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las mujeres detrás de la mafia


Muchas mujeres en San Luca son madres, esposas e incluso cómplices de mafiosos, aunque algunas han hecho frente a la poderosa ‘Ndrangheta para llamar a la paz.
[Tracy Wilkinson] San Luca, Italia. Las curtidas mujeres de San Luca quieren que sepas una o dos cosas sobre su comentada ciudad. Te dirán que no todo el mundo pertenece a la mafia. Y que muchos de los que pertenecen a ella, lo hacen para escapar de la pobreza y el abandono.
Sin duda, suena difícil de creer. San Luca, una remota ciudad en la cumbre de una montaña en el sur de Italia, es la cuna ancestral y principal sede de una organización criminal que ha surgido como la mafia más poderosa y peligrosa del país: la ‘Ndrangheta.
Aquí las mujeres han jugado siempre un complejo rol en la dinámica de una sociedad insular que existe en los márgenes de la Italia convencional. Son las madres y esposas de los mafiosos y, según los fiscales, a menudo sus cómplices. Furiosas protectoras de su prole, pueden ser tan despiadadas como sus hombres. Pero el año pasado algunas mujeres de San Luca se opusieron a la espiral de violencia que estalló debido a feudos internos.
Hace poco el Times tuvo oportunidad de echar una mirada en la vida de una familia de San Luca y las mujeres que la dirigen. Saveria Giorgi y su hija adulta Teresa Giampaolo, insisten en que ellas no forman parte de la ‘Ndrangheta y su pequeña casa no refleja nada de la riqueza típica de los barones de la droga. Está pobremente amoblada y los muebles que hay están desgastados. No se ven electrodomésticos de lujo.
Sin embargo, San Luca es un pueblo de clanes interrelacionados y no hay nadie que pueda decir que no tiene algún familiar en la mafia. Prácticamente en todas las familias hay alguien que ha sido encarcelado o asesinado.
"Los periodistas hablan siempre mal de San Luca", dijo Giorgi, una curtida mujer, robusta y chica, entrada en los sesenta, a dos visitantes durante un almuerzo de pasta y albahaca seca recogida en los campos de la familia.
"Pase lo que pase, nos echan la culpa a nosotros", se queja su hija, Giampaolo.
San Luca, un pueblo de 4.500 habitantes, es una revoltijo de casas en varias fases de construcción y desparramadas sobre varias colinas. Está rodeado de olivares, cactus, pinos y un vertedero. El empleo principal es el de guardabosques. Ganan el salario mínimo. Eso quiere decir que predomina el desempleo.
Las mujeres se ocupan de la crianza de numerosos hijos, de los cultivos y cuidan sus casas cuando sus hombres están fuera. El marido de Giorgi, ahora jubilado, trabajó durante años en fábricas de Alemania; el marido de Giampaolo desaparece durante largos períodos debido a su trabajo como camionero.

La madre y la hija han protestado contra lo que ven como el abandono -por parte del gobierno nacional- del sur de Italia, lo que empeora la pobreza, el desempleo y la falta de oportunidades de la región. Calabria, la punta de la bota italiana donde se ubica San Luca, es la más pobre del país, al menos en papel; las mujeres se quejaron de que la única vez que ven la presencia del gobierno es cuando la policía detiene a mafiosos.
"No es justo", dice Giampaolo, 34, una mujer chica de risa fácil y una melena de rizos negros. "Aquí la gente es humilde, respetuosa, generosa. Nos gustaría ver aquí la presencia del estado, no solamente del ejército".
Mientras las mujeres platicaban, y el marido de Giorgi servía cerveza a los invitados, empezó en la televisión un informe noticioso sobre la detención, unas horas antes, de Gianfranco Antonioli, un presunto traficante de armas para la ‘Ndrangheta al que se buscaba desde hacía un año.
Las sonrisas desaparecieron. La conversación se apagó. Los familiares se miraron unos a otros. No se dijo nada más. Cuando alguien trató de tocar de nuevo el tema de la ‘Ndrangheta, el almuerzo terminó abruptamente. Era hora de hacer otra cosa. Las mujeres, que nunca usan la palabra ‘Ndrangheta, estaban preocupadas de que sus vecinos pudieran oírlas.
San Luca sita al borde de la montaña de Aspromonte, cubierta de bosques y sitio preferido por la ‘Ndrangheta para ocultar a las víctimas de sus secuestros en los años setenta y ochenta. La organización existe desde hace más de un siglo. Se dedicó al chantaje después de la Segunda Guerra Mundial y, desde hace más o menos diez años, al tráfico de drogas. En los últimos años, la ‘Ndrangheta creó un negocio de miles de millones de dólares cuando se encargó de las rutas de la cocaína desde América Latina hacia Europa, el mercado de narcóticos ilícitos de más rápido crecimiento.
Esta región no se parece a ninguna otra. Desde el momento que entra un desconocido a San Luca, suena una suerte de alarma silenciosa. Los desconocidos serán seguidos, sus movimientos serán controlados. La gente tiene su propio lenguaje corporal, para no decir nada de su idioma: todos hablan el dialecto calabrés. Un hablante italiano no familiarizado con el dialecto no entenderá más que partes de una conversación.
San Luca ganó notoriedad internacional el año pasado cuando seis italianos fueron acribillados frente a una pizzería en Duisburg, Alemania. Las autoridades dijeron que fue un asesinato por venganza en una disputa de la ‘Ndrangheta. Tres de los muertos, incluyendo a un niño de dieciséis años, eran de San Luca; los otros tres provenían de pueblos calabreses cercanos.
Los asesinatos -hasta la fecha la prueba más pública del alcance internacional de la ‘Ndrangheta- consternó a los italianos, que temieron una escalada de la violencia. Pero más de un año después, nadie más ha sido asesinado, y el crédito, al menos en parte, se debe a las mujeres.

Teresa Strangio es la madre del adolescente asesinado. Uno de sus hermanos fue asesinado en el mismo incidente. En el tenso funeral de los muertos de Duisburg en San Luca en agosto de 2007, en lugar de pedir venganza, como hicieron muchas madres y esposas, Strangio insistió en el perdón. Fue un momento memorable que rompió el esquema e ilustró la singular influencia que ejercen las mujeres en esta sociedad.
"Ella eligió, convirtió su opción en algo vital, y las otras madres la siguieron", dijo el Padre Giuseppe Strangio, párroco de San Luca.
Diego Trotta, detective de policía de Calabria que ha dirigido numerosas operaciones contra la ‘Ndrangheta, piensa que las represalias ha sido solamente postergadas, no canceladas. La paz, dijo, se debe a las detenciones del año pasado. Trotta dijo que las mujeres de San Luca pueden tener influencia, pero no son las que realmente deciden. Son más bien víctimas y no controlan sus circunstancias.
En interceptaciones del gobierno de presuntas comunicaciones telefónicas de ‘Ndrangheta, las madres informan a sus hijos si hay o no moros en la costa y cuándo pueden volver a San Luca, según documentos judiciales consultados por Times. En otras llamadas, discuten tranquila, pero oblicuamente, operaciones pendientes, o se las puede oír lamentando la pérdida de uno de los suyos.
Las mujeres de San Luca son en general prisioneras de un destino predeterminado. Son casadas con miembros de otras familias dentro de los clanes para sellar la férrea unidad de la ‘Ndrangheta. Sólo en la última década o algo así las familias de San Luca permitieron que sus hijas asistieran a la secundaria.
"Son mujeres extraordinarias que han vivido bajo una gran presión durante años", dijo Rosy Canale, una mujer de negocios y asistente social voluntaria en Calabria. "Saben que están destinadas a sufrir, aunque sea en silencio. Crecen adaptándose a esa mentalidad".
Sin embargo, dijo Canale, las mujeres son el motor de la familia, y eso les da poder: Una mujer puede impedir que sus hijos entren a la mafia; también puede aprobar sutilmente un asesinato o entregar información a los mafiosos.
"Quizás su poder no es reconocido, pero está ahí", dijo Canale. "Si una mujer dice no en una casa, entonces será no en un ochenta por ciento".

Aunque no es de San Luca, Canales está tratando de organizar a las mujeres del pueblo en un colectivo de costura para darles más independencia. Fundó el Movimiento de Mujeres de San Luca y dijo que lo integran ahora con trescientas mujeres. Debido a sus proyectos, su coche fue quemado, la han amenazado y tiene miedo de permanecer demasiado tiempo en San Luca, dijo Canale.
Giorgi y Giampaolo son miembros del colectivo. Giorgi trabaja detrás de un gigantesco telar y produce manteles individuales, alfombrillas y toallas de lino, seda y retama, que son objetos que se regalan. Es una artesanía que ha desaparecido en gran parte de Europa. Giorgi ha cosechado y transportado materias primas para toda una generación, como lo demuestran sus oscuras y curtidas manos.
Las mujeres esperan eventualmente vender su trabajo fuera de San Luca como un modo de proyectar una mejor imagen del lugar y ganar algo de dinero.
Giorgi está relacionada con uno de los hombres asesinados en Duisburg, pero dijo que ha logrado mantener a sus cinco hijos alejados de la mafia mostrándoles películas sobre cárceles cuando eran niños y advirtiéndoles que así terminaban los mafiosos.
"Somos honestas, aunque eso quiera decir que somos pobres y tenemos muy poco", dijo.
Su hija asintió, resignada.
"Sí", dijo. "Aquí, cuando eres honesta, no eres nada".

wilkinson@latimes.com

14 de octubre de 2008
3 de octubre de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
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