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mares vacíos en áfrica


[Sharon Lafraniere] Europa se está llevando los peces.
Kayar, Senegal. Ale Nodye, hijo y nieto de pescadores en este pueblo del norte de Senegal, dijo que en los últimos seis años apenas ha pescado lo suficiente como para pagar el combustible de su bote. Así que aprovechó la oportunidad de empezar de nuevo. Se ofreció voluntariamente para capitanear un bote de madera con 87 africanos para dirigirse a las Islas Canarias con la esperanza de entrar ilegalmente a Europa.
El viaje de 2006 terminó mal. Él y sus pasajeros fueron arrestados y deportados. Su primo murió en una empresa similar no mucho después.
Sin embargo, Nodye, 27, dijo que lo volverá a intentar.
"Allá podré pescar", dijo. "La vida es mejor allá. Aquí en el mar ya no hay peces".
Muchos científicos están de acuerdo. Una enorme flotilla de buques de arrastre de la Unión Europea, China, Rusia y otros países, junto a una abundante flota de lanchas locales, han explotado tan concienzudamente los mares del noroeste de África que importantes poblaciones de especies marinas están desapareciendo.
Eso ha paralizado las economías costeras y contribuido al aumento de inmigrantes ilegales que desafían las aguas del mar en botes de madera con la esperanza de llegar a Europa. Mientras que los motivos para emigrar son tan variados como las especies marinas, la seducción de Europa se ha claramente intensificado a medida que se reduce la población de peces del noroeste de África.
El año pasado unos 31 mil africanos trataron de llegar a las Islas Canarias, un importante punto de tránsito hacia Europa, en más de novecientas pateras. Unos seis mil murieron o desaparecieron, según estimaciones mencionadas por Naciones Unidas.
Los gobiernos de la región cargan con gran parte de la responsabilidad por la desaparición de sus pesquerías. Muchos han permitido que el deseo de hacerse con el dinero que ofrecen las flotas extranjeras anule la preocupación por la salud a largo plazo de sus propias pesquerías. Los pescadores ilegales son notoriamente comunes; los esfuerzos para controlar la pesca, raros.
Pero en opinión de los pescadores al occidente de África, Europa se está quedando con sus peces, y además se los está comiendo. Con sus propios mares en gran parte vaciados, los países europeos han orientado sus flotas fuertemente subvencionadas hacia África.
"Mientras Europa ha tratado de controlar su industria pesquera y limitar sus cuotas de pesca, lo que hemos hecho nosotros es exportar el problema de la sobreexplotación de la pesca a otro lugar, particularmente a África", dijo Steve Trent, presidente de la Fundación de Justicia Ambiental, un grupo de investigación con sede en Londres.
Funcionarios de la Unión Europea insisten en que su bloque, que ha negociado acuerdos pesqueros con África desde 1979, es un chivo expiatorio de los problemas de administración de África y las fechorías de otras flotas extranjeras. Dicen que los funcionarios africanos venden por encima de su capacidad los derechos de pesca, inflando las capturas potenciales y dando a barcos piratas y lanchas locales carta blanca para operar en zonas de reproducción.
Pierre Chavance, científico del Instituto Francés para la Investigación y el Desarrollo, dijo que tanto las flotas extranjeras como los gobiernos africanos permitían que consideraciones económicas anularan las preocupaciones por la pesca y los pescadores artesanales locales.
"Un lado tiene un enorme interés en vender, y el otro un gran interés en comprar", dijo. "Las negociaciones se basan en lo que la gente quiere oír, no en la realidad".
La sobreexplotación de los recursos pesqueros no se limita a aguas africanas. A nivel mundial la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación estima que el 75 por ciento de las reservas están sobreexplotadas o explotadas al máximo. Pero en una región pobre como el noroeste de África, las consecuencias son particularmente graves.
Los peces son la principal fuente de proteínas para gran parte de la región, pero ahora algunas especies son tan escasas que los pobres ya no pueden comprarlas, dijo Pierre Failler, investigador del Centro para la Economía y Gestión de Recursos Acuáticos de Gran Bretaña.
Las reservas de peces de las profundidades en las zonas costeras son apenas un cuarto de lo que eran hace veinticinco años, según constatan estudios. Los científicos dicen que el equilibrio ecológico del mar se ha modificado a medida que especies más abajo en la cadena alimenticia son reemplazadas por otras por encima de ellas.
En Mauritania, las langostas desaparecieron hace años. La captura de pulpos -ahora la especie más valiosa- es cuatro quintos de lo que debería ser si no fuera sobreexplotada. Un informe de 2002 de la Comisión Europea concluyó que los peces más comerciables de la costa de Senegal estaban cerca del colapso -deslizándose hacia su extinción.
"El mar está siendo vaciado", dijo Moctar Ba, consultor que dirigió programas de investigación científica para Mauritania y África Occidental.
En una región donde al menos doscientos mil personas dependen del mar para sobrevivir, las inversiones locales en la industria pesquera se están secando a la par que las reservas de peces. En Guinea-Bissau, los pescadores que estaban comprando más botes hace menos de una década, ahora se quejan de que están endeudados y tratando de cambiar de rama.
"Antes, toda mi familia podía vivir de lo que ganábamos con el bote", dijo Niadje Diouf, 28, cuya familia senegalesa vendió su lancha en quinientos dólares para pagar un viaje ilegal -y finalmente frustrado- a España. "Ahora, incluso cinco botes no serían suficientes".
Pescadores como Diouf dicen que los africanos deberían tener la primera prioridad en sus propias aguas -una idea consagrada en un tratado de Naciones Unidas sobre el mar que reconoce el derecho de los gobiernos locales a vender derechos de pesca a extranjeros solamente utilizando sus reservas excedentes.
Pero esa regla ha sido violada repetidas veces a lo largo de la costa de casi 3.200 kilómetros al oeste de África.
Estudios que datan de 1991 indican que la pesca en Senegal estaba en problemas. En 2002 un informe científico encargado por la Unión Europea decía que la biomasa de importantes especies se había reducido en tres cuartos en quince años -una conclusión que los autores dijeron que "causaría alarma".
Pero en la semana en que se dio a conocer el informe, funcionarios de la Unión Europea firmaron un nuevo acuerdo de pesca de cuatro años con Senegal, comprometiéndose a pagar dieciséis millones de dólares al año para pescar atún y especies de las profundidades.
Cuatro años más tarde, fue el turno de Mauritania. Pese a los informes de que el pulpo estaba siendo sobreexplotado en casi un tercio, en 2006 el gobierno de Mauritania vendió seis años más de acceso a sus aguas a 43 barcos de la Unión Europea por 146 millones de dólares al año -el equivalente de casi un quinto del presupuesto oficial de Mauritania.
"No conozco a ningún gobierno de la región que pueda decir no", dijo Chavance, el científico francés. "Es buen dinero, y lo necesitan".
Sid-Ahmed Ould-Abeid, que dirige una asociación mauritana de pequeños pescadores dijo que "la Unión Europea tiene dinero, así que tiene poder. Es más fácil sacrificar a los pescadores artesanales".
Esos sacrificios se están multiplicando en Mauritania. Uno de los pocos países con una flota industrial privada, la mayoría en asociación con los chinos, desde 1996 ha perdido casi un tercio de sus 150 buques de arrastre.
Ahmed y Mohamed Cherif, cuya familia posee P.C.A, una firma pesquera exportadora de Nouadhibou, dicen que han perdido dinero durante dos años consecutivos. Sus dos nuevos buques de arrastre de color naranja pasan semanas atracados en el rudimentario puerto de Nouadhibou.
"No podemos competir con la Unión Europea", dijo Ahmed Cherif paseaba entre hileras de botes ociosos. "El gobierno debió haber mantenido estos recursos para los mauritanos. Dejar trabajar a la gente".
Europa es sólo uno de los causantes extranjeros del ocaso de la pesca. Países de Asia y de la antigua Unión Soviética también envían sus barcos a operar en los mares del noroeste de África. Pero esas flotas a menudo se quedan por períodos más cortos y sin las mismas promesas de pesca responsable y desarrollo local.
De hecho, desde que la Unión Europea firmara su primer acuerdo pesquero con un país de África Occidental en 1979 en la región no se han observado grandes desarrollos. Los enormes beneficios económicos que se derivan del procesamiento y exportación de las capturas siguen firmemente en manos europeas.
Los gobiernos africanos malgastan los beneficios o desvían los fondos destinados al desarrollo a necesidades más apremiantes, mientras los europeos a veces sólo emprenden esfuerzos simbólicos en los proyectos prometidos. El puerto de Nouadhibou, por ejemplo, sigue salpicado por 107 lanchas de arrastre estropeadas después de que la Unión Europea prometiera retirarlas para ayudar al desarrollo del puerto.
En su defensa, funcionarios europeos dicen que decidieron modificar los acuerdos pesqueros en 2003 para contrarrestar las críticas de que los operadores estaban sobreexplotando los recursos y perjudicando a los pescadores locales. Fabrizio Donatella, que dirige la unidad de la Unión Europea que negocia los acuerdos pesqueros, dice que los nuevos acuerdos son modelos de pesca responsable y transparencia.
"No se puede decir que no estemos pescando el excedente o que no hayamos respetado recomendaciones científicas", dijo. En última instancia, los gobiernos africanos deben proteger y administrar sus propios recursos, dijo.
Los ejemplos de mala administración abundan. En seis países del oeste de Áfricas el número de lanchas aumentó explosivamente de tres mil a diecinueve mil en el último medio siglo, pero Senegal y otros países han empezado sólo recién a regular su crecimiento.
Guinea-Bissau, un país con 1.4 millones de personas es un buen ejemplo de cómo no gestionar la industria pesquera. De acuerdo a Vladimir Kacyznski, un científico marino de la Universidad de Washington, nadie ha estudiado comprehensivamente las aguas de la costa del país en los últimos veinte años.
Durante dos años, Sanji Fati estuvo a cargo de implementar las normas de pesca de Guinea-Bissau. Cuando asumió el cargo en 2005, su agencia no tenía ni una sola patrullera para controlar a los cientos de botes y decenas de buques de arrastre industriales, la mayoría de ellos extranjeros. Un cuarenta por ciento fueron sorprendidos pescando sin permiso o en violación de las disposiciones, y los operadores de las embarcaciones mentían sobre sus redadas. Los observadores del gobierno eran en su mayoría analfabetos, mal pagados y fácilmente sobornables.
Fati intensificó el control pero dice que todavía cree que era la guerra de un solo hombre. Hace unos meses, renunció frustrado.
Ese sombrío panorama no impidió que Guinea-Bissau y la Unión Europea acordaran a fines de mayo permitir que buques europeos capturen camarones, peces, pulpo y bonito en sus aguas. En los próximos cuatro años, el acuerdo inyectará 42 millones de dólares en el gobierno que hace meses que no paga los salarios de sus funcionarios y no se recupera completamente de la guerra civil.
Daniel Gomes, el doceavo ministro de pesca de Guinea-Bissau, dijo que había tratado de ser conservador en cuanto al acceso otorgado a los extranjeros, pese a los irrisorios datos científicos y las fuertes presiones económicas.
Sin embargo, interrogado sobre si su país terminaría con sus mares vacíos, dijo: "Esa perspectiva no se puede descartar. Es algo que puede ocurrir".

15 de enero de 2008
©new york times
cc traducción mQh
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