asesinato de inocentes
13 de noviembre de 2008
Así que, según el soldado raso Luis Esteban Montes, hicieron un plan: Seducir a un civil para llevarlo al campamento, asesinarlo y clasificarlo como un rebelde caído en combate.
Montes, 24, no se opuso, hasta que encontró a la presa. Era Leonardo, su hermano mayor al que no veía desde que tenía nueve años.
Montes dijo que trató de disuadir a su comandante, que respondió con amenazas. Sacó a su hermano del campamento, dice, sólo para encontrarlo muerto una semana más tarde, clasificado como ‘guerrillero’ con tres balas en el torso y una enorme herida en la cara, causada probablemente por un cuchillo.
Los hombres de la Compañía Antílope, del Batallón de Fusileros 31, de la 11a Brigada, de la 7a División, no obtuvieron sus ‘permisos de salida’. La familia de Montes presentó una queja formal, una de las 245 denuncias sobre asesinatos de civiles a manos de las fuerzas de seguridad el año pasado que están siendo investigadas por los fiscales.
Es uno de los ejemplos más escalofriantes de lo que la principal funcionaria de derechos humanos de Naciones Unidas, Navi Pillay, llama ejecuciones extrajudiciales "sistemáticas y generalizadas" a manos de las fuerzas armadas colombianas respaldadas por Estados Unidos. Muchos de los asesinatos fueron cometidos supuestamente sólo para inflar las bajas rebeldes.
Cinco de los soldados de la compañía de Montes están siendo pesquisados criminalmente por la muerte de su hermano en abril de 2007, uniéndose a los cerca de 480 soldados que están siendo investigados por su participación en mil ejecuciones extrajudiciales durante la presidencia de Álvaro Uribe.
El escándalo estalló en un momento particularmente delicado para Uribe. El presidente electo Barack Obama ha mencionado temores sobre los derechos humanos para oponerse al pacto comercial entre Estados Unidos y Colombia que el presidente Bush quiere ver ratificado antes de abandonar su cargo en enero. Obama dijo a Bush el martes que se opone a incluir el acuerdo en un paquete de estímulos económicos que el Congreso estadounidense empezará a discutir la próxima semana.
Entretanto, Uribe está barriendo su casa: Una semana antes de la elección de Obama, ordenó la purga más grande en la historia de las fuerzas armadas colombianas, despidiendo a veinte oficiales -incluyendo a tres generales y cuatro coroneles- por negligencia. El día de la elección renunció el comandante en jefe del ejército.
El jefe de las fuerzas armadas, general Freddy Padilla, dijo a la Associated Press que el caso Montes contribuyó al despido del general comandante de la 7a División, con base en Medellín. La fiscalía dice que no hay evidencias de que Leonardo fuera un rebelde, o cualquier otra cosa que un obrero agrícola de 33 años.
Entretanto, Montes se encuentra aislado con una guardia especial que vela por su seguridad en un cuartel militar en las afueras de Medellín.
"No puedo dormir. Estoy despierto toda la noche, dándome vueltas en la cama", dijo a la AP. Tengo la psicosis de que en cualquier momento alguien puede venir, de que algo me puede ocurrir, de que me van a matar".
Montes contó su historia el mes pasado a la revista colombiana Semana. En varias entrevistas telefónicas se negó a volver a contar los detalles porque recibió órdenes de no hacerlo. Pero dijo que la revista lo había citado fielmente. Su declaración ha sido respaldada por declaraciones hechas por Montes y otros ante las autoridades judiciales.
Esta es la versión de Montes:
Los Fusileros de la 31 estaban acampando en el villorrio de San Juan en la norteña provincia de Córdoba. Los soldados estaban desganados, algunos con malaria. Se acercaba el Día de la Madre.
Montes dijo que su batallón tenía una recompensa: "Por cada enemigo muerto te daban quince días libres". Así que los soldados de la compañía de Montes empezaron a hablar sobre "legalizar" a alguien, una cínica manera de referirse al asesinato de un civil.
Una lluviosa noche sin luna, el jefe de la sección de Montes, un cabo, le dijo que habían escogido a una víctima, dijo. Era un hombre de La Guajira, la provincia en la costa del Pacífico de la que también provenía Montes.
Curioso, Montes fue a ver al hombre, le dio un cigarrillo y, no reconociéndolo en la oscuridad, determinó que eran del mismo pueblo, de la misma calle. Era Leonardo, con el que Montes compartía el mismo padre.
Los dos se abrazaron y Montes, incrédulo e indignado, contó a su hermano las siniestras intenciones de los soldados que se habían ganado su amistad e invitado al campamento.
Montes suplicó al comandante de la compañía, el capitán Jairo García, que lo dejara marcharse, pero el capitán le dijo que si trataba de detenerlo pondría a Montes a la cabeza en las patrullas de modo "que perdiera mis piernas con alguna mina". El capitán, que está siendo investigado criminalmente, llamó mentiroso y holgazán crónico Montes en una declaración jurada.
Esa noche Montes sacó a Leonardo del campamento y pensó que el incidente ya había terminado. Pero días después, cuando estaba siendo tratado por su malaria en una ciudad cercana, se enteró de que su compañía había hecho un ‘positivo’ y que los soldados trataron de enterrar a su hermano en una tumba anónima.
El parte militar dice que Leonardo murió en un enfrentamiento con un pequeño grupo de rebeldes. Dice que los otros escaparon. Montes, citando a soldados de su compañía, dijo a los investigadores que la pistola Browning de 9 mm y la granada encontrada en su cuerpo fueron plantadas por los soldados.
Montes estaba furioso. Su hermano había sido asesinado "nada más que por un permiso de salida". La romántica visión que tenía Montes de la vida de soldado cuando se enroló en el ejército en 2006, dice, la enterró con Leonardo.
"Los oficiales son ascendidos por méritos y tú ganas méritos... matando a los subversivos. Pero eso no es tan fácil", dijo Monte. "¿Así que, qué pasa? Buscan a las víctimas más fáciles".
©fwdailynews
cc traducción mQh
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