Blogia
mQh

el divorcio entre mujeres paquistaníes


Las mujeres no tienen mucho que decir cuando un hombre se quiere separar, pero no tienen demasiado espacio si el marido es un abusador pero quiere mantenerla en casa. Una vez divorciadas, a menudo pierden la custodia de sus hijos.
[Mark Magnier] Karachi, Pakistán. Zahida Ilyas se ve como toda recatada mujer musulmana, de negro de pies a cabeza, la cabeza envuelta por un pañuelo, el epítome de la modestia exterior.
Luego sus ojos brillan y su mandíbula se endurece cuando recuerda las decenas de veces que fue golpeada, vio a su marido quitarle sus cinco hijitas, divorciarse de ella sin siquiera decírselo y dejarla sin nada, incluso sin dignidad ni confianza en sí misma.
"Me podría matar y no le importaría a nadie", dice Ilyas, 32. "La policía, los tribunales, todos están a favor de los hombres. Nadie nos escucha".
El divorcio y la violencia intrafamiliar están aumentando en Pakistán y las mujeres a menudo reciben una doble mala mano, dicen expertos en asuntos de familia. Las mujeres no tienen mucho que decir cuando el hombre quiere separarse, y tienen muy poco espacio si es abusador y quiere mantenerla en casa.
Aunque las estadísticas son difíciles de conseguir en Pakistán y son a menudo poco fiables, la Fundación Aurat, que estudia los problemas de las mujeres, encontró en 2009 608 informes policiales sobre violencia intrafamiliar, en comparación con los 281 en 2008. Los expertos dicen que la mayoría de los casos no son denunciados. La violencia en los matrimonios puede llegar hasta el noventa por ciento, dice la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán. La mayoría de las mujeres no están conscientes de que son maltratadas.
En el papel, la ley de familia paquistaní es una de las más progresistas del mundo islámico, aunque todavía no incluye la violencia intrafamiliar. Pero la corrupción, la débil implementación, la ideología patriarcal y las lagunas legales dejan a menudo todas las cartas en manos de los hombres.
"El principal problema es el modo de pensar feudal", dice Zia Awan, directora de Madadgar Helpline, que ayuda a las mujeres en crisis. "Las mujeres son tratadas como muebles".
Cuando Zahida Ilyas se casó con Mohammad, un pariente lejano, en Lahore en 1999, creía que su futuro sería radiante, dijo, hojeando un álbum de cartón con instantáneas de su gran día, ella con maquillaje compacto, él envuelto en flores rojas, abrazados sobre una tarima.
No se habían hablado antes del matrimonio, que era convenido, y se ruborizó al servirle té, recordó. Entonces soñaba con una familia cariñosa y niños felices. "Tenía muchas ilusiones", dijo.
Tuvieron tres hijas, en rápida sucesión. Cuando Mohammad perdió su trabajo en ventas en 2004, sus padres lo ayudaron y él empezó a pasar más tiempo con la familia.
Empezó a golpearla, dijo, culpándola de no tener un niño. Contó que su suegra también la maltrataba, y en una ocasión la golpeó tan severamente que tuvo un aborto.
En 2004 tuvo un hijo, Saim. Pero las cosas empeoraron, probablemente porque, dijo, su marido ya tenía un heredero y no la necesitaba.
Poco después del nacimiento de su sexto hijo en el verano pasado, Mohammad se marchó a vivir con sus padres. En septiembre fue a visitarlo y a pedirle el dinero del alquiler, contó, pero él la recibió con un par de tijeras y le hizo un tajo en la muñeca.
Empezó a asistir a un taller de educación. Sin dinero para pagarse una niñera, dejaba a la bebita con sus parientes políticos. Un día de octubre llegó a casa solo para descubrir que su marido, sus parientes políticos y sus cinco hijas habían desaparecido; la casa estaba cerrada. Cuando su marido escapó, todavía tenía a su hijo, que estaba en otra escuela.
No pudo pagar el alquiler, y poco después su casero la echó a la calle con todas sus pertenencias. El casero cedió, pero sigue viviendo al día. Vive en un departamento de dos cuartos, el colchón parado, el catre roto, la ropa dispersa por el suelo. No puede comprarse gas de cocina ni comida. "Me han convertido en una pordiosera", contó.
Meses después descubrió que su marido había pedido el divorcio en agosto, sin decírselo, sin mencionar siquiera la palabra talaq ni esperar el fin del periodo de reconciliación, como exige la ley de divorcio de los musulmanes chiíes.
Finalmente se enteró dónde estaba viviendo su marido y trató de ver a sus hijas -Thooba, de 10; Fiza, 9; Maliha, 6; Maryam, 3; y Maira, 7 meses-, pero él la volvió a golpear, dijo. Muestra el informe del hospital que menciona "contusiones múltiples en piernas y espalda".
Su hijo pregunta a menudo dónde están sus hermanas. No quiere ir a la escuela, por miedo a que lo secuestren, dice. El abogado de su marido le dijo que la familia obtendrá legalmente la custodia del niño, contó.
Muchos de los detalles de la historia de Ilyas no pudieron ser corroborados, aunque las asistentes sociales dijeron que su relato no es inusual. Pakistán ocupa el lugar 124, entre 155 naciones, en el Índice de Desarrollo Humano Relativo al Género de Naciones Unidas de 2009, una medición de la posición de las mujeres en la sociedad.
Mohammad Ilyas, localizado por teléfono, dijo que se había divorciado por las leyes civil e islámica, con todos los procedimientos debidos. Dijo que su esposa le había entregado voluntariamente a sus hijas, el año pasado. Las niñas prefirieron vivir con él y son felices, dijo. El niño prefirió quedarse con su madre.
"Me arrojó cuchillos, incluso una botella, y trató de pegarme", dijo. "Yo nunca la golpeé. Sólo estuve desempleado un año, e incluso entonces recibía cincuenta dólares al mes".
Dijo que estaba dispuesto a discutir sus diferencias económicas, pero quiere testigos. "No confío en ella", dijo. "Siempre miente".
Las mujeres divorciadas son tan parias en la sociedad, dijo Zahida Ilyas, que podrían volver a vivir juntos si sólo su madre dejase de entrometerse y él consiguiera un trabajo.
Sabe que lo más seguro sería marcharse con su hijo a vivir con sus padres en Lahore, pero eso significaría no volver a ver a sus hijas, dijo.
"No sé qué hacer", dijo. "¿Me prendo fuego? ¿Y si hago eso, quién cuidará de mi hijo?"
Ha oído que su marido tiene una nueva esposa. A principios de año recibió una llamada anónima. "No hagas nada o te mataremos a ti y a tu hijo", dijo la voz.
"Eso me asusta mucho", dijo. "Ruego a Dios para que me dé fuerzas".
Muchas de las cosas que dice que hizo su marido son contrarias a las leyes, las normas y las tradiciones religiosas en Pakistán, que posee un marco legal razonablemente bueno, dicen los expertos.
Los padres no pueden llevarse a las hijas antes de la pubertad ni a los hijos antes de los siete años, a menos que la madre sea una drogadicta o esté incapacitada mentalmente. Las mujeres tienen algunas protecciones bajo la ley hereditaria, y el acoso sexual es ilegal, incluyendo la violación marital.
"La ley no es mala", dice Ali Dayan Hasan, un investigador del sur de Asia que trabaja con Human Rights Watch. "Sin embargo, cómo se implementa es algo completamente diferente".
En realidad, la ignorancia, la economía, la intimidación, la manipulación y el club de los viejos amigos todos toman partido contra las mujeres, así como el contrato matrimonial, redactado a menudo por la familia del hombre. Se cree que si una mujer habla sobre el divorcio antes de casarse, especialmente en áreas rurales, atrae la mala suerte sobre la unión.
Los hombres también gozan de carta blanca para influir en los fallos locales, para falsificar documentos e interceptar citaciones. "Los hombres siempre hacen lo que quieren", dice Khawar Mumtaz, directora de Shertaz, una organización de beneficencia que trabajar en la educación de las mujeres sobre sus derechos.
Los llamados de organizaciones de mujeres y otros para reformar el sistema y fortalecer su implementación tienden a ser derrotados por conservadores religiosos. En respuesta a llamados a aprobar una ley contra la violencia intrafamiliar, los fundamentalistas inicialmente negaron que existiese un problema y ahora dicen que la ley no solucionaría el problema del abuso masculino y sólo incrementaría los divorcios.
"La comunidad religiosa siempre ha resistido las reformas", dice Mumtaz. "Desde su punto de vista, una mujer con más derechos es una mujer más caprichosa".

18 de abril de 2010
23 de marzo de 2010
©los angeles times 
cc traducción mQh
rss

0 comentarios