para qué sirven los expertos
columna de mérici
Después de leer lo que enseguida comentaré, la respuesta debería ser: Para nada. Pero la realidad es todavía peor, pues las asesorías, recomendaciones e instrucciones de expertos internacionales mantuvieron a Malawi durante largos años al borde de su extinción, causando la muerte por hambre y sus secuelas médicas a cientos de miles de sus habitantes.
Malawi es un país al sureste de África, ex protectorado británico, con unos trece millones de habitantes. Vivió bajo el imperio de un Presidente Vitalicio y goza de una democracia multipartidista desde 1994. Su economía es básicamente de subsistencia. Sus principales productos son el maíz, el azúcar, las patatas, el plátano, el tabaco y el té (wikipedia).
En 2005 tuvo una espantosa sequía que provocó una hambruna generalizada, debiendo subsistir la mayoría de sus habitantes de la ayuda exterior. Celia W. Dugger informa en el New York Times que, sin embargo, hoy Malawi tiene una producción agrícola tan abundante que está exportando alimentos a sus vecinos más pobres o en peores condiciones debido a cataclismos naturales o de hechura humana.
Y la razón de este brusco cambio son los fertilizantes.
Hasta 2005, Malawi estuvo implementando las políticas dictadas por el Banco Mundial y algunos países ricos de cuya ayuda Malawi había estado dependiendo, fundamentalmente Estados Unidos y Gran Bretaña. Sus asesores habían insistido en que el país implementara una política de libre mercado, reduciendo o eliminando los subsidios a los fertilizantes -pese a que Europa y Estados Unidos subsidian pesadamente a sus propios agricultores.
En ambos casos, los subsidios se otorgan para que los agricultores nacionales puedan permanecer siendo competitivos en el mercado internacional o para no sucumbir ante la competencia de productos extranjeros.
Para Malawi, sin embargo, en los años ochenta y noventa estos expertos occidentales habían recomendado eliminar completamente los subsidios a la agricultura, pese al hecho de que la población depende casi enteramente de la producción agrícola para subsistir.
Con una población extremadamente pobre (menos de 380 dólares per cápita anuales a septiembre de 2006), las tierras no fertilizadas y sobre-explotadas se agotaron, provocando, junto con las periódicas sequías y la incapacidad de dejar las tierras agrícolas en barbecho, una hambruna que afectó a toda la población del país. Los campesinos simplemente no contaban, ni cuentan, con los medios para adquirir ni fertilizantes ni semillas importadas, pese a que estamos hablando de importes que son realmente mínimos.
El gobierno no podía asistir a los campesinos llevándoles ayuda bajo la forma de fertilizantes, semillas, capacitación o créditos, porque expertos del Banco Mundial y de Estados Unidos como principal país donante, se oponían a ello.
Así, la terrible hambruna de 2005, y las anteriores, fueron en realidad producto de los sabios consejos de los expertos internacionales.
Y lo que tenían los expertos en mente era nada menos que, según declaró la economista Jane Harrigan, de la Universidad de Londres, obligar a los campesinos malawianos a abandonar los cultivos de subsistencia para dedicar las tierras a los cultivos comerciales de exportación y utilizar las divisas extranjeras para importar nada menos que los alimentos que dejaría de producir.
Lo menos que se puede decir de este plan es que es de una increíble estupidez. Y esta estupidez -para no presuponer mala fe- la tuvieron que pagar con su vida, debido al hambre y su secuela de enfermedades, decenas o quizás cientos de miles de malawianos desde que los expertos intentaran, desde los años ochenta, implementar el insensato plan.
En 2005, su nuevo presidente Bingu wa Mutharika, decidió ignorar a los expertos y las recomendaciones del Banco Mundial y de los consultores norteamericanos. Empezó a otorgar masivamente subsidios a los campesinos para la compra de fertilizantes no orgánicos, semillas mejoradas y créditos.
Y se produjo el milagro: la producción de maíz, el cultivo básico del país, pasó de 1.2 millones de toneladas métricas en 2005, a 2.7 millones en 2006 y 3.4 millones en 2007. Hoy, Malawi exporta maíz.
Junto con el milagro, que fue ayudado por una temporada de abundantes lluvias, se constató pues que las hambrunas anteriores se debieron en parte a las insensatas recomendaciones de los expertos, a la sequía y otras catástrofes naturales -como inundaciones- y a la codicia y corrupción de su propia clase política.
Para cuando la hambruna de 2001-2002, los malawianos se enteraron que se habían quedado sin las reservas tradicionales de maíz porque sus ministros y funcionarios la habían simplemente vendido para embolsarse los beneficios en sus bolsillos.
Bizarramente, los buenos resultados de la economía agrícola de Malawi, el fin de la hambruna y sus enfermedades típicas, la reducción de la malnutrición y mortalidad infantil y el hecho de que el país esté ahora exportando maíz a países vecinos en problemas urgentes similares a los que vivió, no han causado la alegría de Estados Unidos, que se sigue oponiendo al subsidio de la agricultura malawi.
Para los expertos norteamericanos era más atractivo usar a Malawi de depósito de los granos excedentes de Estados Unidos, para mantener el nivel de precios al que estaban acostumbrados y proteger a sus agricultores, mientras obligaba a Malawi a desamparar a los suyos y empujarles a morir de inanición.
Lo único que hizo Estados Unidos fue contribuir a pagar al otro equipo de expertos que estudió las consecuencias de la política del gobierno malawi. Pero sus positivas conclusiones del papel jugado por los subsidios a los agricultores malawianos no han sido bien recibidas por Estados Unidos, que sigue insistiendo en que el milagro de la economía malawi se debió exclusivamente a las lluvias.
Otros expertos dicen que eso, sin el uso de fertilizantes no orgánicos y semillas mejoradas es simplemente imposible.
Así que Malawi y otros países del mundo que sin duda seguirán su ejemplo, han descubierto que los expertos occidentales no sólo son o han sido los creadores de políticas ineficientes, sino los responsables directos de las peores crisis alimentarias de ese y otros países del África subsahariana.
El Banco Mundial aplicó un programa de hambruna inducida para obligar a los campesinos a acatar sus recomendaciones y dedicarse a los cultivos comerciales de exportación.
¿Para qué sirven los expertos? Después de leer lo anterior, la respuesta debería ser: Para nada. Pero la realidad es todavía peor.
[new york times]
[mQh]
[mérici]
Malawi es un país al sureste de África, ex protectorado británico, con unos trece millones de habitantes. Vivió bajo el imperio de un Presidente Vitalicio y goza de una democracia multipartidista desde 1994. Su economía es básicamente de subsistencia. Sus principales productos son el maíz, el azúcar, las patatas, el plátano, el tabaco y el té (wikipedia).
En 2005 tuvo una espantosa sequía que provocó una hambruna generalizada, debiendo subsistir la mayoría de sus habitantes de la ayuda exterior. Celia W. Dugger informa en el New York Times que, sin embargo, hoy Malawi tiene una producción agrícola tan abundante que está exportando alimentos a sus vecinos más pobres o en peores condiciones debido a cataclismos naturales o de hechura humana.
Y la razón de este brusco cambio son los fertilizantes.
Hasta 2005, Malawi estuvo implementando las políticas dictadas por el Banco Mundial y algunos países ricos de cuya ayuda Malawi había estado dependiendo, fundamentalmente Estados Unidos y Gran Bretaña. Sus asesores habían insistido en que el país implementara una política de libre mercado, reduciendo o eliminando los subsidios a los fertilizantes -pese a que Europa y Estados Unidos subsidian pesadamente a sus propios agricultores.
En ambos casos, los subsidios se otorgan para que los agricultores nacionales puedan permanecer siendo competitivos en el mercado internacional o para no sucumbir ante la competencia de productos extranjeros.
Para Malawi, sin embargo, en los años ochenta y noventa estos expertos occidentales habían recomendado eliminar completamente los subsidios a la agricultura, pese al hecho de que la población depende casi enteramente de la producción agrícola para subsistir.
Con una población extremadamente pobre (menos de 380 dólares per cápita anuales a septiembre de 2006), las tierras no fertilizadas y sobre-explotadas se agotaron, provocando, junto con las periódicas sequías y la incapacidad de dejar las tierras agrícolas en barbecho, una hambruna que afectó a toda la población del país. Los campesinos simplemente no contaban, ni cuentan, con los medios para adquirir ni fertilizantes ni semillas importadas, pese a que estamos hablando de importes que son realmente mínimos.
El gobierno no podía asistir a los campesinos llevándoles ayuda bajo la forma de fertilizantes, semillas, capacitación o créditos, porque expertos del Banco Mundial y de Estados Unidos como principal país donante, se oponían a ello.
Así, la terrible hambruna de 2005, y las anteriores, fueron en realidad producto de los sabios consejos de los expertos internacionales.
Y lo que tenían los expertos en mente era nada menos que, según declaró la economista Jane Harrigan, de la Universidad de Londres, obligar a los campesinos malawianos a abandonar los cultivos de subsistencia para dedicar las tierras a los cultivos comerciales de exportación y utilizar las divisas extranjeras para importar nada menos que los alimentos que dejaría de producir.
Lo menos que se puede decir de este plan es que es de una increíble estupidez. Y esta estupidez -para no presuponer mala fe- la tuvieron que pagar con su vida, debido al hambre y su secuela de enfermedades, decenas o quizás cientos de miles de malawianos desde que los expertos intentaran, desde los años ochenta, implementar el insensato plan.
En 2005, su nuevo presidente Bingu wa Mutharika, decidió ignorar a los expertos y las recomendaciones del Banco Mundial y de los consultores norteamericanos. Empezó a otorgar masivamente subsidios a los campesinos para la compra de fertilizantes no orgánicos, semillas mejoradas y créditos.
Y se produjo el milagro: la producción de maíz, el cultivo básico del país, pasó de 1.2 millones de toneladas métricas en 2005, a 2.7 millones en 2006 y 3.4 millones en 2007. Hoy, Malawi exporta maíz.
Junto con el milagro, que fue ayudado por una temporada de abundantes lluvias, se constató pues que las hambrunas anteriores se debieron en parte a las insensatas recomendaciones de los expertos, a la sequía y otras catástrofes naturales -como inundaciones- y a la codicia y corrupción de su propia clase política.
Para cuando la hambruna de 2001-2002, los malawianos se enteraron que se habían quedado sin las reservas tradicionales de maíz porque sus ministros y funcionarios la habían simplemente vendido para embolsarse los beneficios en sus bolsillos.
Bizarramente, los buenos resultados de la economía agrícola de Malawi, el fin de la hambruna y sus enfermedades típicas, la reducción de la malnutrición y mortalidad infantil y el hecho de que el país esté ahora exportando maíz a países vecinos en problemas urgentes similares a los que vivió, no han causado la alegría de Estados Unidos, que se sigue oponiendo al subsidio de la agricultura malawi.
Para los expertos norteamericanos era más atractivo usar a Malawi de depósito de los granos excedentes de Estados Unidos, para mantener el nivel de precios al que estaban acostumbrados y proteger a sus agricultores, mientras obligaba a Malawi a desamparar a los suyos y empujarles a morir de inanición.
Lo único que hizo Estados Unidos fue contribuir a pagar al otro equipo de expertos que estudió las consecuencias de la política del gobierno malawi. Pero sus positivas conclusiones del papel jugado por los subsidios a los agricultores malawianos no han sido bien recibidas por Estados Unidos, que sigue insistiendo en que el milagro de la economía malawi se debió exclusivamente a las lluvias.
Otros expertos dicen que eso, sin el uso de fertilizantes no orgánicos y semillas mejoradas es simplemente imposible.
Así que Malawi y otros países del mundo que sin duda seguirán su ejemplo, han descubierto que los expertos occidentales no sólo son o han sido los creadores de políticas ineficientes, sino los responsables directos de las peores crisis alimentarias de ese y otros países del África subsahariana.
El Banco Mundial aplicó un programa de hambruna inducida para obligar a los campesinos a acatar sus recomendaciones y dedicarse a los cultivos comerciales de exportación.
¿Para qué sirven los expertos? Después de leer lo anterior, la respuesta debería ser: Para nada. Pero la realidad es todavía peor.
[new york times]
[mQh]
[mérici]
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