santa ana pone candado a su basura
6 de julio de 2009
En algún punto de la línea, el ayuntamiento y los vecinos perdieron de vista el hecho de que los carroñeros a los que se quiere torpedear con el programa piloto de poner candado a los contenedores no son animales en absoluto, sino una especie mucho más vulnerable: seres humanos sin casa, para los que los plásticos y cristales descartados son una fuente indispensable de sustento.
Los candados están siendo probados a petición de los vecinos que presionaron al ayuntamiento para que los protegiera de los indigentes, que estaban asaltando sus contenedores de basura y de reciclables de productos con valor de reembolso. Ciertamente este tipo de buceo en el tacho de basura (o el robo de basura) es una molestia. Los vecinos se quejan de espantosos encuentros en la mañana temprano con indigentes, cerca de sus entradas, y ser despertados en la noche por los ladridos de los perros y el pesado tintineo de las botellas de cristal.
Lo que es más, el robo de basura puede tener un costo pequeño, pero real, que es la razón por la que se lo considera un delito en la mayoría de las ciudades. Santa Ana contrata al recolector Waste Management, que obtiene sus ganancias de los reciclables que recoge. El ‘robo’ de estos artículos corre a expensas del contratista, no del ayuntamiento, pero si las pérdidas son significativas, podrían resultar en tarifas de recolección más altas para los vecinos. Waste Management cubre los gastos de los nuevos contenedores, los que podrían ser colocados en casas en otras partes de la ciudad si la prueba resulta exitosa.
Pese a las molestias, en el gran esquema de las cosas, es difícil privar a hombres y mujeres indigentes de los centavos que pueden obtener de la venta de reciclables descartados. Para los vecinos que los desechan de todos modos, el valor de reembolso de los contenedores no se condice con la inconveniencia de llevarlos a un centro de acopio, pero para los que son desesperadamente pobres esos artículos son un salvavidas.
California se ha mostrado particularmente cruel con su población indigente, la que aumentó considerablemente después de mediados de los años sesenta, cuando el estado puso fin a la mayor parte de las reclusiones involuntarias de los enfermos mentales. Los servicios para los indigentes no han estado nunca cerca de poder satisfacer la demanda en el estado, y el actual presupuesto de crisis del gobierno está reduciendo los servicios, en momentos en que la recesión está provocando un aumento acelerado de la población indigente.
De aquí a cien o doscientos años, los historiadores verán una sociedad tan despiadada que envía a vivir en la calle a sus inadaptados, y luego toma las medidas necesarias para asegurarse de que tampoco puedan vivir de su basura, y se asombrarán de la barbarie del hombre del siglo veintiuno.
20 de junio de 2009
©los angeles times
cc traducción mQh
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