Blogia
mQh

poligamia entre inmigrantes musulmanes


El auge de los matrimonios ilegales es un subproducto de la masiva inmigración musulmana.
[Tracy Wilkinson] Roma, Italia. A unos kilómetros del Vaticano, Najat Hadi vive con su marido, su otra esposa y sus hijos, un hogar infeliz con una mujer odiosa que es diez veces más joven que ella y un marido cruel que la dejó con una fea cicatriz en el cuello.
Finalmente, dice, su marido egipcio, que trabajaba en Roma haciendo pizzas, la golpeó una vez tan fuerte que lo abandonó. Pero él se quedó con los niños.
Miles de matrimonios poligámicos como el de Hadi han surgido en toda Italia como un subproducto de la rápida y masiva inmigración musulmana en este país católico.
Pese al obvio choque cultural, las autoridades italiana normalmente hacen la vista gorda, dejando a las mujeres en un turbio mundo semiclandestino con pocos derechos y sin tener dónde recurrir cuando las cosas se ponen feas, como en el caso de Hadi.
"Es absurdo que en un país civilizado como Italia, no se reconozca este problema", dice Souad Sbai, una legisladora italiana de origen marroquí que se ha destacado aquí como defensora de las inmigrantes musulmanas.
Italia es uno de los varios países europeos que hacen frente al problema de la poligamia. En Gran Bretaña y España, donde también se han asentado grandes comunidades musulmanas, algunos funcionarios proponen reconocer el matrimonio poligámico como un modo de asegurar el acceso de las esposas a las pensiones, seguro médico y otros beneficios del estado.
Pero Sbai, que ha vivido veintisiete de sus 47 años en Italia, piensa que los intentos de tolerancia cultural fracasan cuando se permiten costumbres que entran en el terreno de lo ilegal. Las leyes italianas sólo aceptan el matrimonio entre un solo hombre y una mujer.
Sbai calcula que hay unas catorce mil familias poligámicas en Italia; otros estiman que esa cifra es mucho más elevada. Muchos aprovechan el llamado matrimonio orfi, una unión menos formal sancionada por un imam, que no conlleva la misma posición social o jurídica que el matrimonio normal.
Está convencida de que los polígamos en Italia están practicando una forma de matrimonio múltiple más fundamentalista y con más abusos. Debido a que se sienten amenazados por la cultura occidental que los rodea, los hombres a menudo encierran a sus mujeres y las confinan a una vida de soledad completamente dependientes del marido.
"Las mantienen en una especie de gueto", dice Sbai.
Cuando Sbai creó un teléfono rojo para inmigrantes musulmanas, la línea recibió mil llamadas en los primeros tres meses. Para su sorpresa, había dado con una comunidad oculta de mujeres que buscaban desesperadamente información, muchas de ellas atrapadas en familias poligámicas violentas, aisladas y solas.
Hadi, marroquí, había soportado las palizas y la humillación porque pensaba que no tenía dónde ir. Dijo que conoció a su marido en 1987 en Italia, cuando visitó el país durante sus vacaciones. Tuvieron una ceremonia religiosa en una mezquita local y el matrimonio legal en la embajada egipcia en Roma. En la década siguiente, fue madre de cuatro hijos.
Entonces, un día de 2000, Hadi volvió de vacaciones en Egipto, donde había llevado a los niños para que pasaran un tiempo con la familia del marido. En su departamento en Roma había otra mujer. Su marido se había casado con ella durante su ausencia.
"Volví y la encontré en mi casa", dijo Hadi, 46. Hadi dijo que al principio reprochó al marido, pero luego decidió que no podía hacer demasiado.
"Me dijo: ‘Me casé con esta mujer’. Yo quería saber porqué. Le dije que la echara. Pero se negó. ¿Dónde podía ir yo con cuatro hijos?" Trató de congeniar con la otra mujer, una egipcia a la que Hadi describe como una persona odiosa.
"Traté de aceptarla, por los niños", dice Hadi. "Pero esa mujer no tenía cerebro".
Las golpizas de su marido se hicieron peores, y Hadi terminó repetidas veces en el hospital. La desvaída cicatriz en su pecho data de cuando su marido la atacó con un cuchillo.
Entonces, hace cerca de año y medio, él empezó a golpear a los niños. Y fue entonces que decidió que tenía que marcharse. Otras mujeres marroquíes le hablaron sobre el centro de Sbai y prepararon una demanda criminal contra su marido. Pero él cogió a los niños y se marchó a Egipto. Hadi no ha sido capaz de obtener la atención de las autoridades para que la ayuden a recuperar la tutoría de sus hijos.
Sbai, la legisladora, recuerda la poligamia de su infancia en Marruecos. Allá, al menos oficialmente, un hombre sólo podía casarse con las mujeres que podía mantener adecuadamente. Aquí en Italia, dice, la poligamia a menudo es distorsionada. La experiencia del inmigrante es puesta al revés: regresión y aislamiento, en lugar de integración.
De los cientos de casos de mujeres que han llegado a la atención de Sbai, la mayoría son marroquíes y analfabetas, y en un porcentaje mucho mayor que en Marruecos. Eso también contribuye a su aislamiento, una condición complicada por la desconfianza hacia las autoridades italianas y el temor de lo desconocido.
Aliza Kalisa, 50, se unió a su marido marroquí en Italia en 2001. Llevaban varios años de casados, pero cuando llegó a Roma se enteró de que no había perdido el tiempo para casarse con una segunda mujer.
"¿Por qué no me lo dijiste?", le preguntó.
"Necesitaba una mujer aquí, y tú estabas en Marruecos", le dijo.
Kalisa estaba desolada. Tuvo que vivir con su marido, su otra mujer y los dos hijos de la mujer en una departamento de una habitación, donde se veía obligada a dormir en el suelo y escuchar cuando su marido y la mujer más joven hacían el amor. Él la trababa mal, haciendo alarde de su segunda mujer como si fuera un trofeo y obligando a Kalisa a ocuparse de la casa y de los niños -de los niños de la otra.
La obligaba a entregarle todo lo que ella ganaba como criada de una familia italiana. La golpeaba. Kalisa piensa que la otra esposa se deleitaba con los maltratos que sufría ella; la mujer se burlaba de ella, fastidiándola con que ella era la favorita.
"Yo fui su esposa durante mucho tiempo", dijo Kalisa. "Y luego me convertí en su criada".
Cuando ya no pudo más y lo amenazó con abandonarlo, su marido la encerró en el apartamento durante diez días. Finalmente sus gritos obligaron a un vecino italiano a llamar a la policía, y Kalisa pudo finalmente marcharse. En el centro de Sbai, Kalisa está aprendiendo a escribir su nombre por primera vez.
Zora, una marroquí ha que vivido en Italia los últimos veintisiete años, se casó con un egipcio en Roma en 1989. Aunque él le juró que era soltero, resultó que tenía otra mujer en Egipto. Zora (que pidió que no se publicara su apellido) se enteró del matrimonio cuando un hijo adulto de esa unión se apareció por su apartamento en Roma.
"Me quedé sin habla", dijo Zora, que tiene 52 pero se ve como si tuviese 35.
Zora empezó a sospechar que el hijo de su marido estaba maltratando a su hijo, que entonces tenía seis años. El niño tenía moretones y se horrorizaba cuando tenía que quedarse solo en casa con su medio hermano. Ella, a su vez, no se atrevía a decirle nada a su marido. Cuando Zora confirmó que su hijo estaba siendo maltratado, su rabia superó su miedo. Cogió a su hijo y se marchó.
Sbai, la legisladora, ayuda a mujeres como Zora a conseguir trabajo, o a mantenerlos, aunque les paguen mal, y a empezar a conocer cosas básicas sobre la burocracia legal italiana. Zora, por ejemplo, está tratando de retirar el nombre de su hijo del pasaporte de su marido para agregarlo al de ella para impedir que se marche del país con el niño. Las mujeres también reciben educación básica y tienen acceso a un psicólogo, aunque las consultas no marchan muy bien debido a que la mayoría de las mujeres se muestran reluctantes a conversar sobre sus dificultades.
"Todavía no hablamos de integración", dijo la psicóloga Lucia Basile. Después de lo que han vivido, "primero tenemos que enseñarles que tienen dignidad y que existen".
Hadi, por ejemplo, ha hecho suya esa causa. Mientras lucha por el retorno de sus hijos, se ha unido a la oficina de Sbai, trabaja atendiendo el teléfono rojo y se acerca a otras mujeres marroquíes e inmigrantes para informarles de sus derechos y oportunidades.
"Son siempre las mujeres las que pagan la cuenta", dijo.

wilkinson@latimes.com

7 de agosto de 2008
15 de julio de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
rss

0 comentarios