chávez pide más poder
Particularmente las mayores atribuciones de los consejos populares inquietan a liberales norteamericanos. Editorial de The New York Times.
La neolengua está vivita y coleando en Venezuela. La semana pasada, el presidente Hugo Chávez describió como un paso hacia la "democracia participativa" las enmiendas constitucionales que le permitirán ser reelegido indefinidamente.
El plan de Chávez es simplemente otro paso en su intento de reforzar el control de su gobierno sobre la política y la economía venezolanas. Detrás de sus tácticas retóricas orwellianas, sus intentos de acumular poder y aferrarse a este tanto como pueda están socavando la democracia de Venezuela.
Chávez sigue siendo, al menos técnicamente, un demócrata. Ha derrotado repetidas veces a una ineficiente oposición venezolana en las elecciones, que han sido declaradas honestas por los observadores internacionales. Obtuvo una aplastante victoria el diciembre pasado, extendiendo su mandato hasta 2012. Sus propuestas de reforma constitucional deben ser votadas primero en la Asamblea Nacional y luego en un referéndum.
Pero el barniz de respetabilidad democrática de su gobierno se está descascarando. Todos los miembros de la Asamblea Nacional son partidarios de Chávez. Sus partidarios también controlan la Corte Suprema, todos excepto dos gobernaciones estatales y Petróleos de Venezuela, la compañía petrolera del estado.
Y su gobierno no se ha quedado corto a la hora de utilizar el aparato de estado para reforzar la enorme popularidad de Chávez entre los pobres de Venezuela. Después de que su gobierno revocara el permiso del agresivo canal de televisión RCTV, el gobierno lo utilizó para crear otro portavoz del gobierno. Entusiasmado por el aumento del gasto público financiado por los altos precios del petróleo, Chávez ha usado su enorme popularidad para extender el poder de su gobierno sobre grandes sectores de la economía, incluyendo las compañías de teléfono y electricidad.
Las reformas propuestas reforzarán el control oficial, nacionalizando el carbón y el gas, despojando al banco central de su independencia y permitiendo que el gobierno expropie propiedad privada sin autorización judicial.
La afirmación de de Chávez de que está aumentando la "democracia participativa" dando voz a los marginados de Venezuela descansa en gestos como la propuesta de crear consejos de gobiernos de base con autoridad ejecutiva sobre una amplia gama de temas. De hecho, estos consejos corroen todavía más los chequeos y controles democráticos al despojar de poder a los gobiernos locales y de los estados, donde los partidos de oposición todavía conservar vestigios de poder, y otorgándolo a entidades dependientes del gobierno central.
En realidad, el plan de Chávez de permitirse ser reelegido todas las veces que quiera -para lograr su objetivo declarado de gobernar hasta el bicentenario de la independencia de Venezuela en 2021- podría mantener a Venezuela en el puño de un hombre fuerte y todopoderoso en los años por venir. Es una democracia participativa en la que sólo Chávez y sus amigos podrán participar.
El plan de Chávez es simplemente otro paso en su intento de reforzar el control de su gobierno sobre la política y la economía venezolanas. Detrás de sus tácticas retóricas orwellianas, sus intentos de acumular poder y aferrarse a este tanto como pueda están socavando la democracia de Venezuela.
Chávez sigue siendo, al menos técnicamente, un demócrata. Ha derrotado repetidas veces a una ineficiente oposición venezolana en las elecciones, que han sido declaradas honestas por los observadores internacionales. Obtuvo una aplastante victoria el diciembre pasado, extendiendo su mandato hasta 2012. Sus propuestas de reforma constitucional deben ser votadas primero en la Asamblea Nacional y luego en un referéndum.
Pero el barniz de respetabilidad democrática de su gobierno se está descascarando. Todos los miembros de la Asamblea Nacional son partidarios de Chávez. Sus partidarios también controlan la Corte Suprema, todos excepto dos gobernaciones estatales y Petróleos de Venezuela, la compañía petrolera del estado.
Y su gobierno no se ha quedado corto a la hora de utilizar el aparato de estado para reforzar la enorme popularidad de Chávez entre los pobres de Venezuela. Después de que su gobierno revocara el permiso del agresivo canal de televisión RCTV, el gobierno lo utilizó para crear otro portavoz del gobierno. Entusiasmado por el aumento del gasto público financiado por los altos precios del petróleo, Chávez ha usado su enorme popularidad para extender el poder de su gobierno sobre grandes sectores de la economía, incluyendo las compañías de teléfono y electricidad.
Las reformas propuestas reforzarán el control oficial, nacionalizando el carbón y el gas, despojando al banco central de su independencia y permitiendo que el gobierno expropie propiedad privada sin autorización judicial.
La afirmación de de Chávez de que está aumentando la "democracia participativa" dando voz a los marginados de Venezuela descansa en gestos como la propuesta de crear consejos de gobiernos de base con autoridad ejecutiva sobre una amplia gama de temas. De hecho, estos consejos corroen todavía más los chequeos y controles democráticos al despojar de poder a los gobiernos locales y de los estados, donde los partidos de oposición todavía conservar vestigios de poder, y otorgándolo a entidades dependientes del gobierno central.
En realidad, el plan de Chávez de permitirse ser reelegido todas las veces que quiera -para lograr su objetivo declarado de gobernar hasta el bicentenario de la independencia de Venezuela en 2021- podría mantener a Venezuela en el puño de un hombre fuerte y todopoderoso en los años por venir. Es una democracia participativa en la que sólo Chávez y sus amigos podrán participar.
22 de agosto de 2007
©new york times
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