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cuánto vale el pan en zimbabue


El pan cuesta diez millones de dólares zimbabuenses. Con la inflación en un cien mil por ciento, pocos pueden comprar los artículos básicos.
[Scott Baldauf] Bulawayo, Zimbabue. Envuelta en su sari de color rosa y amarillo, Neeti Patel, ve llegar a los clientes a su tienda, mirar lánguidamente los bocadillos, y marcharse con las manos vacías.
No es que sus precios sean altos -un bocadillo de chorizo cuesta apenas treinta millones de dólares zimbabuenses, o cerca de un dólar con veinticinco centavos. El problema es la desenfrenada inflación de Zimbabue -hoy es la más alta del mundo, más de un cien mil por ciento en un año- mantiene altos sus costos. Una bolsa de patatas de trece kilos y medio, costaba noventa millones en la primera semana de marzo. Ahora la misma bolsa cuesta 160 millones, y sus clientes simplemente no tienen ese dinero.
"Hemos tenido que sufrir los precios, pero la gente no puede seguir pagándonos", suspira la señora Patel, que se mudó hace seis meses de India a Zimbabue con su marido, asumiendo que este país del sur de África le ofrecería las mismas oportunidades que ha ofrecido a los tenderos indios durante generaciones. "Pero si no subimos los precios, no tendremos ganancias. Nunca pensamos que podría pasar esto".
Hay abundancia de teorías sobre por qué Zimbabue ha pasado de ser el granero de África del Sur, a su cesta. Economistas occidentales lo atribuyen a la redistribución socialista de granjas comerciales entre los amigos y partidarios del presidente Robert Mugabe. Los partidarios de Mugabe responsabilizan a gobiernos occidentales, que suspendieron la ayuda económica en respuesta a las violaciones de Mugabe a los derechos humanos. Cualquiera sea la causa, las penurias de los zimbabuenses de a pie son fáciles de ver en sus tiendas y hogares, y difíciles de resolver mientras Mugabe y sus seguidores sigan en el poder.
"Es realmente horroroso lo que aguarda en el futuro a la gente", dice Paul Siwela, economista en Bulawayo, un bastión de la oposición. Las purgas étnicas contra los propios zimbabuenses, combinado con ataques a los granjeros comerciales blancos, ha empujado a gran parte de la mano de obra capacitada a mudarse a otra parte. "En los últimos ocho años, la economía se ha contraído a un sesenta por ciento de lo que era antes".

¿Culpa Itinerante?
Los partidarios de Mugabe, que enfrentó su reto más grande de sus 28 años de presidencia en las elecciones del 29 de marzo, culpa de las dificultades económicas del país a Gran Bretaña, su antiguo poder colonial. Pero Siwela dice que la mayor parte de los problemas del país son autoinfligidos.
Las sanciones económicas impuestas por países occidentales al régimen de Mugane no explica el enorme crecimiento del gasto fiscal que ahora es casi el sesenta por ciento del producto doméstico bruto total, dice.
Con una industria manufacturera que opera ahora a apenas el cinco por ciento de su capacidad, debido en gran parte a la falta de electricidad y agua -hay menos impuestos por pagar que por gastar, y Zimbabue se ha hundido en deudas.
Más inquietante, sin embargo, es el modo en que Zimbabue perdió su capacidad de alimentarse a sí mismo, y a la región. En 1979, cuando los rebeldes nacionalistas de Mugabe derrocaron al gobierno blanco de Rodesia, y cambiaron el nombre del país a Zimbabue, miles de granjas comerciales lograron cultivar suficiente alimento como para exportar a la región. Hoy, más de una década de mala administración y abandono han hecho retroceder la producción agrícola a niveles precoloniales.
Este año, el déficit de Zimbabue en maíz es de 360 mil toneladas, y su déficit en trigo, 255 mil toneladas. La ayuda alimentaria enviada por vecinos, el Programa Mundial sobre la Alimentación de Naciones Unidas y familiares que vive en países adyacentes ayudarán a evitar la hambruna -de momento.
Si la mayor parte de la miseria económica de Zimbabue es autoinfligida, como dicen muchos economistas, entonces las soluciones deben también provenir desde dentro. Un asesor económico del gobierno, hablando a condición de conservar el anonimato, dice que el primer paso de Zimbabue es "liberalizar todo".

Las Soluciones Deben Venir desde Dentro

"Primero, tienes que permitir que la gente intercambie libremente los dólares zimbabuenses, y compre sus mercaderías en dólares norteamericanos. Luego tienes que ocuparte del déficit fiscal, el presupuesto del gobierno, incluyendo las compañías paraestatales (como la electricidad) y el gobierno central. Sumas todo, y descuenta lo que recaudas, y entonces tienes que bajar la diferencia".
Las agudas desigualdades del actual sistema amiguista quiere decir que la mayoría de la gente se beneficiará de un cambio general en la economía, dice el asesor. "Liberalizar será difícil, pero cuando liberalizas, eliminas el riesgo de que la gente haga lo que está haciendo", como intercambiar sus dólares zimbabuenses por dólares norteamericanos a tasas de mercado negro. "Es como liberar a la gente de un gigantesco impuesto, porque estás anulando ese riesgo".
Un paseo por una capital regional como Bulawayo muestra que hay alimentos en las estanterías, pero todos a muy alto precio. Gigantescos almacenes, construidos cuando venían campesinos de toda la comarca a hacer sus compras del fin de semana, están ahora llenos de ropa, pero sin clientes.
Las gasolineras han cerrado completamente, y la mayoría de la gente que lo puede pagar, compran a bandas itinerantes de vendedores de combustible, que venden la gasolina por litro, e inclusive por cucharadas.
En una verdulería local, por doce millones de dólares (el equivalente de cincuenta centavos del dólar americano) compras la pieza de lechuga marchita. Con diez millones, compras un pan de molde (cuarenta centavos de dólar americano), si acaso encuentras. Ahora esos precios están más allá del alcance de la mayoría de los zimbabuenses.
"Hace dos meses que no probamos mantequilla", dice Sihle, ex maestra de escuela e Bulawayo. "Para el zimbabuense de a pie es mucho peor".
Los cuartos de su departamento muestran fotos de tiempos mejores. Ahora las maestras como Sihle renuncian a sus trabajos porque su salario de cuatrocientos millones de dólares zimbabuenses no es suficiente para pagar el taxi hacia y desde la escuela, para no mencionar las cuentas de abarrotes.
Como la moneda es una posesión inútil, Sihle ha invertido sus ahorros en algo más significativo. Acumula sacos de maíz en una pila de dos metros de alto y uno y medio de ancho en su dormitorio, suficientes para algunos meses.
"No he visto nunca un país que no aprecie a los profesionales", dice. "No tiene sentido llevar a tus hijos a la escuela. ¿Para qué? En esta economía, si ves a alguien vendiendo tomates más baratos, los compras y los revendes para hacerte con dinero. Ahora todo el mundo es un comisionista".

5 de abril de 2008
25 de marzo de 2008
©christian science monitor
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