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peor que bin laden


[Bruce Hoffman] Bajo el liderazgo de Zawahiri, al-Qaeda se ha agrupado y está en estado de volver a golpear a Estados Unidos.
Normalmente no vemos a los terroristas como grandes estrategas. Es más probable que los tengamos por asesinos desquiciados o estúpidos misántropos. Pero cuando conmemoramos otros aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001 -en medio de informes de fuentes de la inteligencia estadounidense de que al-Qaeda está preparando a sus hombres reagrupados para un espectacular nuevo ataque contra Estados Unidos-, es hora de definir la visión estratégica que ha impulsado y dado forma al movimiento terrorista en los últimos seis años.
Incluso más urgente, necesitamos dejar de lado nuestra obsesión con Osama bin Laden, que está siendo nuevamente alimentada por su último video. Pero los días de bin Laden como la estrella polar del movimiento han terminado. El enemigo más imponente de Estados Unidos ahora no es el líder terrorista saudí, sino su delegado Ayman al-Zawahiri.
Mitad empresario, mitad visionario, bin Laden se convirtió a sí mismo y a la organización terrorista que ayudó a fundar en conceptos conocidos por todo el mundo. Hoy son ‘marcas' globales tan reconocibles e intercambiables como cualquiera compañía importante con su altamente visible director ejecutivo. Pero crecientes evidencias sugieren que su periodo de participación activa en las operaciones de al-Qaeda es cosa del pasado. Obligado a ocultarse, ha dejado de ser una fuerza importante en la planificación y dirección de al-Qaeda e, inclusive más asombroso, en sus relaciones públicas.
De acuerdo a fuentes de inteligencia asiáticas, la última vez que bin Laden presidió una reunión del Majlis al-Shura de al-Qaeda, el órgano deliberativo más importante del movimiento. El nuevo video es el primero que hace desde 2004. Dos mensajes grabados en casi tres años pueden demostrar su perdurable atracción simbólica, pero son difícilmente prueba de su mando sobre los reclutas de al-Qaeda.
Mientras bin Laden trata de entretenerse en su obligada y prematura jubilación, preparando esa rara aparición en video, Zawahiri ha tomado control de al-Qaeda. No sólo ha reanimado al movimiento, sino que además lo ha convertido nuevamente en la amenaza global empecinada en golpear a Estados Unidos que fue descrita en el Estimado Nacional de Inteligencia dado a conocer en julio.
Y, casi imperceptiblemente, el monótono y reservado Zawahiri se ha convertido en la nueva cara pública de la organización. En los últimos dos años, el terrorista egipcio ha emitido cerca de treinta declaraciones sobre toda una gama de temas: meditaciones sobre Iraq, Palestina, Cachemira y Pakistán, junto a las habituales condenas de Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, el Occidente y sus otros enemigos.
Zawahiri también es responsable de cuadruplicar las declaraciones en video de al-Qaeda durante el mismo período. En las cintas ha aparecido él mismo; Adam Gadahn, alias Azzam al-Ameriki (‘Azzam, el Americano'), el terrorista de al-Qaeda del sur de California, los dos terroristas suicidas responsables de los atentados contra el transporte londinense en julio de 2005, y otras luminarias yihadistas, como parte de una campaña de relaciones públicas para mantener a al-Qaeda en primera plana y asegurar la continuada resonancia de su mensaje.
Puede carecer del carisma de bin Laden, pero Zawahiri es el estratega superior. Fue él quien, hace más de diez años, definió la estrategia de al-Qaeda en términos de enemigos ‘lejanos' y ‘cercanos'. Estados Unidos es un ‘enemigo lejano' cuya derrota, dijo, era un requisito fundamental para la eliminación del ‘enemigo cercano': los corruptos y autoritarios regímenes anti-islámicos de Oriente Medio, Asia Central, el sur de Asia y el sudeste asiático, que no podrían sobrevivir sin el apoyo estadounidense. La visión estratégica de Zawahiri desencadenó la cadena de acontecimientos que condujo a los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Incluso más críticamente, Zahariwi definió una estrategia para al-Qaeda a fines de 2001, cuando se creía ampliamente que el movimiento estaba a punto de ser aniquilado. Pese a la muerte de su mujer y único hijo en un bombardeo aéreo en Afganistán ese noviembre, no se cejó. Incluso cuando huía de las fuerzas de la CIA y de Operaciones Especiales norteamericanas y de la Alianza del Norte afgana, propuso un plan intransigentemente belicoso y diáfano para el renacimiento de al-Qaeda.
Su tratado, publicado en el diario en lengua árabe de Londres, Alsharq al-Awsat en diciembre de 2001 y titulado ‘Knights Under the Prophet's Banner' [Caballeros bajo el estandarte del profeta], describía al islam asediado por mundo occidental depredador frente al que "no hay otra solución que la guerra santa". Proponía:

1. La necesidad de infligir el máximo de bajas al enemigo, sin importar cuánto tiempo y esfuerzos pudieran requerir esas operaciones, porque este es el lenguaje que entiende Occidente.

2. La necesidad de concentrarse en operaciones suicidas como el modo más eficaz de causar daño, y las menos onerosas en cuanto a bajas de los muyahedines.

La invasión norteamericana de Iraq presentó a al-Qaeda la oportunidad de poner sus argumentos en práctica. Con ocasión del segundo aniversario de los atentados del 11/9, Zawahiri explicó la estrategia de al-Qaeda en respuesta a lo que denunciaba como una represiva ocupación norteamericana. "Agradecemos a Dios", declaró en septiembre de 2003, "por compensarnos con los dilemas en Iraq y Afganistán. Los norteamericanos hacen frente a una delicada situación en los dos países. Si se retiran, perderán todo, y si se quedan, seguirán desangrándose".
Ciertamente, lo que los comandantes norteamericanos habían descrito optimistamente hace cuatro años como un "imán" yihadista o un "atrapamoscas" diseñado para capturar a terroristas de al-Qaeda en Iraq, estaba teniendo precisamente el efecto opuesto, de acuerdo al plan de Zawahiri: Estaba enmarañando a las fuerzas armadas norteamericanas en una extenuante guerra de desgaste.
La intervención de Estados Unidos en Iraq redundó en un beneficio todavía más incalculable para al-Qaeda. Nuestras preocupaciones, primero con la creciente resistencia y más recientemente con la incipiente guerra civil consumió la atención de las fuerzas armadas y de la comunidad de inteligencia norteamericanas en una época en que bin Laden, Zawahiri y otros cabecillas de al-Qaeda se encontraban en una situación desesperada. Estados Unidos entrampado en Iraq, bin Laden y Zawahiri fueron capaces de salvar sus propios pellejos. Para Zawahiri, Iraq era un medio para distraer la atención norteamericana, mientras que al-Qaeda se reagrupaba bajo su égida.
Esto, en lo esencial, era el análisis que John D. Negroponte, el director saliente de la Inteligencia Nacional, ofreció durante su testimonio ante el Congreso en enero pasado. La evaluación anual de la amenaza terrorista que presentó al comité de inteligencia del Senado pintaba un inquietante panorama: al-Qaeda había dejado de huir, como había afirmado el presidente Bush apenas tres meses antes, y estaba ahora indisputablemente de regreso.
Iraq también ha figurado de manera prominente en los planes de Zawahiri para revigorizar la causa yihadista y recuperar el ímpetu. Retratando la intervención norteamericana en Iraq como una ocupación represiva, él y el hiperactivo brazo mediático de al-Qaeda, al-Sahab (nubes, en árabe), han sido capaces de difundir una imagen del islam como permanentemente a la defensiva, sin otra alternativa que tomar las armas contra la agresión norteamericana. La actual violencia en Iraq -junto al recuerdo de las torturas de Abu Ghraib y las detenciones en Bahía Guantánamo- ha contribuido de manera apreciable en la mala reputación de Estados Unidos en el mundo musulmán.
Finalmente, el nombramiento de un protegido de Zawahiri, Abu Ayyub al-Masri (Abu Ayyub, ‘el Egipcio'), para suceder al difunto Abu Musab al-Zarqawi como jefe de al-Qaeda en Iraq consolidó todavía más la influencia de Zawahiri en las operaciones en ese país y la implementación del plan de guerra terrorista identificado hace años como ‘Knights Under the Prophet's Banner'.
Bajo el liderazgo de Zawahiri, al-Qaeda de después del 11/9 ha mostrado ser extraordinariamente ágil y adaptable, capaz de compensar e incluso de neutralizar nuestras medidas más efectivas. Un ejemplo es el complot descubierto el verano pasado para atentar contra más de diez aviones de pasajeros norteamericanos. En lugar de definir blancos más accesibles, como metros y trenes de cercanía, hoteles y destinos turísticos, este plan se atacaba al objetivo más difícil internacionalmente desde el 11/9: la aviación comercial. Su líder era otro incondicional egipcio de Zawahiri, Abu Ubaydah al-Masri, el jefe de al-Qaeda en la provincia Kunar de Afganistán.
Este alarmante desarrollo puso en duda algunas de nuestras interpretaciones básicas sobre la capacidad e intenciones de al-Qaeda, dado que el movimiento parece conservar las mismas ambiciones homicidas que demostró el 11/9. Sus miembros pueden haber dispersado, pero al-Qaeda es nuevamente capaz de planificar y de llevar a cabo osados ataques terroristas.
Gracias a Zawahiri, el cadáver de al-Qaeda que pensábamos que habíamos enterrado, está saliendo de la tumba.

brucehoffman2007@gmail.com

Bruce Hoffman es profesor de estudios en seguridad en la Universidad de Georgetown, miembro del Centro de Estudios contra el Terrorismo [Combating Terrorism Center] y autor de ‘Inside Terrorism'.

11 de septiembre de 2007
9 de septiembre de 2007
©washington post

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