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corea del norte busca camorra


Con el hundimiento de un buque de guerra surcoreano -una acción que Seúl no puede responder militarmente-, Corea del Norte demuestra una vez más su peligrosidad. Editorial de Los Angeles Times.

Cuando un país dispara contra un buque de guerra de otro país y lo hunde, normalmente se lo considera un acto de guerra. Pero cuando el ataque es ejecutado por Corea del Norte contra Corea del Sur, dos países repletos con armas que no deben ser utilizadas por temor a desencadenar un conflicto global catastrófico, la única respuesta práctica posible es llevar la ofensa al extremo.
Eso es lo que hizo Seúl el jueves cuando investigadores acusaron formalmente a Pyongyang del hundimiento en marzo pasado de Cheonan, un buque de guerra hundido el 26 de marzo en el Mar Amarillo, que se llevó consigo a 46 miembros de la tripulación. Un equipo multinacional de expertos entregó abrumadoras evidencias, incluyendo partes de un torpedo que es claramente un modelo norcoreano. En respuesta, el presidente de Corea del Sur, Lee Myung-bak ha estado tratando de reunir apoyo para imponer sanciones más estrictas de Nacionales Unidas y se espera que rompa relaciones comerciales y de ayuda con Corea del Norte.
El problema para Lee es que no puede responder militarmente porque absolutamente nadie quiere reanudar la Guerra de Corea. Entretanto, los intentos de más de medio siglo de cambiar la conducta del régimen de Corea del Norte, incluyendo toda concesión diplomática imaginable,  han sido inútiles. ¿Qué se hace entonces cuando responder el ataque es impensable y la diplomacia inefectiva? Pides a Naciones Unidas que imponga sanciones más estrictas -un gesto casi vacío porque China, miembro permanente del Consejo de Seguridad, practica la cautela a la hora de aprobar penalidades más severas, por temor a que desestabilicen al gobierno de Corea del Norte y creen un problema de refugiados para Pekín.
El gobierno de Obama, distraído por sus intentos de refrenar las ambiciones nucleares de Irán, parece haberse rendido con Pyongyang. La política del gobierno hacia Corea del Norte está fundamentalmente definida para la mantención del status quo. Esperando que se retire el dictador Kim Jong II, del que se cree que tiene problemas de salud, Omaba puede estar esperando que su sucesor sea más fácil de tratar. Sin embargo, ignorar a Kim no es más efectivo que engañarlo con una zanahoria. Hay razones para creer que el hundimiento del Cheonan fue un intento de Kim de llamar la atención con la esperanza de obtener concesiones económicas. En el pasado, ese tipo de conductas provocadoras de Corea del Norte han redundado precisamente en esos beneficios.
Sin tener las buenas respuestas, hay al menos una definitivamente mala: dar a Kim lo que quiere. Ahora lo que se requiere es la respuesta más dura posible, incluyendo medidas para fortalecer las defensas del Sur contra el arsenal de submarinos, misiles y armas no convencionales de Kim. Aunque es importante seguir enviando ayuda alimentaria a la gente hambrienta en Corea del Norte, el gobierno de Obama también debería considerar volver a poner a Corea del Norte en la lista de países que patrocinan el terrorismo, desde que fuera sacado de ella en 2008 en un intento de facilitar concesiones nucleares. Deberían reiniciarse las negociaciones a seis bandas sobre el programa nuclear de Pyongyang -pero no ahora.

21 de mayo de 2010
20 de mayo de 2010
©los angeles times 
cc traducción mQh
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