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violencia étnica en el rift


[Jeffrey Gettleman] Estallido de violencia étnica en Kenia está fragmentando al país.
Nakuru, Kenia. Nairobi, la capital de Kenia, puede parecer tranquila, pero a apenas dos horas de distancia reina la anarquía.
En Nakuru, turbas furibundas controlan las calles, queman casas, golpean a sus rivales y expulsan de los barrios a cualquiera que no pertenezca a su grupo étnico, todo con la más completa impunidad.
El sábado, cientos de hombres asolaron una comuna de la ciudad armados con barras de hierro de dos metros, espadas envenenadas, mazas, cuchillos y rudimentarias herramientas de circuncisión. Los niños llevaban escudos de gladiadores y las mujeres se pavoneaban con ellos con palos afilados.
La policía había desaparecido. Incluso los residentes estaban choqueados.
"Nunca vi nada parecido", dijo David Macharria, chofer de autobuses.
Un mes después de unas elecciones terriblemente fraudulentas, Kenia se está fragmentando a lo largo de líneas étnicas, pese a la intensa presión internacional sobre sus líderes para que lleguen a un compromiso y detengan la carnicería.
Nakuru, la ciudad más grande en el hermoso valle del Rift, es el escenario de una emigración masiva que ahora se orienta en dos direcciones. Los luo se marchan hacia el oeste, los kikuyu hacia el este, y buses aplastados por pilas de colchones se cruzan en direcciones opuestas en la carretera, con los desconcertados niños de los dos grupos étnicos mirándose unos a otros a través de las ventanillas.
En los últimos diez días, decenas de personas han sido asesinadas en Molo, Narok, Kipkelion, Kuresoi y ahora en Nakuru, una entrada turística que hasta hace pocos días era considerada segura.
En muchos lugares, Kenia parece estar deslizándose hacia el caos que explotó el 30 de diciembre, cuando se anunciaron los resultados de las elecciones y el presidente en ejercicio, Mwai Kibaki, fuera declarado ganador por sobre Raila Odinga, el principal líder de la oposición, pese a amplias evidencias de fraude electoral.
La yesca estaba ahí, incluso antes de que empezaran las elecciones. Habían quejas históricas sobre tierras y tensiones étnicas profundamente enraizadas, con muchos grupos étnicos resentidos con los kikuyu, el grupo de Kibaki, debido a que han sido los más prósperos durante años.
Las elecciones en cuestión sirvieron esencialmente como la chispa, y los partidarios de la oposición en Kenia dieron rienda suelta a su rabia sobre muchos temas con los kikuyu y otros grupos étnicos que piensan que han apoyado a Kibaki.
En el valle del Rift, los ancianos organizan a los jóvenes para atacar áreas kikuyu y matarlos, en un intento de expulsar de sus tierras a los kikuyu. Por lo general, la táctica funcionó y en los últimos meses han huido decenas de miles de kikuyu.
Han muerto más de 650 personas, muchas de ellas kikuyu. Muchos de los atacantes son miembros de los grupos étnicos luo y kalenjin.
Lo que está pasando ahora en Nakuru es una venganza. La ciudad está rodeada por un espectacular paisaje, con el lago Nakuru y sus millones de flamencos que atraen a miles de turistas todos los años. La ciudad tiene una población mixta, como gran parte de Kenia, dividida en varios grupos étnicos, entre ellos los kikuyu, luo, luhya y kalenjin.
Según testigos y participantes, el jueves noche bandas de hombres kikuyu se echaron a las calles con machetes y armas caseras y empezaron a atacar a luos y kalenjins.
Paul Karanja, un tendero kikuyu de Nakuru, lo explicó de este modo: "Hemos sido muy pacientes. Durante semanas hemos visto pasar todos esos buses y camiones llevándose a la gente del valle del Rift, y hemos visto a muchos de los nuestros perdiendo sus propiedades. Pero ya basta".
En un barrio de Nakuru llamado Zona Libre, cientos de hombres kikuyu quemaron casas y negocios de los luo, el grupo étnico de Odinga. Los luo que se negaban a marcharse eran golpeados salvajemente, y a veces más que eso. De acuerdo a testigos, una turba kikuyu circuncidó a la fuerza a un luo, que más tarde murió desangrado. La circuncisión es un importante rito de pasaje de los kikuyu, pero no es practicado entre los luo.
Los luo y kalenjin, que se habían aliado durante el período post-electoral, contraatacaron, provocando en una masiva trifulca en toda la ciudad con cientos de heridos y más de cincuenta muertos.
El viernes noche, las fuerzas armadas keniatas intervinieron por primera vez. Las autoridades locales decretaron, también por primera vez, un toque de queda en Nakuru.
Mucha gente de la Zona Libre, que ahora es casi completamente kikuyu, dicen que será difícil hacer la paz.
"Estamos furiosos, furiosos", dijo John Maina, un fornido carnicero cuya arma el sábado era una pata de mesa con tres tornillos sobresalientes. "No me veo viviendo con ellos en estos momentos".
Esa es la realidad en gran parte de Kenia, y no se distingue de lo que se llama una limpieza étnica. Turbas en Eldoret, Kisumu, Kakamega, Burnt Forest y otras áreas, incluyendo algunas de las barriadas más grandes de Nairobi, han expulsado a personas de grupos étnicos rivales. Muchos vecindarios que eran mixtos, ahora son étnicamente homogéneos.
Kofi Annan, el ex secretario general de Naciones Unidas, visitó el valle del Rift el sábado. Lo llamó "exasperante".
"Vimos a personas expulsadas de sus casas y granjas, abuelas, niños y familias desarraigadas", dijo Annan, que está en Kenia tratando de interceder entre Kibaki y Odinga.
Llamó al gobierno keniata a investigar los ataques y aumentar la seguridad.
El sábado, soldados keniatas escoltaron en la Zona Libre a luos que volvían a sus casas todavía ardiendo e hicieron guardia con sus rifles de asalto mientras la gente miraba las ruinas y recuperaba lo que podía antes de volver a marcharse.
Muchos luo dijeron que no tenían otra alternativa que marcharse hacia el occidente de Kenia, el territorio tradicional de los luo, del mismo modo que muchos kikuyu dijeron que se reasentarían en las tierras altas al este de Nakuru, su territorio tradicional.
Macharia, el chofer de autobús, que es kikuyu, concedió que muchos kikuyu querían vengarse. Pero dijo que eso no significa que vayan a pelear de verdad. "Lo vi yo mismo", dijo. "Los viejos les gritaron que atacaran, pero ninguno de los niños les obedeció".
Sin embargo, los luo que vivían en la Zona Libre no están corriendo riesgos. El sábado en la tarde, cientos de personas con baúles sobre sus cabezas y bolsas de mantas se dirigieron hacia una oficina del gobierno que era protegida por algunos soldados.
Nancy Aloo, una luo, dirigía a cuatro niños asustados.
"Dios nos hizo a todos nosotros", dijo la señorita Aloo. "Necesitamos su ayuda".

3 de febrero de 2008
27 de enero de 2008
©new york times
cc traducción mQh
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