blancos y ricos contra morales
[Patrick J. McDonnell] El primer presidente indígena del país hace frente a las ricas regiones del este donde su visión de una Bolivia socialista encuentra oídos sordos.
Santa Cruz, Bolivia. Las pintadas en las murallas de esta frondosa ciudad hablan de rebelión.
"¡Resistencia!", clama un lema. "¡Defenderemos nuestra libertad!", declara otro. Y este: "Evo morirá en Santa Cruz".
Este sería el presidente Evo Morales, el que en la fría capital administrativa andina de La Paz tiene su propio mensaje para las rebeldes tierras bajas.
"Quieren dividir a Bolivia, pero no les dejaremos", dijo Morales entre los vítores de sus seguidores este mes.
Dos años después de su histórica elección, el izquierdista Morales gobierna un país escindido por un enorme cisma cultural, geográfico y político.
Muchos bolivianos claman por un diálogo nacional significativo, algo que todo el mundo, desde el presidente hasta sus peores enemigos, dicen que apoyan. Las facciones se han atrincherado en sus posiciones, desperdiciando la oportunidad de hacer compromisos.
"En lugar de buscar soluciones reales y efectivas para la crisis de unidad e integración de Bolivia, los políticos ofrecen medidas superficiales que producen más polarización, racismo, violencia y conflictos", escribió en el diario La Razón el columnista Carlos Alarcón.
Las tensiones llegaron a un punto álgido en las últimas semanas tras la adopción por el gobierno de una nueva Constitución en medio del boicot de la oposición.
Santa Cruz y otros tres estados de las tierras bajas que contienen gran parte de los recursos del país, incluyendo sus extensos campos de gas natural, optaron por rechazar la nueva Constitución y exigir alguna forma de autonomía. Varios otros estados pueden estar encaminándose en la misma dirección.
‘Autonomía' es ciertamente la palabra más incendiaria en la Bolivia de hoy. Dependiendo del punto de vista que se adopte, es sinónimo de traición o libertad, un grito de guerra para partidarios y opositores de Morales por igual.
Aquí, en el corazón del movimiento por la autonomía, nadie parece capaz de definir qué significa autonomía. Pero sus partidarios tienen una cosa en claro: La exigencia de autonomía es un rechazo completo del gran plan de Morales de convertir a Bolivia en su propia versión de un estado socialista.
Mientras Morales proclama un tipo de igualitarismo andino, aquí los críticos ven en este un proyecto autoritario diseñado sobre el modelo del presidente venezolano Hugo Chávez, el principal aliado de Morales y patrocinador económico de la región.
"No queremos un dictadura de Hugo Chávez aquí", dijo Ricardo Cuellar, 25, uno de las decenas de miles de personas que se acercaron a la manifestación por la autonomía este mes para insultar a Morales.
Entre las muchas cosas sobre las que Morales y sus críticos no se pueden poner de acuerdo es la composición étnica del país.
Morales, el primer presidente indígena del país, proclama a menudo las virtudes de la mayoría indígena del país, una población concentrada en las tierras altas del occidente, su lugar de nacimiento.
Pero hay un furioso debate sobre si la población predominante en este país de nueve millones es la indígena o la mestiza, o la mixta. Se ha convertido en algo más que una pura discusión académica. Aquí en el este, hogar de una gran mezcla de gente de orígenes indígenas, europeos y otros, la militancia pro-indígena de Morales es considerada a menudo como una afrenta.
Pero los partidarios de Morales dicen que el intento de negar el predominio indígena en el país es una estratagema para encubrir siglos de opresión y pobreza sufridos por los habitantes originales de Bolivia y sus descendientes.
"Somos una sociedad donde el color de tu piel, tu origen étnico, forma parte de la definición de clase de la sociedad", dijo el vicepresidente Álvaro García Linera en una entrevista en su estudio de paredes cubiertas de libros en su apartamento en La Paz.
García, ex profesor universitario de ancestros europeos y ex guerrillero, acusa a los miembros de la elite de piel más blanca por lo que dice es el rechazo a ceder incluso una pequeña parte de sus privilegios.
"Tienen que entender que el estado ya no es una prolongación de sus haciendas", dijo García.
La limitación del tamaño de algunas propiedades rurales es uno de los temas sobre los que deberán votar los bolivianos en 2008, que se podría llamar el año de los referéndums. Se realizarán once votaciones nacionales y regionales.
"Es una locura, un caos", dijo Carlos Toranzo, analista político de La Paz. "Estamos en medio de un gran impasse político y territorial, y el país se ha convertido en un gimnasio electoral".
Importante en el programa de Morales es el referéndum revocatorio que dará a los bolivianos la posibilidad de revocarlo a él o a cualquiera de los nueve gobernadores con un voto de censura. El presidente dice que es un tipo de plebiscito sobre el liderazgo. Los críticos lo ven como una manera de purgar a los gobernadores de oposición, al tiempo que prolonga su propio mandato, porque es improbable que pierda.
Pero la gran elección es el referéndum sobre la nueva Constitución, el proyecto central del gobierno de Morales. Como hizo Chávez en Venezuela, Morales se está jugando su popularidad con la nueva Carta Magna para su país.
Morales alaba la Constitución propuesta como un modelo democrático que respeta la propiedad privada y protege los derechos individuales.
Los críticos creen que limita las libertades y extiende las atribuciones presidenciales.
Si Morales puede evitar el humillante rechazo que sufrió Chávez con el referéndum constitucional en Venezuela en 2007, es algo que está por verse. El presidente cuenta con un fuerte respaldo entre los pobres y las clases trabajadoras. Pero el descontento no se limita a los agricultores de la soya y a los rancheros del trópico oriental.
"Un gran segmento de la clase media urbana que votó por Evo ya no lo volverá a hacer", dijo Jim Shult, un norteamericano que dirige un instituto pro-democracia en Cochabamba.
"Un montón de gente todavía apoya a Evo cuando se trata de capacitar y dar más poder a los pobres, pero se ponen muy nerviosos cuando ven que Evo está tratando de cambiar las reglas del juego para su propio beneficio a largo plazo".
"¡Resistencia!", clama un lema. "¡Defenderemos nuestra libertad!", declara otro. Y este: "Evo morirá en Santa Cruz".
Este sería el presidente Evo Morales, el que en la fría capital administrativa andina de La Paz tiene su propio mensaje para las rebeldes tierras bajas.
"Quieren dividir a Bolivia, pero no les dejaremos", dijo Morales entre los vítores de sus seguidores este mes.
Dos años después de su histórica elección, el izquierdista Morales gobierna un país escindido por un enorme cisma cultural, geográfico y político.
Muchos bolivianos claman por un diálogo nacional significativo, algo que todo el mundo, desde el presidente hasta sus peores enemigos, dicen que apoyan. Las facciones se han atrincherado en sus posiciones, desperdiciando la oportunidad de hacer compromisos.
"En lugar de buscar soluciones reales y efectivas para la crisis de unidad e integración de Bolivia, los políticos ofrecen medidas superficiales que producen más polarización, racismo, violencia y conflictos", escribió en el diario La Razón el columnista Carlos Alarcón.
Las tensiones llegaron a un punto álgido en las últimas semanas tras la adopción por el gobierno de una nueva Constitución en medio del boicot de la oposición.
Santa Cruz y otros tres estados de las tierras bajas que contienen gran parte de los recursos del país, incluyendo sus extensos campos de gas natural, optaron por rechazar la nueva Constitución y exigir alguna forma de autonomía. Varios otros estados pueden estar encaminándose en la misma dirección.
‘Autonomía' es ciertamente la palabra más incendiaria en la Bolivia de hoy. Dependiendo del punto de vista que se adopte, es sinónimo de traición o libertad, un grito de guerra para partidarios y opositores de Morales por igual.
Aquí, en el corazón del movimiento por la autonomía, nadie parece capaz de definir qué significa autonomía. Pero sus partidarios tienen una cosa en claro: La exigencia de autonomía es un rechazo completo del gran plan de Morales de convertir a Bolivia en su propia versión de un estado socialista.
Mientras Morales proclama un tipo de igualitarismo andino, aquí los críticos ven en este un proyecto autoritario diseñado sobre el modelo del presidente venezolano Hugo Chávez, el principal aliado de Morales y patrocinador económico de la región.
"No queremos un dictadura de Hugo Chávez aquí", dijo Ricardo Cuellar, 25, uno de las decenas de miles de personas que se acercaron a la manifestación por la autonomía este mes para insultar a Morales.
Entre las muchas cosas sobre las que Morales y sus críticos no se pueden poner de acuerdo es la composición étnica del país.
Morales, el primer presidente indígena del país, proclama a menudo las virtudes de la mayoría indígena del país, una población concentrada en las tierras altas del occidente, su lugar de nacimiento.
Pero hay un furioso debate sobre si la población predominante en este país de nueve millones es la indígena o la mestiza, o la mixta. Se ha convertido en algo más que una pura discusión académica. Aquí en el este, hogar de una gran mezcla de gente de orígenes indígenas, europeos y otros, la militancia pro-indígena de Morales es considerada a menudo como una afrenta.
Pero los partidarios de Morales dicen que el intento de negar el predominio indígena en el país es una estratagema para encubrir siglos de opresión y pobreza sufridos por los habitantes originales de Bolivia y sus descendientes.
"Somos una sociedad donde el color de tu piel, tu origen étnico, forma parte de la definición de clase de la sociedad", dijo el vicepresidente Álvaro García Linera en una entrevista en su estudio de paredes cubiertas de libros en su apartamento en La Paz.
García, ex profesor universitario de ancestros europeos y ex guerrillero, acusa a los miembros de la elite de piel más blanca por lo que dice es el rechazo a ceder incluso una pequeña parte de sus privilegios.
"Tienen que entender que el estado ya no es una prolongación de sus haciendas", dijo García.
La limitación del tamaño de algunas propiedades rurales es uno de los temas sobre los que deberán votar los bolivianos en 2008, que se podría llamar el año de los referéndums. Se realizarán once votaciones nacionales y regionales.
"Es una locura, un caos", dijo Carlos Toranzo, analista político de La Paz. "Estamos en medio de un gran impasse político y territorial, y el país se ha convertido en un gimnasio electoral".
Importante en el programa de Morales es el referéndum revocatorio que dará a los bolivianos la posibilidad de revocarlo a él o a cualquiera de los nueve gobernadores con un voto de censura. El presidente dice que es un tipo de plebiscito sobre el liderazgo. Los críticos lo ven como una manera de purgar a los gobernadores de oposición, al tiempo que prolonga su propio mandato, porque es improbable que pierda.
Pero la gran elección es el referéndum sobre la nueva Constitución, el proyecto central del gobierno de Morales. Como hizo Chávez en Venezuela, Morales se está jugando su popularidad con la nueva Carta Magna para su país.
Morales alaba la Constitución propuesta como un modelo democrático que respeta la propiedad privada y protege los derechos individuales.
Los críticos creen que limita las libertades y extiende las atribuciones presidenciales.
Si Morales puede evitar el humillante rechazo que sufrió Chávez con el referéndum constitucional en Venezuela en 2007, es algo que está por verse. El presidente cuenta con un fuerte respaldo entre los pobres y las clases trabajadoras. Pero el descontento no se limita a los agricultores de la soya y a los rancheros del trópico oriental.
"Un gran segmento de la clase media urbana que votó por Evo ya no lo volverá a hacer", dijo Jim Shult, un norteamericano que dirige un instituto pro-democracia en Cochabamba.
"Un montón de gente todavía apoya a Evo cuando se trata de capacitar y dar más poder a los pobres, pero se ponen muy nerviosos cuando ven que Evo está tratando de cambiar las reglas del juego para su propio beneficio a largo plazo".
patrick.mcdonnell@latimes.com
13 de enero de 2008
28 de diciembre de 2007
©los angeles times
cc traducción mQh
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