se extiende guerra en kenia
[Edmund Sanders] Pandillas matan a decenas de civiles y queman casas en Nakuru, que había escapado hasta entonces a la violencia post-electoral.
Nairobi, Kenia. Política del ojo por ojo y choques étnicos recurrentes se han cobrado la vida de más de dos docenas de personas en los últimos dos días, y el sábado jóvenes furiosos continuaron aterrorizando a civiles en partes del centro de Kenia, ignorando los llamados de dirigentes políticos a mantener la paz.
El último lugar con problemas post-electorales en Kenia ha sido Nakuru, a unos 145 kilómetros al noroeste de Nairobi, donde pandillas de tribus rivales han incendiado cientos de casas, apedreado a motoristas y atacado a civiles con machetes. La morgue local ha sido desbordada por cuerpos quemados y mutilados. La prensa local calcula en 41 el número de muertos.
"Es una guerra tribal", dijo David Kuria, 42, vendedor de refrescos y padre de cuatro niños. "Hemos tenido conflictos tribales antes, pero no vi nunca nada parecido. Las tiendas cerradas. Los niños tienen miedo. La gente no se atreve a salir a la calle".
El gobierno envió unidades del ejército para controlar la violencia y decretó un toque de queda desde la puesta hasta la salida del sol.
Los enfrentamientos en Nakuru, que había escapado a gran parte de la violencia post-electoral, fueron los más mortíferos en este país del este de África desde que se iniciaran los disturbios después de las reñidas elecciones presidenciales del 27 de diciembre.
Observadores internacionales dijeron que la votación estuvo plagada de irregularidades y sospechan que hubo fraude. Pese a la controversia, el presidente en ejercicio Mwai Kibaki fue declarado reelegido por la comisión electoral del país, desencadenando disturbios en todo el país que han costado la vida a más de seiscientas personas y desplazado a unas 250 mil.
Los últimos incidentes violentos empezaron el jueves noche, apenas horas después de que Kibaki y el líder de la oposición Raila Odinga se reunieran para sus primeras negociaciones. Los rivales presidenciales se dieron la mano y llamaron a sus partidarios a mantener la paz mientras durasen las negociaciones.
El estallido de violencia hizo surgir dudas sobre el control que ejerce cada dirigente sobre sus partidarios y ofreció evidencias de que la crisis keniata puede extenderse más allá de la frustración post-electoral y reiniciar la lucha tribal de décadas por la tierra, empleos y recursos.
"Puede haber sido provocada por el proceso post-electoral, pero se ha convertido en otra cosa", dijo el ex secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan el sábado después de completar lo que describió como una "desgarradora" gira por zonas afectadas por la violencia y campos de refugiados. Annan llegó a Kenia la semana pasada para presidir las conversaciones de paz.
Los choques tribales en Nakuru implican a las dos tribus principales de Kenia que han competido toda la vida por el control del Valle del Rift, una exuberante región agrícola en el centro del país.
En un ataque sorpresivo, miembros de la tribu kalenjin, que apoyaban a Odinga, invadieron los vecindarios poblados por el clan de Kibaki, los kikuyu, una rica tribu que posee la tierra y ha dominado la política keniata desde que el país se hiciera independiente.
Además de la rabia por las elecciones, los expertos dicen que los kalenjin han codiciado siempre la tierra que poseen los kikuyus en la región. Durante el régimen de 24 años del ex presidente Daniel Arap Moi, un kalenjin, los miembros de su tribu gozaron de mayor prosperidad, pero su posición ha decaído desde que Kibaki fuera elegido presidente en 2002. Enfrentamientos similares entre las dos tribus han ocurrido en 1992 y 1997.
Para el sábado, se habían organizado milicias kikuyu para defender sus casas y vengarse, instalando puestos de control ilegales en las carreteras en los alrededores de la ciudad. Dos hombres kalenjin fueron asesinados a machetazos en un terminal de buses de Nakuru, dijeron testigos.
"Están tratando de ponerse al día", dijo Abdi Shakur, coordinador de la Cruz Roja en Nakuru. "Están furiosos".
El portavoz de la policía keniata, Eric Kiraithe, trató de tranquilizar a la opinión pública el sábado, diciendo que la seguridad se restauraría y culpando de la violencia a pandillas y "oportunistas".
La policía de Nakuru ha sido criticada por permitir que la violencia se descontrolara antes de intervenir.
"Los que causan el caos son las pandillas de jóvenes, que se forman a lo largo de líneas étnicas", dijo Kiraithe en una entrevista con la televisión local. "Pero el saqueo no resuelve los problemas políticos".
El último lugar con problemas post-electorales en Kenia ha sido Nakuru, a unos 145 kilómetros al noroeste de Nairobi, donde pandillas de tribus rivales han incendiado cientos de casas, apedreado a motoristas y atacado a civiles con machetes. La morgue local ha sido desbordada por cuerpos quemados y mutilados. La prensa local calcula en 41 el número de muertos.
"Es una guerra tribal", dijo David Kuria, 42, vendedor de refrescos y padre de cuatro niños. "Hemos tenido conflictos tribales antes, pero no vi nunca nada parecido. Las tiendas cerradas. Los niños tienen miedo. La gente no se atreve a salir a la calle".
El gobierno envió unidades del ejército para controlar la violencia y decretó un toque de queda desde la puesta hasta la salida del sol.
Los enfrentamientos en Nakuru, que había escapado a gran parte de la violencia post-electoral, fueron los más mortíferos en este país del este de África desde que se iniciaran los disturbios después de las reñidas elecciones presidenciales del 27 de diciembre.
Observadores internacionales dijeron que la votación estuvo plagada de irregularidades y sospechan que hubo fraude. Pese a la controversia, el presidente en ejercicio Mwai Kibaki fue declarado reelegido por la comisión electoral del país, desencadenando disturbios en todo el país que han costado la vida a más de seiscientas personas y desplazado a unas 250 mil.
Los últimos incidentes violentos empezaron el jueves noche, apenas horas después de que Kibaki y el líder de la oposición Raila Odinga se reunieran para sus primeras negociaciones. Los rivales presidenciales se dieron la mano y llamaron a sus partidarios a mantener la paz mientras durasen las negociaciones.
El estallido de violencia hizo surgir dudas sobre el control que ejerce cada dirigente sobre sus partidarios y ofreció evidencias de que la crisis keniata puede extenderse más allá de la frustración post-electoral y reiniciar la lucha tribal de décadas por la tierra, empleos y recursos.
"Puede haber sido provocada por el proceso post-electoral, pero se ha convertido en otra cosa", dijo el ex secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan el sábado después de completar lo que describió como una "desgarradora" gira por zonas afectadas por la violencia y campos de refugiados. Annan llegó a Kenia la semana pasada para presidir las conversaciones de paz.
Los choques tribales en Nakuru implican a las dos tribus principales de Kenia que han competido toda la vida por el control del Valle del Rift, una exuberante región agrícola en el centro del país.
En un ataque sorpresivo, miembros de la tribu kalenjin, que apoyaban a Odinga, invadieron los vecindarios poblados por el clan de Kibaki, los kikuyu, una rica tribu que posee la tierra y ha dominado la política keniata desde que el país se hiciera independiente.
Además de la rabia por las elecciones, los expertos dicen que los kalenjin han codiciado siempre la tierra que poseen los kikuyus en la región. Durante el régimen de 24 años del ex presidente Daniel Arap Moi, un kalenjin, los miembros de su tribu gozaron de mayor prosperidad, pero su posición ha decaído desde que Kibaki fuera elegido presidente en 2002. Enfrentamientos similares entre las dos tribus han ocurrido en 1992 y 1997.
Para el sábado, se habían organizado milicias kikuyu para defender sus casas y vengarse, instalando puestos de control ilegales en las carreteras en los alrededores de la ciudad. Dos hombres kalenjin fueron asesinados a machetazos en un terminal de buses de Nakuru, dijeron testigos.
"Están tratando de ponerse al día", dijo Abdi Shakur, coordinador de la Cruz Roja en Nakuru. "Están furiosos".
El portavoz de la policía keniata, Eric Kiraithe, trató de tranquilizar a la opinión pública el sábado, diciendo que la seguridad se restauraría y culpando de la violencia a pandillas y "oportunistas".
La policía de Nakuru ha sido criticada por permitir que la violencia se descontrolara antes de intervenir.
"Los que causan el caos son las pandillas de jóvenes, que se forman a lo largo de líneas étnicas", dijo Kiraithe en una entrevista con la televisión local. "Pero el saqueo no resuelve los problemas políticos".
edmund.sanders@latimes.com
29 de enero de 2008
27 de enero de 2008
<©los angeles times
cc traducción mQh
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