soldados de la legua
12 de octubre de 2008
El ‘Guatón’ tenía 12 años cuando aprendió a levantar un fierro, como llaman en su población a las pistolas. Ese día, su jefe iba ‘cargado’ con cocaína, caminando por la calle Santa Catalina de La Legua Emergencia, cuando vio que las luces de una patrulla iluminaron la calle. Supo que no debía dudar. Se tapó la cara con el polerón y disparó a las ruedas y al capó del vehículo. Sin titubear. Sintió su espalda helada y vio la cara de miedo del chofer y su copiloto, pero había sido entrenado para no trepidar. "¡Son ellos o tú guatón!", resonaba en su cabeza. La patrulla retrocedió rápidamente.
Hoy, el ‘Guatón’ o Cristián tiene 16 años y hace un año que ya no es un ‘soldado’, el término con el que son conocidos los niños que trabajan en la vigilancia y la venta de drogas de la población. Hace cuatro años también dejó la escuela: una profesora de la Fundación Belén Educa lo castigó por desordenado y lo echó del colegio. Nadie más lo recibió.
Su abuela vivía en La Legua Emergencia, allí en la calle Santa Catalina mataba las horas ‘pichangueando’ hasta que conoció a un amigo. Aún recuerda como fue el comienzo del fin.
Cristián baja sus ojos verdes y su cabeza con corte mohicano para acordarse que en el oficio de soldado comienza de una forma solapada. Ese amigo trabajaba con unos traficantes de La Legua Emergencia y le contó que pagaban 20 mil pesos por cargar un arma y por ‘tomar la pesa’, vender droga en coa . Se demoró dos días en decidir, hasta que el 18 de septiembre le gritó a su hermano el fin de sus miserias: "Pelado, este año habrá asado y ropa nueva"; y partió a la Legua Emergencia a conseguir un adelanto y a vender el alma. "Con mi primer sueldo, de más de 500 lucas, me fui al Plaza Vespucio y me compré unas zapatillas bacanes para mí y mis hermanos, compré carne, y llené el refrigerador. El cabro que me estaba atendiendo no quería creerla porque quería probarme unas zapatillas que valían gamba, hasta que saqué los billetes", recuerda con nostalgia.
Pero también había de agraz: disparar a la banda enemiga, sentir las balas volar por sobre su cabeza, el olor a muerte y un futuro que sólo se veía negro.
Sus ojos verdes se despegan del suelo. Ahora Cristián sueña con irse de lejos de La Legua, porque del ‘guatón’ de ese tiempo queda muy poco. Ahora trabaja como reponedor en un supermercado.
Ronny también fue soldado. Antes de comenzar a hablar defiende las intenciones de sus amigos soldados: "Muchos lo hacen por comprarse ropa, como unas Nike Multishox, unas poleras Rip Curl y pa’ ayudar a la familia".
Ronny tiene 15 años y mientras permanece sentado en el pasto del Parque Isabel Riquelme, una de las pocas áreas verdes cerca de su casa, intenta explicar las funciones que los niños pueden cumplir al interior de una banda: los traficantes los utilizan como soldados o ‘loros’ (avisan cuando llega la policía) o incluso para cargar la droga en sus mochilas. El adolescente confiesa que la lealtad es el valor agregado de este trabajo. Les pagan por ‘dar la cara’ por la banda; es decir, defender a los integrantes del grupo y su zona de influencia. "Si usted es de una banda, yo de otra, viene un piloto (un comprador de droga) y usted me lo quita, yo ‘doy la cara’ y ahí se arman las riñas. Eso pasa en bandas como los ‘Lassie’, los ‘Potos con Pelos’, los ‘Cototos’ y los ‘Cochinos’. Otra cosa que hay que entender es que si caen los líderes de la banda, llegan los menores a liderarla".
Ronny se suena la nariz irritada con la mangas del polerón y sigue con su historia. Antes del infierno, según él, La Legua era un lugar de choros pintados (lanzas con conciencia social). Hoy sus amigos dejaron de asistir al Colegio Manuel Vicuña. Sus ex hermanos de calle ahora son muertos caminando. "Me salí a tiempo, ellos estuvieron con los ‘Care’ Pelota’. Ahora viven mirando pa’ atrás, perseguidos, no caminan tranquilos, sólo pueden andar de la San Gregorio hasta la calle Santa Catalina. Si se pasan a las otras calles, están bajo tierra".
Paquito-Ladrón
Loreto Barraza tiene una larga experiencia trabajando con los menores de La Legua como asistente social de la ONG Expresos y se ha dedicado a recorrer la población para detectar los problemas que afectan a los adolescentes. Barraza asegura que son muchos los factores del entorno que influyen en el comportamiento de los niños y adolescentes que viven en la población. Explica que es común que algún pariente, o el padre de los niños esté preso. "Algunos menores viven con la abuela o con el tío; incluso se ven casos en que una abuela está a cargo de cinco o seis nietos", explica. Loreto también asegura que el consumismo juega un rol esencial en la decisión de muchos jóvenes que optan por salir de la pobreza trabajando como narcotraficantes. Barraza cuenta que con la ropa de marca se consigue un estatus que tienta a los jóvenes a ganar dinero en la venta de drogas o como soldados. Según la asistente social, en la población hay carencias históricas: No hay áreas verdes y el hacinamiento es como un virus que sólo ataca a los pobres (en una casa pueden vivir hasta cuatro familias). "Los pobladores están decepcionados de las autoridades; la última vez que les ofrecieron áreas verdes les pusieron pastelones pintados de verde", recuerda Barraza.
La asistente social explica que otro problema es que los niños van absorbiendo rápidamente los códigos que ven de los adultos. "Reventaron en la cuadra de nuevo, tía", "los pacos se llevaron a mi tío", "llegaron los pacos", son las frases que algunos niños dejan escapar en las salas de clases. También juegan al paquito-ladrón con pistolas a balines", explica.
Eso fue lo que vieron en el catastro que la ONG realizó en la Escuela 480. Allí se dieron cuenta del conocimiento subjetivo de los niños. Los buenos son lanzas y traficantes; los malos: carabineros. "Se asombran de quien puede esconderse de la policía, y de quien tiene dinero sin esforzarse, lo que valida la violencia para los niños. Un lanza de cadenas de oro y zapatillas caras es mejor mirado que un presidente", asegura Loreto.
La misma situación ocurre con los adolescentes, que según la asistente social, manejan al revés y al derecho las leyes, el valor de lo que deben robar para que las penas sean menores. Pero lejos lo más preocupante es que los niños sean los enlaces, la carne de cañón entre los traficantes y los clientes. "Peor que eso es cuando a los niños se les paga con droga y que la comuna está estigmatizada cuando los grandes traficantes no viven en la población. La Legua está aislada, no tiene ni farmacias. Creo que ni siquiera entran lo camiones de basura", acusa Barraza.
Aunque parezca un abuso impune, la utilización de niños para el narcotráfico está penada por la ley y el Código Penal eleva la sanción de un adulto involucrado en este tipo de hechos. "Usar niños en una banda delictiva es un agravante. Si un adulto se vale de un niño, es tan autor como si estuviera vendiendo droga", explica Manuel Guerra, jefe de la Unidad Especializada de Drogas de la Fiscalía Nacional.
Guerra explica que las disputas entre las bandas por zonas de influencia es lo que desencadena la violencia y los asesinatos por ajuste de cuentas. Pero aclara que no hay que olvidar los factores de este flagelo: "Mujeres jefas de hogar, familias monoparentales, pobreza, falta de espacios recreativos y hacinamiento hacen que los niños se tomen las calles. Pero lo peor de todo es que la pasta base produce fuertes períodos de violencia, por el síndrome de abstinencia que hace que los adolescentes delincan para consumir", asegura.
Reurbanización de La Legua
Sergio Echeverría, alcalde de la comuna de San Joaquín, dice que es necesario un plan integral en materia de seguridad. Un plan que contemple políticas de control, prevención y políticas de intervenciones urbanas. Para Echeverría, hasta el momento existe una tendencia que se reduce sólo al ámbito del control. "Hay que tener más dotación policial, instalar cámaras en las avenidas principales, sistemas de vigilancias comunitarias, pero junto con eso hay que tener un programa de prevención", asegura.
Recuerda que en la población existe un importante control perimetral, junto a la destacada labor fiscal Alejandro Peña, donde se detuvieron a más de 180 narcotraficantes sólo en el 2006. También se tipificó el delito de asociación ilícita con la banda los ‘Care’ Pelota’. "Hay que evitar la deserción escolar y el embarazo adolescente porque los niños están siendo reclutados para cumplir distintas funciones o entran al negocio de la droga de forma independiente, lo que se ha ido extendiendo en las comunas del sur de Santiago", explica.
El subsecretario del Interior, Felipe Harboe, también se refiere a la intervención en la población, que ya comienza su segunda etapa. Esta labor, que se ha realizado en conjunto con la Fiscalía Sur, permitió identificar a las bandas de narcotraficantes. Según el subsecretario, ahora comienza la fase de la prevención social con la construcción del centro comunitario San Gregorio, lo que permitirá atender a la población con enfermedades mentales provocadas por el consumo de alcohol y drogas.
Según los informes del ministerio y la fiscalía, la mayoría de los enfrentamientos entre bandas de traficantes se producen en la calle Jorge Canning y luego la gente arranca hacia el interior, a los pasajes cerrados. "Hemos decidido aplicar una metodología internacional de diseño para prevención del crimen. Vamos a abrir una calle que conectará Santa Rosa con Sierra Bella, donde pondremos a transitar al transporte público en una calle de dos pistas, acompañados de iluminación y sistema de televigilancia; queremos que la gente honesta pueda acceder al transporte en la esquina de su casa", asegura.
Para ello la Embotelladora Andina, dueña de una parte del predio intervenido, cederá una franja, sumado a eso se expropiarán 45 a 50 viviendas (antiguas caballerizas) por medio de un catastro que realizó el Serviu y Mideplan.
Según el subsecretario, este es un plan que se ha implementado en ciudades como Bogotá, Quito y Barcelona.
©la nación
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