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muerte por torturas causa consternación


Conmoción causa en pueblo de Illinois asesinato con torturas.
[Jim Suhr] Alton, Illinois, Estados Unidos. Relegada al sótano, la madre de 29 años con mente de niña y otro bebé en camino tenía poco más que una delgada estera y un colchón que podía llamar suyo en el frío suelo de concreto.
Dorothy Dixon comía lo que podía rebuscar en la nevera arriba, donde según los fiscales sus compañeros de vivienda la utilizaban para practicar con sus pistolas de aire, la quemaban con una pistola de pegamento y la habían empapado con un líquido hirviendo que le había despegado la piel.
Quemaron la poca ropa que poseía, dicen las autoridades, de modo que andaba desnuda. A menudo la golpeaban con un bate de aluminio o una palanca de metal.
Dixon -que tenía seis meses de embarazo- murió después de semanas de maltratos. La policía ha acusado a dos adultos, tres adolescentes y un niño de doce años de homicidio en el caso que ha causado repulsa en esta ciudad del río Mississippi.
"Es desgarrador", dijo el teniente de policía David Hayes. "Se divertían con los abusos a que sometían a la mujer. Estaba viviendo en una prisión".
Los detectives ponen gran parte de la culpa en Michelle Riley, 35, que, según dijeron, se ganó la amistad de Dixon para embolsarse su paga mensual de la Seguridad Social que recibía debido a su retraso.
Dixon no veía casi nada, si acaso, del dinero, dice Hayes. Luchó durante meses por mantener un techo sobre su cabeza y la de su hijo de un año, que pesaba apenas siete kilos cuando fue puesto bajo custodia del estado después de la muerte de su madre.
"No vi nunca antes una conspiración de un grupo de personas para torturar permanentemente a alguien hasta causarle finalmente la muerte, y luego no mostrar ningún arrepentimiento", dijo Hayes. "Fue un modo lento, tortuoso y trágico de morir. Yo dudo que Dorothy Dixon supiera siquiera que estaba muriendo".
Riley y Judy Woods, 43, y tres adolescentes, incluyendo a la hija de 15 de Riley, LeShelle McBride, están acusados de homicidio en primer grado, agresión agravada y con alevosía, homicidio de un niño nonato y retención ilegal. El hijo de 12 años de Riley es considerado un delincuente juvenil.
Riley, su hija, Woods, y Benny Wilson, 16, tienen abogados de oficio que no devolvieron nuestras llamadas. Michael Elliott, uno de los acusados, pensaba conseguir un abogado propio.
Se encuentran todos en prisión con una fianza de un millón de dólares.
Los mensajes dejado en el contestador de una hermana de Dixon en el área de Chicago no fueron respondidos, pero vecinos, Hayes e informes de prensa ofrecen un mosaico de los meses que precedieron la muerte de Dixon en la pequeña y blanca casa de postigos azules.
Riley y Dixon, dijo la policía, habían vivido en Quincy, una ciudad en el río Mississippi a unos 160 kilómetros al norte de St. Louis, Montana. Riley trabajaba en Quincy como coordinadora de un centro regional que ayuda a los discapacitados mentales a conseguir vivienda y otros servicios relacionados. Dixon era una cliente.
Durante años la empobrecida Riley luchó por criar a sus hijos. En 2002 y 2004 fue condenada por consumo de metanfetaminas y cocaína. Pero con el tratamiento y la ayuda para conseguir una vivienda del Quincy YWCA, Riley volvió a encarrilar su vida -tanto así que en febrero del año pasado, el Quincy Herald-Whig publicó un reportaje sobre su recuperación.
El verano pasado Dixon y Riley se mudaron a una casa de alquiler de tres dormitorios, ochocientos dólares al mes, en Alton, a unos 24 kilómetros al norte de St. Louis. Desde el principio sus vecinos Chad Hudson y Terri Brandt consideraron que Riley era un problema.
"Michelle era mala, vengativa. Manipuladora", dijo Hudson, convencido de que los adolescentes eran impotentes peones de Riley.
"Era rabiosa, viciosa", agregó Brandt.
Riley consideraba que Dixon era su esclava y la hacía frotarle los pies hasta que Riley se quedaba dormida, y la obligaba a andar desnuda en casa, contaron sus vecinos.
"Visitar su casa era como ir al patio de visitas de la cárcel", dijo Hudson. "Se sentaban en torno a la mesa de la cocina y se peleaban".
No había dudas de que Riley llevaba la voz cantante.
Mientras hacía unas reparaciones en la casa en el otoño pasado, el casero Steve Atkins vio que Riley "ladraba órdenes" a los niños y a todo el mundo. Atkins bromeó preguntándole si acaso quería que llamara al ejército para preguntarle si querían de vuelta al sargento.
"Pero ella no se rió en absoluto", dijo Atkins. "Obviamente, toqué una cuerda sensible".
Atkins dijo que Dixon era normalmente retraída, pero "era siempre amable cuando hablaba contigo". Pero no vio signos de que estuviera sufriendo o siendo torturada.
"No habría sospechado nunca nada parecido", dijo. "Esto es definitivamente espantoso".
La policía dijo que a Dixon le permitían salir de la casa, pero no especificaron en qué condiciones. Hayes no sabía de quién era el feto de Dixon.
Hayes dijo que las cosas aparentemente llegaron a su fin el treinta de enero, cuando según los detectives Wood, durante una pelea, golpeó a Dixon en la cabeza con un objeto que Hayes no especificó. Al día siguiente Wood la encontró muerta.
Hayes presenció la autopsia y dijo que sus lesiones eran inquietantes. Los rayos equis revelaron que tenía unos treinta balines en su cabeza. Profundas quemaduras de tejido cubrían casi un tercio de su cuerpo -su cara, su pecho, sus brazos y pies- y estaba gravemente deshidratada. Su cara y cuerpo mostraba signos de maltratos prolongados. Muchas de sus heridas estaban infectadas.
Ninguna de las lesiones, dijo Hayes, fueron individualmente fatales para Dixon. Su sistema ya estaba sobrecargado con su bebé nonato.
"La autopsia indica que su sistema inmunológico estaba debilitado", dijo. "Ya no era capaz de seguir defendiéndose".
Atkins dijo que en el sótano de la casa encontraron manchas de sangre en la ducha y pequeñas manchas en el suelo de concreto, en la lavadora y en la secadora.
"El modo en que murió es terrible, y era una chica tan buena y dulce", dijo. "No merecía morir de ese modo. Es algo terrible, sin ningún sentido. Es una vergüenza".

23 de marzo de 2008
©pocono record
cc traducción mQh
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