visión de un mundo compasivo
[Dalai Lama] Debemos enfrentarnos al mundo con corazón y mente templados por la compasión.
La fuerza fruta no podrá doblegar jamás el fundamental anhelo humano de libertad. Las miles de personas que en las últimas décadas han marchado en las ciudades de Europa del Este, la firme determinación de la gente de mi tierra del Tibet y las recientes manifestaciones en Birmania son potentes recordatorios de esta verdad. La libertad es la fuente misma de creatividad y desarrollo humano. No es suficiente, como asumieron los sistemas comunistas, proveer a la gente de alimento, vivienda y ropa. Si tenemos estas cosas, pero carecemos del precioso aire de la libertad para sostener nuestra naturaleza más profunda, sólo somos mitad humanos.
En el pasado, los pueblos oprimidos recurrían a menudo a la violencia en su lucha por la libertad. Pero visionarios como Mahatma Gandhi y el Reverendo Martin Luther King Jr. nos han mostrado que se pueden lograr cambios de manera no violenta. Yo creo que, en el nivel humano más básico, la mayoría de nosotros queremos ser pacíficos. En el fondo, lo que queremos es un crecimiento constructivo y fructífero, y repudiamos la destrucción.
Hoy mucha gente está de acuerdo en que necesitamos reducir la violencia en nuestra sociedad. Si somos realmente serios sobre este asunto, debemos tratar las raíces de la violencia, especialmente las que existen dentro de cada uno de nosotros. Necesitamos hacer nuestro el ‘desarme interno', reducir nuestras propias emociones de desconfianza, odio y hostilidad hacia nuestras hermanas y hermanos.
Además, debemos reexaminar cómo nos relacionamos con la cuestión misma del uso de la violencia en el mundo tan profundamente interconectado de hoy. A veces uno puede creer que puede resolver con fuerza rápidamente un problema, pero a menudo el éxito se alcanza a expensas de los derechos y del bienestar de otros. Se puede resolver un problema, pero se planta al mismo tiempo la semilla de otro, abriendo así un nuevo capítulo en un ciclo de violencia y contraviolencia.
Desde la Revolución del Terciopelo en la antigua Checoslovaquia al popular movimiento en pro de la democracia en Filipinas, el mundo ha visto cómo una estrategia no violenta puede conducir a cambios políticos positivos. Pero la práctica genuina de la no violencia todavía está en su fase experimental. Si este experimento tiene éxito, puede abrir el camino para un mundo más pacífico. Necesitamos idear un modo más realista de resolver conflictos humanos, un modo que esté en sintonía con la nueva realidad de fuerte interdependencia en la que los viejos conceptos de ‘ellos' y ‘nosotros' ya no son relevantes. La idea misma de anhelar la victoria total de la propia causa y la derrota total del enemigo es insostenible. En los conflictos violentos, a menudo los inocentes son las primeras víctimas, como nos lo recuerdan dolorosamente la guerra de Iraq y la crisis en Darfur, Sudán. Hoy, la única solución viable de los conflictos humanos es el diálogo y la reconciliación, basado en el espíritu de compromiso.
Muchos de los problemas que tenemos hoy son propia obra nuestra. Creo que una de las causas primeras de estos problemas hechos por el hombre es la incapacidad de los humanos de controlar sus excitadas mentes y corazones -una zona en la que las enseñanzas de las grandes religiones del mundo tienen mucho que decir.
Un científico de Chile me dijo una vez que es inadecuado que un científico se apegue a su particular campo de estudio, porque eso minaría su objetividad. Yo soy un budista practicante, pero si mezclo mi devoción por el budismo con una predilección por él, mi mente estará predispuesta hacia él. Una mente predispuesta no ve nunca toda la historia, y toda acción que emprenda no estará nunca en sintonía con la realidad. Si los religiosos practicantes pudieran acatar el consejo de este científico y se refrenaran de sentirse apegados a sus propias tradiciones religiosas, podría prevenir el crecimiento del fundamentalismo. También permitiría que esos seguidores respetaran genuinamente otras tradiciones religiosas, aparte de las suyas propias. Digo a menudo que mientras uno puede adherir al principio de ‘una verdad, una religión' a nivel de la fe personal, deberíamos al mismo tiempo respetar el principio de ‘muchas verdades, muchas religiones' en el contexto de una sociedad más amplia. Yo no veo contradicción entre estas dos cosas.
No quiero sugerir que la religión sea indispensable para un modo de vida sólido y ético ni, igualmente, para una felicidad genuina. Al final, sea que uno sea creyente o no-creyente, lo que importa es que uno sea una persona buena, servicial y cariñosa. La esencia de la enseñanza de todas las grandes religiones del mundo es una profunda sensación de preocuparse de los otros, sobre la base de un profundo sentido de la interconexión. En mis viajes, siempre considero que mi misión más importante es el fomento de las cualidades humanas básicas de bondad -la necesidad de, y el aprecio por el valor del amor, nuestra capacidad natural de sentir compasión y la necesidad de empatía. Por más que las caras sean nuevas o diferentes las ropas y conductas, no hay una división significativa entre nosotros y la otra gente.
Cuando vi por primera vez una fotografía de la Tierra tomada desde el espacio exterior, me hizo darme cuenta de lo pequeño y frágil que es nuestro planeta y lo pequeñas que son nuestras riñas. En medio de nuestras diferencias percibidas, tendemos a olvidar que las diferentes religiones del mundo, sus diferentes ideologías y sistemas políticos debían atender a seres humanos, no destruirlos. Cuando viajé a la ex Unión Soviética a fines de los años setenta, presencié una paranoia generalizada, incluso entre gente corriente que temía que el Occidente les odiara tanto que estaba dispuesto a invadir su país. Por supuesto, yo sabía que esto era mera proyección.
Hoy más que nunca necesitamos hacer de este reconocimiento fundamental de la esencial unicidad de la humanidad, el fundamento de nuestra perspectiva sobre el mundo y sus habitantes. Desde la peligrosa tasa de calentamiento global a la creciente brecha entre ricos y pobres, desde el surgimiento del terrorismo global a los conflictos regionales, necesitamos un cambio fundamental en nuestras actitudes y nuestra conciencia -una visión más amplia y más holística.
Como sociedad, necesitamos cambiar nuestra actitud básica en cuanto a cómo educamos a las generaciones jóvenes. Falta algo fundamental en nuestra educación moderna cuando se trata de educar al corazón humano. Mientras la gente aprende a explorar esta importante cuestión, mi esperanza es que seamos capaces de resolver el actual desequilibrio entre el desarrollo de nuestro cerebro y el desarrollo de nuestro corazón.
Para fomentar una mayor compasión, debemos prestar especial atención al papel de las mujeres. Dado que las madres llevan el feto durante meses en sus propios cuerpos, desde un punto de vista biológico las mujeres en general pueden poseer una mayor sensibilidad de corazón y capacidad de empatía. Mi primer maestro en amor y compasión fue mi propia madre, que me dio un máximo de amor. No quiero reforzar de ninguna manera la visión tradicional de que el lugar de la mujer es la casa. Creo que ha llegado la hora de que las mujeres desempeñen roles más activos en todos los ámbitos de la sociedad, en una época en que la educación y las capacidades de la mente, y no la fortaleza física, definen el liderato. Esto podría ayudarnos a crear una sociedad más equitativa y más compasiva.
En general, me siento optimista acerca del futuro. En los años cincuenta y sesenta, la gente creía que la guerra era la condición inevitable de la humanidad y que los conflictos debían ser resueltos mediante la fuerza. Hoy, pese a los conflictos en curso y a la amenaza del terrorismo, la mayoría de la gente está realmente preocupada acerca de la paz mundial, mucho menos interesada en el planteamiento de ideologías y mucho más comprometida con la coexistencia.
Los rápidos cambios en nuestra actitud hacia la Tierra son también una fuente de esperanza. Hasta hace poco, consumíamos irreflexivamente sus recursos como si estos no tuvieran fin. Ahora no solo individuos sino también gobiernos están buscando un nuevo orden ecológico. A menudo bromeo diciendo que la luna y las estrellas se ven bonitas, pero si tratáramos de vivir en ellas la pasaríamos muy mal. Este azul planeta nuestro es el hábitat más maravilloso que conocemos. Su vida es la nuestra, su futuro nuestro futuro. Ahora la Madre Naturaleza nos está diciendo que debemos cooperar. Frente a problemas globales como el efecto invernadero y el deterioro de la capa de ozono, las organizaciones individuales y las naciones solas son impotentes. Nuestra madre nos está enseñando una lección en responsabilidad universal.
El siglo veinte se ha convertido en un siglo de derramamiento de sangre; pese a sus inicios vacilantes, el siglo veintiuno debería ser un siglo de diálogo, uno en el que la compasión, la semilla de la no-violencia, podrá florecer. Pero las buenas intenciones no son suficientes. Debemos resolver seriamente la urgente cuestión de la proliferación de las armas nucleares y hacer esfuerzos mundiales hacia un mayor desarme externo.
Grandes movimientos humanos surgen de iniciativas humanas individuales. Si crees que tu participación es innecesaria, la persona junto a ti también se sentirá desalentada, y se perderá una gran oportunidad. Por otro lado, cada uno de nosotros puede inspirar a otros simplemente trabajando para desarrollar nuestras propias motivaciones altruistas -y enfrentarnos al mundo con corazón y mente templados por la compasión.
En el pasado, los pueblos oprimidos recurrían a menudo a la violencia en su lucha por la libertad. Pero visionarios como Mahatma Gandhi y el Reverendo Martin Luther King Jr. nos han mostrado que se pueden lograr cambios de manera no violenta. Yo creo que, en el nivel humano más básico, la mayoría de nosotros queremos ser pacíficos. En el fondo, lo que queremos es un crecimiento constructivo y fructífero, y repudiamos la destrucción.
Hoy mucha gente está de acuerdo en que necesitamos reducir la violencia en nuestra sociedad. Si somos realmente serios sobre este asunto, debemos tratar las raíces de la violencia, especialmente las que existen dentro de cada uno de nosotros. Necesitamos hacer nuestro el ‘desarme interno', reducir nuestras propias emociones de desconfianza, odio y hostilidad hacia nuestras hermanas y hermanos.
Además, debemos reexaminar cómo nos relacionamos con la cuestión misma del uso de la violencia en el mundo tan profundamente interconectado de hoy. A veces uno puede creer que puede resolver con fuerza rápidamente un problema, pero a menudo el éxito se alcanza a expensas de los derechos y del bienestar de otros. Se puede resolver un problema, pero se planta al mismo tiempo la semilla de otro, abriendo así un nuevo capítulo en un ciclo de violencia y contraviolencia.
Desde la Revolución del Terciopelo en la antigua Checoslovaquia al popular movimiento en pro de la democracia en Filipinas, el mundo ha visto cómo una estrategia no violenta puede conducir a cambios políticos positivos. Pero la práctica genuina de la no violencia todavía está en su fase experimental. Si este experimento tiene éxito, puede abrir el camino para un mundo más pacífico. Necesitamos idear un modo más realista de resolver conflictos humanos, un modo que esté en sintonía con la nueva realidad de fuerte interdependencia en la que los viejos conceptos de ‘ellos' y ‘nosotros' ya no son relevantes. La idea misma de anhelar la victoria total de la propia causa y la derrota total del enemigo es insostenible. En los conflictos violentos, a menudo los inocentes son las primeras víctimas, como nos lo recuerdan dolorosamente la guerra de Iraq y la crisis en Darfur, Sudán. Hoy, la única solución viable de los conflictos humanos es el diálogo y la reconciliación, basado en el espíritu de compromiso.
Muchos de los problemas que tenemos hoy son propia obra nuestra. Creo que una de las causas primeras de estos problemas hechos por el hombre es la incapacidad de los humanos de controlar sus excitadas mentes y corazones -una zona en la que las enseñanzas de las grandes religiones del mundo tienen mucho que decir.
Un científico de Chile me dijo una vez que es inadecuado que un científico se apegue a su particular campo de estudio, porque eso minaría su objetividad. Yo soy un budista practicante, pero si mezclo mi devoción por el budismo con una predilección por él, mi mente estará predispuesta hacia él. Una mente predispuesta no ve nunca toda la historia, y toda acción que emprenda no estará nunca en sintonía con la realidad. Si los religiosos practicantes pudieran acatar el consejo de este científico y se refrenaran de sentirse apegados a sus propias tradiciones religiosas, podría prevenir el crecimiento del fundamentalismo. También permitiría que esos seguidores respetaran genuinamente otras tradiciones religiosas, aparte de las suyas propias. Digo a menudo que mientras uno puede adherir al principio de ‘una verdad, una religión' a nivel de la fe personal, deberíamos al mismo tiempo respetar el principio de ‘muchas verdades, muchas religiones' en el contexto de una sociedad más amplia. Yo no veo contradicción entre estas dos cosas.
No quiero sugerir que la religión sea indispensable para un modo de vida sólido y ético ni, igualmente, para una felicidad genuina. Al final, sea que uno sea creyente o no-creyente, lo que importa es que uno sea una persona buena, servicial y cariñosa. La esencia de la enseñanza de todas las grandes religiones del mundo es una profunda sensación de preocuparse de los otros, sobre la base de un profundo sentido de la interconexión. En mis viajes, siempre considero que mi misión más importante es el fomento de las cualidades humanas básicas de bondad -la necesidad de, y el aprecio por el valor del amor, nuestra capacidad natural de sentir compasión y la necesidad de empatía. Por más que las caras sean nuevas o diferentes las ropas y conductas, no hay una división significativa entre nosotros y la otra gente.
Cuando vi por primera vez una fotografía de la Tierra tomada desde el espacio exterior, me hizo darme cuenta de lo pequeño y frágil que es nuestro planeta y lo pequeñas que son nuestras riñas. En medio de nuestras diferencias percibidas, tendemos a olvidar que las diferentes religiones del mundo, sus diferentes ideologías y sistemas políticos debían atender a seres humanos, no destruirlos. Cuando viajé a la ex Unión Soviética a fines de los años setenta, presencié una paranoia generalizada, incluso entre gente corriente que temía que el Occidente les odiara tanto que estaba dispuesto a invadir su país. Por supuesto, yo sabía que esto era mera proyección.
Hoy más que nunca necesitamos hacer de este reconocimiento fundamental de la esencial unicidad de la humanidad, el fundamento de nuestra perspectiva sobre el mundo y sus habitantes. Desde la peligrosa tasa de calentamiento global a la creciente brecha entre ricos y pobres, desde el surgimiento del terrorismo global a los conflictos regionales, necesitamos un cambio fundamental en nuestras actitudes y nuestra conciencia -una visión más amplia y más holística.
Como sociedad, necesitamos cambiar nuestra actitud básica en cuanto a cómo educamos a las generaciones jóvenes. Falta algo fundamental en nuestra educación moderna cuando se trata de educar al corazón humano. Mientras la gente aprende a explorar esta importante cuestión, mi esperanza es que seamos capaces de resolver el actual desequilibrio entre el desarrollo de nuestro cerebro y el desarrollo de nuestro corazón.
Para fomentar una mayor compasión, debemos prestar especial atención al papel de las mujeres. Dado que las madres llevan el feto durante meses en sus propios cuerpos, desde un punto de vista biológico las mujeres en general pueden poseer una mayor sensibilidad de corazón y capacidad de empatía. Mi primer maestro en amor y compasión fue mi propia madre, que me dio un máximo de amor. No quiero reforzar de ninguna manera la visión tradicional de que el lugar de la mujer es la casa. Creo que ha llegado la hora de que las mujeres desempeñen roles más activos en todos los ámbitos de la sociedad, en una época en que la educación y las capacidades de la mente, y no la fortaleza física, definen el liderato. Esto podría ayudarnos a crear una sociedad más equitativa y más compasiva.
En general, me siento optimista acerca del futuro. En los años cincuenta y sesenta, la gente creía que la guerra era la condición inevitable de la humanidad y que los conflictos debían ser resueltos mediante la fuerza. Hoy, pese a los conflictos en curso y a la amenaza del terrorismo, la mayoría de la gente está realmente preocupada acerca de la paz mundial, mucho menos interesada en el planteamiento de ideologías y mucho más comprometida con la coexistencia.
Los rápidos cambios en nuestra actitud hacia la Tierra son también una fuente de esperanza. Hasta hace poco, consumíamos irreflexivamente sus recursos como si estos no tuvieran fin. Ahora no solo individuos sino también gobiernos están buscando un nuevo orden ecológico. A menudo bromeo diciendo que la luna y las estrellas se ven bonitas, pero si tratáramos de vivir en ellas la pasaríamos muy mal. Este azul planeta nuestro es el hábitat más maravilloso que conocemos. Su vida es la nuestra, su futuro nuestro futuro. Ahora la Madre Naturaleza nos está diciendo que debemos cooperar. Frente a problemas globales como el efecto invernadero y el deterioro de la capa de ozono, las organizaciones individuales y las naciones solas son impotentes. Nuestra madre nos está enseñando una lección en responsabilidad universal.
El siglo veinte se ha convertido en un siglo de derramamiento de sangre; pese a sus inicios vacilantes, el siglo veintiuno debería ser un siglo de diálogo, uno en el que la compasión, la semilla de la no-violencia, podrá florecer. Pero las buenas intenciones no son suficientes. Debemos resolver seriamente la urgente cuestión de la proliferación de las armas nucleares y hacer esfuerzos mundiales hacia un mayor desarme externo.
Grandes movimientos humanos surgen de iniciativas humanas individuales. Si crees que tu participación es innecesaria, la persona junto a ti también se sentirá desalentada, y se perderá una gran oportunidad. Por otro lado, cada uno de nosotros puede inspirar a otros simplemente trabajando para desarrollar nuestras propias motivaciones altruistas -y enfrentarnos al mundo con corazón y mente templados por la compasión.
El Dalai Lama número 14, Tenzin Gyatso, es el líder espiritual del Tibet. Vive en Dharamsala, al norte de India, sede del gobierno tibetano en el exilio, desde 1959.
3 de noviembre de 2007
21 de octubre de 2007
©washington post
©traducción mQh
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