beatificaciones en españa
[Tracy Wilkinson] El Vaticano reconoce a 498 sacerdotes y religiosas asesinadas durante la Guerra Civil Española.
Vaticano. Amargos recuerdos de la guerra civil española estuvieron en el centro del escenario aquí el domingo cuando el Vaticano puso a 498 curas y monjas asesinadas en esa conflictiva época en el camino de la santidad.
La misa que reconoció a los hombres y mujeres católicos asesinados en la época de la guerra civil de 1936-1939 fue la ceremonia de beatificación más grande en la historia de la iglesia. Miles de peregrinos que viajaron desde España llenaron la Plaza de San Pedro, ondeando banderas amarillas y rojas y fotografías de los recientemente beatificados, a los que la iglesia considera mártires.
"Murieron por una España católica", se leía en una enorme pancarta.
Sin embargo, las beatificaciones han provocado polémica en España, donde algunos acusan al Vaticano de hacer política al reconocer a sólo uno de los protagonistas de la guerra.
Además, la oportunidad de la ceremonia, y el hecho de que se realizara en el Vaticano con la presencia del Papa Benedicto XVI, fue visto por muchos como un gesto motivado ideológicamente de rechazo al actual gobierno español de izquierdas.
La iglesia dice que los sacerdotes y religiosas, así como varios religiosos laicos, fueron asesinados por fuerzas de izquierdas debido a su catolicismo -"heroicos testigos de la fe", como los llamó el domingo el Papa.
Muchos en la iglesia católica española se identificaron con los fascistas conducidos por el general Francisco Franco, que derrocó al gobierno de izquierdas elegido, ganó la guerra y gobernó como dictador durante casi cuatro décadas, otorgando amplios poderes e influencia a la iglesia.
España sigue estando profundamente polarizada y está luchando tortuosamente para arreglar cuentas con su pasado. Esta semana, una disputada ‘ley de la memoria histórica' fue aprobada por el parlamento español, reconociendo del modo más comprehensivo hasta el momento las atrocidades del régimen de Franco, haciendo al mismo tiempo un guiño a aquellos asesinados por sus creencias religiosas. Financiará la exhumación de las fosas comunes de la época de Franco, pagará reparaciones a sus víctimas y anulará los juicios sumarios contra los opositores al régimen.
El Vaticano y los organizaciones dijeron que la ceremonia del domingo no era política.
"Beatificar a un mártir, o a un grupo de mártires, no tiene un significado político, sino exclusivamente religioso", dijo el cardenal español Julián Herranz, miembro de la ultraconservadora organización Opus Dei, que es especialmente fuerte en España, a un diario italiano.
El domingo tarde, hubo altercados entre grupos de manifestantes y fieles católicos frente a una iglesia conocida por su asociación con el Opus Dei. Los manifestantes exhibieron una pancarta que repetía una pintada que ha aparecido en toda España: "Aquellos que han matado, torturado y explotado no pueden ser beatificados". Acompañaban la pancarta con una réplica de ‘Guernica', de Picasso, la famosa pintura inspirada por la Guerra Civil Española. Los fieles rompieron la imagen que describe los horrores de la guerra cuando los dos grupos peleaban, informó la televisión italiana.
A diferencia de su predecesor, Juan Pablo II, Benedicto rara vez preside beatificaciones, de modo que su aparición en la ceremonia del domingo fue significativa. No asistió a la misa del domingo, pero cuando concluía se asomó en su balcón de la Plaza de San Pedro para bendecir a los fieles y saludar a los mártires y sus seguidores.
El martirologio, dijo, "es un testimonio que adquiere más importancia que nunca en las sociedades laicas de hoy".
"Las beatificaciones de hoy nos recuerdan la importancia de obedecer humildemente a nuestro Señor incluso hasta el punto de ofrecer nuestras vidas por la fe", agregó Benedicto.
España era en el pasado uno de los países más católicos de Europa. El actual gobierno del primer ministro José Luis Rodríguez Zapatero ha recortado el presupuesto de la iglesia católica en las escuelas públicas y apoyado un programa social liberal que incluye la reciente legalización de los matrimonios homosexuales y pasos para facilitar el aborto y el divorcio.
El cardenal José Saraiva Martins, un prelado portugués que dirige el departamento del Vaticano que supervisa el proceso de santificación, dirigió las beatificaciones del domingo y las utilizó para enfatizar la doctrina católica que dijo que estaba siendo desafiada en la España de hoy, incluyendo la necesidad honrar la vida "desde su concepción" y el matrimonio como la única unión entre un hombre y una mujer.
"Vivimos en una era en que los cristianos ven amenazada su identidad", dijo más tarde a Radio Vaticano, aludiendo a la guerra de España y agregando que los fieles no pueden vivir un "cristianismo indiferente".
La muchedumbre en la Plaza de San Pedro respondió extasiada ante la aparición del Papa. Muchos dijeron que era una reivindicación de sus historias.
"Durante años he estado esperando este día", dijo Eulalia Caldes, española en sus sesenta cuya tía religiosa, Catalina Caldes, fue asesinada en Barcelona el 23 de julio de 1936. Una familia protegió a Caldes de las milicias durante un tiempo, hasta que, temiendo por su propia seguridad, la entregaron.
"Este es un gran apoyo a nuestra iglesia, que ha estado algo deprimida en los últimos tiempos", dijo Aurora Serrano, 60, que vino de Toledo, España, para apoyar a Liberio González, un cura asesinado en agosto de 1936, a los cuarenta. Fue sacado de su casa frente a su aterrada madre y su cuerpo fue encontrado acribillado con más de cien balas, dijo Serrano.
Carmen Ibañez Sandín, 54, de Salamanca, vino a Roma con 37 familiares, todos emparentados a Primitivo Sandín, un sacerdote agustino asesinado el 28 de julio de 1936, a los 43.
Según cuenta la historia, los republicanos detuvieron a Sandín y otros miembros de la congregación. Suplicó por la vida de los tres jóvenes entre ellos, diciendo que como seminaristas no eran sacerdotes y no habían dicho nunca misa. Con eso, los milicianos ordenaron a Sandín pararse al frente del grupo y lo fusilaron.
"Eran ateos", dijo Ibañez Sandín sobre los republicanos. "Estaban contra la iglesia: fue el peor período de España".
Pero también dijo que en su extensa familia que asistía a la ceremonia del domingo, había católicos no practicantes tanto como devotos. Una pareja en la familia no había bautizado a su hijo. "Es la familia lo que nos une", dijo, mientras sus hijos ondeaban pequeñas banderas españolas de plástico.
Una beatificación particularmente polémica fue la del Padre Gabino Olaso Zabala, que también fue ultimado en agosto de 1936. Décadas antes había sido enviado a las Filipinas como misionero, donde testigos dijeron que Olaso estuvo implicado en la tortura de un sacerdote del que se decía que había apoyado la rebelión contra los ocupantes españoles del país.
El Padre Fernando Rojo, nacido en España, postulador, o encargado del caso de Olaso y de los otros sacerdotes agustinos, dijo que ese antecedente no era importante para la causa del mártir. No importa si Olaso fue o no un torturador: el hecho clave es que murió en su fe.
"Somos humanos, podemos tener defectos, pero a la hora de la verdad, la pregunta es si renunció o no a su fe", dijo Rojo en una entrevista anterior a la ceremonia del domingo.
Según las reglas de la iglesia, un mártir -alguien ultimado expresamente por sus creencias católicas- puede ser beatificado sin haber realizado un milagro. Sin embargo, para ser canonizado como santo a la persona se le debe atribuir un milagro, usualmente una cura médica inexplicable.
En España, los liberales de la iglesia y la clase política se quejaron por la beatificación. El grupo parlamentario de Izquierda Unida dijo que era "vengativa" y llamaron a la jerarquía española a pedir perdón por su largo apoyo del régimen de Franco.
Christian Networks, una organización paraguas de grupos eclesiásticos de izquierdas y activistas católicos de base, declaró: "Olvidar a los miles de maestros, sacerdotes, trabajadores, políticos y otros que murieron como víctimas de la represión franquista es no solo una injusticia sino que además hace imposible la reconciliación y la paz".
La misa que reconoció a los hombres y mujeres católicos asesinados en la época de la guerra civil de 1936-1939 fue la ceremonia de beatificación más grande en la historia de la iglesia. Miles de peregrinos que viajaron desde España llenaron la Plaza de San Pedro, ondeando banderas amarillas y rojas y fotografías de los recientemente beatificados, a los que la iglesia considera mártires.
"Murieron por una España católica", se leía en una enorme pancarta.
Sin embargo, las beatificaciones han provocado polémica en España, donde algunos acusan al Vaticano de hacer política al reconocer a sólo uno de los protagonistas de la guerra.
Además, la oportunidad de la ceremonia, y el hecho de que se realizara en el Vaticano con la presencia del Papa Benedicto XVI, fue visto por muchos como un gesto motivado ideológicamente de rechazo al actual gobierno español de izquierdas.
La iglesia dice que los sacerdotes y religiosas, así como varios religiosos laicos, fueron asesinados por fuerzas de izquierdas debido a su catolicismo -"heroicos testigos de la fe", como los llamó el domingo el Papa.
Muchos en la iglesia católica española se identificaron con los fascistas conducidos por el general Francisco Franco, que derrocó al gobierno de izquierdas elegido, ganó la guerra y gobernó como dictador durante casi cuatro décadas, otorgando amplios poderes e influencia a la iglesia.
España sigue estando profundamente polarizada y está luchando tortuosamente para arreglar cuentas con su pasado. Esta semana, una disputada ‘ley de la memoria histórica' fue aprobada por el parlamento español, reconociendo del modo más comprehensivo hasta el momento las atrocidades del régimen de Franco, haciendo al mismo tiempo un guiño a aquellos asesinados por sus creencias religiosas. Financiará la exhumación de las fosas comunes de la época de Franco, pagará reparaciones a sus víctimas y anulará los juicios sumarios contra los opositores al régimen.
El Vaticano y los organizaciones dijeron que la ceremonia del domingo no era política.
"Beatificar a un mártir, o a un grupo de mártires, no tiene un significado político, sino exclusivamente religioso", dijo el cardenal español Julián Herranz, miembro de la ultraconservadora organización Opus Dei, que es especialmente fuerte en España, a un diario italiano.
El domingo tarde, hubo altercados entre grupos de manifestantes y fieles católicos frente a una iglesia conocida por su asociación con el Opus Dei. Los manifestantes exhibieron una pancarta que repetía una pintada que ha aparecido en toda España: "Aquellos que han matado, torturado y explotado no pueden ser beatificados". Acompañaban la pancarta con una réplica de ‘Guernica', de Picasso, la famosa pintura inspirada por la Guerra Civil Española. Los fieles rompieron la imagen que describe los horrores de la guerra cuando los dos grupos peleaban, informó la televisión italiana.
A diferencia de su predecesor, Juan Pablo II, Benedicto rara vez preside beatificaciones, de modo que su aparición en la ceremonia del domingo fue significativa. No asistió a la misa del domingo, pero cuando concluía se asomó en su balcón de la Plaza de San Pedro para bendecir a los fieles y saludar a los mártires y sus seguidores.
El martirologio, dijo, "es un testimonio que adquiere más importancia que nunca en las sociedades laicas de hoy".
"Las beatificaciones de hoy nos recuerdan la importancia de obedecer humildemente a nuestro Señor incluso hasta el punto de ofrecer nuestras vidas por la fe", agregó Benedicto.
España era en el pasado uno de los países más católicos de Europa. El actual gobierno del primer ministro José Luis Rodríguez Zapatero ha recortado el presupuesto de la iglesia católica en las escuelas públicas y apoyado un programa social liberal que incluye la reciente legalización de los matrimonios homosexuales y pasos para facilitar el aborto y el divorcio.
El cardenal José Saraiva Martins, un prelado portugués que dirige el departamento del Vaticano que supervisa el proceso de santificación, dirigió las beatificaciones del domingo y las utilizó para enfatizar la doctrina católica que dijo que estaba siendo desafiada en la España de hoy, incluyendo la necesidad honrar la vida "desde su concepción" y el matrimonio como la única unión entre un hombre y una mujer.
"Vivimos en una era en que los cristianos ven amenazada su identidad", dijo más tarde a Radio Vaticano, aludiendo a la guerra de España y agregando que los fieles no pueden vivir un "cristianismo indiferente".
La muchedumbre en la Plaza de San Pedro respondió extasiada ante la aparición del Papa. Muchos dijeron que era una reivindicación de sus historias.
"Durante años he estado esperando este día", dijo Eulalia Caldes, española en sus sesenta cuya tía religiosa, Catalina Caldes, fue asesinada en Barcelona el 23 de julio de 1936. Una familia protegió a Caldes de las milicias durante un tiempo, hasta que, temiendo por su propia seguridad, la entregaron.
"Este es un gran apoyo a nuestra iglesia, que ha estado algo deprimida en los últimos tiempos", dijo Aurora Serrano, 60, que vino de Toledo, España, para apoyar a Liberio González, un cura asesinado en agosto de 1936, a los cuarenta. Fue sacado de su casa frente a su aterrada madre y su cuerpo fue encontrado acribillado con más de cien balas, dijo Serrano.
Carmen Ibañez Sandín, 54, de Salamanca, vino a Roma con 37 familiares, todos emparentados a Primitivo Sandín, un sacerdote agustino asesinado el 28 de julio de 1936, a los 43.
Según cuenta la historia, los republicanos detuvieron a Sandín y otros miembros de la congregación. Suplicó por la vida de los tres jóvenes entre ellos, diciendo que como seminaristas no eran sacerdotes y no habían dicho nunca misa. Con eso, los milicianos ordenaron a Sandín pararse al frente del grupo y lo fusilaron.
"Eran ateos", dijo Ibañez Sandín sobre los republicanos. "Estaban contra la iglesia: fue el peor período de España".
Pero también dijo que en su extensa familia que asistía a la ceremonia del domingo, había católicos no practicantes tanto como devotos. Una pareja en la familia no había bautizado a su hijo. "Es la familia lo que nos une", dijo, mientras sus hijos ondeaban pequeñas banderas españolas de plástico.
Una beatificación particularmente polémica fue la del Padre Gabino Olaso Zabala, que también fue ultimado en agosto de 1936. Décadas antes había sido enviado a las Filipinas como misionero, donde testigos dijeron que Olaso estuvo implicado en la tortura de un sacerdote del que se decía que había apoyado la rebelión contra los ocupantes españoles del país.
El Padre Fernando Rojo, nacido en España, postulador, o encargado del caso de Olaso y de los otros sacerdotes agustinos, dijo que ese antecedente no era importante para la causa del mártir. No importa si Olaso fue o no un torturador: el hecho clave es que murió en su fe.
"Somos humanos, podemos tener defectos, pero a la hora de la verdad, la pregunta es si renunció o no a su fe", dijo Rojo en una entrevista anterior a la ceremonia del domingo.
Según las reglas de la iglesia, un mártir -alguien ultimado expresamente por sus creencias católicas- puede ser beatificado sin haber realizado un milagro. Sin embargo, para ser canonizado como santo a la persona se le debe atribuir un milagro, usualmente una cura médica inexplicable.
En España, los liberales de la iglesia y la clase política se quejaron por la beatificación. El grupo parlamentario de Izquierda Unida dijo que era "vengativa" y llamaron a la jerarquía española a pedir perdón por su largo apoyo del régimen de Franco.
Christian Networks, una organización paraguas de grupos eclesiásticos de izquierdas y activistas católicos de base, declaró: "Olvidar a los miles de maestros, sacerdotes, trabajadores, políticos y otros que murieron como víctimas de la represión franquista es no solo una injusticia sino que además hace imposible la reconciliación y la paz".
wilkinson@latimes.com
2 de noviembre de 2007
29 de octubre de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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