crímenes de la otan en libia
Los bombardeos aéreos de la OTAN contra objetivos civiles causaron decenas si no cientos de víctimas civiles.
[C.J. Chivers y Eric Schmitt] Trípoli, Libia. La campaña aérea de la OTAN -que se prolongó durante siete meses en Libia-, aclamada por la coalición occidental y muchos libios por propinar el golpe fatal al coronel Moamar al-Gadafi y haber ayudado a sacarle del poder, tuvo como resultado una cantidad de víctimas que todavía no son reconocidas: cientos de bajas civiles que la coalición se sigue negando a reconocer e investigar.
Según lo que cree la OTAN sobre la guerra, y en declaraciones desde que terminaran los bombardeos el 31 de octubre, la operación dirigida por la coalición fue casi perfecta: un modelo ejemplar de guerra aérea en la que se utilizó tecnología de punta, una meticulosa planificación y moderación para proteger a los civiles contra las tropas libias del coronel Gadafi, que era el mandato de la coalición.
“Hemos llevado a cabo esta operación muy cuidadosamente, y no tenemos informes confirmados sobre bajas civiles”, afirmó en noviembre el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen.
Pero una visita en terreno del New York Times a objetivos bombardeados en todo el país –incluyendo entrevistas con sobrevivientes, médicos y enfermeras, y la recopilación de restos de municiones, partes médicos, certificados de defunción y fotografías- encontró versiones verosímiles sobre decenas de civiles matados por la OTAN en numerosos ataques. Las víctimas, entre ellas al menos a veintinueve mujeres o niños, a menudo dormían en sus casas cuando fueron bombardeadas.
En total, al menos cuarenta civiles y quizás más de setenta, murieron como resultado de ataques de la OTAN en esos sitios, como sugiere la evidencia disponible. Aunque el total no es alto en comparación con otros conflictos en los que las potencias occidentales han recurrido pesadamente al poderío bélico aéreo, y menos exagerado que las versiones que hizo circular el gobierno libio, tampoco se trata de una versión completa. Sobrevivientes y médicos que trabajan para las autoridades interinas informan sobre decenas de civiles más heridos en estos y otros bombardeos, y mencionaron a los periodistas otros sitios donde se sospecha que hubo víctimas civiles.
Dos semanas después de haber entregado un memorándum de veintisiete páginas del Times, con extensos detalles sobre nueve bombardeos en los que las evidencias indican que los aviones mataron o dejaron heridos a civiles que no eran su objetivo, la OTAN modificó su posición.
“Según lo que usted ha reunido en el terreno, parece que civiles inocentes pueden haber sido matados o heridos, pese al cuidado y a la precisión [de las incursiones]”, dijo Oana Lungescu, portavoz de la OTAN en el cuartel general en Bruselas. “Lamentamos profundamente la pérdida de vidas humanas”.
Agregó que la OTAN estaba en constante contacto con el nuevo gobierno libio y que “estamos dispuestos a colaborar con las autoridades libias para hacer lo que crean que sea correcto”.
Sin embargo, la OTAN traspasó la responsabilidad de iniciar investigaciones a las autoridades interinas libias, cuya sobrevivencia y su victoria sobre el gobierno libio fue posible sobre todo por la campaña aérea. De momento, los líderes libios no han expresado ningún interés en investigar los bombardeos [que la OTAN dice que fueron errores].
La incapacidad de evaluar completamente las bajas civiles reduce la posibilidad de que las fuerzas de la coalición, que descansan más que nunca en el poderío aéreo antes que arriesgar tropas terrestres en conflictos en el extranjero, analicen su experiencia libia para minimizar las muertes colaterales en otros lugares. Los comandantes aliados deben presentar a la OTAN, en febrero, un informe sobre las lecciones aprendidas. La falta de curiosidad de la OTAN sobre los numerosos episodios letales plantea interrogantes sobre lo completa que será esa evaluación.
La experiencia de la OTAN en Libia también revela una actitud que inicialmente prevaleció en Afganistán. Allá, las fuerzas de la OTAN dirigidas por Estados Unidos, endurecieron las reglas de combate para los ataques aéreos e insistieron en definir con mayor precisión los objetivos para reducir las muertes de civiles sólo después de ignorar repetidamente, o de contradecir las versiones sobre ataques aéreos que causaron numerosas muertes de civiles.
En Libia, la falta de interés de la OTAN por sus víctimas no intencionadas también ha dejado a muchos civiles heridos casi sin ayuda médica tras el caótico cambio de régimen en el país.
Estas víctimas incluyen a un niño impactado por escombros en su cara y ojo derecho, una mujer cuya pierna debió ser amputada, otra cuyas heridas en pie y piernas la dejaron inválida, un doctor norcoreano cuyo pie fue aplastado y su esposa, que sufrió una fractura de cráneo.
La investigación del Times incluyó visitas a más de veinticinco sitios, incluyendo Trípoli, Surman, Mizdah, Zlitan, Ga’a, Majer, Ajdabiya, Misurata, Sirte, Brega y Sabratha y cerca de Bengasi. En esos lugares se destruyeron más de 150 objetivos, incluyendo bunkers, edificios y vehículos.
Los aviones de guerra de la OTAN realizaron varios miles de bombardeos en los que lanzó 7.700 bombas o misiles. Debido a que el Times no analizó otros sitios impactados en varias ciudades y pueblos donde se efectuó la campaña aérea, la estimación de las víctimas puede ser baja.
Hay indicios de que la coalición adoptó varias medidas para evitar daños a civiles, y a menudo no atacó obras de infraestructura civil que eran utilizadas por las fuerzas armadas libias. En dos campañas aéreas norteamericanas en Iraq en 1991 y 2003 aparentemente se evitó atacar elementos de infraestructura, incluyendo el tendido eléctrico.
Esas medidas ahorraron a los civiles las penurias y riesgos que han acompañado las operaciones aéreas occidentales [contra países árabes]. La OTAN también declaró que en Libia las fuerzas de la coalición no usaron municiones racimo o ni pertrechos con uranio empobrecido, que representan ambos riesgos para la salud humana y el medio ambiente.
Los aviones de la coalición lanzaron misiles guiados por láser o satélite, dijo el coronel Gregory Julian, portavoz de la OTAN; tampoco se habrían utilizado bombas tontas.
Aunque la abrumadora mayoría de los ataques parecen haber destruido sus objetivos sin matar a civiles, muchos factores contribuyeron a una serie de lo que según la OTAN fueron errores fatales. Entre estos se incluyen una bomba defectuosa, datos de inteligencia erróneos o anticuados y la mínima presencia de personal militar en el terreno que pudieran ayudar a dirigir los bombardeos.
La aparente suposición de la coalición de que las residencias que creían que alojaban a fuerzas del gobierno no estaban ocupadas por civiles demostró repetidas veces ser una idea equivocada, por lo que sugieren las evidencias, haciendo recordar a los partidarios del poder aéreo de que ninguna guerra está libre de errores o costes.
La investigación también constató importantes daños a la infraestructura civil en algunos ataques cuyos motivos no eran claros o en que los riesgos que corrían civiles eran evidentes. Estos incluyeron ataques contra bodegas que los paramilitares que hoy las custodian dijeron que sólo almacenaban alimentos, o en las cercanías de negocios o casas que fueron destruidas, incluyendo un ataque contra un depósito de municiones junto a un vecindario que provocó una enorme explosión secundaria, esparciendo ojivas y combustibles tóxicos.
La OTAN todavía no ha proporcionado al nuevo régimen libio datos sobre la ubicación o tipos de proyectiles que no explotaron en sus ataques. La investigación del Times encontró al menos dos enormes proyectiles en los sitios visitados. “Esta información se necesita urgentemente”, dijo el doctor Alí Yahwya, cirujano jefe del hospital de Zlitan.
Además, en un rastreo de un sitio Times encontró restos de municiones de la OTAN en un edificio en ruinas que un portavoz de la coalición dijo explícitamente que la OTAN no había atacado.
Ese error –un par de bombardeos- costó la vida a doce paramilitares rebeldes y casi mató al personal de una ambulancia que se encontraba socorriendo a los hombres heridos. El error subrayó el a veces tenue conocimiento de la OTAN de la realidad en el terreno y planteó interrogantes sobre la veracidad y franqueza de la campaña de relaciones públicas de la OTAN.
El segundo ataque revela una táctica que los sobrevivientes de varios sitios atacados pudieron confirmar: los aviones de guerra volvieron a atacar el objetivo apenas minutos después del primer ataque, una práctica que puso en peligro, y a veces mató a los civiles que se encontraban socorriendo a los heridos.
Presionada sobre los peligros que representaban esos ataques para los civiles no combatientes, la OTAN dijo que reconsideraría esa táctica en su evaluación interna de la campaña. “Ese es un punto válido que debe ser tomado en consideración en futuras operaciones”, dijo el coronel Julian.
Esa declaración representa un cambio en la posición de la coalición. La respuesta de la OTAN a las acusaciones de ataques erróneos ha consistido en desmentidos cuidadosamente redactados y la insistencia en que sus operaciones fueron diseñadas y supervisadas con excepcional meticulosidad. Enfrentada a acusaciones fidedignas sobre la muerte de civiles, la coalición declaró que no tenía ni la capacidad ni la intención de investigarlas y a menudo repitió que los ataques en disputa no habían sido errores.
La coalición mantuvo esta posición incluso después de que dos organizaciones occidentales independientes –Human Rights Watch y la Campaign for Innocent Victims in Conflict, o Civic- se reunieran en privado con funcionarios de la OTAN y compartieran la investigación en el terreno sobre esos errores, incluyendo, en algunos casos, los nombres de las víctimas, las fechas y ubicación de donde murieron.
Las organizaciones que investigan las muertes de civiles en Libia dijeron que la resistencia de la coalición a rendir cuentas y a reconocer los errores demostraban una pobre política de relaciones públicas. “Está más que claro que hubo bajas civiles en los ataques de la OTAN”, dijo Fred Abrahams, investigador de Human Rights Watch. “Pero toda esta campaña está envuelta en una atmósfera de impunidad” y por las felicitaciones mutuas de la OTAN y las nuevas autoridades libias.
Abrahams agregó que el asunto iba más allá de la necesidad de ayudar a civiles afectados por los bombardeos, aunque dijo que era importante. Lo que está en juego, dijo, era “quién va a perder la vida en las próximas campañas debido a estos errores no analizados y al hecho de que nadie aprende de ellos”.
Human Rights Watch y Civic también observaron que la posición de la coalición sobre las víctimas civiles que provocó en Libia se desviaba de sus prácticas sobre daños colaterales en Afganistán. Allá, la indignación pública y las tensiones políticas sobre errores fatales llevaron a la OTAN a adoptar políticas para investigar acciones que provocaron daños a civiles, incluyendo directrices para presentar condolencias y efectuar pequeños pagos a las víctimas y sus familias.
“Usted podría pensar, como pensé yo, que todas esas lecciones aprendidas en Afganistán habían sido utilizadas en Libia”, dijo Sarah Holewinski, directora ejecutiva de Civic, que ayudó a la OTAN a definir sus prácticas para Afganistán. “Pero muchas de ellas no lo fueron”.
Escogiendo Objetivos <br>Cuando los militares extranjeros empezaron a atacar a las fuerzas del gobierno libio el 19 de marzo de 2011, las fuerzas armadas norteamericanas, más experimentadas que la OTAN a la hora de dirigir grandes operaciones, coordinaron la campaña. Los norteamericanos traspasaron el mando a la OTAN el 31 de marzo.<br>Siete meses después, la coalición había destruido más de 5.900 [de lo que clasificó como] objetivos militares en 9.700 bombardeos aéreos, de acuerdo a sus propios datos, contribuyendo a desmantelar las fuerzas armadas libias y las milicias gadafistas. Aviones de guerra de Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Italia, Noruega, Dinamarca, Bélgica y Canadá arrojaron bombas. Dos países de fuera de la OTAN –Qatar y los Emiratos Árabes Unidos- participaron en menor escala.<br>Francia realizó casi un tercio de todos los ataques aéreos; Gran Bretaña se hizo responsable del 21 por ciento; y Estados Unidos del 19 por ciento de los bombardeos, de acuerdo a datos de esos países.<br>Los ataques se definieron en dos categorías generales. Los llamados ataques deliberados se dirigían contra objetivos fijos, como edificios o sistemas de defensa anti-aérea. Esos objetivos eran seleccionados y asignados a pilotos poco antes del despegue.<br>Los ataques deliberados eran planificados para minimizar los riesgos para los civiles, declaró la OTAN. En Nápoles, Italia, analistas de inteligencia y especialistas en la identificación de objetivos aprobaban blancos propuestos y compilaban listas, que eran enviadas a un centro de operaciones cerca de Boloña, donde los objetivos eran entregados a aviones con una especificación de las armas que debían ser usadas.<br>Para algunos blancos, como los búnkeres del alto mando, dijo la OTAN, se realizaron primero largos periodos de vigilancia. Aviones no tripulados y otros llevaban la crónica de la rutina diaria en los sitios, conocida como “esquemas de vida”, hasta que los comandantes se sintieran suficientemente convencidos de que cada uno de los objetivos era válido.<br>Otras consideraciones eran también tomadas en cuenta. Los especialistas elegían, por ejemplo, el ángulo de ataque y el momento del día que significara menos riesgos para los civiles, afirma la OTAN. También consideraban cosas como los proyectiles, señalando el tamaño y tipo de bomba, y los fusibles.<br>Algunos fusibles retrasan brevemente la detonación de la carga explosiva de la bomba. Esto facilita que el proyectil penetre el concreto y explote en un túnel o búnker subterráneo, o, alternativamente, que se entierre en la arena antes de explotar, reduciendo la onda expansiva, la metralla y los riesgos para las personas y propiedades cercanas.<br>(La OTAN también podía elegir bombas inertes, hechas de concreto, que pueden derrumbar edificios o destruir tanques con energía quinésica antes que mediante una explosión. La OTAN declaró que esas armas se usaron en la guerra con una frecuencia diez veces menor que las otras.)<br>Muchos de los primeros ataques fueron misiones planificadas, pero casi dos tercios de todos los bombardeos, y la mayoría de los ataques más tarde en la guerra, fueron de otro tipo: bombardeos dinámicos.<br>Los bombardeos dinámicos eran ataques contra blancos dictados por la oportunidad. Las tripulaciones en patrullas aéreas identificarían un objetivo, o serían informadas sobre su ubicación, como vehículos militares sospechosos. Luego, si eran aprobados por los aviones espía Awacs, atacaban.<br>La OTAN dijo que las misiones dinámicas eran también guiadas por prácticas destinadas a limitar los riesgos. El 24 de octubre, el teniente general Charles Bouchard, de Canadá, el comandante de la operación, describió la filosofía más allá de la aprobación cuidadosa de los blancos o el uso exclusivo de armas guiadas: restricción. “Sólo atacábamos cuando teníamos un blanco a tiro”, dijo.<br>El coronel Julian, el portavoz, dijo que hubo cientos de ejemplos en que los pilotos pudieron haber arrojado sus proyectiles pero que debido a preocupaciones por la seguridad de los civiles, optaron por no disparar. El coronel Alain Pelletier, comandante de siete bombarderos canadienses CF-18, que realizaron 946 ataques, dijo que Canadá instaló un software especial en sus aviones que permitía a sus pilotos evaluar el radio posible de la explosión en torno a un objetivo y cancelar el ataque si la tecnología advertía que representaba demasiados riesgos para la población civil.<br>El coronel Julian también dijo que la OTAN transmitía mensajes por radio y que lanzó al aire millones de volantes pidiendo a los civiles libios que se mantuvieran alejados de probables objetivos militares, una práctica que fue confirmada por ciudadanos libios en gran parte del país.
Golpe a los Rebeldes
Las evidencias muestran que la OTAN causó víctimas civiles apenas días después de su intervención, empezando con uno de los errores más graves de la guerra aérea: el ataque contra un convoy blindado de los rebeldes, que estaba avanzando a través del desierto hacia las primeras líneas del frente oriental de Libia.
Después de sobrevivir la primera ola de ataques aire-tierra, los militares libios tomaron medidas para evitar ser atacados por la OTAN. Empezaron a movilizarse en formaciones más pequeñas y a veces dejaron de lado los vehículos blindados, prefiriendo los camiones parecidos a los usados por los paramilitares. Repentinamente los pilotos tenían menos objetivos.
Cuando el 7 de abril los blindados rebeldes se concentraron en una colina a unos 32 kilómetros de Brega, los aviones de la OTAN atacaron. En una serie de ataques, bombas guiadas por láser detuvieron la formación, destruyeron los blindados de los rebeldes y dispersaron a los paramilitares, matando a varios de ellos, contaron los sobrevivientes.
El ataque continuó mientras los civiles, incluyendo al personal paramédico, trataban de dirigirse hacia los cráteres y llamas para socorrer a los heridos. Entre ellos había tres pastores.
Cuando los pastores se acercaban por la arena, cayó una bomba, contó uno de ellos, Abdul Rahman Alí Suleiman Sudani. La explosión los echó por tierra, dijo, matando a sus dos primos.
Uno, dijo, fue cortado por la mitad; el otro tenía una enorme herida en el pecho. Sudani y otros familiares volvieron más tarde al sitio para recoger los restos para su sepultura en Kufra. Los hombres murieron cuando trataban de ayudar, dijo.
“Llamamos a sus familias en Sudán y les dijimos: ´Sus hijos han muerto´”, dijo.
El coronel Julian se negó a discutir este episodio, pero dijo que cada vez que los aviones de la OTAN volvían a atacar se trataba de un evento y una decisión distinta, y que no era una práctica general que la OTAN atacara dos veces el mismo objetivo.
Esta práctica fue informada varias veces por sobrevivientes en ataques separados y la mencionaron para explicar por qué algunos civiles optaban por no ayudar en los sitios atacados o escapaban poco después del ataque.
El coronel Julian dijo que era probable que la táctica fuera incluida en la evaluación interna de la campaña aérea de la OTAN.
Ataque Errante
La planificación o restricción de la OTAN no protegió a la familia de Alí Mukhar al-Gharari cuando en junio su casa fue destruida por un fenómeno tan viejo como la guerra aire-tierra: un proyectil errante.
Un jubilado de Trípoli, Gharari poseía una casa de tres plantas que compartía con sus hijos adultos y sus familias. El 19 de junio en la noche fue impactada por una bomba, que destruyó el frontis. Los escombros cubrieron un departamento en el patio, contó la familia, donde Karima, la hija adulta de Gharari, vivía con su marido y sus dos hijos, Jomana, de dos, y Khaled, de siete.
Murieron los cuatro, así como otro hijo adulto de Gharari, Faruj, que fue lanzado desde su cama en el segundo piso hasta los escombros abajo, contaron dos de sus hermanos. Ocho familiares más quedaron heridos, uno de ellos gravemente.
El gobierno de Gadafi, que parece haber aumentado la cifra de víctimas, denunció que en ese ataque aéreo habían muerto nueve civiles, incluyendo a un rescatista que murió electrocutado mientras retiraba escombros. Esas muertes no han sido verificadas independientemente, aunque las muertes de Gharani no han sido puestas en discusión.
Inicialmente la OTAN casi reconoció [lo que llamó] su error. “El objetivo era un depósito de misiles”, dijo la coalición en una declaración poco después.
“Han ocurrido varios errores en el sistema balístico que pueden haber causado bajas civiles”.
Luego se retractó. Kristele Younes, directora de operaciones en terreno de Civic, la organización de víctimas estudió el sitio y entregó sus conclusiones a la OTAN. Recibió una fría respuesta. “Me dijeron: ´No tenemos informes confirmados sobre bajas civiles´”, dijo Younes.
La razón, dijo, era que la coalición había creado su propia definición de “confirmación”: sólo las muertes investigadas y corroboradas por la OTAN misma podrían ser llamadas confirmadas. Pero debido al rechazo de la coalición a investigar las acusaciones, su conteo de las bajas no podía ser modificado debido a la definición, la que implicaba que no había víctimas.
“Esa posición era absurda”, dijo Younes. “Pero dejaron en claro que la OTAN no tenía ninguna intención de revisar esos incidentes”.
La posición dejó desorientada a la familia Gharani, y en peligro social. Uno de los hijos de Gharani, Mohammed, dijo que la familia apoyaba la rebelión. Pero desde los ataques de la OTAN, otros libios habían clasificado a la familia como gadafista. Si la OTAN atacó la casa de Gharani, era lo lógica callejera, la coalición debía tener una razón.
Mohammed al-Gharari dijo que aceptaría las disculpas de la OTAN. Dijo que podía incluso asumir el error. “Si este fue un error en su sala de control, no diré nada duro, porque ese era nuestro destino”, dijo.
Pero pidió que la OTAN limpiara el honor manchado de la familia. “La OTAN debería contar la verdad”, dijo. “Deberían contar lo que ocurrió, de modo que todo el mundo sepa que nuestra familia es inocente”.
Un Terrible Error
Horas antes de la muerte de su esposa y sus hijos, el 4 de agosto, Mustafá Naji al-Morabit pensaba que había tomado las precauciones adecuadas.
Cuando los oficiales del ejército libio empezaron a reunirse en una casa vecina en Zlitan, se mudó con su familia. Eso fue en julio. La propiedad adyacente, dijeron Morabit y sus vecinos, era propiedad de un médico leal al régimen del coronel Gadafi que recibía a los comandantes encargados del frente local.
Cerca de un mes después, cuando los paramilitares se acercaban, los oficiales huyeron, dijo Morabit. Él y su familia volvieron a casa el 2 de agosto, asumiendo que el peligro había pasado.
La calamidad llamó dos días después a su puerta. En las primeras horas de una tranquila mañana, una bomba lanzada desde el aire destruyó su casa de cemento, torciendo su frontis.
La esposa de Morabit, Eptisam Alí al-Barbar, murió con su cráneo aplastado. Dos de sus tres hijos –Mohammed, de seis, y Moataz, de tres- también murieron en el ataque. La madre de Morabit, Fátima Umar Mansour, perdió tres dedos de su pie izquierdo. También le rompieron la pierna izquierda.
“Estábamos en casa esa noche”, dijo, mostrando su pierna hinchada.
La destrucción de su casa mostró que incluso con normas meticulosas de selección de objetivos, los errores pueden ocurrir. No sólo atacó la OTAN el edificio equivocado, dijeron sobrevivientes y vecinos, sino también lo bombardeó con dos días de retraso.
Morabit agregó un penoso detalle. Sospechaba que la bomba estaba hecha de concreto porque cuando cayó, no hubo llamas ni explosión, dijo. La OTAN puede haber tratado de minimizar los daños, dijo, pero no veía los beneficios de su cautela. “Quiero saber por qué”, dijo. “La OTAN dice que son tan organizados, que son especialistas. ¿Así que por qué? ¿Por qué ocurrió este horrible error?”
No está claro si el error fue cometido por el piloto o por aquellos que escogieron el blanco. La OTAN se negó a responder preguntas sobre ese ataque.
El 8 de agosto, cuatro días después de la destrucción de la casa de Morabit, la OTAN volvió a atacar edificios ocupados por civiles, esta vez en Majer, de acuerdo a sobrevivientes, médicos e investigadores independientes. Los ataques fueron los episodios más sangrientos causados por la OTAN durante la guerra.
El ataque empezó con una serie de bombas de 500 libras guiadas por láser, llamadas GBU-12, sugieren los restos de un proyectil. La primera casa, de propiedad de Alí Hamid Gafez, 61, estaba llena de familiares de Gafez, que había sido desplazado por la guerra, dijeron él y sus vecinos.
La bomba destruyó el segundo piso y gran parte del primero, matando a cinco mujeres y siete niños e hiriendo a varias personas más, incluyendo a la esposa de Gafez, cuya pantorrilla izquierda tuvo que ser amputada, contó el doctor que realizó la intervención.
Minutos después, aviones de la OTAN atacaron dos edificios más en un segundo complejo, de propiedad de la familia Jarud. La familia dijo que en el ataque murieron cuatro personas.
Varios minutos después de los primeros ataques, mientras los vecinos corrían a socorrer a otras víctimas, otra bomba cayó sobre ellos. La explosión mató a dieciocho civiles, dijeron las dos familias.
El número de víctimas ha sido una fuente de confusión. El gobierno de Gadafi dijo que en el ataque murieron 85 civiles. Esa afirmación no parece creíble. Ahora que el régimen ha sido derrocado, el nuevo gobierno ha publicado una lista oficial de víctimas que sólo incluye 35 personas, entre ellas el feto de una mujer herida de la familia Gafez que empezó a parir prematuramente poco antes de morir.
El hospital de Zlitan confirmó 34 muertes. Cinco doctores hablaron sobre decenas de personas heridas, incluyendo muchas mujeres y niños.
Todas las dieciséis camas de la unidad de cuidados intensivos estaban ocupadas por civiles gravemente heridos, dijeron los médicos. El doctor Ahmad Thoboot, co-director del hospital, dijo que ninguna de las víctimas, muertas o vivas, llevaba uniforme. ”No hay ninguna duda de que esto no fue una invención”, dijo. “Hubo víctimas civiles”.
Las descripciones de las heridas subrayaron la diferencia entre errores con armas de tierra-a-tierra normales y la implacable naturaleza de los errores cometidos con bombas de 500 libras, que crean una onda expansiva de un orden enteramente diferente.
El doctor Mustafá Ekhial, cirujano, dijo que las heridas causadas por las bombas de la OTAN eran mucho peores que las que había tratado el personal durante meses. “Tenemos que decir la verdad”, dijo. “Lo que vimos esa noche era completamente diferente”.
En declaraciones anteriores, la OTAN dijo que observó atentamente las casas antes de atacarlas y vio “actividad militar” en el lugar. También dijo que había evaluado los ataques y que las denuncias sobre víctimas civiles no habían sido corroboradas por “informaciones disponibles”. Cuando se pidió esta información, la coalición no la proporcionó.
Gafez planteó un reto. Una evaluación independiente de los videos de vigilancia previos al ataque, dijo, probaría que la OTAN se equivocó. Dijo que ahí sólo había civiles y exigió que la coalición mostrase esos videos.
Younes dijo que la disputa dejaba de lado un punto esencial. Bajo las directrices de la OTAN y en conformidad con las prácticas que la coalición ha insistido repetidamente que observaba, dijo, si había civiles en la zona, el avión no debió haber atacado.
Las conclusiones iniciales sobre los bombardeos en Majer, parte de la investigación de Naciones Unidas sobre acciones de todas las partes del conflicto en Libia que hayan dañado a civiles, han planteado interrogantes sobre la legalidad del ataque bajo el derecho humanitario internacional, de acuerdo a un funcionario familiarizado con la investigación.
Las Casas como Objetivo Militar
Los ataques de la OTAN en Majer, uno de los cinco ataques conocidos contra residencias ocupadas aparentemente por civiles, sugiere un patrón. Cuando se presumía que las residencias eran usadas por tropas del gobierno libio, también había civiles, lo que sugiere agujeros en el “esquema de vida” de la evaluación y otras formas de autorización de la OTAN.
Los ataques aéreos del 20 de junio en Surnam destruyeron casas de propiedad del general El-Khweldi el-Hamedi, durante largo tiempo confidente del coronel Gadafi y miembro de su Consejo Revolucionario. La OTAN dijo que la residencia familiar era utilizada como centro de mando.
Según la versión de la familia, confirmada parcialmente por los paramilitares, reclamó que los ataques mataron a trece civiles e hirieron a seis más. Paramilitares locales corroboraron la muerte de cuatro de las víctimas: una de las nueras del general y tres de sus hijos.
El general Hamedi resultó herido y se refugió en Marruecos, informó su hijo Khaled. Khaled presentó una demanda contra la OTAN, reclamando que el ataque fue un crimen. Dijo que él y su familia fueron víctimas de las “invenciones”rebeldes, que provocaron el ataque de la OTAN.
El 25 de septiembre, un ataque más pequeño pero similar, destruyó la residencia del general Musbah Diyab en Sirte, dijeron vecinos y miembros de la familia.
El general Diyab, primo lejano del coronel Gadafi, murió en el bombardeo. También murieron siete mujeres y niños que atiborraban su casa cuando los paramilitares sitiaban las defensas de algunos de los últimos bastiones del gobierno libio, dijeron testigos.
Para entonces, las cosas en Libia han cambiado. Las fuerzas del gobierno que quedaban prácticamente no ocupaban ningún territorio. Estaban desorganizadas y reducidas. Eran las tropas rebeldes las que ponían en peligro a los civiles cuando sospechaban que sentían simpatía por el gobierno, dijeron vecinos de Sirte.
Una tarde hace poco, Mahmoud Zarog Massoud, con su mano hinchada por una infección, recorría la armazón derruida de un edificio de siete plantas en Sirte, que fue atacado a mediados de septiembre. Los muebles de su departamento habían sido destruidos por la explosión.
Se acercó a la cocina, donde, dijo, él y su esposa venían de terminar su ayuno de Ramadán cuando fueron impactados por el proyectil. “No pensábamos que la OTAN fuera a atacar nuestra casa”, dijo.
A juzgar por los daños y los restos de municiones, la bomba -con un fusible para su explosión retardada- impactó en otra ala del edificio, se incrustó en otro departamento y explotó, expulsando las paredes hacia afuera. Los escombros volaron por el patio y a través de la puerta del balcón.
Su esposa, Aisha Abdujodil, murió con sus dos brazos cercenados, contó. El suelo y las paredes quedaron manchados de sangre.<br>La OTAN declinó responder preguntas por escrito sobre los tres ataques contra casas en Surnam y Sirte.
[C.J. Chivers informó desde Libia, y Eric Schmitt desde Washington, Bruselas y Nápoles, Italia.]
19 de diciembre de 2011
18 de diciembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer