católicos y anglicanos contra el mercado
25 de julio de 2009
Están cuestionando los presupuestos subyacentes de una economía de mercado que dicen que ha perdido su norte moral.
La semana pasada, el Papa Benedicto XVI emitió una declaración papal encíclica que denuncia la división entre pobres y ricos.
Dijo que la creciente interdependencia económica no se corresponde con las interacciones éticas para el bien de todos y que Naciones Unidas y las instituciones financieras deberían ser reformadas de modo que una "autoridad política verdaderamente mundial" pueda trabajar para el bien común mientras respeta los procesos locales de toma de decisiones.
"La iglesia no ofrece soluciones técnicas y no quiere de ninguna manera interferir en la política de los estados", escribió el Papa. "Sin embargo, sí tiene la misión de realizar la verdad... La fidelidad al hombre requiere fidelidad a la verdad".
El arzobispo de Canterbury, hablando el miércoles en Anaheim ante un congreso nacional de episcopalistas, criticó a los que se benefician manipulando los mercados y modelando exóticos instrumentos financieros sobre un castillo de naipes.
"En los últimos seis a nueve meses, lo que hemos visto en nuestro mundo no es simplemente una crisis económica, sino una crisis de honestidad", dijo el Reverendísimo Rowan Williams. "Hemos descubierto de pronto que nos hemos estado mintiendo a nosotros mismos".
Williams, primado de la Comunión Anglicana, dijo que el mundo no puede volver a un sistema financiero "disfuncional, inservible y destructivo" y que las demandas del mercado no son nunca una guía moral satisfactoria. Llamó a incorporar los costes medioambientales en la ecuación.
"La economía es completamente dependiente del ambiente", dijo.
Juntos, católicos y anglicanos constituyen cerca del 58 por ciento de los 2.1 mil millones de cristianos del mundo.
Las declaraciones de estas y otras figuras de la iglesia se reunieron al mismo tiempo que las principales potencias económicas del mundo se reunían en Italia para proponer una respuesta común a la recesión global y al cambio climático. Sólo se lograron progresos marginales.
Dadas las iniciativas de gobierno y la influencia de las corporaciones multinacionales, uno se podría preguntar si las organizaciones religiosas pueden tener algún impacto. ¿Serán oídas fuera de los claustros, o incluso por sus propios fieles, cuyos estilos de vida en general no son diferentes a los de quienes no son miembros de la iglesia? ¿Hay alguien escuchando?
Sería fácil adoptar una posición cínica. Hace veinte años, la Casa de Obispos episcopal -una de dos casas en el más alto cuerpo legislativo de la iglesia, la Convención General- emitió un documento sobre ‘Justicia económica y conciencia cristiana’. En él, los obispos piden un "reordenamiento fundamental" de los valores humanos.
En 1986, los obispos católicos de Estados Unidos firmaron una carta pastoral, ‘Justicia económica para todos’, que llamaba a un examen moral de la economía y que provocó la ira tanto del gobierno de Reagan como de prominentes católicos conservadores laicos.
En cuanto al último llamado del Papa Benedicto, observó que la idea de una autoridad política mundial que trabaje para el bien común fue abordada por primera vez por el Papa Juan XXIII, que murió en 1963.
Ciertamente, organizaciones religiosas de todo tipo dedican dinero y talento para ayudar a los pobres y mitigar la miseria, el racismo y la desigualdad económica.
Desempeñan un papel en el financiamiento de hospitales, escuelas y universidades y a menudo apoyan a organizaciones que trabajan para los trabajadores pobres y exigen salarios más altos.
Algunos dicen que los funcionarios elegidos con afiliación religiosa introducen al cargo un aspecto moral que puede influir positivamente en las políticas públicas.
Richard Parker, profesor de políticas públicas de la Universidad de Harvard, dice que las voces religiosas pueden jugar un papel en la formulación de respuestas a la actual crisis económica. La indignación popular por los estafadores de Wall Street y la pérdida de trabajo, casas y planes de pensión han llevado los temas morales al primer plano del debate público.
"La gente hoy necesita desesperadamente lo que sólo puedo describir como un liderazgo moral: no un liderazgo moralista, sino moral", dijo Parker, hijo de un sacerdote episcopal en una entrevista antes de que se dirigiera a un pequeño grupo en la convención de Anaheim.
"Estamos viviendo en un período de un fuerte e incluso grotesco fracaso del mercado", dijo.
Hablando en una vena similar, la presidente del obispado, Katharine Jefferts Schori, se unió a Williams, el arzobispo, en un foro sobre la fe cristiana durante la crisis económica global en la primera noche de la convención, que se prolonga hasta el viernes.
"Estamos en medio de un crac de la interconectividad económica", dijo Jefferts Schori, agregando que los excesos revelados por la crisis económica "han sido de escala bíblica".
"Hemos pasado por alto la codicia que engendró esta crisis, hemos participado nosotros mismos en ella a través de políticas de inversión... Hemos ignorado la abundancia con que nos dotó Dios y no hemos querido compartir ni lo que sabemos ni lo que tenemos", dijo.
Williams dijo al congreso, al que asistieron varios cientos de personas, que los engaños implícitos que condujeron a la crisis económica exigen una respuesta moral.
También dijo que esas falsedades incluían la creencia en el crecimiento ilimitado en un planeta que tiene límites.
Los estilos de vida personales y las políticas de gobierno deben cambiar para mostrar respeto por el mundo material finito y el bien común, dijo Williams.
"La tarea que tenemos no es simplemente restaurar la estabilidad financiera", dijo el arzobispo. "Ciertamente no se trata de que nuestra vida financiera internacional vuelva a ser lo que era. Ya no hay nada normal".
12 de julio de 2009
©los angeles times
cc traducción mQh
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