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se venden testigos falsos


SEMANA revela unas grabaciones que muestran cómo ’Pedro Orejas’, un importante esmeraldero acusado de homicidio, pagó a jueces y fiscales para salir de la cárcel.
Colombia. El pasado 31 de diciembre en Maripí, Boyacá, hubo una fiesta que duró tres días a la cual asistieron algunos por voluntad propia y otros obligados, y la mayoría de los habitantes y autoridades de ese municipio esmeraldífero. El motivo no era sólo la celebración del fin del año. El festejo, con música y trago de sobra, tenía que ver en realidad con la fiesta que armó Pedro Nel Rincón, junto con sus amigos y familiares, para celebrar que el día anterior una juez había dejado en libertad a Rincón, tras permanecer nueve meses en prisión. El polémico empresario, acusado de homicidio y concierto para delinquir, entre otras cosas, regresó a la calle porque la juez determinó que se habían vencido los términos para llevarlo a juicio.
Por esos mismos días varios militares implicados en el caso de los falsos positivos y seis guerrilleros que habían sido capturados en una operación del Ejército a comienzos de 2008 también recobraron la libertad por vencimiento de términos. Estos hechos desataron una polémica en la que intervino desde el presidente, Álvaro Uribe, pasando por el Procurador y el Fiscal General, quienes pidieron revisar el caso y cuestionaron cómo se está aplicando el nuevo sistema penal acusatorio.
Lo que desconocían los altos funcionarios es que, al menos en el caso de Pedro Rincón, su liberación no fue producto de la ineficiencia o de errores de la justicia al aplicar las nuevas normas. El que Rincón esté en la calle es el resultado de una compleja y vergonzosa red de corrupción de la cual hacen parte fiscales y jueces, entre otros. SEMANA tuvo acceso a varias horas de grabaciones en poder de las autoridades en las que queda en evidencia que prácticamente desde el momento de su arresto, fiscales, jueces y abogados se pusieron al servicio de los intereses de Rincón para conseguir, como efectivamente pasó, que el esmeraldero quedara libre.

Guerra Verde
El caso de Rincón es especialmente grave. Si bien para la mayoría de los colombianos este hombre es un desconocido, en Boyacá, y especialmente en la zona de explotación de esmeraldas, su nombre es bastante popular. Conocido con el alias de ’Pedro Orejas’, Rincón hace parte de uno de los clanes familiares más antiguos en el negocio de las esmeraldas.
En los años 80, cuando se desató la llamada ’guerra verde’ entre facciones de esmeralderos y la cual dejó más de 5.000 muertos en menos de una década, Rincón fue uno de los que sobrevivieron a la confrontación, y salió fortalecido. Su poder aumentó rápidamente en la región y comenzó a llamar la atención de las autoridades. El nombre de Rincón empezó a aparecer en los informes de inteligencia de diversas agencias del Estado. En algunos lo relacionaban con su participación en la llegada de grupos paramilitares a la zona y con posibles negocios de narcotráfico.
Esto en gran medida por la relación que Rincón tuvo con el controvertido esmeraldero Yesid Nieto, quien apareció en la zona esmeraldífera de la noche a la mañana como "el nuevo zar de las esmeraldas". El interés de las autoridades sobre Rincón aumentó tras el asesinato de Nieto en 2008 en Guatemala, donde se ocultaba, todavía convaleciente, luego de que había logrado sobrevivir a un escuadrón criminal que irrumpió en su edificio residencial en Bogotá.
Aunque las autoridades habían iniciado varias investigaciones con el fin de atrapar a Rincón, nunca pudieron consolidar pruebas que les permitieran llevarlo a juicio. Pero eso cambió en los primeros meses del año pasado.

Crimen a Pleno Sol
El primero de mayo de 2008 Rincón llegó con su caravana de escoltas al municipio de Pauna, Boyacá, buscando a Maximiliano Cañón, un ex socio y ex cuñado. No lo encontró a él, pero sí a un escolta de este llamado Miguel Antonio Pinilla. Sin mediar palabra sacó una pistola, le apuntó y llamó a Cañón desde el celular de Pinilla. Le dijo que se presentara o que iría a buscarlo. Ante la negativa de su interlocutor, Rincón simplemente le disparó dos veces en la cara a Pinilla, quien cayó al suelo, y allí le propinó 12 tiros más.
El crimen ocurrió a plena luz del día en la mitad de la calle y ante unos 30 testigos que observaron el crimen y vieron cómo Rincón abordó uno de sus vehículos y se fue como si nada. A las autoridades que llevaban años tratando infructuosamente de estructurar un caso sólido de alguna de las muchas denuncias que había contra Rincón, ese homicidio a sangre fría les cayó como anillo al dedo. "Nunca pudimos judicializar ninguno de todos los casos que investigamos. Pero ese homicidio fue ’una suerte’ porque si bien no habíamos podido mandarlo a la cárcel por otros delitos, ese homicidio sí nos permitiría sacarlo de las calles por lo evidente del crimen", explicó a SEMANA uno de los investigadores del caso. Allí comenzó una cadena de irregularidades de la justicia.
Aunque más de dos docenas de testigos vieron el crimen, ninguno declaró ante la fiscalía local. El mismo día del asesinato, un hombre -empleado de Rincón- se presentó a las autoridades y confesó ante el fiscal local que él era el responsable del homicidio. "No podíamos creer lo que estaba pasando. Todo el pueblo lo vio cometer el homicidio, pero el fiscal local aceptó que se inculpara un trabajador de Rincón a quien él le pagó para echarse la culpa. Sabíamos que Rincón tenía influencia sobre todas las autoridades de la zona, pero no pensamos que llegaran a tal extremo de descaro ante un homicidio tan evidente", contó uno de los investigadores del caso.
Decididos a no dejar en la impunidad el asesinato, los investigadores hablaron incluso con el entonces fiscal general Mario Iguarán, y le explicaron lo que estaba ocurriendo. Lograron que fuera trasladado desde Boyacá a un despacho en el búnker en la capital. En marzo del año pasado, 10 meses después del crimen, un fiscal de Bogotá corrigió el rumbo del caso y ordenó el arresto de Rincón como autor del homicidio. Los investigadores pensaron que finalmente se iba a hacer justicia. Pero una vez más se equivocaron.
Algunos de los testigos claves fueron asesinados o desaparecieron. Otros, sencillamente, fueron sobornados por Rincón y sus lugartenientes para que no declararan o se retractaran. Desde la cárcel La Picota, el esmeraldero daba órdenes y recibía información sobre cómo iban "arreglando" testigos. Esa era tan sólo parte de su estrategia para quedar en libertad. Lo otro que hizo fue lograr, por medio de sus lugartenientes y abogados, que el proceso regresara nuevamente a una fiscalía y a los juzgados de Boyacá. De manera extraña el caso pasó de una fiscalía a otra en Bogotá hasta que consiguieron que el caso fuera remitido desde el búnker a la fiscalía en Chiquinquira, Boyacá. "Cuando el caso volvió a Boyacá era evidente que todo estaba perdido, ya que él maneja la justicia allá", explicó a SEMANA un investigador.
Como parte de las labores que se habían iniciado desde Bogotá para atrapar a Rincón, la Dijín y la Fiscalía habían interceptado decenas de líneas telefónicas. Las conversaciones recopiladas son contundentes y dejan en evidencia cómo los fiscales y jueces recibieron sobornos para aceptar testigos falsos y dilatar el proceso hasta conseguir el vencimiento de los términos, como ocurrió (ver recuadros).
El esmeraldero consiguió lo que buscaba. Pero tal vez lo más sorprendente es ver cómo se compró descaradamente la justicia, sin que hasta ahora nadie de explicaciones.

17 de enero de 2010
©semana
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