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la mujer como padre de familia


Desaparece costumbre albanesa.
[Dan Bilefsky] Kruje, Albania. Pashe Keqi recordó el día que, hace casi sesenta años cuando decidió convertirse en hombre. Se cortó sus largos rizos negros, cambió su vestido por los holgados pantalones de su padre, se armó con un rifle de caza y juró renunciar al matrimonio, a los hijos y al sexo.
Durante siglos, en la conservadora y cerrada sociedad rural del norte de Albania, el cambio de género era considerado una solución práctica para una familia con pocos hombres. Su padre murió en una riña, y no había heredero. Siguiendo la costumbre, la señorita Keqi, ahora de 78, juró morir virgen. Vivió como hombre, el nuevo patriarca, con todos los atributos de la autoridad masculina, incluyendo la obligación de vengar la muerte de su padre.
Dice que hoy no lo haría, hoy que la igualdad sexual y la modernidad han llegado incluso a Albania, con citas por internet MTV invadiendo los hogares después de la caída del Muro de Berlín. Aquí las niñas ya no quieren hombres. Con sólo Keqi y las otras que quedan -unas cuarenta-, las vírgenes juradass están desapareciendo.
"En esa época era mejor ser hombre, porque antes la mujer y los animales eran considerados iguales", dice Keqi, que posee una poderosa voz de barítono, se sienta con las piernas abiertas (como los hombres) y disfruta de sus cortos de raki. Ahora las mujeres albanesas tienen los mismos derechos que los hombres, y son incluso más poderosas. Creo que hoy sería divertido ser mujer".
La tradición de las vírgenes juradas se remota a los Kanun de Leke Dukagjini, un código de conducta transmitido oralmente entre los clanes del norte de Albania durante más de quinientos años. Bajo el Kanun, el rol de la mujer está severamente circunscrito: ocuparse de la crianza de los niños y ocuparse de la casa. Mientras que la vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre, el valor de una virgen es el mismo: doce bueyes.

La virgen jurada nació de una necesidad social en una región agraria plagada por la muerte y la guerra. Si el patriarca de la familia moría sin dejar herederos varones, las mujeres solteras de la familia se podrían encontrar aisladas y débiles. Jurando permanecer vírgenes, las mujeres podían asumir un rol masculino como jefes de familia, portar un arma, poseer propiedades y trasladarse libremente.
Se vestían como hombres y pasaban sus vidas en la compañía de otros hombres, aunque la mayoría de ellas conservaban su nombres originales. No eran ridiculizadas, sino aceptadas en la vida pública, e incluso aduladas. Para algunas, la opción fue un modo en que una mujer podía conquistar su autonomía y evitar los matrimonios arreglados.
"Renunciando a la sexualidad cuando juraban permanecer vírgenes, estas mujeres, en una sociedad dominada por los hombres y segregada, podían participar en la vida pública", dijo Linda Gusia, profesora de estudios de género en la Universidad de Pristina, en Kosovo. "Se trataba de sobrevivir en un mundo gobernado por los hombres".
Hacer el juramento de convertirse en una virgen jurada no debe, dicen los sociólogos, confundirse con la homosexualidad, que es tabú en el campo albanés. Tampoco se cambian las mujeres, de sexo.

Conocida en su familia como ‘pasha’, Keqi dijo que decidió convertirse en el hombre de la casa a los veinte, cuando mataron a su padre. Sus cuatro hermanos se oponían al gobierno comunista de Enver Hoxha, el gobernante durante más de cuarenta años hasta su muerte en 1985, y fueron encarcelados y asesinados. Convertirse en un hombre, dijo, era el único modo de apoyar a su madre, sus cuatro cuñadas y sus cinco hijos.
Keqi reinaba sobre una extensa familia en su modesta casa en la Tirana, donde sus sobrinas le servían brandy mientras ella ladraba órdenes. Dijo que vivir como hombre le había permitido libertades que se negaban a otras mujeres. Trabajaba en la construcción y rezaba en la mezquita, con los hombres. Incluso hoy, sus sobrinos y sobrinas, no se atreverían a casarse sin el permiso del ‘tío’.
Cuando salía fuera del pueblo, disfrutaba ser considerada como hombre. "Como hombre era totalmente libre, porque nadie sabía que yo era una mujer", dijo Keqi. "Podía ir donde quisiera y nadie se atrevería a insultarme, porque tenían miedo de que yo les pegara. Andaba siempre con hombres. No sé cómo hablan las mujeres. No le tengo miedo a nada".
Cuando hace poco fue hospitalizada para una cirugía, la otra mujer en su cuarto se horrorizó cuando descubrió que estaba compartiendo el espacio con alguien que ella asumía que era hombre.
Ser el hombre de la casa también la responsabilizó de vengar la muerte de su padre, dijo. Cuando el asesino de su padre, entonces de ochenta años, salió de la cárcel hace cinco años, contó Keqi, su sobrino de quince años lo mató de un balazo. Luego la familia del hombre se vengó y mataron al sobrino. "Siempre soñé con vengar la muerte de mi padre", dice. "Por supuesto, tengo pesares; mataron a mi sobrino. Pero si me matas, tengo que matarte".

En Albania, un país de mayoría musulmana en los Balcanes occidentales, el Kanun es respetado por musulmanes y cristianos. Historiadores de la cultura albanesa dicen que la adherencia a costumbres medievales desaparecidas hace mucho tiempo en otros países, son producto secundario del anterior aislamiento del país. Pero enfatizaron que el rol tradicional de la mujer albanesa estaba cambiando.
"La mujer albanesa de hoy es una especie de ministro de economía, ministro de cariños y ministro del interior, que controla lo que hace", dijo Ilir Yzeiri, que escribe sobre folclore albanés. "Hoy, las mujeres en Albania están detrás de todo".
Algunas vírgenes juradas lamentan los cambios. Diana Rakipi, 54, guardia de seguridad en la costera ciudad de Durres, al oeste de Albania, que se convirtió en virgen jurada para cuidar de sus nueve hermanas, dijo que recordaba con nostalgia la era de Hoxha. Durante el período comunista, fue oficial de ejército, y adiestraba a mujeres como soldados de combate. Ahora, se lamentaba, las mujeres olvidaron su lugar.

"Hoy las mujeres van semi desnudas a la discoteca", dijo Rakipi, que lleva una boina militar. "Me han tratado como hombre durante toda mi vida, siempre con respeto. No puedo asear, no puedo planchar ropa, no puedo cocinar. Eso es cosa de mujeres".
Pero incluso en las remotas montañas de Kruje, unos cincuenta kilómetros al norte de Tirana, los vecinos dicen que la influencia del Kahun sobre los roles de género está desapareciendo. Dijeron que la erosión de la familia tradicional, en la que vivían antes todos bajo el mismo techo, había alterado la posición de la mujer en la sociedad.
"Ahora mujeres y hombres son casi lo mismo", dijo Caca Fiqiri, cuya tía Qamile Sterma, 88, es la última virgen jurada de su pueblo. "Respetamos mucho a las vírgenes juradas y las consideramos hombres por los sacrificios que hacen. Pero ahora no es una deshonra no tener un hombre en la casa".
Sin embargo, no caben dudas sobre quién lleva los pantalones en la casa de piedra de una habitación de Stema, en Barganesh, el pueblo ancestral de la familia. Allá, un día hace poco, la ‘Tía’ Qamile estaba rodeada por su clan, ataviada con el tradicional gorro blanco de los hombres. Su única concesión a la feminidad fue sus chancletas rosadas.
Tras convertirse en hombre a los veinte, dijo Stema, empezó a portar un arma. En las bodas, se sentaba con los hombres. Cuando ella hablaba con mujeres, contó, estas retrocedían de timidez.

Contó que convertirse en una virgen jurada fue una necesidad y un sacrificio. "A veces me siento sola, porque han muerto todas mis hermanas y yo vivo sola", dijo. "Pero no me quise casar nunca. Algunos en mi familia trataron de que cambiara ropa y llevara vestidos, pero cuando vieron que yo me había convertido en un hombre, dejaron de molestarme".
Stema dijo que moriría virgen. Si se hubiese casado, bromeó, habría tenido que ser con una mujer albanesa. "Supongo que podrías decir que soy mitad mujer, mitad hombre", dijo. "Me gustaba mi vida como hombre. No me arrepiento de nada".

12 de julio de 2008
©new york times
cc traducción mQh
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