gracias, don carlos
31 de mayo de 2009
En la semana que termina, don Carlos nos ha permitido ver cuáles son los verdaderos problemas políticos que tiene el país.
Sus declaraciones minimizando las violaciones de los derechos humanos sufridos por la Presidenta Michelle Bachelet y que afectaron en diversa medida a todos los chilenos dan cuenta del verdadero rostro de la derecha política chilena; aquella que cada vez que puede dice que "no fue para tanto" y que ha estado muy lejos de asumir su responsabilidad en las atrocidades cometidas durante la dictadura, de la que muchos de ellos fueron funcionarios.
Es la misma derecha que se ha resistido a dar pasos tan importantes como aprobar el tratado que crea el Tribunal Penal Internacional (TPI) y que se ha opuesto de manera sistemática a modificar el poco democrático sistema binominal.
Es lamentable, pero las afirmaciones del presidente de RN nos demuestran que no hemos conseguido un consenso nacional de condena a las violaciones de derechos humanos.
Pese a los informes de la Comisión Verdad y Reconciliación, la mesa de diálogo y la Comisión contra la Tortura, un representante de la Alianza como Larraín nunca ha efectuado un reconocimiento de la responsabilidad política que tuvieron en esos hechos.
Si Piñera llegare a ganar los comicios es altamente probable que el presidente de su partido ocupe algún alto cargo de gobierno. ¿Sería presentable para Chile tener un gobierno con funcionarios que nieguen o aminoren la condena a la tortura?
El verdadero problema de Chile es que un importante sector del país aún adhiere a pautas valóricas heredadas de un régimen político que ha sido reiteradamente repudiado por la comunidad internacional.
Tan evidente es esta afirmación, que finalmente las palabras que se atribuyeron a la Presidenta Bachelet, quien habría efectuado un paralelo entre su paso por un centro de torturas como Villa Grimaldi y el calvario sufrido por la menor judía Ana Frank en Holanda durante la Segunda Guerra Mundial, no las pronunció ella, sino funcionarios holandeses que la acompañaron a ese lugar.
Nos parece lamentable en este contexto que buena parte de las energías de los candidatos presidenciales que provienen de la Concertación y se han escindido de ella estén hoy concentrando la mayor parte de sus planteamientos políticos en el aspirante de la coalición de gobierno.
No resulta serio que los esfuerzos de quienes aseguran tener un afán democratizador estén dedicados a obtener dividendos a costa de criticar a Eduardo Frei Ruiz-Tagle y eludan pronunciamientos sobre las actitudes de Piñera y su entorno.
Por el contrario, es imprescindible fortalecer aquellas tendencias a la convergencia de las fuerzas democráticas que permitan efectuar cambios de fondo a nuestro sistema político.
Los llamados a una Asamblea Constituyente y a una nueva Constitución pueden quedar una vez más en la retórica si no se concreta un esfuerzo para tener una mayoría sólida en el Congreso.
Un pacto amplio por la democratización del país, a través de una nueva Constitución para el bicentenario, sería una respuesta contundente a expresiones como las de Carlos Larraín, que nos recuerdan que la derecha chilena sigue siendo la heredera sin vergüenza de la dictadura militar.
Es triste decirlo a casi 20 años de haber comenzado la transición a la democracia, pero más grave sería que guardáramos silencio ante palabras que son evidencia de los riesgos que el país enfrenta si efectúa una errada opción en las urnas.
©la nación
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