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violencia altera la vida en méxico


La violencia relacionada con las drogas altera el ritmo de la vida en México.
[Marc Lacey] Tijuana, México. Con un salón de bingo, un canódromo y un enorme salón de tragaperras, Casino Caliente tiene su buena ración de chillidos y quejidos todos los días del año. Pero cuando un grupo de hombres fuertemente armados y vestidos de negro irrumpieron violentamente y ordenaron a todo el mundo a tenderse en el suelo un viernes noche de este mes, los arrebatos alcanzaron un nivel enteramente diferente.
"¡Todo el mundo al suelo!", gritaron los hombres enmascarados, agregando insultos para dejar en claro sus intenciones y apuntando a uno y otro lado con sus armas automáticas. El pánico se apoderó del salón de bingo. Nadie sabía qué pasaría ahora.
Pertenecen al pasado los días en que la guerra de los carteles de la droga en México era algo abstracto para la mayoría de la gente, algo que lamentaban leyendo los diarios de la mañana como si estuviera ocurriendo lejos del país. Las huellas de la guerra están en todas partes, como en las radios que transmiten baladas que romantizan a los narcotraficantes y gigantes pancartas que los carteles cuelgan de las pasarelas para reclutar asesinos a sueldo y amenazar a sus rivales.
Los narcotraficantes mexicanos que embarcan narcóticos desde América del Sur a Estados Unidos están librando una encarnizada guerra contra el gobierno del presidente Felipe Calderón, que ha enviado al ejército a zonas conflictivas del país para reprimirlos. Las reparticiones policiales, infiltradas por los narcotraficantes y sin adiestramiento adecuado, no están a la altura de la misión. Los resultados han sido magros: han habido capturas de enormes alijos de drogas y detenciones de algunos barones de la droga, pero también violentas represalias de parte de traficantes fuertemente armados, que han asesinado a agentes de policía y también a muchos civiles no implicados en su guerra.
La vida en México está cambiando de modos sutiles a medida que la posibilidad de un incidente violento acecha en cada cruce, salón de baile y plaza. Con creciente frecuencia se ven dibujados en el asfalto los contornos en tiza de cuerpos de niños en los últimos sitios del suceso. Hay ataques en fiestas de bautizo, en restaurantes elegantes, en salones de bingo como el Caliente, donde, según se vio, esa noche no se disparó ni un solo tiro. Los hombres armados resultaron ser agentes de la policía federal, y se marcharon rápidamente con dos detenidos, sospechosos de ser narcotraficantes.
"Los que no ven la guerra de los carteles que se lucha a su alrededor tienen la cabeza metida en la arena", dijo Jeannette Anaya, una actriz de Tijuana que está tratando de movilizar a la comunidad artística de la ciudad para manifestarse a favor de la paz.
En los últimos días, dos mujeres y dos niñas se encontraron entre las víctimas de un ataque en Guerrero. Este mes fueron asesinadas nueve personas en una reunión familiar en las montañas de Chihuahua, incluyendo a varios adolescentes, un niño de cuatro y otro de dieciséis. En total, la guerra de las drogas ha significado en lo que va de año la muerte de 2682 personas, incluyendo ancianos, colegiales y mujeres embarazadas, de acuerdo a un conteo del diario El Universal.
"Los violentos asesinatos masivos de personas no relacionadas con el crimen organizado, sus cobardes ejecuciones, son intolerables para México", dijo José Reyes Baeza, gobernador de Chihuahua, que ha criticado la campaña contra la violencia del gobierno federal. "La tendencia es inaceptable y debemos frenarla".
Los ricos blindan sus vehículos, llevan prendas protectoras y se trasladan rodeados de hombres fornidos con auriculares. Pero la gente con menos recursos recurre a sus propias medidas improvisadas para sobrevivir.
Manuel, un hombre de negocios en sus cuarenta que vive en Tijuana, evita los restaurantes de la ciudad, especialmente los que sirven comida de Sinaloa, que tiene más capos del narcotráfico que cualquier otro estado. Su padre es de Sinaloa y adora los tamales de camarones y otros productos de la región, pero teme que existe un mayor peligro de encontrarse con matones en los restaurantes que ofrecen ese tipo de comida.
"Sirven mariscos, y son los mejores", dijo, negándose a proporcionarnos su apellido por temor a que le cobren sus palabras. "Prefiero comer en casa. ¿Cómo podría llevar a mi mujer y mis hijos a un restaurante donde no conozco a la gente que hay a mi lado? ¿Qué pasaría si algo sale mal?"
Tiene razón para estar tan desconfiado. Su hermano fue sacado de su casa de Tijuana hace casi un año por hombres armados y desde entonces no sabe nada de él -una de las numerosas personas que han desaparecido en ataques nocturnos relacionados con los carteles de la droga.
"Todos vivimos con miedo", dijo. "Cualquiera de nosotros puede ser secuestrado o asesinado. Trato de no llevar nada encima y de no hacer nada que atraiga su atención. Uso camisetas de manga corta y un sombrero. No tengo joyas. No quiero destacarme".
En el México moderno un nuevo modo de discreción se está haciendo camino. ¿Se pone detrás de ti un todoterrenos en un cruce? Mejor seguir mirando hacia delante.  Todavía mejor, recomiendan muchos, no parar nunca con luz roja.
Estalló un gran debate sobre los puestos de control de la policía. ¿Deberíamos parar y correr el riesgo de que se trata de tipos disfrazados de policías?
Las mujeres deben precaverse de cómo rehuir la atención no solicitada de un hombre. Quién sabe si se puede ofender y qué armas podría llevar consigo. Los hombres deben tener cuidado de no mirar a la novia, esposa o hermana que alguien que se gana la vida matando.
"En estos días tienes que tener más cuidado con todo", dijo José Carlos Vizcarra, que dirige un grupo de consultores sobre criminalidad en la ciudad fronteriza de Mexicali. "Si entras a un bar y hay una chica guapa sentada sola, piénsalo dos veces antes de acercarte a ella. ¿Quién sabe si no es la novia de un narcotraficante? Si él entra cuando la estás invitando a una cerveza podría ser tu último día".
Y las mujeres no son solamente acompañantes de narcotraficantes, dice Howard Campbell, antropólogo en la Universidad de Texas en El Paso, que ha estudiado el narcotráfico en México. Algunas mujeres son contrabandistas, que han surgido en el mundo dominado por los machos que es el mundo del narcotráfico y responsables de violentas campañas.
Las mujeres también están profundamente implicadas en el lavado de dinero del narcotráfico, escribió Campbell en un reciente artículo en Anthropological Quarterly, dirigiendo negocios como guarderías infantiles, joyerías y boutiques que ayudan a mantener funcionando a las bandas que trafican drogas. ¿Ese collar? ¿Ese vestido? ¿Esa niñera? En el México de hoy, podrían todas estar financiando el negocio de las drogas.
"En estos días es imposible saber exactamente quién es quién", dijo Campbell. "Puede ser peligroso".
De hecho, cualquier cosa puede ser peligrosa. El padre de otra víctima de secuestro dijo que las relaciones amorosas en estos días habían cambiado substancialmente. Uno de los dos hijos del hombre había roto con su novia. Otro chico, con vínculos con los narcotraficantes, empezó a salir con ella. Un día el año pasado un grupo de hombres vestidos de negro llegaron a la casa del hombre y se llevaron a uno de sus hijos, que no era el que andaban buscando. Desde entonces que no saben nada de él.
Esto no quiere decir que los mexicanos estén paralizados por el temor. Cientos de miles de personas se manifestaron el sábado en Ciudad de México, Tijuana y decenas de ciudades en todo México para encender candelas y recuperar las calles.
Sin embargo, muchos se han acostumbrado a cosas que antes les alarmaban. Están haciendo cosas, como insertarse un chip en sus antebrazos de modo que puedan ser localizados en caso de ser secuestrados, que nunca imaginaron en otros tiempos más tranquilos.
La policía se ha quejado de que los transeúntes en escenas del crimen usan sus cámaras para tomar fotos de los cuerpos.
"Lo peor que nos puede pasar es que nos acostumbremos al dramático conteo diario de las muertes y secuestros provocados por los asesinos del narcotráfico", se lee en un editorial reciente de El Universal.
En el salón de bingo de Tijuana, una vez que los agentes federales escoltaron a dos hombres sospechosos de ser narcotraficantes justo después de medianoche un viernes, algunos desconcertados jugadores se levantaron del suelo, abandonaron sus cartones de bingo y se marcharon. Para ellos, la velada les había reportado mucho más acción que la que habían esperado.
Pero otros, como si no hubiese pasado demasiado, se levantaron del suelo, recogieron sus cartones y continuaron desafiando su suerte.

2 de septiembre de 2008
31 de agosto de 2008
©new york times
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