persiste pobreza en colombia
10 de mayo de 2010
Pese a los miles de millones de dólares de ayuda estadounidense, Colombia sigue luchando por reducir la pobreza.
[Juan Forero] Algarrobo, Colombia. Ocho años después de que el presidente Álvaro Uribe asumiera la presidencia y empezara a recibir miles de millones de dólares en ayuda estadounidense para destruir a las guerrillas marxistas, Colombia es hoy un país más seguro para sus 45 millones de habitantes y los inversores extranjeros que han llegado acá.
Pero tercos altos niveles de pobreza muestran una dura realidad: pese a la mayor seguridad y fuerte crecimiento económico, Colombia no ha sido capaz de aliviar de modo significativo la miseria que contribuye al conflicto que se arrastra desde hace 45 años y el tráfico de drogas que está detrás.
Lo que aquí los cientistas sociales califican como resultados mediocres en la lucha contra la pobreza se ha convertido en un tema de campaña para las elecciones de mayo, en las que los votantes colombianos elegirán a un presidente que suceda a Uribe, el más estrecho aliado de Washington en el continente. A menos que se pueda reducir firmemente la tasa de pobreza del 43 por ciento, expertos en el conflicto dicen que Colombia podría incluso empeorar, pese a la continuada ayuda militar estadounidense.
"No solamente hay pobreza significante, sino además parte de la pobreza es la más extrema imaginable", dijo el representante Jim McGovern (demócrata de Massachusetts), que desde 2001 ha viajado extensamente por Colombia. "La pobreza realmente está en la raíz de gran parte de los conflictos que ocurren".
Esa pobreza, y la gran brecha en Colombia entre ricos y pobres, es particularmente evidente en ciudades a lo largo de la costa Caribe, como esta comunidad de caminos de tierra y granjas olvidadas. Aquí en Algarrobo (población, doce mil habitantes), una adinerada e influyente familia, los Dávila, recibieron un millón de dólares en subsidios como parte de un programa del ministerio de Agricultura que prestó decenas de millones de dólares a campesinos ricos en todo el país. Aquí los críticos dicen que hace una diferencia que los Dávila posean una de las plantaciones de palma más productivas y rentables en kilómetros a la redonda.
Los campesinos de subsistencia en el campo circundante, entretanto, siguen siendo desesperadamente pobres, entre los millones de colombianos del campo dejados atrás mientras América Latina se ha hecho más rica con el auge de las materias primas en la última década. Esos campesinos, arañando una vida al norte de la sabana que encendió la imaginación del autor ganador del premio Nobel, Gabriel García Márquez, dijeron que ellos no han recibido nada del estado.
"Al contrario, me cobraron impuestos", dijo Beatriz Mesa, 44, que hace poco abandonó la agricultura.
Las revelaciones sobre los subsidios a los Dávila y otras familias, dadas a conocer por primera vez en octubre por la revista Cambio, han provocado un debate a veces agrio sobre si el gobierno de Uribe ha gobernado para los ricos o para los pobres. Fiscales federales están investigando si los hacendados ricos han cometido fraude con el programa de subsidios.
Para sus partidarios en Washington, e inversores en todo el mundo, el gobierno colombiano basa su éxito en los golpes que propina al movimiento guerrillero que parecía antes invencible, en una campaña realizada con 7.3 billones de dólares de ayuda estadounidense desde 2000. Desde entonces la economía ha florecido, y ha duplicado su producción desde 2002, cuando Uribe asumió la presidencia. La inversión extranjera en Colombia es la cuarta más alta en América Latina.
La otra Colombia es la de una creciente desigualdad, el único país en América Latina en el que la brecha entre ricos y pobres ha crecido en los últimos años, de acuerdo a un informe de la Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas (CEPAL). El porcentaje de colombianos que viven en situación de indigencia también subió, de 20.2 por ciento en 2007, a casi 23 por ciento en 2008, prácticamente doblando el promedio de la región.
El conflicto con la guerrilla, entretanto, ha desplazado a cinco millones de personas en los últimos veinticinco años y ha ayudado a provocar que más del sesenta por ciento de los colombianos rurales sigan siendo pobres, de acuerdo a Ricardo Bonilla, experto en pobreza de la Universidad Nacional de Bogotá.
El número de colombianos viviendo en la pobreza bajó de 51 por ciento en 2002 a casi 43 por ciento en 2008, de acuerdo a la CEPAL, pero el contraste con los grandes vecinos latinoamericanos es fuerte. En Brasil, desde 2003 más de 32 millones de personas se han incorporado a la clase media, y en Perú la pobreza cayó del 55 por ciento en 2002 y 36.2 por ciento seis años después.
El gobierno colombiano dice que bajo Uribe el gasto social per cápita se ha duplicado, millones de niños más asisten a escuelas públicas, y el programa de transferencia directa de dinero pasó de cubrir a 220 mil familias a casi tres millones.
"Ahora llegamos a millones de personas que están en una red de protección social bien estructurada y mantenida", dijo Diego Molano, alto funcionario de gobierno para la lucha contra la pobreza.
Marcelo Giugale, director para la reducción de la pobreza en América Latina del Banco Mundial, está de acuerdo, agregando que reducir la pobreza en más de un uno por ciento por año, como ha hecho Colombia, "es respetable".
Pero incluso funcionarios de gobierno reconocen que la pobreza sigue siendo generalizada en el campo. Los peones indigentes son relegados a los suelos más pobres y no poseen títulos sobre las tierras que trabajan, mientras que un territorio del tamaño de Virginia está en manos de narcotraficantes y políticos corruptos, dice Alejandro Reyes, experto en tierra y autor del reciente libro ‘Guerreros y campesinso: el despojo de la tierra en Colombia’.
Reyes dice que el gobierno de Uribe otorga prioridad a canalizar la ayuda a través de los grandes hacendados porque el gobierno cree que son los más indicados para reactivar la economía rural. "El gobierno piensa que los campesinos son malos productores, que no saben ahorrar, no saben cómo utilizar las tecnología", dice Reyes.
Esa filosofía fue cristalizada a través del programa de ingreso agrícola garantizado, que proporciona la mayor parte del fondo de 250 millones de dólares anuales para el azúcar, el aceite de palma y otros importantes sectores agrícolas.
En este estado desesperadamente pobre de Magdalena, cuatro familias recibieron la mayor parte de los diez millones de dólares otorgados en 2007y 2008, según archivos. Entre los beneficiados se encuentran varias ramas de la políticamente influyente familia Vives, que recibió 6.5 millones de dólares.
Alfonso Vives Caballero, cuya hacienda recibió cerca de doscientos mil dólares y es uno de los que está siendo investigado, dijo en una entrevista que había respetado las reglas al solicitar el subsidio y que no hubo un acuerdo previo con el gobierno. En una visita a su plantación de palma de 202 hectáreas, un capataz mostró cómo se usaba el dinero para instalar un sistema de riego moderno.
Aquí en Algarrobo, Juan Manuel Dávila fue uno de los grandes beneficiarios. Los investigadores están tratando de determinar si evadió los límites sobre la suma que puede recibir tras distribuir entre miembros de su familia las 1450 hectáreas de su propiedad y una modelo colombiana que sale con su hijo.
Los campesinos pobres que viven aquí, sin embargo, no resienten la ayuda. Simplemente preguntaron por qué el estado no les otorgó subsidios a ellos.
"Los pequeños campesinos también necesitan ayuda", dijo Elimeleth Rodriguez, miembro de una familia de agricultores.
19 de abril de 2010
©washington post
cc traducción mQh
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