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recordando atrocidades de una guerra


Recordar las atrocidades de los Khmer Rouge ayuda a algunas víctimas. Cerca de 170 refugiados camboyanos en Estados Unidos contaron sus historias para ser utilizadas en el juicio contra líderes khmer rouge acusados de crímenes contra la humanidad. Muchas no habían contado nunca lo que tuvieron que sufrir.
[My-Thuan Tran] Los Ángeles, Estados Unidos. Kieng Seng no quiso nunca revivir sus recuerdos de la brutal época khmer rouge. Nunca dijo una palabra ni a sus amigas ni a sus hijos. Había "ocultado los recuerdos en el suelo, debajo de cien capas".
Pero el año pasado, contó sobre esas pesadillas por primera vez abiertamente, presentando su relato como declaración de testigo para ser usada en tribunales en juicios contra los antiguos líderes khmer rouge acusados de crímenes contra la humanidad.
Seng fue una de los cerca de ciento setenta refugiados camboyanos en Estados Unidos que presentaron sus historias personales a instancias de activistas que quieren dar a los camboyanos expatriados una voz en el tribunal de Phnom Penh.
El sábado, Seng y varias decenas de sobrevivientes del genocidio se reunieron en una biblioteca de Long Beach para un informe actualizado sobre el progreso del caso en tribunales y la condición de sus declaraciones.
"Estamos aquí para honrarle como sobrevivientes de los Khmer Rouge", dijo Leakhena Nou, profesor de sociología en la Universidad de California en Long Beach. "Estamos aquí para decir a los perpetradores del régimen que no destruyeron nuestro espíritu... Hay momentos en la historia en que tienes el derecho a reparar los males causados hace décadas".
Mientras hablaba, varias mujeres entre el público sacaron pañuelos de sus bolsillos y se secaron las lágrimas.
El año pasado, el tribunal patrocinado por Naciones Unidas juzgó por primera vez a cinco dirigentes de los Khmer Rouge por cargos relacionados con el genocidio que se cobró la vida de al menos 1.7 millones de personas entre 1975 y 1979.
Las declaraciones reunidas por la organización de Nou, el Instituto de Investigación Social Aplicada de Camboya [Applied Social Research Institute of Cambodia], fueron presentadas al tribunal en enero y reservadas para el segundo tribunal, que juzgará a los otros cuatro altos dirigentes y se espera que empiece este próximo año.
Convencer a los sobrevivientes que enterraron su pasado durante décadas, de que cuenten sus experiencias es difícil, dijo Nou. "Pensaban que el mundo no quería oír sus historias", dijo.
Muchos temían a las represalias si viajaban a Camboya, dijo. Pero cuando un sobreviviente empezó a contar su historia, otros se unieron.
La organización reunió cerca de 170 testimonios orales y escritos en Long Beach, sede de la mayor población de refugiados camboyanos en Estados Unidos, así como Lowell, Massachusetts; Portland, Oregon; y Filadelfia.
Durante el año, las reglas de la corte no dejaron de cambiar, complicando el proceso de recolección de testimonios, dijo Nou. Y no había ninguna garantía de que los formularios de información sobre la víctima que presentaron sean finalmente usados en tribunales.
Pero pese a la incertidumbre y a la política en la corte, Nou y otros dijeron que el proceso ha ayudado a los sobrevivientes de modos más profundos.
Sundaram Rama dijo que los testimonios han ayudado a sanar a sobrevivientes como él.
"Creo que ahora la gente está dispuesta a contar sus historias", dijo Rama, director de Familia Camboyana, una organización de servicio social de Santa Ana. "Hace cinco o diez años, la gente me contaba sus historias, pero diciéndome que no las compartiera con nadie. Pero ahora más y más personas se sienten más relajadas".
Seng dijo que sentía un sentimiento de alivio de ser capaz de liberarse de los horrorosos recuerdos que han estado embotellados durante 35 años, cuando prestó declaración en Santa Ana en septiembre pasado.
Cuando los Khmer Rouge llegaron al poder, Seng tenía trece años. Décadas después, los recuerdos siguen vívidos -ser obligada a levantarse a las tres de la mañana para hacer un camino, el temor a ser separada de sus hermanas, hermano y madre. En su sueño, veía imágenes de un hombre vestido de negro apuntándola con un arma o se imaginaba que la estaban ahogando.
Pero después de prestar testimonio, dijo, se sentía más aliviada. Las pesadillas se habían reducido. "Es como si hubiesen terminado", dijo. "No quiero seguir así hasta la próxima vida. Quiero que desaparezca".
Sin embargo, las heridas son profundas, y dijo que su dolor no terminará nunca. Todavía no ha contado todo a sus dos hijos.
"No quiero que mis niños sepan todo lo que sufrí. No quiero que piensen en lo que puede estar pasando conmigo", dijo. "Quiero que se concentren en estudiar aquí y ser feliz. No quiero recordar".

7 de mayo de 2010
1 de mayo de 2010
©los angeles times
cc traducción mQh
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