matan a jefe de la policía mexicana
11 de mayo de 2008
Edgar Eusebio Millán Gómez, la cara pública de la ofensiva mexicana contra los carteles de la droga, se convirtió en el funcionario policial de más alto rango en ser asesinado desde que se iniciara la campaña hace diecisiete meses. El asesinato podría dar más confianza a los carteles, a los que se responsabiliza de la muerte de seis mil personas en los últimos dos años y medio, y envalentonar a otros grupos antigubernamentales en este país asolado por la violencia.
"Esto podría tener un efecto de bola de nieve, incluso podría poner en peligro la gobernabilidad", dice Luis Astorga, sociólogo y experto en drogas, en una entrevista. "Indica cosas terribles, un nivel de debilidad de nuestras instituciones... que ni siquiera pueden protegerse a sí mismas".
El problema de la droga y la violencia en México ahora engulle a todo el país, desde las ciudades a lo largo de la frontera con Estados Unidos y aislados reductos de los carteles en las montañas occidentales, hasta el corazón de las autoridades nacionales en Ciudad de México. La capital, que en el pasado había estado relativamente inmune ante asesinatos semejantes, ha sido el escenario de cuatro asesinatos de funcionarios policiales de alto rango en apenas una semana.
Las fuerzas de Millán Gómez realizaron operaciones antinarcóticos de gran escala en todo México. Había ordenado a miles de agentes de la policía federal que asumieran las responsabilidades de la lucha contra la delincuencia de la policía local, de que se sospecha que colabora con los narcotraficantes. Esas operaciones en terreno -realizadas a menudo con los militares- han provocado un generalizado resentimiento entre las autoridades locales y de los estados plagados por la corrupción.
Ha sido habitual que los asesinos ataquen a jefes de las policías local y estatal en México, pero este año los carteles se han encarnizado con los grandes hombres de la estructura policial federal. En enero, policías de Ciudad de México confiscaron lanzagranadas y arrestaron a tres hombres que han sido acusados de planificar el asesinato de José Luis Santiago Vasconcelos, el fiscal que supervisa las extradiciones de narcotraficantes.
Antes del asesinato de Millán Gómez, los asesinos también mataron a Roberto Velasco Bravo, director de la oficina de análisis tácticos del crimen organizado de la policía federal, así como a dos altos oficiales policiales, todos ellos en Ciudad de México. Uno de los asesinatos ocurrió en Coyoacán, una ciudad portuaria popular como destinación turística.
Alejandro Gertz Manero, ex secretario de seguridad pública de México, dijo en una entrevista el jueves en Radio Fórmula, que el asesinato de Millán González demostraba el "deseo de generar un clima de terror".
La capital está también en estado de alerta porque el antes durmiente Ejército Revolucionario del Pueblo, un grupo insurgente que hizo estallar bombas en oleoductos el año pasado, ha estado exigiendo la liberación de varios de sus miembros encarcelados. Los rebeldes pueden ver el asesinato de Millán González como un signo de debilidad, dijo Astorga, el sociólogo.
Fuerzas de la policía federal se han dispersado por todo México, persiguiendo a un número cada vez más grande de sospechosos en relación con asesinatos en el mundo de las drogas. La semana pasada, por ejemplo, al menos diecisiete personas murieron en un ataque contra un rancho en el estado de Guerrero, al oeste del país. Esta semana, los militares participaron en una importante batalla contra asesinos de un cartel en el estado de Zacatecas. En ese incidente murieron tres personas.
Millán Gómez, 42, dirigió la policía federal en los últimos cuatro meses -y todavía era considerado su jefe interino. Pero durante años mantuvo un alto perfil y se había ganado la reputación de ser un personaje que no hacía compromisos en la lucha contra los carteles.
El presidente Felipe Calderón elogió a Millán Gómez el jueves, comparándolo con héroes de la Revolución Mexicana y calificando su asesinato de un acto "de cobardía". Calderón, que ha enviado a más de veinticinco mil agentes de la policía federal y soldados a todo México para luchar contra las bandas de narcotraficantes, juró redoblar los esfuerzos para aplastar a los carteles. En una aparición apenas horas antes del asesinato, Calderón pidió al Congreso norteamericano que aprobara un paquete de ayuda de 1.4 billones de dólares para la lucha contra el narcotráfico, conocido como la Iniciativa Mérida.
Millán Gómez fue asesinado poco antes de la una de la mañana en su edificio de apartamentos en el barrio de Colonia Guerrero, un vecindario pobre de Ciudad de México que sus colegas dicen que prefería por su cercanía a los cuarteles policiales. Murió después de ser trasladado a toda prisa a un hospital. Dos guardaespaldas resultaron heridos en el ataque, pero se cree que sobrevivirán. Se detuvo a un sospechoso. La familia de Millán González goza ahora de protección policial, dijo una fuente policial.
Las sospechas se concentraron inmediatamente en el cartel de Sinaloa, una violenta organización de narcotraficantes que ha librado una guerra a toda escala contra la policía federal y las fuerzas armadas mexicanas. Oficiales policiales mexicanos creen que el cartel trató hace poco de acabar con sus rivales para ampliar su control del tráfico de drogas aquí, un negocio que las autoridades norteamericanas calculan que genera unos 23 billones de dólares al año.
En enero Millán González alcanzó la primera plana de los periódicos con su anuncio de que la policía federal había descubierto una serie de casas de seguridad y capturado a once asesinos a sueldo del cartel de Sinaloa en Ciudad de México.
En una rueda de prensa, Millán González mostró un enorme arsenal de armas y tres docenas de chalecos antibalas adornados con las iniciales ‘FEDA’, que según la policía es la abreviatura de ‘Fuerzas Especiales de Arturo’. Se cree que las iniciales hacen referencia a Arturo Beltrán Leyva, líder del cartel de Sinaloa cuyo hermano, Alfredo Beltrán Leyva había sido capturado unos días antes. Los asesinos a sueldo capturados, dijo entonces Millán González, estaba en Ciudad de México para cometer asesinatos.
Incluso antes, dicen sus colegas, Millán González se consideraba un hombre marcado.
"Sabía que su vida corría peligro todo el tiempo", dijo Javier Ortiz, portavoz de la policía federal y amigo de Millán Gómez en una entrevista. "Pero estaba absolutamente convencido de que acabar con los carteles era lo mejor que se podía hacer por México".
5 de mayo de 2008
©washington post
cc traducción mQh
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