cartas escritas a los padres
7 de octubre de 2009
El testimonio de Tizziani se completó con la reproducción de un reportaje que le hizo a Carlos Laluf padre. El entrevistado se refiere en varias oportunidades a la entrega de su nieto, que se efectuó el 4 de septiembre de 1977. Ese día, Laluf había ido a la cancha de Colón a ver un partido, y su esposa recibe una llamada telefónica alertando sobre la presencia de dos niños pequeños en la plaza de las Banderas, en el barrio Candiotti de Santa Fe. La mujer decide tomar un taxi e ir a buscarlo, y allí encuentra a un niño y una niña, cada uno con una carta, así como otras dos cartas con otros destinatarios.
Laluf llevó a su nieto a la casa de los consuegros, porque el matrimonio de Carlos Laluf (hijo) y su compañera Marta Benassi decían expresamente en la carta que el niño quedara al cuidado de Carlos, hermano de Benassi. A la niña, María de los Angeles Lozano, Laluf la llevó a la dirección que figuraba en el sobre, a la casa de la familia de la pareja de María de los Angeles Castillo, madre de la nena. Laluf también repartió otras misivas que, según rastreó Tizziani en el informe de la Conadep, pudieron estar dirigidas a la familia de Graciela Capocetti y del matrimonio Carlos Bozzo y María Isabel Salinas, también secuestrados.
Sobre la correspondencia, Tizziani se refirió a la "honestidad del señor Laluf", ya que tres de esas cartas estaban fechadas en Asunción del Paraguay, San Pablo y Río de Janeiro. Luego, en coincidencia con la fecha de la Operación México, Laluf padre no sólo recibió una carta -que no estaba fechada en el país azteca- sino también una comunicación telefónica. Los cautivos también les indicaron un correo intermedio donde podían recibir correspondencia. "El señor Laluf se murió esperando que le dieran el cuerpo de su hijo", indicó Tizziani.
Después del documentado testimonio del periodista de Rosario/12, dio su testimonio Adriana Quaranta, que fue secuestrada en la casa de Graciela Zitta. Según relató, ella se recibió de abogada en 1975, y en el momento del golpe militar se desempeñaba en la fiscalía número 2 de los Tribunales Federales. En abril de 1977, el presidente de la Cámara de Apelaciones, Celestino Araya, le pidió que renunciara a su trabajo, pero ella se negó. La mujer alegó que si había cometido alguna irregularidad le hicieran un sumario, y si no, no había razón para perder su empleo. La respuesta del funcionario judicial fue intimidante. Le dijo que "no podía responder por su vida". Quaranta indicó que había pertenecido a la Juventud Universitaria Peronista cuando era estudiante de abogacía. En la fiscalía trabajaba junto a Rafael Bielsa.
El 4 de julio de 1977 concurrió a un negocio ubicado en Laprida y el bajo, donde un compañero del Poder Judicial, de apellido Ramasco Padilla, le manifestó su preocupación porque Bielsa estaba desaparecido desde hacía una semana. Desde allí, Quaranta se dirigió a la casa de su amiga, que vivía en un departamento de pasillo. Cuando está entrando, ve salir un hombre del domicilio, y empieza a correr asustada hacia la calle. Sin embargo, el hombre la alcanza, la alza y le dice que no se mueva. Es subida al mismo auto que Zitta, y desde allí son trasladadas al lugar donde las retienen. La testigo recordó que la interrogó una sola persona, pero había varios hombres en la habitación, y que no fue sometida a maltratos. Primero estuvo en un lugar que le pareció ser un espacio abierto, porque entraban y salían personas. Allí fue esposada a un barral de metal. En ese sitio escuchó cantar a Bielsa y también oyó las quejas de la madre de Graciela Zitta, que cuando iba al baño lamentaba en voz alta estar sometida a esa situación, a su edad.
Luego, a Quaranta la llevaron a un lugar que recuerda como un altillo, al que se iba por una escalera empinada. Allí estuvo hasta el jueves 7 de julio, cuando fue liberada. Cuando la querellante Ana María Figueroa le preguntó si sabía cuál había sido el centro clandestino, Quaranta indicó que en 2006 participó de un reconocimiento en Granadero Baigorria, en La Calamita, y que tuvo la sensación de que "podía ser", por la escalera empinada y los artefactos del baño.
©página 12
0 comentarios