el fraile protestón
23 de abril de 2009
El mes pasado, compareció ante un juez federal en Santa Barbara.
Vestido con la tradicional sotana marrón y el cinturón de cuerda con nudos que representan los votos de pobreza, castidad y obediencia, Vitale explica con su voz ronca que tenía un propósito más alto cuando hace dos años entró sin autorización a la Base Aérea Vandenberg: llamar la atención sobre el peligro de una guerra nuclear y convencer al personal militar para que adoptaran el pacifismo.
"La mayor amenaza que conoce el mundo es nuestro arsenal nuclear", dice a la magistrado Rita Coyne Federman.
Más de dos docenas de familiares y amigos, incluyendo al actor Martin Sheen, están en la sala del tribunal para mostrar su apoyo al fraile y los otros tres acusados.
Vitale le dice a Federman, que lo había declarado culpable en diciembre, que enviarlo a la cárcel fortalecerá su decisión de quebrantar nuevamente la ley para protestar contra la injusticia.
"Estoy dispuesto a hacer todo lo que pueda hacer", dice.
La juez, que rechaza la petición de la fiscalía de condenarlo a cinco meses de cárcel, concluye que enviar al cura a la cárcel no le hará cambiar de opinión. Lo condena a pagar una multa de quinientos dólares.
Sheen, sentado en la segunda hilera, expresa sorpresa. "El gobierno necesita la pasta", suelta el actor.
Fuera del tribunal, Vitale pide a parientes y amigos que no paguen la multa. Prefiere ir a la cárcel.
Durante casi cuatro décadas, Vitale ha hecho de la desobediencia civil un modo de vida.
Ex navegante de la Fuera Aérea, este doctor en filosofía con mención en sociología de la UCLA, cree que su misión es seguir los pasos de Jesucristo y San Francisco, que daban consuelo a los pobres y predicaban la no violencia. "Lo llama la evangelización por la paz", dice.
Su ejemplo inspiró a tanta gente durante las protestas antinucleares de los años ochenta que llegaron a apodarlo el Pied Piper [Flautista] del Emplazamiento de Pruebas de Nevada. Más recientemente, ha ayudado a llamar la atención sobre el adiestramiento de fuerzas de seguridad latinoamericanas en el Fuerte Benning, en Georgia, y la formación de interrogadores militares norteamericanos en el Fuerte Huachuca, en Arizona.
"Es uno de mis héroes", dice Sheen, amigo suyo de toda la vida que fue arrestado con Vitale en Nevada. "Es uno de los más grandes pacifistas".
Vitale, que vive en el Convento de Santa Isabel [St. Elizabeth’s Friary] en Oakland, pertenece a un pequeño número de figuras religiosas del país que están dispuestas a ir a la cárcel por sus creencias. "Aceptando el sufrimiento de los otros, podemos cambiar el mundo", dice. "Estamos dispuestos a colocar nuestros cuerpos donde ellos están y sufrir las consecuencias, cualesquiera sean".
Es alto y delgado, barbudo y calvo con apenas un fleco de cabello gris corto, nariz prominente y grandes orejas. Amistoso y tímido, Vitale a menudo suelta bromas que suavizan su radicalismo.
"Me gusta caer bien y trato de no ofender a la gente", dice.
En protestas o en el tribunal, normalmente lleva su hábito de monje. Pero también proyecta un aire de informalidad, con su celular en el bolsillo del pecho y sandalias de plástico negras.
Como orador, el monje exhibe su pasión por su causa, aunque a veces atropelladamente. Su capacidad para inspirar parece provenir sobre todo de su naturaleza optimista y su ejemplo.
Vitale cita a menudo la inspiración de San Francisco, Gandhi y Martin Luther King Jr.
Se levanta en medio de la noche para rezar y ayuna los viernes, lo que contribuye a su delgadez. El fraile también se somete a prolongados ayunos como forma de expresarse políticamente; su ayuno más largo fue de 46 días, en protesta por la Guerra del Golfo Pérsico.
"Cada día se parece más a Gandhi", dice Sheen.
Cuando viaja para dictar charlas, Vitale recurre a menudo a capítulos de su vida para ilustrar su mensaje.
Nacido en San Gabriel, podría haberse incorporado al negocio familiar en una planta de pescado y llevar una vida de afluencia. Tras graduarse en 1954 en lo que es ahora la Loyola Marymount University, se enroló en la Fuerza Aérea. Se enorgullecía entonces de ser un ‘aviador’, se compró un Jaguar Roadster y disfrutaba de una vida de parrandas.
Vitale cuenta a menudo cuando su escuadrón recibió la orden de derribar a una presunta aeronave enemiga que se aproximaba a Estados Unidos. Cuenta que le dijeron a la tripulación no correr el riesgo de inspeccionar la nave antes de disparar, pero de todos modos no dispararon. Dos mujeres les saludaron detrás de una ventanilla. Era un avión de pasajeros.
Eso plantó las semillas de su desilusión.
Cuando terminó su período de servicio de tres años, el playboy se sintió atraído por la iglesia. Dejó a su novia y regaló su Roadster. Escogió a los franciscanos, dijo, porque tenían sentido del humor.
"Me atraía la idea de hacer el bien, fuera como cruzado o como héroe", dice.
Vitale tomó los hábitos en 1960, a los veintiocho años. Cuando emergió del aislamiento de sus estudios de teología, encontró que todo había cambiado.
"Cuando salí del seminario en 1964, Martin Luther King estaba en la calle, César Chávez estaba en el campo, los estudiantes de Berkeley estaban manifestándose por la libertad de expresión y el movimiento contra la Guerra de Vietnam estaba en su cúspide", dice. "Participé en todo eso".
Conoció a King, fue a misa con Robert F. Kennedy y ayunó con Chávez.
"El Padre Louie nos acompañó en todas las crisis importantes que tuvimos", dice Dolores Huerta, co-fundadora de Trabajadores Agrícolas Unidos [United Farm Workers]. "Vive para lo que cree, la paz y la no violencia. Es fuerte y sereno, y no le tiene miedo a nada".
La primera detención de Vitale se remonta a 1971, cuando ayudó a organizar una sentada de las madres solteras que bloquearon el tráfico de Las Vegas Strip para protestar contra las reducciones de sus subsidios en Nevada.
El sacerdote conocía al gobernador de Nevada, Mike O’Callaghan, que lo llamaba "la conciencia franciscana". Cuando la policía informó a Callaghan que habían detenido al fraile, el gobernador dijo, cuenta Vitale: "Mejor déjenlo ahí. Si lo sueltan, le van a causar una tremenda desilusión".
En los años ochenta, Vitale ayudó a que miles de manifestantes fueran detenidos en el Emplazamiento de Pruebas de Nevada. Fue detenido tan a menudo -hasta ocho veces en un solo día- que trabó amistad con el juez de paz, que, sin embargo, lo sentenció a varios meses de prisión.
Vitale ha oído refunfuñar a algunos funcionarios católicos sobre sus detenciones, pero dice que ha contado siempre con el apoyo de sus superiores.
"Es un hombre muy pío y un muy buen sacerdote", dice el obispo John Wester, que fue obispo auxiliar en San Francisco y conoce a Vitale desde hace años. "Está siguiendo las enseñanzas de San Francisco. Estratégicamente, no estoy seguro de que dejarse arrestar sea lo mejor. Pero admiro el hecho de que él sigue los dictados de su corazón".
Vitale no ha sido ajeno a la iglesia. En 1979 fue elegido para dirigir la Orden Franciscana en los estados occidentales, una posición que mantuvo durante nueve años. En 1992 fue nombrado párroco de la Iglesia de San Bonifacio en la comuna de Tenderloin, San Francisco, donde permaneció trece años. Ninguna de esas posiciones le hizo reducir sus protestas.
Como párroco, reunió doce millones de dólares y renovó la centenaria iglesia. Después de restaurarla magníficamente, abrió sus puertas a los vagabundos, para que pudieran dormir en los bancos durante el día.
La idea de permitir que gente ebria, hedionda o roncando se estirara en los bancos de la iglesia ofendió a algunos parroquianos, que pensaron que era una falta de respeto. Pero eso no detuvo a Vitale.
La iglesia sigue abierta para los vagabundos.
Hoy, hablar con Vitale en el Tenderloin, es como salir de gira con una celebridad. Mientras se dirige a la avenida Golden Gate desde San Bonifacio hacia un comedor gestionado por los franciscanos, lo saludan hombres y mujeres de la calle: "Padre Louie".
Un hombre envuelto en una zarrapastrosa chaqueta de camuflaje lo detiene y le da la mano. Una mujer de edad mediana, un poco inestable aunque todavía no dan las doce, le da a Vitale un fuerte abrazo. Algo incomodado por la atención que recibe, conversa brevemente con todos ellos y les pregunta por su salud.
En noviembre, Vitale volvió a Arizona para protestar contra el adiestramiento de interrogadores militares en el Fuerte Huachuca. Después de una protesta similar en 2006, recibió la que es su sentencia más severa por invasión [de un recinto militar]: cinco meses de cárcel. Sede del Centro de Inteligencia del Ejército de Estados Unidos, el fuerte adiestra personal del ejército, la armada, la fuerza aérea y el cuerpo de marine en técnicas de inteligencia. Vitale dice que los interrogadores militares reciben cursos para aprender a torturar, una acusación que el ejército niega.
Cerca de doscientos manifestantes se han reunido en un parque cercano. Vitale, cogiendo el micrófono, improvisa un discurso que toca temas que van desde su época en la Fuerza Aérea hasta su reunión con ex prisioneros de Abu Ghraib en Jordania.
Defiende la teoría de que San Francisco adquirió el trastorno de estrés post-traumático después de participar en una expedición militar que terminó cuando fue hecho prisionero. "Entonces se rebeló contra todas las guerras", dice el fraile. Vitale cierra su discurso invocando a César Chávez y encabezando la consigna: "Sí, se puede".
Después, algunos se acercan para tomarse una foto con el fraile.
"Es una estrella de rock", dice Chelsea Collonge, 24, activista del Movimiento del Trabajador Católico [Catholic Worker] y amigo del cura, que fue detenido con él en el Emplazamiento de Pruebas de Nevada. "Es tan bueno en reafirmar a la gente. Adora lo que hace. Adora a la gente".
El grupo marcha más de un kilómetro hacia la puerta del fuerte, donde unas barricadas impiden el paso. Vitale, determinado a que lo detengan, recorre con la mirada a los decenas de policías en torno a la entrada y calcula cómo entrar al fuerte.
"Cuando te enteras que están torturando a la gente, ¿qué son unos meses en la cárcel?", pregunta.
Pasa por entre los policías, cruza la calle y se desliza entre dos cintas amarillas del precintado de la policía. Al otro lado de la calle, los manifestantes miran y gritan.
"Señor, lo tendremos que arrestar", advierte varias veces un soldado a través de un megáfono.
Pero eso es exactamente lo que él quiere. Avanza unos pasos más hacia dos robustos policías militares, que lo esposan y suben a una furgoneta.
La protesta no tiene ningún efecto visible en las actividades de los militares en el fuerte, pero Vitale señala que lo que cuenta no son los resultados. "No andamos buscando efectividad", dice. "Estamos haciendo lo que es justo a los ojos de Dios. Eso es lo que debemos hacer, y que pase lo que tenga que pasar".
Vitale ya ha empezado su siguiente protesta, ayudando y haciendo vigilia en la Base Aérea Creech, en Nevada. Allá, los pilotos entrenan con aviones teledirigidos Predator, que atacan a terroristas y que a veces también matan a civiles.
Espera que lo detengan, para conmemorar la detención de Jesús el Jueves Santo. Si todo sale bien, el fraile pasará esta tarde en una celda.
8 de abril de 2009
©los angeles times
cc traducción mQh
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