niños en la guerrilla colombiana
[Carolina Rojas] Son pequeños pobres, arrancados de poblaciones rurales, tentados con plata, uniformes y poder. Son reclutados para resistir, matar y sobrevivir. Un golpe a la infancia con un saldo negro: niños muertos, torturados, cercenados y con traumas de guerra.
Aracataca, Colombia. Lorena es una pequeña mulata de pelo crespo. Tiene ocho años y una pesadilla recurrente: a medianoche despierta sobresaltada porque sueña que un par de guerrilleros la secuestran y no ve nunca más a su familia. Es la presentación final del año escolar para padres y profesores en Aracataca el pueblo donde nació Gabriel García Márquez, en el Caribe colombiano y Lorena está sentada en el piso de cemento de un galpón, una de las extensiones de la casa del Premio Nobel de Literatura.
En medio de almendros y un calor abrasante, el relato de ella y diez de sus compañeros del colegio Indegama es el mismo que está en el inconsciente del pueblo y que se ha transmitido de familia en familia. En el pueblo de fincas bananeras el rumor es que, hace cuatro años, niños pequeños, incluso de siete años, eran llevados a las sierras para formar parte de la guerrilla colombiana. "A veces aún me da miedo, porque si me llevan no podré ver a mis padres dice la niña ni a mis cinco hermanos". Su grupo de amigos tiene entre siete y doce años y ya pueden dar clases sobre las FARC y los secuestros, una realidad que los atemoriza y los perturba. "Nos gustaría que soltaran a todos los secuestrados, y también a Ingrid Betancourt y a Clara Rojas; queremos que termine todo", explica Lorena, chillando al unísono con los demás alumnos. Para los menores, la presencia de la guerrilla es un fantasma en el armario.
El miedo de los pequeños no es el pasaje de un cuento. Según datos de la Unicef, hasta el año 2004 había 14 mil niños involucrados con la guerrilla. Ellos acusan a las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de sumarlos a sus filas obviando toda norma internacional. El mismo organismo ubica a Colombia en el cuarto lugar del mundo en el enrolamiento de menores para estos fines, después de Congo, Liberia y Birmania.
Lorena no conoce las cifras, pero ella y sus amigos las intuyen. Mientras se atropellan con las palabras, acusan una alianza entre la guerrilla y los narcotraficantes, dicen que hay que tener cuidado con los "paracos" -grupo paramilitares de la Autodefensa Unida (AUC)- y con las camionetas que secuestran niños para pelear en las FARC.
El año 2003, en la población San Bernardo, a una hora de Cali, se detectó uno de los primeros ejércitos adolescentes: una hueste de trescientos niños, cuyas edades oscilaban entre 12 y 17 años. Los púberes se enfrentaron al cuerpo de seguridad de aquel sector andino entre vítores, torpeza y alegría, como si todo aquello fuera un juego más.
Los 15 agentes de la policía caminaron con las manos en alto, abatidos, con la fe puesta en algún atisbo de benevolencia infantil. Se equivocaron. Fueron fusilados uno a uno, en medio de carcajadas. Una vez finalizada la masacre, los pequeños se refugiaron en las montañas.
Han pasado cinco años desde entonces, y la captación de menores de edad para las guerrillas sigue siendo una tragedia en los sectores pobres de Colombia. El 2007, en Cauca, al sur de Cali, desaparecieron 24 adolescentes, todos en las mismas circunstancias: primero los merodeaba una camioneta, las denuncias no se concretaban, las familias eran amenazadas. En el mismo sector la policía ha detenido a más de 20 menores vinculados con las FARC.
Kevin Molina tiene 13 años y cuenta que siempre escucha historias sobre la guerrilla en los almacenes y en las esquinas de Aracataca.
La idea de toparse con un guerrillero camuflado entre los platanales de la finca que queda junto a su casa lo aterra. Cuenta que, en ocasiones, permanece abstraído unos minutos, pensando en el rumor que sus vecinas dejan escapar: los guerrilleros bajan al pueblo y se llevan a los niños mientras juegan cerca del río. "Dicen que los guerrilleros saltaban de los árboles cuenta Kevin para atacar a los militares, por eso siempre miro las ramas. Cuando hablan de los secuestros en las noticias, prefiero cambiar la tele y ver novelas".
Más Pequeños que un Fusil
La forma en que la insurgencia enrola niños se repite. Los pequeños, en su mayoría, fueron arrancados de poblaciones rurales al sur de Colombia, donde integraban familias numerosas y vivían en condiciones de extrema pobreza. Quienes no han sido secuestrados fueron convencidos con promesas de dinero y una vida diferente.
"Como los niños no tienen más que hacer en estos pueblos, estas ofertas son un verdadero espejismo. Pero después de un tiempo se dan cuenta que al interior de los campamentos la vida es dura y la guerrilla es cruel, entonces escapan y se camuflan en las calles", asegura Héctor Quinteros, de la Fundación Hogar Bosconia de Cali.
La institución está dedicada a la reinserción de niños en riesgo social, pero a sus puertas también llegan adolescentes ex guerrilleros. Allí encuentran asistencia sicológica que tiene como objetivo devolverles la confianza en los adultos , ayuda para su reinserción escolar y la posibilidad de volver a contactarse con sus familias.
Fabián Cardozo, ex agente de paz del valle del Cauca, asegura que la primera causa de por qué los niños se integran a las FARC son los fardos de billetes; la segunda es la tesis que prefiere el Gobierno: el secuestro. "La mayoría de los jóvenes va a la guerrilla en medio del abandono, convencidos de que la insurgencia les dará un estatus. A pesar de los programas de reinserción del Gobierno, y que algunos adolescentes logran superar el dolor de la guerrilla, otros quedan traumados, sin oportunidad de volver a estudiar", asegura Cardozo.
Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), los niños reclutados son utilizados principalmente para labores de alta peligrosidad, como la activación de bombas o minas antipersonales, e incluso para explotarlos sexualmente entre las tropas. Las actividades más ligeras incluyen cavar trincheras y duras rutinas de entrenamiento, que comienzan antes de las cinco de la mañana y obligan a resistir dietas de carne fría y arroz.
La única diversión son las películas bélicas o de artes marciales. Se celebran las fiestas de fin de año y el aniversario de las FARC el 28 de mayo . Quinteros dice que, una vez libre, un niño guerrillero se caracteriza por su extremado hermetismo, su desconfianza y su disciplina militar. Sólo después de semanas confiesan que desertaron.
"Llegan niños que estuvieron enrolados desde meses, hasta cuatro años; niños que se alistaron a los 13, 12 años o incluso menos, niños más pequeños que sus fúsiles", asegura.
Así lo confirma Gustavo Muñoz, de la Fundación Esperanza, que se encarga de la reinserción de guerrilleros y paramilitares. Fue secuestrado el 2001 por el movimiento Arturo Ruiz de las FARC. Para él, la táctica de poner niños en la línea de fuego es una estrategia para aproximarse a las zonas rurales. Se trata de "extorsión a cambio de algo".
Si los campesinos no tienen cosechas ni animales que donar, sus hijos pasan a ser parte de esta dramática ofrenda. La pobreza es un caldo de cultivo que facilita el enrolamiento adolescente: "En medio de la miseria, un guerrillero de las FARC en uniforme se transforma para estos niños en un dios, un superhéroe, alguien con poder", dice.
Muñoz, que experimentó el cautiverio, fue testigo también de los daños sicológicos que experimentan los niños. Él presenció una cruel práctica: "Los guerrilleros pueden elegir a una chica para satisfacer sus necesidades sexuales, sea menor de edad o no. Al día siguiente, otro hombre puede sugerir la misma mujer. Ella debe aguantar estoica. En Cauca, hace dos años, el Gobierno encontró a una niña de 13 años que con su cuerpo protegía a su hijo, que había sido engendrado en cautiverio", recuerda.
Fabián Cardozo explica que las FARC tienen niños en la guerrilla porque se aprovechan del arrojo de los infantes, que ven en esto un juego. Para él, el enrolamiento de menores ocurre principalmente en zonas desposeídas del país, como Tolima, Nariño y Putumayo. "En estas zonas es donde más se falta a las normas internacionales, sobre todo con los niños", acusa.
Mercenarios
Los atentados cometidos por menores de edad vinculados a las FARC se han trasladado de las zonas rurales a la ciudad. El fiscal de Agua Blanca una localidad próxima a Cali , Elmer Montaña, cuenta que los atentados cometidos por menores han invadido ciudades aledañas, como Siloé, Terrón Colorado y Zona de Ladera.
Todo ocurre del mismo modo: aparecen los ‘pagadores' con grandes sumas de dinero para reclutar menores de edad de bandas delictivas, y les ofrecen un fajo de billetes para transformarse en mercenarios. "El año pasado, en el puerto de Buenaventura, se vivió una pesadilla por los atentados cometidos por menores. Fue aprehendido un personaje que en su poder tenía una lista de atentados y la tarifa que se pagaba por cada uno: por la muerte de un policía reciben cinco millones de pesos; por la muerte de un juez o un fiscal, 20 millones; por quemar un bus, dos millones de pesos", recuerda.
Uno de los casos más crudos fue el atentado a una estación de policía, con una bomba hechiza. "Un muchacho de 16 años quedó destrozado en ese mismo lugar y su hermano, de 19, murió dos semanas más tarde. Cada uno había recibido dos millones de pesos", recuerda el fiscal.
Según Montaña, hay un contexto propicio para que las FARC recluten niños: la pobreza en que viven, el alto grado de deserción y la corrupción. "En los antiguos gobiernos municipales de Cali se robaron ocho millones de dólares para los proyectos de educación de niños pobres", explica.
El fiscal señala que, sumado a la falta de prevención, la crueldad de la guerilla destruye la infancia con graves consecuencias: "Uno de los últimos casos fue el de un menor que formaba parte de un grupo paramilitar. Capturaron a una tropa de insurgentes y en el grupo contrario estaba su hermano. Tuvo que presenciar el ajusticiamiento, que, a la manera de los para , es muy cruel: lo descuartizaron. Con la culpa que carga, hoy es un paciente psiquiátrico".
Freddy y Carlos, dos niños de siete y once años, juegan con una pelota de fútbol gastada en las polvorientas calles de Aracataca. De vez en cuando capean el calor con chapuzones en el río Fundación, en las mismas aguas en que sus madres restriegan y enjuagan la ropa. Cuando les preguntan por la guerrilla responden lo que saben sobre las FARC: "Hace años, cuando silbaban las balas en el pueblo, a un niño le llegó un tiro en una pierna durante un enfrentamiento y a otro le explotó una bomba hechiza en la mano. En ese tiempo los guerrilleros bajaban a la villa a secuestrar niños y los llevaban lejos, muy lejos de sus padres".
El Factor Emmanuel
"Los niños que nacen de la guerrilla son de la guerrilla; esa es la regla general de estas milicias", dice Elmer Montaña, fiscal de la Casa de Justicia de Agua Blanca. Explica que el caso de Clara Rojas es un estado excepcional, porque dentro de las FARC los guerrilleros no pueden relacionarse con los cautivos.
Los menores que permanecen secuestrados son, en su mayoría, producto de una relación entre guerrilleros.
"Generalmente, los padres de un menor desertan en pareja", asegura Montaña, e indica que un gran número de mujeres ha intentado escapar de las filas huyendo con sus pequeños hijos. Una vez que son capturadas se les somete a un consejo de guerra y hay algunas mujeres que han sido ejecutadas.
En medio de almendros y un calor abrasante, el relato de ella y diez de sus compañeros del colegio Indegama es el mismo que está en el inconsciente del pueblo y que se ha transmitido de familia en familia. En el pueblo de fincas bananeras el rumor es que, hace cuatro años, niños pequeños, incluso de siete años, eran llevados a las sierras para formar parte de la guerrilla colombiana. "A veces aún me da miedo, porque si me llevan no podré ver a mis padres dice la niña ni a mis cinco hermanos". Su grupo de amigos tiene entre siete y doce años y ya pueden dar clases sobre las FARC y los secuestros, una realidad que los atemoriza y los perturba. "Nos gustaría que soltaran a todos los secuestrados, y también a Ingrid Betancourt y a Clara Rojas; queremos que termine todo", explica Lorena, chillando al unísono con los demás alumnos. Para los menores, la presencia de la guerrilla es un fantasma en el armario.
El miedo de los pequeños no es el pasaje de un cuento. Según datos de la Unicef, hasta el año 2004 había 14 mil niños involucrados con la guerrilla. Ellos acusan a las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de sumarlos a sus filas obviando toda norma internacional. El mismo organismo ubica a Colombia en el cuarto lugar del mundo en el enrolamiento de menores para estos fines, después de Congo, Liberia y Birmania.
Lorena no conoce las cifras, pero ella y sus amigos las intuyen. Mientras se atropellan con las palabras, acusan una alianza entre la guerrilla y los narcotraficantes, dicen que hay que tener cuidado con los "paracos" -grupo paramilitares de la Autodefensa Unida (AUC)- y con las camionetas que secuestran niños para pelear en las FARC.
El año 2003, en la población San Bernardo, a una hora de Cali, se detectó uno de los primeros ejércitos adolescentes: una hueste de trescientos niños, cuyas edades oscilaban entre 12 y 17 años. Los púberes se enfrentaron al cuerpo de seguridad de aquel sector andino entre vítores, torpeza y alegría, como si todo aquello fuera un juego más.
Los 15 agentes de la policía caminaron con las manos en alto, abatidos, con la fe puesta en algún atisbo de benevolencia infantil. Se equivocaron. Fueron fusilados uno a uno, en medio de carcajadas. Una vez finalizada la masacre, los pequeños se refugiaron en las montañas.
Han pasado cinco años desde entonces, y la captación de menores de edad para las guerrillas sigue siendo una tragedia en los sectores pobres de Colombia. El 2007, en Cauca, al sur de Cali, desaparecieron 24 adolescentes, todos en las mismas circunstancias: primero los merodeaba una camioneta, las denuncias no se concretaban, las familias eran amenazadas. En el mismo sector la policía ha detenido a más de 20 menores vinculados con las FARC.
Kevin Molina tiene 13 años y cuenta que siempre escucha historias sobre la guerrilla en los almacenes y en las esquinas de Aracataca.
La idea de toparse con un guerrillero camuflado entre los platanales de la finca que queda junto a su casa lo aterra. Cuenta que, en ocasiones, permanece abstraído unos minutos, pensando en el rumor que sus vecinas dejan escapar: los guerrilleros bajan al pueblo y se llevan a los niños mientras juegan cerca del río. "Dicen que los guerrilleros saltaban de los árboles cuenta Kevin para atacar a los militares, por eso siempre miro las ramas. Cuando hablan de los secuestros en las noticias, prefiero cambiar la tele y ver novelas".
Más Pequeños que un Fusil
La forma en que la insurgencia enrola niños se repite. Los pequeños, en su mayoría, fueron arrancados de poblaciones rurales al sur de Colombia, donde integraban familias numerosas y vivían en condiciones de extrema pobreza. Quienes no han sido secuestrados fueron convencidos con promesas de dinero y una vida diferente.
"Como los niños no tienen más que hacer en estos pueblos, estas ofertas son un verdadero espejismo. Pero después de un tiempo se dan cuenta que al interior de los campamentos la vida es dura y la guerrilla es cruel, entonces escapan y se camuflan en las calles", asegura Héctor Quinteros, de la Fundación Hogar Bosconia de Cali.
La institución está dedicada a la reinserción de niños en riesgo social, pero a sus puertas también llegan adolescentes ex guerrilleros. Allí encuentran asistencia sicológica que tiene como objetivo devolverles la confianza en los adultos , ayuda para su reinserción escolar y la posibilidad de volver a contactarse con sus familias.
Fabián Cardozo, ex agente de paz del valle del Cauca, asegura que la primera causa de por qué los niños se integran a las FARC son los fardos de billetes; la segunda es la tesis que prefiere el Gobierno: el secuestro. "La mayoría de los jóvenes va a la guerrilla en medio del abandono, convencidos de que la insurgencia les dará un estatus. A pesar de los programas de reinserción del Gobierno, y que algunos adolescentes logran superar el dolor de la guerrilla, otros quedan traumados, sin oportunidad de volver a estudiar", asegura Cardozo.
Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), los niños reclutados son utilizados principalmente para labores de alta peligrosidad, como la activación de bombas o minas antipersonales, e incluso para explotarlos sexualmente entre las tropas. Las actividades más ligeras incluyen cavar trincheras y duras rutinas de entrenamiento, que comienzan antes de las cinco de la mañana y obligan a resistir dietas de carne fría y arroz.
La única diversión son las películas bélicas o de artes marciales. Se celebran las fiestas de fin de año y el aniversario de las FARC el 28 de mayo . Quinteros dice que, una vez libre, un niño guerrillero se caracteriza por su extremado hermetismo, su desconfianza y su disciplina militar. Sólo después de semanas confiesan que desertaron.
"Llegan niños que estuvieron enrolados desde meses, hasta cuatro años; niños que se alistaron a los 13, 12 años o incluso menos, niños más pequeños que sus fúsiles", asegura.
Así lo confirma Gustavo Muñoz, de la Fundación Esperanza, que se encarga de la reinserción de guerrilleros y paramilitares. Fue secuestrado el 2001 por el movimiento Arturo Ruiz de las FARC. Para él, la táctica de poner niños en la línea de fuego es una estrategia para aproximarse a las zonas rurales. Se trata de "extorsión a cambio de algo".
Si los campesinos no tienen cosechas ni animales que donar, sus hijos pasan a ser parte de esta dramática ofrenda. La pobreza es un caldo de cultivo que facilita el enrolamiento adolescente: "En medio de la miseria, un guerrillero de las FARC en uniforme se transforma para estos niños en un dios, un superhéroe, alguien con poder", dice.
Muñoz, que experimentó el cautiverio, fue testigo también de los daños sicológicos que experimentan los niños. Él presenció una cruel práctica: "Los guerrilleros pueden elegir a una chica para satisfacer sus necesidades sexuales, sea menor de edad o no. Al día siguiente, otro hombre puede sugerir la misma mujer. Ella debe aguantar estoica. En Cauca, hace dos años, el Gobierno encontró a una niña de 13 años que con su cuerpo protegía a su hijo, que había sido engendrado en cautiverio", recuerda.
Fabián Cardozo explica que las FARC tienen niños en la guerrilla porque se aprovechan del arrojo de los infantes, que ven en esto un juego. Para él, el enrolamiento de menores ocurre principalmente en zonas desposeídas del país, como Tolima, Nariño y Putumayo. "En estas zonas es donde más se falta a las normas internacionales, sobre todo con los niños", acusa.
Mercenarios
Los atentados cometidos por menores de edad vinculados a las FARC se han trasladado de las zonas rurales a la ciudad. El fiscal de Agua Blanca una localidad próxima a Cali , Elmer Montaña, cuenta que los atentados cometidos por menores han invadido ciudades aledañas, como Siloé, Terrón Colorado y Zona de Ladera.
Todo ocurre del mismo modo: aparecen los ‘pagadores' con grandes sumas de dinero para reclutar menores de edad de bandas delictivas, y les ofrecen un fajo de billetes para transformarse en mercenarios. "El año pasado, en el puerto de Buenaventura, se vivió una pesadilla por los atentados cometidos por menores. Fue aprehendido un personaje que en su poder tenía una lista de atentados y la tarifa que se pagaba por cada uno: por la muerte de un policía reciben cinco millones de pesos; por la muerte de un juez o un fiscal, 20 millones; por quemar un bus, dos millones de pesos", recuerda.
Uno de los casos más crudos fue el atentado a una estación de policía, con una bomba hechiza. "Un muchacho de 16 años quedó destrozado en ese mismo lugar y su hermano, de 19, murió dos semanas más tarde. Cada uno había recibido dos millones de pesos", recuerda el fiscal.
Según Montaña, hay un contexto propicio para que las FARC recluten niños: la pobreza en que viven, el alto grado de deserción y la corrupción. "En los antiguos gobiernos municipales de Cali se robaron ocho millones de dólares para los proyectos de educación de niños pobres", explica.
El fiscal señala que, sumado a la falta de prevención, la crueldad de la guerilla destruye la infancia con graves consecuencias: "Uno de los últimos casos fue el de un menor que formaba parte de un grupo paramilitar. Capturaron a una tropa de insurgentes y en el grupo contrario estaba su hermano. Tuvo que presenciar el ajusticiamiento, que, a la manera de los para , es muy cruel: lo descuartizaron. Con la culpa que carga, hoy es un paciente psiquiátrico".
Freddy y Carlos, dos niños de siete y once años, juegan con una pelota de fútbol gastada en las polvorientas calles de Aracataca. De vez en cuando capean el calor con chapuzones en el río Fundación, en las mismas aguas en que sus madres restriegan y enjuagan la ropa. Cuando les preguntan por la guerrilla responden lo que saben sobre las FARC: "Hace años, cuando silbaban las balas en el pueblo, a un niño le llegó un tiro en una pierna durante un enfrentamiento y a otro le explotó una bomba hechiza en la mano. En ese tiempo los guerrilleros bajaban a la villa a secuestrar niños y los llevaban lejos, muy lejos de sus padres".
El Factor Emmanuel
"Los niños que nacen de la guerrilla son de la guerrilla; esa es la regla general de estas milicias", dice Elmer Montaña, fiscal de la Casa de Justicia de Agua Blanca. Explica que el caso de Clara Rojas es un estado excepcional, porque dentro de las FARC los guerrilleros no pueden relacionarse con los cautivos.
Los menores que permanecen secuestrados son, en su mayoría, producto de una relación entre guerrilleros.
"Generalmente, los padres de un menor desertan en pareja", asegura Montaña, e indica que un gran número de mujeres ha intentado escapar de las filas huyendo con sus pequeños hijos. Una vez que son capturadas se les somete a un consejo de guerra y hay algunas mujeres que han sido ejecutadas.
13 de enero de 2008
©la nación
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