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los padrinos somalíes


Los ricos piratas de los rescates. Habitantes de pueblos costeros descubren ruina y  bendiciones a manos de los piratas.
[Stephanie McCrummen] Nairobi, Kenia. La joven pareja somalí tenía planes. Ilka Ase Mohamed y Fatima Mukhtar, la esbelta mujer de ojos brillantes que era el amor de su vida, pensaban dejar su pequeño pueblo de pescadores de Harardhere, estudiar en la universidad y, cuando Mohamed tuviese suficientes vacas para pagar la dote, casarse.
Pero hace algo más de un año, la mujer que Mohamed todavía llama "mi niña querida", fue dada en matrimonio a un pirata somalí que se pasea con un sombrero de vaquero de color negro, conduce un Land Cruiser y pagó cincuenta mil dólares en efectivo en lo que Mohamed describió como un pacto despiadado en el que su madre vendió a su novia.
"Este hombre es como un pequeño rey que llegó a Harardhere", dijo Mohamed, 23. "Se vestía como presidente. Mucha gente lo servía. Me enfadé. Me pregunté: "¿Por qué acepta la gente esta situación? ¡Todos saben que es un pirata!"
La historia de Mohamed, Fatima y el descarado pirata somalí -según una entrevista con Mohamed después de que se mudara a Kenia- subraya lo enraizada que está la piratería y su chillona cultura del dinero rápido en los pequeños y miserables pueblos de pescadores que salpican la costa somalí.
Mientras las armadas más poderosas del mundo patrullan las extensas vías marítima del Océano Indio y el Golfo de Aden, los piratas somalíes exigen millones de dólares por el rescate de los enormes cargueros que capturan. Desde la demostración de fuerza de Estados Unidos la semana pasada, cuando tiradores de la armada mataron a tres piratas y liberaron al capitán estadounidense que había sido secuestrado, los piratas se han apoderado de varios otros buques y decenas de rehenes.
Dado el desafío de patrullar casi tres millones de kilómetros cuadrados de océano, la atención se está concentrando en erradicar a la piratería de la costa somalí, donde los rescates, que el año pasado totalizaron cerca de cincuenta millones de dólares, están inundando las aldeas de pescadores como Harardhere y bien armados piratas están sobrepasando las apenas existentes autoridades locales en un país que, desde 1991, ha sobrevivido sin un gobierno central.
"Sin ayuda exterior, no se atreven a señalar a los piratas", dijo Ali Said Omar, que preside el Centro por la Paz y la Democracia, un laboratorio ideológico somalí. "Los piratas los aplastarán si hacen algo contra ellos".
En Harardhere, los piratas se han convertido en padrinos y se han dedicado a construir lujosas casas, iniciado turbios negocios y lanzado operaciones con bien organizadas redes que se encargan de su alimento, armas y otros suministros. Los analistas dicen que los piratas, que operan en bases en alta mar que llaman ‘naves nodrizas’ -normalmente lanchas de arrastre robadas-, reciben ayuda de gente en el extranjero que les entregan información sobre las hojas de ruta de los cargueros a cambio de una parte del rescate.
Los piratas más famosos también emplean séquitos locales, para los que la piratería es tanto una bendición como una maldición. Aunque los negocios de piratas han ahogado a los comerciantes locales y frustrado las entregas de la ayuda alimentaria en el anárquico país del Cuerno de África, los piratas también han inyectado millones de dólares en la economía local.
Los aldeanos dicen que, en tierra, los piratas requieren los servicios de prostitutas, enfermeras, guardaespaldas y hombres que les procuren la valorada khat, una planta ligeramente narcótica que se mastica por sus efectos estimulantes.
El pirata que se casó con Fatima envió un equipo a su casa después de cerrar un trato con su madre, que es del mismo clan, dijo Mohamed. Pusieron alfombras, prepararon las cabras para el sacrificio, y colgaron luces en la casa de madera y planchas de hierro de la familia. Mohamed dijo que trató de alejarse ese día, pero no pudo.
"No se suponía que debiera asistir, porque habría sido muy indigno, peor me escabullí y lo vi desde una ventana de la casa de al lado. Es un momento que no me gusta recordar", dijo Mohamed sobre el pirata, cuyo nombre no quiere revelar -por miedo.
El pirata tiene probablemente algo más de treinta años y es un pescador de la zona que antes pescaba con redes en el mar pero ahora posee un brillante Land Cruiser. Mohamed dijo que miró con horror cómo el pirata se sentaba en la alfombra sin sacarse los zapatos, lo que se considera una falta de respeto. Fatima se casó con él después de algunas semanas y se la llevaron a Europa. Mohamed, que decidió entonces dejar Harardhere y marcharse a Nairobi, la capital de Kenia, dijo que todavía se comunica con ella, de vez en vez, por correo electrónico.
Entretanto, la familia de Fatima en Harardhere, donde el pirata también tiene una casa, prospera. Tienen una casa nueva, de piedra, dijo. Aunque se ganaban la vida como campesinos, ahora tienen un negocio dedicado al transporte de combustible y arroz, que opera en la capital, Mogadishu, y en otras regiones.
La piratería se ha convertido en una atractiva opción para los jóvenes somalíes que han crecido sin escuelas ni gobierno, que a menudo saben poco más que cómo usar un Ak-47. El gobierno de transición está tratando de contener la subversión fundamentalista, que también está reclutando jóvenes para su causa, pero que se ha mantenido apartada de los negocios de los piratas.
"Estos jóvenes no pueden conseguir trabajo y no tienen educación, así que buscan la manera de ganarse la vida y este es el modo más fácil de hacer dinero", dice Salim Saeed, un periodista que trabaja en la norteña región de Puntland, desde donde se inician la mayoría de las operaciones de los piratas. "Para un joven es fácil convertirse en pirata".
Según funcionarios de Naciones Unidas, la piratería empezó como una violenta reacción a la desenfrenada pesca ilegal por parte de compañías pesqueras comerciales, la mayoría de países europeos y asiáticos. Dicen además que la mayoría de los pescadores operan con licencias falsas.
Un somalí que dijo que su nombre era Ali, dijo que se convirtió en pirata en 2004 después de varios enfrentamientos con buques pesqueros comerciales que operaban en aguas somalíes.
"Tendíamos nuestras redes en la noche y revisamos las capturas al día siguiente, pero un día llegamos justo cuando un enorme buque pesquero se hacía con las nuestras", dijo Ali, 25, que ahora se gana la vida como tendero en Nairobi.
Cuando él y sus colegas se acercaron en su lancha al buque, contó, la tripulación los atacó con agua hirviendo, y uno de los tripulantes incluso les disparó. Ali contó que su amigo quedó herido, su lancha fue hundida y tuvieron que nadar hacia la playa. La siguiente vez que se echaron al mar, dijo, llevaron rifles de asalto AK-47 y lanzagranadas.
"Nuestro plan era atacar a los buques pesqueros ilegales", dijo. "Cobramos rescate para atender a nuestros heridos... en total atacamos dieciséis buques’‘.
En esa época, atacaban a los buques en la noche, localizándolos con linternas. Más tarde, dijo, empezaron a usar celulares. Pronto tuvieron inversionistas que les proveyeron de alimentos y combustible para sus misiones. El dinero estaba bien, dijo Ali, pero se retiró "porque se puso turbio".
"El plan era detener la pesca ilegal", dijo. "Pero empezaron a capturar buques que transportaban alimentos y otros cargueros comerciales e incluso algunos de nuestro propio país. No es inteligente hacer eso".
Mohamed comparte ese malestar, diciendo que el dinero de los piratas ha corrompido la vida en Harardhere y que la fiesta no puede durar eternamente.
De momento, todavía espera a Fatima.
"La esperaré", dijo. "Creo que el dinero se terminará, y algún día la recuperaré".

Mohamed Ibrahim contribuyó a este reportaje.

3 de mayo de 2009
20 de abril de 2009
©washington post 
cc traducción mQh
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