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augusto pinochet, el cobarde


El día que Pinochet besó el suelo. Una conmovedora y verídica historia que muestra la vileza y cobardía del dictador. La encontramos en el blog del autor en el portal atinaChile.
[Carlos Reusser Monsalvez] Cuando yo era muy joven alguien, a quien le brillaban los ojos de malicia, me dijo en voz baja: "Tu abuela le entregó un ramo de rosas a Pinochet cuando vino a Cañete."
Yo lo negué, por supuesto, sonriente ante semejante animalada.
"Si, de verdad. Eran bonitas. Se las dio a Pinochet en el Teatro Municipal. Lo vio todo el mundo."
Palidecí y me despedí. Me subí en el primer bus que iba a casa y corrí el kilómetro de camino que me separaba de ella, rogando que todo fuera un embuste. Mi abuela era comunista y su padre un luchador social. Tenía en su dormitorio una imagen de la Virgen de Lourdes y al lado de la cama un banderín de Lenin. En mi casa se hacían las reuniones del PC y clases de estrategia y adoctrinamiento político (en clave era "la pequeña casa de la pradera"). En la bodega había mimeógrafos mecánicos que incansablemente, día y noche, multiplicaban panfletos, manifiestos y boletines, ¡cómo íbamos a andar entregándole flores al General de la traición!.
- Yiya, Yiya, me dijeron que… Y repetí el cuento.
Me miró un largo rato en silencio.
Luego, lentamente me contó la historia que les resumo a continuación:

A los pocos meses del Golpe de Estado, Pinochet se paseaba exultante por todo el país, junto a una gruesa comitiva, recibiendo agasajos, medallas, llaves de la ciudad, homenajes, diplomas de hijo ilustre, anillos, joyas, billeteras y lo que hiciera falta para la reconstrucción del país.
Por supuesto, se paseaba resplandeciente de felicidad y saludando con mano en alto las ‘espontáneas’ muestras de adhesión de la ciudadanía. Y alguien decidió que correspondía que en Cañete las mujeres todas, representadas por los Centros de Madres, le demostraran su gratitud y afecto en un acto público.
La Presidenta de la Unión Comunal de Centros de Madres era la Sra. Digna, que era comunista.
El asunto era que la Sra. Digna al parecer súbitamente "se enfermó" (o algo similar) y no pudo cumplir con la honrosa labor. Un piquete de Carabineros se dirigió entonces a casa de la segunda al mando, o sea mi abuela Idilia, conminándola a representar a las madres y mujeres de Cañete y obsequiarle flores al genocida.
Como el horno no estaba para bollos, mi abuela ya había estado presa y sus hijas con detención domiciliaria, aceptó la cordial invitación y al día siguiente estaba ya en el Teatro donde le entregaron un frondoso ramo de flores para que cumpliera con su cometido.
Sube al escenario, le da un abrazo protocolar y le entrega las flores a Pinochet y apenas este las toca… APAGON en Cañete.
Y un golpe inmediato, seco, sonoro, sobre el piso del escenario.
Pinochet, el victorioso general cinco estrellas, el primer infante de la patria, el libertador del país, el vencedor del marxismo-leninismo se había arrojado al suelo sin pensarlo ni un instante, tratando de salvar su pellejo de un ataque imaginario.

Y ahí terminaría la historia, sino fuera porque a los pocos días a mi abuela Idilia Reusser la fueron a buscar con dos camiones de milicos y francotiradores, y luego se la llevaron a Lebu, donde la torturaron hasta que un paro cardíaco la condujo al hospital, porque entre otras cosas a algún iluminado se le ocurrió que debía haber una relación entre la militancia de doña Idilia, la entrega de las flores y el corte de luz.
Pero esa es otra historia.
Ah, y apagones eléctricos… siguen habiéndolos en Cañete hasta el día de hoy cada vez que sopla fuerte el viento. Y del agua potable mejor ni hablemos.
Y Pinochet, en 17 años, JAMÁS regreso a Cañete.

25 de agosto de 2008
cc Carlos Reusser Monsalvez
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