la nueva esclavitud
[Bob Herbert] En el mundo de la prostitución persiste la trata de blancas y la esclavitud sexual.
La mujer que declaraba ante un tribunal federal en Lower Manhattan podría difícilmente haber parecido más insignificante. Dijo que trabajaba en burdeles de Nueva York, Filadelfia, Georgia, Connecticut, Rhode Island y Washington, D.C.
No dijo que llevara una buena vida. Hablando a través de un intérprete, se refirió a una época en el D.C. cuando conocía a un cliente que era "como un paciente mental, un psicópata". Asustada, no quiso saber nada más de él. Pero dijo que la mujer que llevaba el burdel le había asegurado que todo saldría bien.
Estaba bien si se lo contrastaba con el Hannibal Lecter. El cliente arañó a la mujer, le rajó la piel, despellejándole la espalda y otras partes de su cuerpo. Quedó muy maltratada.
De acuerdo al gobierno, la mujer fue cogida por una red de prostitución y tráfico de mujeres que explotaba despiadadamente a jóvenes coreanas, algunas de las cuales "fueron ingresadas ilegalmente al país".
En otras épocas, el comercio de esclavos era realizado abiertamente, con anuncios colocados en lugares prominentes y con desfiles de esclavos, a menudo en subastas públicas, donde eran examinados como si fuesen animales. Los traficantes de sexo de hoy, herederos de esa tradición, tratan de mantener ocultas sus actividades, aunque el resto del comercio sexual, la venta de servicios femeninos, se anuncia en una escala que sólo puede ser caracterizada como colosal.
Como sociedad, nos repele la esclavitud de tiempos pasados. Pero el transporte en masa de niñas y mujeres a través de fronteras internacionales y en Estados Unidos -para trabajar como prostitutas bajo condiciones que, generalmente, son coercitivas en el mejor de los casos-, provoca poco revuelo.
Si hojeamos las páginas amarillas de algunas ciudades norteamericanas, encontramos páginas y páginas de anuncios como "Chica Coreana, 18 - Pagable", "Muñecas coranas y japonesas -Servicio Completo", "Muñeca China Recién Mayor de Edad -Guapa y Menuda".
En la red y en revistas se encuentran cantidades asombrosas de anuncios similares. Miles y miles de mujeres han sido traídas aquí desde Asia y otros países y canalizadas hacia el comercio sexual, uniéndose a las que ya estaban aquí y en el negocio, pero incapaces de satisfacer una feroz demanda.
A esta mercadería humana -importada o nacional- la hacen desfilar. Las mujeres son examinadas y tratadas como animales.
Lo que importa recordar la dimensión en que el comercio sexual implica esclavitud (secuestro y violación), maltratos físicos generalizados, la obligación de trabajar por contrato, la explotación de menores de edad y muchas otras formas de coerción. Esta variación moderna del antiguo tema de la esclavitud florece en gran parte debido a la indiferencia del resto de nosotros, y a la misoginia que perpetúa una visión de las mujeres -de todas las mujeres- como artículos sexuales.
El caso en la corte federal de Manhattan implica a un círculo, de acuerdo a la fiscalía, que utilizaba salones de masajes y balnearios como fachadas para la prostitución. Algunas de las mujeres residían legalmente en Estados Unidos. Otras, de acuerdo al gobierno, fueron introducidas al país por mediadores (más precisamente son traficantes o vendedores de carne) que les dieron pasaportes, visados y otros documentos falsos.
Elie Honig, fiscal asistente federal, dijo que las mujeres que eran traídas ilegalmente eran obligadas a ejercer la prostitución para ganar dinero "para pagar las decenas de miles de dólares que cobran los agentes a las mujeres por traerlas a Estados Unidos".
Dijo al jurado: "Estamos hablando de una red regional de negocios en todo el nordeste de Estados Unidos y más allá y que implica el transporte y venta de mujeres".
Un jurado decidirá si las cinco acusadas en el caso -todas mujeres coreanas y acusadas de montar empresas dedicadas a la prostitución- son culpables. Pero las actividades denunciadas por el gobierno reflejan el tráfico sexual y la prostitución organizada que se realiza a gran escala aquí en Estados Unidos y en todo el mundo.
No hay nada bueno en torno a estas actividades. Se cree que más de dieciocho mil extranjeros entran ilegalmente a Estados Unidos todos los años. De acuerdo al Departamento de Estado, un ochenta por ciento de la gente ingresada ilegalmente son mujeres y niños, de los cuales una abrumadora mayoría son traficados para fines sexuales.
Aquellos que piensan que la mayoría de las mujeres en la prostitución están ahí por voluntad propia, se equivocan. Los estudios han mostrado consistentemente que la mayoría quiere dejar ese negocio. Los apologistas adoran difundir la fantasía de la puta feliz. Pero el mundo de las prostitutas está normalmente lleno de chulos, sádicos, psicópatas, drogadictos, criminales violentos y enfermedades.
Jody Williams es una ex prostituta que dirige un grupo de apoyo llamado Trabajadoras Sexuales Anónimas [Sex Workers Anonymous]. Pocas mujeres quieren trabajar como prostitutas, me dijo, y casi todas quieren dejarlo.
"Quieren dejarlo por razones obvias", dijo. "El peligro. El estrés físico y emocional. El efecto que tiene. La vergüenza".
No dijo que llevara una buena vida. Hablando a través de un intérprete, se refirió a una época en el D.C. cuando conocía a un cliente que era "como un paciente mental, un psicópata". Asustada, no quiso saber nada más de él. Pero dijo que la mujer que llevaba el burdel le había asegurado que todo saldría bien.
Estaba bien si se lo contrastaba con el Hannibal Lecter. El cliente arañó a la mujer, le rajó la piel, despellejándole la espalda y otras partes de su cuerpo. Quedó muy maltratada.
De acuerdo al gobierno, la mujer fue cogida por una red de prostitución y tráfico de mujeres que explotaba despiadadamente a jóvenes coreanas, algunas de las cuales "fueron ingresadas ilegalmente al país".
En otras épocas, el comercio de esclavos era realizado abiertamente, con anuncios colocados en lugares prominentes y con desfiles de esclavos, a menudo en subastas públicas, donde eran examinados como si fuesen animales. Los traficantes de sexo de hoy, herederos de esa tradición, tratan de mantener ocultas sus actividades, aunque el resto del comercio sexual, la venta de servicios femeninos, se anuncia en una escala que sólo puede ser caracterizada como colosal.
Como sociedad, nos repele la esclavitud de tiempos pasados. Pero el transporte en masa de niñas y mujeres a través de fronteras internacionales y en Estados Unidos -para trabajar como prostitutas bajo condiciones que, generalmente, son coercitivas en el mejor de los casos-, provoca poco revuelo.
Si hojeamos las páginas amarillas de algunas ciudades norteamericanas, encontramos páginas y páginas de anuncios como "Chica Coreana, 18 - Pagable", "Muñecas coranas y japonesas -Servicio Completo", "Muñeca China Recién Mayor de Edad -Guapa y Menuda".
En la red y en revistas se encuentran cantidades asombrosas de anuncios similares. Miles y miles de mujeres han sido traídas aquí desde Asia y otros países y canalizadas hacia el comercio sexual, uniéndose a las que ya estaban aquí y en el negocio, pero incapaces de satisfacer una feroz demanda.
A esta mercadería humana -importada o nacional- la hacen desfilar. Las mujeres son examinadas y tratadas como animales.
Lo que importa recordar la dimensión en que el comercio sexual implica esclavitud (secuestro y violación), maltratos físicos generalizados, la obligación de trabajar por contrato, la explotación de menores de edad y muchas otras formas de coerción. Esta variación moderna del antiguo tema de la esclavitud florece en gran parte debido a la indiferencia del resto de nosotros, y a la misoginia que perpetúa una visión de las mujeres -de todas las mujeres- como artículos sexuales.
El caso en la corte federal de Manhattan implica a un círculo, de acuerdo a la fiscalía, que utilizaba salones de masajes y balnearios como fachadas para la prostitución. Algunas de las mujeres residían legalmente en Estados Unidos. Otras, de acuerdo al gobierno, fueron introducidas al país por mediadores (más precisamente son traficantes o vendedores de carne) que les dieron pasaportes, visados y otros documentos falsos.
Elie Honig, fiscal asistente federal, dijo que las mujeres que eran traídas ilegalmente eran obligadas a ejercer la prostitución para ganar dinero "para pagar las decenas de miles de dólares que cobran los agentes a las mujeres por traerlas a Estados Unidos".
Dijo al jurado: "Estamos hablando de una red regional de negocios en todo el nordeste de Estados Unidos y más allá y que implica el transporte y venta de mujeres".
Un jurado decidirá si las cinco acusadas en el caso -todas mujeres coreanas y acusadas de montar empresas dedicadas a la prostitución- son culpables. Pero las actividades denunciadas por el gobierno reflejan el tráfico sexual y la prostitución organizada que se realiza a gran escala aquí en Estados Unidos y en todo el mundo.
No hay nada bueno en torno a estas actividades. Se cree que más de dieciocho mil extranjeros entran ilegalmente a Estados Unidos todos los años. De acuerdo al Departamento de Estado, un ochenta por ciento de la gente ingresada ilegalmente son mujeres y niños, de los cuales una abrumadora mayoría son traficados para fines sexuales.
Aquellos que piensan que la mayoría de las mujeres en la prostitución están ahí por voluntad propia, se equivocan. Los estudios han mostrado consistentemente que la mayoría quiere dejar ese negocio. Los apologistas adoran difundir la fantasía de la puta feliz. Pero el mundo de las prostitutas está normalmente lleno de chulos, sádicos, psicópatas, drogadictos, criminales violentos y enfermedades.
Jody Williams es una ex prostituta que dirige un grupo de apoyo llamado Trabajadoras Sexuales Anónimas [Sex Workers Anonymous]. Pocas mujeres quieren trabajar como prostitutas, me dijo, y casi todas quieren dejarlo.
"Quieren dejarlo por razones obvias", dijo. "El peligro. El estrés físico y emocional. El efecto que tiene. La vergüenza".
28 de octubre de 2007
©new york times
©traducción mQh
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