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la victoria de dubois


Este viernes los pobladores de mítica población La Victoria, en la comuna Pedro Aguirre Cerda, recibieron de vuelta al sacerdote que acompañó sus pasos en los años más duros de la dictadura. A sus 78 años, con mal de Parkinson, su voluntad está intacta. Su lucha, hoy, es contra la droga.
[Carolina Rojas] Santiago, Chile. La imagen del padre Pierre Dubois, con sus brazos abiertos en cruz, avanzando sereno al encuentro de un bus policial de Fuerzas Especiales, en medio de una noche iluminada sólo por barricadas, dio la vuelta al mundo. Era el 27 de marzo de 1984 y al sacerdote francés avecindado en Chile para hacer trabajo pastoral entre los pobres le costó siete horas de detención y varios golpes en el cuerpo. No era la primera vez, ni la última, que el párroco intercedía entre pobladores y fuerzas represivas predicando la no violencia, como una forma casi desesperada de evitar mayores tragedias.
En esa misma cruzada andaba la noche del 4 de septiembre de 1984 en medio de una de las más grandes protestas populares registradas en ese tiempo. Cuando volvió a su casa, su compañero de labores pastorales, el padre André Jarlan, le esperaba sentado en su mesa de trabajo, con su cabeza recostada sobre el Salmo 129. Un hilo de sangre ya había detenido su fluir desde su cuello. Jarlan estaba muerto.
Este viernes se cumplieron 25 años de ese episodio. Y Pierre Dubois lo pudo conmemorar junto a los vecinos de La Victoria, población a la que regresa después de 20 años. El régimen militar se ensañó con él y con lo que representaba. En septiembre de 1986, horas antes de decretarse el estado de sitio tras el atentado contra Augusto Pinochet, Dubois fue detenido junto a otros dos misioneros franceses y obligados a abandonar el país tres días más tarde. Se les acusó de subversivos, de portar panfletos y de insultar a las autoridades. Pero tuvieron mejor suerte que Pepe Carrasco, Fernando Videuzárraga, Felipe Rivera y Abraham Muskatblit, que fueron ejecutados en la vía pública la misma noche en que los sacerdotes fueron detenidos.
Dubois regresó en 1990, pero no le fue permitido radicarse nuevamente en La Victoria. La derecha seguiría la labor de amedrentamiento y odiosidad emprendida por la dictadura. En octubre de 2000, votando el bloque, senadores de RN y la UDI le negaron la nacionalidad por gracia que solicitaban parlamentarios de la Concertación por considerarlo "una figura conflictiva y no unitaria". Tres meses después, le fue concedida, tras una nueva votación en la cámara alta -esta vez secreta- en la que diez honorables se opusieron.
Pierre Dubois nació el 17 de octubre de 1931, en Plombieres, Francia, hijo de Maurice Jean Baptiste Dubois Moutenot, empleado en una casa de venta de neumáticos y dirigente parroquial y deportivo, y de Madeleine Louise Desvignes Noirot, dueña de casa y trabajadora del campo. Llegó a Chile en septiembre de 1963 para asesorar al Movimiento Obrero de Acción Católica y a la Juventud Obrera Católica en Barrancas (hoy Pudahuel) y Quinta Normal. A La Victoria llega en 1983, como párroco titular, acompañado de André Jarlan.
Cuando volvió a Chile con la democracia, en 1990, la fiesta fue en grande. Tras una hora de lenta caminata entre su auto y un humilde escenario, retornó a su entrañable población. "He vuelto a casa", fue la breve frase que el padre lanzó con emoción a los victorianos que, sin tomar aire, replicaron al unísono: "a tu casa".
El viernes recién pasado, a su regreso como pastor de la población, Dubois recorrió las calles y pasajes de La Victoria recordando con emoción ese reencuentro con los vecinos que lo abrazaban y lo besaban como un niño falto de cariño. Todos querían estar cerca de él, contarle sus historias e invitarlo a sus casas. Aún hoy, Dubois no deja de conmoverse con esas imágenes.
Dubois es de los que cree que de una mala experiencia siempre se saca algo bueno. Por eso, para el padre Dubois, el asesinato de su gran amigo fue una especie de justa resurrección. "La muerte de André denunció la represión hacia los pobladores durante la dictadura. Permitió que mucha gente se enterara de que en las poblaciones se estaba matando. Hasta antes de su muerte, se creía que los asesinatos eran un invento, incluso así lo creían algunos sacerdotes. Recuerdo que después de la muerte de André, hasta la gente del barrio alto creyó en lo que pasaba. Se hizo justicia con los pobres que morían en manos de uniformados, aunque la misma muerte de André no se haya esclarecido aún", dice lamentándose de la indiferencia judicial.
Hoy el padre Pierre se apoya en su bastón, encogido por el avance del mal de Parkinson que sufre. Pero sus ideas claras y certeras y su gran fuerza de voluntad no se aplacan. Para buena parte de La Victoria sigue siendo "ese compañero" y "hermano mayor" de los tiempos difíciles, como lo definen los vecinos de La Victoria, protagonistas de la primera toma de terreno en Latinoamérica. Hoy, la población tiene los mismos problemas que enfrentan las entonces poblaciones de la resistencia. Si antes fueron las balas, para Dubois hoy existe otra clase de violencia que los está matando. La indiferencia, el discurso de la delincuencia y la estigmatización social los relega como un ghetto. Citando a Eclesiastés, el padre dice que con la indolencia de los chilenos hacia los pobres también se derrama sangre.

¿Por qué lo cree así?

La falta de trabajo es una de las principales causas de pobreza que conlleva otras consecuencias. La gente tiene sed de dinero, algo que conduce al individualismo. En las poblaciones, esto lleva a las drogas y a la delincuencia, algo que se mete en la gente... Un empleador que no paga sueldos justos es tan violento como un golpe militar.

Dubois quiere seguir con su movimiento pastoral, obrero y católico, lejos de la figura del párroco de los ricos del que siempre dijo avergonzarse. "Es ahora que quiero volver a La Victoria porque hay un lazo fuerte que se creó entre nosotros, un lazo fuerte entre La Victoria y nosotros dos, y quiero seguir con la gente de la población", dice con su voz temblorosa pero potente.

¿Justifica la violencia con la que se enfrentan hoy los pobladores?
No se justifica ni de un lado ni del otro. Prefiero la paz, tal como lo hacía antes. Recuerdo cómo calmaba a la gente en los tiempos de protesta, en los ochenta. En esos años, apaciguaba a los pobladores para que no atacaran a las fuerzas policiales que no hacían más que reprimirlos. Les decía que no atacaran con bombas molotov o piedras y ellos me respondían que habían sido atacados primero. Pero ahí, había que hacerles entender que la única defensa era respetar al hombre.

Los empresarios que viven su cristiandad a través de donaciones, ¿los aprueba?
Ellos necesitan una reconversión más profunda. Lo que donan no es suficiente, sólo vale hasta que les duela.

Dubois está nuevamente en su parroquia. En primera fila, Nelly Gallegos se distinguía por su cabellera color ceniza. Está emocionada no sólo por la alegría de volver a escuchar los mensajes pastorales del padre Pierre Dubois en la población, también lo está por el retorno de los recuerdos que ella creía enterrados. Como la muerte de su hijo de 24 años, Andrés Zabala, en las protestas de la población para recuperar la democracia. Un poco más allá, Hortensia, la viuda de Zabala, observa la conversación.
Los gritos de "hola Pierre" apenas dejan escuchar a sus feligreses, pero a él no le importa. Están todos los viejos amigos, también la Biblia y la toga de Jarlan. Atenta lo escucha Luisa Ovalle. Ella tiene 68 años y hace 47 que vive en la población. Confiesa que con el regreso de Dubois, la población está completa. Tiene esperanzas de que un nuevo orden social se pueda trabajar entre sus vecinos. Luisa recuerda cuando el padre curaba y escondía a los pobladores en su casa de la calle Ranquil. "Su regreso ha sido maravilloso, lo único que nos faltaba, estamos realmente felices", comenta. De fondo suena una canción y el padre sigue escuchando uno a uno a sus feligreses con una fuerza que sorprende e inspira.
Este viernes hizo frío, pero a los vecinos que llegaron hasta la parroquia Nuestra Señora de La Victoria no les importó. El lugar estaba enteramente decorado con corazones alados y carteles de cartulina con consignas de bienvenida y amistad. El padre Dubois está de vuelta.

6 de septiembre de 2009
©la nación
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