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presidente radical con estabilidad


[Simón Romero] Un presidente radical lleva estabilidad a Bolivia.
Cochabamba, Bolivia. Los noticieros de la noche hablan de un país al borde de la balcanización. La Paz y Sucre se riñen sobre qué ciudad debería ser la capital. Santa Cruz, al este, clama por autonomía. El gobierno de la provincia que incluye esta bullente ciudad en los Andes ha llamado a dimitir al presidente Evo Morales.
Pero Morales, el primer gobernante indio de Bolivia desde la conquista española hace cinco siglos, sabe de qué se trata, ya que él mismo fue organizadores de protestas durante años como el líder de los campesinos cocaleros del país, que resistieron furiosamente los intentos americanos de erradicar sus cultivos.
"Pase a mi oficina", dijo Morales al principio de una entrevista a las 5:45 de la mañana un viernes. Abrió la puerta de una desnuda oficina en un edificio destartalado aquí que alberga a la Federación del Trópico, que representa a los cocaleros de las selvas del centro de Bolivia. Cuando pasa por Cochabamba, donde posee una modesta casa, conduce sus asuntos presidenciales en esta oficina.
Los hábitos de trabajo de Morales, inspirados en la costumbre de los cocaleros de levantarse antes del amanecer, no ha cambiado desde que fue elegido presidente en 2006. Las camionetas de la comitiva del presidente se han subido a la acera. Un BMW, uno de los tres que usa en Bolivia, está aparado cerca. Lo mismo su jet privado.
Pese a las preocupaciones de que el radicalismo de Morales creara un caos económico y político en Bolivia, la realidad de su mandato en que el país es relativamente estable. Las divisiones sociales y la pobreza siguen arraigadas, pero Morales ha sorprendido a muchos, incluyendo a la comunidad empresarial, con su poder de persistencia.
Cuando se le pregunta sobre los problemas de Bolivia, replica con la precisión de un economista. "Uno de los debates más furiosos en mi gabinete es si deberíamos gastar o no nuestras reservas en divisas extranjeras", dijo, explicando que estas reservas se han más que duplicado desde que asumiera el cargo en enero de 2006, a unos cuatro billones de dólares. En un guiño a la ortodoxia económica, Morales dijo que "de momento no quiero hacerlo".
Bolivia sigue siendo uno de los países más pobres de América Latina, con un sesenta por ciento de la población de 9.1 millones de habitantes atascados en la pobreza, haciendo que esos debates sean cruciales. Sin embargo, los resultados de una de las políticas de Morales en particular -la nacionalización de la industria del petróleo el año pasado- ha sorprendido incluso a los escépticos.
Temida como una medida radical, la nacionalización fue de hecho una renegociación de los términos con los que se han quedado las compañías de energía extranjeras en Bolivia, atraídas por las abundantes reservas de gas natural. Los ingresos por petróleo y gas natural aumentaron al 13.3 por ciento del producto interno bruto en 2006, de un cinco por ciento en 2004, de acuerdo al Centro de Investigaciones en Economía [Center for Economic and Policy Research] de Washington.
Ese aumento ha colocado a Bolivia en su situación económica más envidiable en años, con un crecimiento de casi un cuatro por ciento esperado para este año. Los economistas también observan que la coca está haciendo remontar la economía boliviana, con un aumento del tráfico hacia el vecino Brasil.
Con un toque de ironía, las clases altas urbanas, muchos de cuyos miembros son explícitamente críticos de Morales, se están beneficiando de la nueva estabilidad y vitalidad económica. Con un cocalero en el poder, los activistas cocaleros ya no bloquean la principal autopista en Santa Cruz, que permite que las exportaciones de la provincia lleguen a importantes mercados. Igualmente, en partes de la zona sur de La Paz están prosperando y los constructores corren para satisfacer la demanda de edificios de apartamentos cómodos. Aquí en Cochabamba, con un nuevo cineplex de seis millones de dólares sacado de los suburbios de California, ilustra que los inversores están invirtiendo dinero en nuevos proyectos.
Un largometraje que se espera en las pantallas del país para el próximo mes, es ‘Evo Pueblo', en el que director Tonchi Antezana describe los orígenes de Morales en el pueblo indio aimará de Orinoca. El relato novelizado muestra sus períodos en que trabajó en fábricas de ladrillos y que tocaba la trompeta en bandas locales, y su radicalismo como jefe de los cocaleros.
La película refleja la fascinación en Bolivia con Morales, que nunca terminó la secundaria y sigue soltero a los 47. En las manifestaciones multitudes alzan pancartas celebrando los informes de que Morales ha sido mencionado como un posible receptor del Premio Nobel de la Paz. Dos periodistas, Darwin Pinto y Roberto Navia han causado sensación con una biografía no autorizada titulada ‘Un tal Evo' [Someone Called Evo], que cuenta las aventuras amorosas del presidente y su subida al poder.
En el frente político, sus críticos dicen que Morales se está inclinando hacia el autoritarismo, tratando rudamente de palabra a los opositores y una propuesta de sus partidarios de que pueda ser reelegido indefinidamente. Y algunas medidas parecen erráticas e inspiradas por el presidente Hugo Chávez de Venezuela, como su decisión este mes de cerrar lazos diplomáticos con Irán al tiempo que anuncia el visado para visitantes norteamericanos.
"Chávez ve la creación de una gran patria latinoamericana, una visión que comparto", dijo Morales, defendiendo su ayuda de Venezuela, mientras critica la ayuda extranjera que pone condiciones como la erradicación de la coca. Sigue siendo el presidente de la Federación del Trópico, diciendo que volverá al cultivo de la coca cuando termine la presidencia.
De momento Morales, con vaqueros y zapatillas de tenis, parece cómodo tras alcanzar los índices de aprobación más altos de cualquier otro presidente de la historia reciente. Ahuyenta a los asesores y guardaespaldas, prefiriendo hacer las entrevistas solo. Bromea sobre sus esfuerzos de mejorar su tiro en el frontón, un deporte similar al juego de pelota popular entre los bolivianos.
"Estamos creando otro modo de hacer gobierno, pero no es fácil", dijo Morales en un español cuidadosamente enunciado mientras el sol aparecía por encima de Cochabamba. "Los retos surgen todos los días".
Se irrita con las críticas de la elite de piel clara de Bolivia. Incluso como presidente, dijo, todavía sufría la discriminación, mencionando los desaires e insultos de la comunidad empresarial en Santa Cruz, un bastión de la oposición a su gobierno.
"Yo pensaba que si llegaba al palacio presidencial, terminaría la discriminación", dijo, recordando que a su madre la impidieron entrar a la plaza de Oruro cuando Morales era un adolescente que crecía en esa ciudad. "Ahora me doy cuenta de que la descolonización de nuestra sociedad tomará más tiempo del esperado".

25 de septiembre de 2007
14 de septiembre de 2007
©new york times
©traducción mQh
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