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niños en servidumbre


Los más pobres entre los pobres de Haití.
[Marc Lacey] Gonaïves, Haití. La semana pasada, miles de mujeres desesperadas se empujaban y daban empellones para recoger el alimento que estaba siendo distribuido en las afueras de esta ciudad inundada. A un lado estaban los restaveks, los realmente desesperados.
Mientras mujer tras mujer se marchaban con un saco de arroz, una bolsa de frijoles y una lata de aceite de cocina, los restaveks -un término criollo usado en Haití para referirse a los niños trabajadores- se agachaban para recoger los granos que caían inadvertidamente al suelo.
Los huracanes y tormentas tropicales que azotaron el mes pasado la mitad occidental de Hispaniola, la isla que divide a Haití de la República Dominicana, dejaron al descubierto la pobreza y profundas divisiones de la sociedad haitiana, donde hay ricos, pobres y gente que vive en la más absoluta indigencia.
Nada ilustra mejor a este último grupo que los restaveks, los miles de niños haitianos entregados por sus padres a familias en mejor situación, la mayoría de las cuales también están luchando por sobrevivir.
El término restaveks significa literalmente ‘quedarse con’, y se refiere a los niños que viven en casa de sus anfitriones y trabajan para ellos como criados a cambio de un techo, los restos de la comida y, supuestamente, la escuela.
Sin embargo, en la práctica los restaveks son fácil presa de la explotación. Defensores de los derechos humanos dicen que son golpeados, víctimas de abusos sexuales y a menudo impedidos de asistir a la escuela, ya que muchas familias anfitrionas creen que la educación los pondrá desobedientes.
La Unicef calcula que trescientos mil niños haitianos fueron afectados por las tormentas recientes, y muchos de ellos fueron obligados a buscar abrigo en refugios y tejados.
Pero los jóvenes haitianos sufrían mucho más incluso antes de que se obscurecieran los cielos con los huracanes Fay, Gustavo, Hanna e Ike, y más de trescientos de ellos murieron. El país tiene la tasa de mortalidad de niños menores de cinco años más alta del Hemisferio Occidental, así como una alta tasa de mortalidad de infantes y parturientas. Apenas algo más de la mitad de los niños en edad escolar están inscritos en una escuela. La asistencia de los restaveks es, por cierto, mucho menor.
"Muchos de ellos son tratados como animales", dijo una funcionaria de Naciones Unidas que habló a condición de conservar el anonimato debido que no cuenta con autorización para hablar sobre un asunto tan delicado. "Son ciudadanos de segunda clase, esclavos. Los alimentas un poco, y ellos limpian tu casa prácticamente a cambio de nada".
Gonaïves, una ciudad al noroeste de Haití, era una ciudad pobre cuando la golpearon las tormentas, después de que en 2004 un huracán la dejara en ruinas. Pero eso no impidió que muchas familias pobres acogieran a restaveks, los hijos de los pobres más pobres.
"Casi todo el mundo tiene uno", dijo una mujer dándose de codazos en la cola de los alimentos.
Son niños como Widna y Widnise, dos mellizas de doce años que han vivido en la misma casa de Gonaïves en los últimos dos años.
Se levantan al amanecer para salir a recoger agua y leña, y volver a cocinar, trapear y limpiar. Miran desayunar y marcharse a la escuela a los dos niños de la familia anfitriona, que tienen más o menos la misma edad. Las mellizas no comen nada en las mañanas, y se quedan para trabajar en casa.
Las mellizas tienen mejor pasar que muchas otras, dicen. Se las golpea en las manos si se muestran desobedientes, pero no les dan azotes en la cabeza, como dicen que ocurre con muchos restaveks en casas cercanas.
En la noche comen con los otros dos niños y duermen en esteras en el suelo, como hacen esos niños. Tienen zapatos, a diferencia de muchos de sus contemporáneos, aunque los perdieron durante la inundación.
Pero las niñas dijeron que no se sienten bien con la situación. Los otros niños las fastidian, diciéndoles que nunca van a crecer, que serán siempre criadas.
Y extrañan a su madre, que trabaja en el campo como criada y visita a las niñas toda vez que puede. Les dice que las llevará con ella a casa tan pronto como pueda alimentarlas.
"Nuestra madre es demasiado pobre como para cuidarnos", dijo Widna, la más habladora de las dos, agregando enfáticamente: "No queremos ser restaveks".
Lo que más querían esa tarde del jueves era comer. La familia anfitriona había abandonado la casa inundada, dejando solas a las chiquillas. Llegaron a la escuela en el barrio de Praville donde Naciones Unidas estaba repartiendo alimentos, pero les dijeron que sólo las mujeres podían hacer la cola.
Las niñas se sentaron a un lado hasta que se dieron cuenta de algunos granos de arroz y frijoles caían al suelo en medio de la confusión. Se miraron y se pusieron manos a la obra, recogiendo con los otros restaveks los granos y frijoles que caían al suelo, uno por uno.

27 de septiembre de 2008
14 de septiembre de 2008
©new york times
cc traducción mQh
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1 comentario

Claudia Daniela Sosa -

NO ENTIENDO COMO LAS PERSONAS PUEDEN PERMITIR ESO DE ESOS NIÑOS ,YO HACE SEIS MESES VENGO HACIENDO UNA POSIBLE ADOPCION DE UNA NIÑA HATIANA Y NO LA PUEDO HACER POR QUE ME PIDEN DE LOS TANTOS ORFANATOS DE ALLI MISMO UNA SUMA DE 9.000MIL DOLARES ESTADOS UNIDENSES ES UNA VERDADERA COMPRA ?YO TENGO 4 NIÑOS BIOLOGICOS MIOS ,Y ESTOY EN UNA BUENA SITUACION ECONOMICA Y TODOS MIS DOCUMENTACION DE ADOPTAR ESTA PERFECTA PERO HACI ES LA VIDA UNO QUE DECEA AYUDAR A SALVAR A UN NIÑO NO PODES TENES QUE CONPRARLOS ,POR ESO NO PUEDO ADOPTAR CARIÑOS DANIELA DE VILLA MERCEDES SAN LUIS