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sadismo convertido en ley 2


Altos funcionarios del gobierno idearon e implementaron el plan de torturas, incluyendo al propio presidente Bush. Segunda entrega.
[Anthony Lewis] El gobierno de Bush ha hecho decididos esfuerzos para suprimir toda información sobre el maltrato de sus prisioneros. Grabaciones en video de al menos dos interrogatorios particularmente horrendos fueron destruidas. En juicios, en Guantánamo y otros países, los abogados del gobierno han objetado la revelación de los métodos de interrogatorio, alegando que pondría sobre alerta a los miembros de al_Qaeda en cuanto a qué hacer en caso de ser capturados. Todavía no sabemos qué le hicieron a José Padilla, un estadounidense detenido durante años en una celda de aislamiento como presunto enemigo combatiente y que ahora se dice que sufrió daño psicológico de largo plazo.2
Sin embargo, cualquier americano que quisiera saber sobre las crueldades que su gobierno ha infligido a prisioneros y cómo se enteraron de ello, pueden haber aprendido mucho esta primavera. Varios juristas y expertos en los hechos de la tortura han publicado frecuentemente sus comentarios en la prensa escrita y en blogs, y he aprendido mucho de sus publicaciones. Esta primavera pasada, el estudioso del derecho internacional, Philippe Sands, publicó su valioso libro ‘Torture Team: Rumsfeld’s Memo and the Betrayal of American Values3; Vanity Fair publicó un largo fragmento de este. Human Rights Watch y otras organizaciones de derechos humanos han publicado importantes informes sobre los abusos a que eran sometidos los prisioneros.
Tom Lasseter y un equipo de periodistas de McClatchy Newspapers adoptaron una nueva y significativa visión de la situación en una serie de substanciales artículos en junio. Sus reportajes expusieron algunos de los mitos oficiales sobre los detenidos -por ejemplo, que como grupo eran "lo peor de lo peor", como dijo el ministro Rumsfeld. Lasseter también dio algunos espantosos testimonios de maltrato de prisioneros.
Un afgano llamado Nusrat Khan estaba en sus setenta cuando tropas americanas lo metieron a una celda de aislamiento en la cárcel de la Base Aérea de Bagram en la primavera de 2003. Había tenido al menos dos paros cardiacos. Durante casi cuatro semanas, dijo Khan, fue mantenido con los ojos vendados, con cascos y las manos amarradas por detrás. Cuando finalmente lo sacaron de su celda, escribió Khan, estaba "semi loco y no podía pararse sin ayuda". Dijo que entonces fue trasladado a Guantánamo en una camilla.
Uno de los logros útiles de la serie de Lasseter fue recordar a los lectores que Guantánamo no es solamente el lugar donde se encuentran prisioneros. En Afganistán, por ejemplo, además de Bagram Estados Unidos tiene una cárcel en la Base Aérea de Kandahar. En estas dos, dijo Lasseter, los prisioneros eran sometidos rutinariamente a maltratos físicos desde principios de 2002. Y todavía hay cárceles secretas de la CIA.
En Bagram, escribió Lasseter, los guardias pateaban y golpeaban a los prisioneros con sistemática brutalidad. Ex guardias así como detenidos contaron a periodistas de McClatchy sobre lo que Lasseter llamó violencia sádica. Según ellos, la brutalidad alcanzó un punto álgido en diciembre de 2002, cuando dos afganos fueron colgados de sus muñecas con cadenas y golpeados hasta morir por soldados estadounidenses.
Dos soldados fueron juzgados por esos asesinatos. El especialista Willie Brand admitió que dio a los afganos treinta y siete golpes. Fue sentenciado a ser descendido a rango de soldado raso. La otra persona procesada fue el capitán Christopher Beiring, que dirigía una compañía de la policía militar de reservistas. Le dieron una carta de amonestación.
El abogado del ejército que investigó a Beiring, el teniente coronel Thomas Berg, pidió indulgencia porque "el gobierno no ha presentado ninguna indicación de qué son las ‘técnicas, tácticas y procedimientos aprobados para operaciones con detenidos". En otras palabras, no se espera que los miembros del ejército de Estados Unidos sepan que golpear a un prisionero hasta la muerte va contra las reglas.
¿Por qué fueron los guardias tan brutales? La indignación por los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, sugiere Lasseter -y la sensación de que sus superiores en Washington querían ‘sacarse los guantes’. La decisión del presidente Bush de eliminar la protección de las Convenciones de Ginebra envió a las tropas el mensaje de que ya no había reglas.
Los autores de los artículos de McClatchy gastaron ocho meses investigando y redactando esos materiales. (Ese es un recordatorio de que no es probable que los blogueros, que según se dice a veces son el futuro del periodismo, tengan alguna vez el tiempo y los recursos para investigar seriamente delitos cometidos por las autoridades tan bien como los diarios). Los periodistas de McClatchy entrevistaron a funcionarios estadounidenses, afganos y otros -y 66 ex detenidos.
De los 66 ex prisioneros, sólo veintiséis fueron detenidos originalmente por tropas estadounidenses. El resto fueron entregados por miembros de tribus en conflicto, vecinos enfadados, o gente que quería cobrar las generosas recompensas ofrecidas por Estados Unidos por ‘terroristas’. Thomas White, ex secretario del ejército, dijo que era obvio que desde que se abriera el centro de detención de Guantánamo a principios de 2002, al menos un tercio de los prisioneros no tenían porqué estar allí.
Otro punto importante de los artículos McClatchy fue que el maltrato de los prisioneros logró que gente que no tenía previamente relación alguna con movimientos antinorteamericanos se sintieran profundamente indignados con Estados Unidos. Es difícilmente un resultado inesperado del informe, pero los artículos ofrecieron muchos detalles. Citaron un informe de la inteligencia paquistaní sobre los hombres liberados de Guantánamo, diciendo que tenían "sentimientos extremos de resentimiento y odio contra Estados Unidos".

Notas
2 Padilla fue mantenido durante más de dos años en un calabozo de la Armada por orden del presidente Bush, sin ser acusado de ningún delito y sin acceso a un abogado. Fue mantenido en una celda sin nada para leer, excepto, durante un breve período, un ejemplar de El Corán, y sin día ni noche y sin interacción con nadie, excepto sus interrogadores. Una vez cuando lo llevaron al dentista, sus ojos y oídos fueron cubiertos para mantener la privación sensorial.
Un psiquiatra que lo examinó subsecuentemente, la doctora Angela Hegarty, lo encontró en un "absoluto estado de terror, terror alternando con entumecimiento. Era como si los interrogadores estuvieran en el cuarto con nosotros".

3 Palgrave Macmillan, 2008.

Libros reseñados
Tom Lasseter
Guantanamo: Beyond the Law
serie de cinco artículos del autor
en los McClatchy Newspapers, 15–19 de junio de 2008

Jonathan Mahler
The Challenge: Hamdan v. Rumsfeld and the Fight over Presidential Power
Farrar, Straus and Giroux,
334 pp.
$26.00

Physicians for Human Rights
Broken Laws, Broken Lives: Medical Evidence of Torture by US Personnel and Its Impact
con un prefacio del Mayor General Antonio M. Taguba
130 pp.
disponible en brokenlives.info

16 de noviembre de 2008
6 de noviembre de 2008
©new york review of books
cc traducción mQh
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