haber visto lo que tuve que gritar para que la enfermera me prestara atención", dijo.
Uraina Smith, 61, y su marido Billy Ray Smith, 55, dijeron que se vieron obligados a vender su casa en una bonita parcela de Colonial y sus ranchos en Willow Ridge porque había sido "ocupada" por mexicanos que aparcaban en el jardín, se zambullían en la piscina común en pantalones cortos y metían a varias familias en una sola casa.
"Era una zona muy bonita. Ahora es un barrio bajo", dijo Billy Ray, suspirando.
Aunque sus quejas no son nuevas, hasta hace poco pocos habían hecho más que quejarse entre ellos. La mayoría dice que no sabían que el Congreso estaba considerando una legalización similar el año pasado. Pero esta vez, personalidades de televisión y de programas radiales de la región -Bill O'Reilly, Sean Hannity y Martha Zoller, de Gainesville mismo- han puesto el tema en primera plana.
Crwaford dijo que decidió ponerse en contacto con sus senadores porque "todo el mundo estaba diciendo que deberíamos decirles lo que pensamos sobre este asunto".

11 de julio de 2007
29 de junio de 2007
©washington post
©traducción mQh
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